Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Lógicas subjetivas del vínculo social: una reflexión psicoanalítica
Ana María Cardona y Juan David Agudelo Botero

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PALABRAS CLAVES: Vínculo social. Subjetividad. Psicoanálisis. Responsabilidad política. Intervención social

RESUMEN

Este trabajo de investigación surge de las preguntas derivadas de la realidad del vínculo social colombiano y del deseo de comprender las lógicas subjetivas que allí están en juego. Para ello se levantó un estado del arte sobre la conceptualización que hacen diversas disciplinas humanas y social al respecto, se diferenciaron las concepciones psicoanalíticas (perspectiva teórica que orienta la investigación) acerca del vínculo social, se identificaron los límites y los principios orientadores de una intervención y se analizó la responsabilidad política del psicoanálisis como respuesta a la disertación final.

En síntesis, puede decirse, que si es posible servirse de la teoría psicoanalítica para realizar una intervención en lo social a favor del vínculo, sin caer en nuevos ideales ni falsas esperanzas y partiendo de premisas fundamentales tales como la pulsión, el malestar en la cultura, la singularidad y la responsabilidad subjetiva.

FINANCIACIÓN: CIDI (Universidad Pontificia Bolivariana – Medellín - Colombia)

DURACIÓN: Un año y medio

 

DESARROLLO DE LA INVESTIGACIÓN

INTRODUCCIÓN

Al abordar lo humano se encuentra siempre una realidad irreductible y estructurante que determina el modo particular como un sujeto establece relación. En efecto, es a través de las relaciones con los otros que un sujeto comienza a configurar su realidad subjetiva y a partir de ésta responde, en su cotidianidad, al mundo que lo rodea. El vínculo social, entonces, se constituye en uno de los elementos fundamentales a la hora de pensar las formaciones sociales y culturales de todo grupo humano.

En un contexto sociocultural, en el cual el hedonismo individualista y la posesión de bienes materiales se promulgan como los ideales de la cultura, la relación con el otro pasa a ser una relación puramente instrumental para acceder a las promesas de bienestar y satisfacción que promueve ésta4. Así, una cultura que no pide renuncia para vivir en común sino que se cimienta en el desconocimiento del otro y en la exaltación de la satisfacción individual, no puede producir otra cosa que la degradación del vínculo social. El otro se reconoce en la medida de la utilidad para los propios intereses, pero persé, éste no tiene un valor5.

En Colombia, como un fenómeno patente, el modo de vínculo que se ha establecido culturