Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
El psicoanálisis en la Argentina actual. Problemas socioeconómicos
Leonardo Peskin

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No cabe duda que el título del artículo fuerza a la ubicación del tema en nuestro tiempo y espacio. El psicoanálisis en su breve historia de apenas 100 años tuvo la oportunidad de vivir todas las experiencias imaginables, soportó las guerras más devastadoras, atravesó las dictaduras más despóticas y convivió con las crisis económicas más intensas. Muchos de estos hechos ocurrieron durante la vida de Freud. Este hecho le dio oportunidad a poder reflexionar e incluir modificaciones teóricas a partir de la experiencia vital, pero sólo en la medida en que la evolución de la teoría se hizo "necesaria"pues introdujo a las miserias como la esencia de lo humano. Lo antedicho queda ilustrado en el hecho de que si bien la guerra lo llevó a desarrollar la teoría de la pulsión de muerte, arrancando al psicoanálisis del optimismo inicial, no cedió a la tentación de achacarle al tema económico las dificultades del psicoanálisis. Llegó a plantear que la american prosperity sería contraria al psicoanálisis.

El uso de las drogas, como la cocaína, tampoco fue ajeno a la vida de Freud. A su vez, tuvo la oportunidad de padecer la traición teórica de algunos de sus discípulos que se arrogaron superar al psicoanálisis con muchas psicoterapias "superadoras" .

En este sentido, lo único que tenemos a favor de plantear algo diferente de lo ya escrito o dicho por Freud es el hecho de que, a diferencia de nosotros, él no haya vivido ni conocido la Argentina. Quizás, así como le interesó el español, le hubiese interesado conocer el lugar del mundo donde el psicoanálisis alcanzó una proliferación descomunal; si tenemos en cuenta tanto la relación habitante: analista, como el grado de desarrollo científico.

Muchos de nosotros crecimos junto al psicoanálisis y somos testigos de los acontecimientos. Ésto es ventajoso, pero al mismo tiempo no nos deja ver algunos aspectos, lo cual podría ser causado por nuestra alienación al ser protagonistas interesados en esta historia.

Personalmente, creo que las condiciones para el crecimiento del psicoanálisis tuvieron que ver con el origen inmigratorio, sumado a un relativo agnosticismo religioso de la burguesía, que en su búsqueda de creencias como una forma de aliviar ese exceso de libertad, nunca terminó de asimilarse a la identidad criolla. Esto último trajo múltiples consecuencias que corresponderían más a un análisis histórico, pero que implicaron militancias en pos de identidades, que en otros países se consiguieron por otros caminos.

El psicoanálisis aparece inicialmente como expresión de esta libertad, pero luego se dogmatiza asumiendo todos los ropajes que llegan desde los desfiles de modas europeos o norteamericanos. L as modas son fechables y hasta los importadores de esas modas son identificables. Así se armaron fácilmente grupos de adhesión que, en general, después de un tiempo, hicieron crisis y quedaron algunas veces muy pocos especimenes de los que habían sido movimientos masivos.

Después de sucesivas oleadas, como las descriptas, nos encontramos en una Babel psicoanalítica, con diversidad de tendencias, asociaciones, tribus e individualidades que no sólo hacen imposible catalogarlas, sino que dada la mezcla y desmezcla de tendencias, muchas son indefinibles. En consecuencia, queda descrito con el nombre de algún líder que tiene o tuvo que ver con el origen del grupo. Esto es obvio aún dentro de asociaciones psicoanalíticas formalizadas, con muchos miembros, en donde incluso hay subgrupos dentro del grupo que piensan diferente y aún de modos opuestos. Con lo cual el tema del origen se conserva en los grupos de inmigrantes que buscan creencias por ausencia de un anclaje posible. La mayoría busca en otros países un referente, lo que genera que algunos viajen y otros hagan venir a "popes" o simples enviados de las respectivas "mecas". Pero la pregunta que hoy se abre es en definitiva: ¿cómo aplicar todo esto a nuestros consultorios autóctonos? Hay formulas universales que sea donde sea son las mismas, otras propuestas están alejadas de nuestra realidad, hay factores de idiosincrasia, identidad o hábitos que establecen diferencias y que hacen necesario un criterio local. Una de las resistencias a esa búsqueda es la idealización de lo extranjero.

Abordar el problema del tiempo y lugar en relación al psicoanálisis es un tema que lógicamente debe comenzar en nuestra época, dado que en períodos anteriores, aún en los contemporáneos a Freud, esto no era una preocupación, pues todavía no existían revisiones del efecto de los desvíos que todos los apóstoles de Freud fueron haciendo. Es éste el momento en el cual, después de un retorno a las enseñanzas del maestro, se vuelve a imponer la necesidad de un cambio. El argumento en cada caso de desvío ha sido que el psicoanálisis abandonara sus pilares (inconsciente, transferencia, repetición, deseo, pulsión, etc.), y que cada discípulo como Jung, Adler, Ferenczi, Ana Freud, etc. propusiera cambios que alteraran la esencia del pensamiento analítico al no tolerar los enigmas, pretendiendo hacer del psicoanálisis una técnica más de la psiquiatría o de la psicología. En otros casos hubieron intentos de una visi ón esotérica o religiosa con una excusa de mayor profundización. Estos desarrollos no son malos en sí mismos, pero muchos no aceptan un cambio sencillo: abandonar el psicoanálisis. En lugar de eso, lo quieren deformar, para ajustarlo generalmente a un pequeño nuevo emblema que les permita perpetuarse como el auténtico sucesor, o como aquel que superó a Freud.

Ubicando este momento en el que vivimos debemos considerar que evidentemente , cada tiempo tiene sus singularidades y ésta era no debe ser pensada como absolutamente distinta a toda época anterior, sino como una de esas fases que la humanidad ya ha vivido muchas veces donde todo parece entrar en crisis y transformación. Las caídas de grandes imperios e ideologías ha sido una constante, más que una excepción. Las diferencias deben estar acentuadas en relación a las nuevas evidencias de poder, haciendo que la administración del "viejo tánatos" alcance formas destructivas que superan las fantaseadas por los analistas hasta ahora, y las que cualquier fantasía podría contener.

Acá marco un rasgo de nuestra época: se logró prescindir del fantasma tanto como soporte del poder como de expresión de tánatos. La radiación de algunas sustancias encarna más la repetición que cualquiera de los peores tormentos imaginados por Poe o Kafka. No hay vida humana que pueda hacerse cargo de la deuda asumida por el desecho insignificante que hoy se produce al tirar una bolsita de polietileno a la calle. Esto, de todas maneras, tiene el antecedente de que, dada la condición mortal del humano, antes del polietileno también existían deudas inasumibles. Pero quizás, no se planteaban efectos milenarios derivados de los actos del hombre común, estos estaban reservados a los dioses o héroes.

En esta línea, hace un tiempo, tomando ideas de Lacan acerca de la ciencia moderna, planteé que el discurso nazi fue inaugural de una nueva mancomunión del poder del amo y el discurso de la ciencia, el que expulsando al sujeto termina otorgando a cada uno que adscribe a ese discurso, un poder nuevo, ejemplificado en el derecho sin límite autorizado a cada nazi para matar, torturar o esclavizar.

Comprender como repercuten en nuestra clínica estas cuestiones es nuestra tarea, para que el psicoanálisis no se transforme en un síntoma olvidado por no admitir que siempre va a fracasar para poder sostenerse; estoy parafraseando a Lacan.

Los humanos son producto obligado de los diversos modos en que se resuelve su carencia en ser con la suplencia que el Otro de la cultura les provee. Pero las cualidades de ese Otro son las que configuran la cultura en cada época; por eso los psicoanalistas tenemos que leer los diarios.

Esta ubicación general del tema tiene relación con el hecho de que los analizantes están determinados por las cualidades de constitución subjetiva; por las modalidades que adquieren los discursos dominantes.

La abolición de fantasmas clásicos y modernos hace que la responsabilidad se modifique o desaparezca, abriendo otros modos de resolver la culpa y configurar los conflictos. Hay incidencias nuevas del automatismo del significante no ligados a la dicción, sino a la adicción, a la anorexia, a la anomia y a todas las "a" que se les puedan ocurrir. Sería como la ausencia de representación de estas formas de subjetividad, que si bien ya existieron en otra época se han generalizado en la nuestra.

La angustia de las neurosis actuales se parece más a la descripta en la primera teoría freudiana. Es dable reconstruir muchas veces una historia, pero los protagonistas parecen no querer formar parte de esta historia; piden que se resuelva sin tener en cuenta un origen; tratan de no rectificar su historia sino pedir una solución. Ha llegado al psicoanálisis la expresión de los yuppies "tráiganme soluciones, no problemas". Las soluciones sin la subjetivización del conflicto y sin que se vea involucrado el sujeto, generan nuevos prototipos como se ve en las nuevas fisonomías derivadas de los lifting. A su vez, se originan en futuras generaciones personajes cada vez menos ligados a las formas cómodas para el psicoanálisis.

Aquí quiero tomar una posición en relación a las posibilidades de que el psicoanálisis dé cuenta teórica y clínica de estas supuestas "nuevas entidades". Siempre fue claro que algunas patologías asumieron los discursos de su época. Un ejemplo analizado por Foucault y que quisiera tomar aquí es la histeria. Ésta asumió primero la forma de epilepsia (ya que las histéricas eran internadas con los epilépticos) y dio lugar a esa confusa entidad nosológica la "histero-epilepsia", con los grandes ataques tan poco frecuentes hoy en día. Luego, las histéricas fueron internadas con las esquizofrenias y asumieron forma de psicosis creándose la "psicosis histérica" con sus alucinaciones y delirios. Posteriormente apareció la era de la adicción, y las histéricas terminaron consumiendo drogas como el "mejor de los adictos". Es obvio que la histeria siempre continuará poniéndose como obstáculo sacrificial-gozador al discurso del amo. Será reina, guerrillera, adicta, rockera o psicoanalista de barricada. He tomado la histeria solo como un ejemplo, ya que cualquier patología, inclusive la psicosis, adopta la forma de su época; no vemos napoleones o perones en los megalómanos del hospicio, pero sí abundarán los vinculados a extraterrestres o a los nuevos ropajes del amo, Sadam Hussein o los terroristas.

Afortunadamente, la obra de Freud, dentro de sus posibilidades, ubicó el problema de la temporalidad e incluyó historias, que van desde la antigua Grecia (Edipo) y los hebreos (Moisés), pasando por personajes medievales de Shakespeare (Hamlet), las neurosis demoníacas (Cristoph Haizmann), historias del renacimiento (Leonardo o Miguel Angel) hasta formas más recientes como la Gradiva, Wilson o los historiales. Incluyó así una gran cantidad de comentarios y ejemplos, que crean una atemporalidad para el pensamiento psicoanalítico.

Quizás nosotros seamos los que debemos analizar los prototipos actuales pero sin abandonar las posiciones básicas del psicoanálisis. Éstas no pasan por el establecimiento de parámetros formales, sino por poder demostrar las cualidades del sujeto del inconsciente (si éste no adviene por expulsión del inconsciente) y caracterizar a este ser pulsional en acto, adscripto al Ello, al que voy a llamar "hombre actual".

Solemos ver que el lugar del inconsciente se ha transformado en una caricatura de emblemas y disfraces que sostienen alguna forma de cohesión y sustituyen la ausencia del Otro, cuyo discurso es una espera del Apocalipsis. Para ilustrar lo antedicho podría mencionar al nazismo, a los tatuajes, a una jerga de expresiones vinculadas con la prisa, a una motocicleta, a un agrupamiento de vacío, o a un graffiti ilegible. Todos los ejemplos mencionados simulan ser un icono emblemático; sin embargo, son insistentes fracasos de inscripción de un nombre propio ligado a alguna trama consistente.

Hace unos años estudiábamos el temor sin nombre como un esfuerzo de caracterización imaginaria de la angustia, o como afectos extremos que superaban la angustia de castración; quizás retornando a formas de pulverización del yo o desvalimiento total. Hoy en día los hechos devastadores de la realidad son sin nombre. Los terroristas, ponen bombas que matan gente sin relación con algo nominable, algo que permita la creación de sentido. Los mismos terroristas suelen no reivindicar sus actos permaneciendo innominados. El discurso oficial suele borrar los nombres de víctimas y victimarios e incluso afirmar que los hechos no acontecieron. El resto de las deducciones y derivaciones las pueden ir haciendo ustedes.

Kafka, en sus laberintos, ya había previsto una anomia como la que se impuso sobre el hombre moderno y posmoderno, pero hay en el final del laberinto un sentido, aunque fuese psicótico. Podríamos decir: el nazismo culmina con la muerte de Hitler como psicótico causante del delirio. Pero en realidad, nos encontramos con el triunfo del discurso nazi pues continúa a través de muchas manifestaciones las cuales muestran, que el invento se perpetuó, siguió como formas puras de repetición más allá del sentido clásico que hubiera permitido nominarlo. Incluso se pone en duda la muerte de Hitler y montones de jerarcas nazis, como la moda de las películas en que los asesinos retornan varias veces, cuando se los consideraba muertos. Sería una expresión imaginaria de la continuidad del discurso.

Estas observaciones me llevaron a desarrollar la idea de un adelgazamiento del "espesor de la realidad" (*) al producirse una disminución de la distancia entre la ley y el ideal Es decir que como consecuencia de la vigencia del discurso actual, ley e ideal parecen confundirse y se deshace la controversia pues hay un bien supre mo que es ley. En las tragedias puja un ideal frente a la injusticia de una ley vigente y este conflicto tiende, a costa de grandes sufrimientos, a corregir esta inadecuación. A su vez se plantea al espectador lo terrible que sería el hecho de no corregir esa ley violada o ese ideal no tenido en cuenta.

En la actualidad es común que el conflicto se silencie y los hechos se configuren sin siquiera poder medir los desajustes. Existe una pregunta presente con frecuencia en la clínica: ¿conviene que un analizante abandone la práctica de un goce adictivo, perverso o insensato si termina reemplazándolo por una alternativa posiblemente peor? Esta cuestión pone al analista con pocos parámetros para poder juzgar la cura.

Caracterizando los hechos clínicos vemos a personajes que no confían en que la palabra permita alcanzar un sentido. El estatuto de algunos objetos, como la droga o el dinero, pierden la significación fálica para transformarse en una fuente de un goce que emana del ello, y la repetición es esperada. Una mujer que ya había recorrido seis análisis con "prestigiosos analistas" de diferentes orientaciones, al comenzar las entrevistas para "probar con un lacaniano" decía: "- A mí todos me sirvieron por un tiempo, después vuelvo a tener problemas y pruebo con otro. Hay que acostumbrarse a vivir con los problemas, Uds. los analistas ¿no dicen eso?"

Los actuales desafíos requieren que el analista siga teniendo en claro que no hay otro recorrido que el del significante para la pulsión, aún cuando la propuesta sea la sublimación o la invención. Siempre de algún modo va a estar involucrado el inconsciente, es decir, no se puede prescindir de la subjetividad aunque haya propuestas de deconstruir todo. Mientras la subjetividad no aparezca en síntomas, lapsus, sueños, transferencias, se debe sostener la posición del analista. Según nuestro criterio (como analistas), ésta siempre va a ser mejor que otras alternativas, como por ejemplo: sistémicas, conductistas, reflexológicas, cognitivas, neurolingüísticas, etc. La posición del analista no sería una espera bajo el amparo imaginario de un encuadre rígido, sino escuchando esta producción pulsional y dando todas las oportunidades de subjetivizar los "fenómenos", para que interjueguen con la estructura (aunque sea precaria y casi muda) que si se invoca puede aparecer.

El concepto de fenómeno - para diferenciarlo de estructura - fue desarrollado para la psicosomática, y es probable que dé cuenta de actos que no tienen el clásico sustento estructural y fantasmático. Quizás este concepto abra algún camino en relación al acto adictivo que no responde a la dialéctica del síntoma psicoanalítico, como por ejemplo la anorexia, el acto bulímico o algunos actos delictivos o suicidas que son nuestros nuevos interrogantes.

En el escrito acerca de "Una neurosis demoníaca", Freud, en su última alusión a la hipocondría, se refiere a la época apsicológica en que vivimos, (para diferenciarla de la de Cristoph Haizmann) como un lugar en donde las "vestiduras hipocondríacas" reemplazarían las apariciones diabólicas alucinatorias o imaginarias. En consecuencia, con lo que nos hace comprender que las épocas dan lugar a constituciones fantasmáticas o creaciones inconscientes, pero si estas no advienen, pueden aparecer manifestaciones corporales o referidas al cuerpo, que parecen menos dialectizables y suscitan la consulta con el médico, quien prefiere en el mejor de los casos el Prozac a la escucha del mensaje a descifrar.

La llamada "clínica de lo real" parece más cercana a resolver algunos pr oblemas que se presentan en el "hombre actual". Por lo menos abre una posibilidad de comprensión dentro del campo psicoanalítico, de las acciones y de los actos que son la forma más promovida por el líder de turno. Este último, como amo, lanza a las masas detrás de una nueva forma de ideal, sea guerrero, científico o social. Siempre el analizante que escuchamos está atravesado por estas configuraciones discursivas. Si la propuesta abandona el romanticismo del espacio freudiano para el pensamiento inconsciente, solemos encontrar el imperativo superyoico de alienación en el ello, pasaje al acto.

Los modelos freudianos de psicología de las masas tuvieron éxito y a partir de los nazis se utilizaron a pleno.

Inventar una respuesta del psicoanálisis es aún un desafío pendiente. No alcanza con las respuestas dadas hasta ahora, pero sí da esperanzas el hecho de que los analistas hayan comenzado a angustiarse.

Aquí cabe un comentario, en el final, Freud parecía estar más preocupado por lo que llamó "Prosperidad Norteamericana", (a la que consideró más refractaria al psicoanálisis), que por la "Miseria Europea" en la cual se había desarrollado el psicoanálisis. Con lo cual, verificamos que no es la abundancia económica lo que favorece el psicoanálisis sino una concepción que emana de los discursos dominantes.

Si aceptamos que se estrechó el espacio que permite la existencia del inconsciente -dado que no estamos en épocas que toleren el romanticismo y el amor cortés para posponer el encuentro con lo Real-, y si consideramos que el discurso del analista es uno solo, nos ubicaremos en la dificultad que tiene el que quiera hacer clínica psicoanalíti ca hoy en día.

Las herramientas que dejó Lacan inspirándose en Clausewitz son la política, la táctica y la estrategia. Les recuerdo que la política es lo menos libre, se refiere a sostener la carencia en ser como condición. Por lo tanto, es la defensa del inconsciente o de un sujeto, siempre escindido, aunque sea en su vinculación con el ello en el acto. La estrategia aumenta la libertad y se refiere a la transferencia, que ubica inexorablemente la posición del analista, o la espera de que la transferencia se exprese. La táctica (se refiere a la interpretación) es lo más libre, porque está condicionada por la política y la estrategia. Podemos unir esto a la propuesta de Freud, de mezclar el "oro puro psicoanalítico" con el "cobre de la sugestión" para aquellos casos, donde las circunstancias sociales lo requiriesen

Tomando estas herramientas, el analista de nuestros días debiera salir de la nostalgia y del escepticismo ingenuo e intentar escuchar los nuevos lenguajes en los puntos de fracaso de su suficiencia. A pesar de que estos se expresen como adicción, anorexia, actos criminales, etc.; pues existieron siempre, y fueron estudiados por los grandes psicoana listas. Sin embargo, adoptan nuevos ropajes dada la nueva organización del poder, tal cual hace cualquier hombre común, cualquier padre de familia que puede acceder a grandes cirugías por voluntad estética, realizar estafas multimillonarias, matar un musulmán en Sarajevo o hacer una bomba casera con fertilizantes. En otra época los poderes eran más reservados, ya que no había tecnología repartida por la nueva prosperity globalizante norteamericana y de ciertos países europeos. Estos hechos cotidianos pueden dejar muda o anoréxica a cualquier adolescente, o llevar a la propuesta "vive rápido, muere joven y tendrás un cadáver bien parecido". Sin embargo son muy distintos a la propuesta de "bulimia religiosa" que aparece en un cuento jasídico, en el cual se trataba de un judío que comía tratando de engordar lo máximo posible, porque decía que el día que lo quemasen en la hoguera quería arder mucho tiempo, ya que su padre había sido quemado en un ataque antisemita. Es obvio que unas y otras fantasías de muerte son totalmente distintas, las del jasid se vinculan a una muerte con sentido; las del rockero adicto se relacionan con la muerte por ausencia de sentido, aunque ambas plantean un límite desesperado frente a las inclemencias del Otro.

En cuanto a las toxicomanías, el psicoanálisis debiera diferenciar el "Opio y Hachís" presente en "Los Paraísos Artificiales" de Charles Baudelaire, -que a su vez se remonta hasta Marco Polo y el oriente-, de la "Cocaína de Freud" e incluso de la de nuestros días. Es probable que hubieran sido los mismos principios activos farmacológicos, pero se trata de otra función en juego dentro del proyecto científico -tecnológico de nuestra época. Pero ¿cómo será el sujeto producto de esos significantes en cada época? Del mismo modo debemos respuestas a las controversias, locura, psicosis, borderline y su vinculación con el inconsciente.

Para finalizar hay una deuda en relación a "las psicosis". Éstas eran muy diversas y complejas en la psiquiatría clásica pero el psicoanálisis, a partir de un proceso de profundización, llegó a un grado de simplificación y estandarización, que ulteriormente les hizo perder riqueza a estos cuadros.

Culmino señalando problemas, pero a lo mejor esa es la función del psicoanalista, que lo separa de los estereotipos que reclama el DSM4.

Notas

* Leonardo Peskin "El espesor de la realidad". Libro "Historia…Historiales" Kargieman. Argentina 1994

Bibliografía

Charles Baudelaire. "Paraísos artificiales". Losada, Argentina. 1992

Michel Foucault "Historia de la locura en la época clásica" Tomo 1 y Tomo 2 Fondo de Cultura Económica. México 1990

S. Freud "Análisis terminable o interminable" 1937. Amorrortu tomo 23. Argentina 1980

S. Freud "Nuevos caminos de la terapia psicoanlítica" 1917. Amorrortu tomo 17. Argentina 1980

S. Freud "Una neurosis demoníaca en el siglo XVII" 1923. Amorrortu tomo 19. Argentina 1980

J. Lacan "La dirección de la cura y los principios de su poder" Escrito s 2. Siglo XXI. 1984

J. Lacan "La tercera". Intervenciones y textos 2. Manantial. Argentina 1988

J. Lacan Seminario 17. El reverso del psicoanálisis. Paidós Argentina 1992

Leonardo Peskin "El espesor de la realidad" Libro "Historia …Historiales" Kargieman . Argentina 1994

Leonardo Peskin Libro "Los orígenes del sujeto y su lugar en la clínica psicoanalítica". Paidós. Argentina 2003

Leonardo Peskin. ¿Hay neurosis hoy?. Revista de APA 1992 Número Internacional

Elie Wiesel "Retratos y leyendas jasídicos". Ediciones de la Flor. Argentina 1988

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Número 19 - Julio 2004
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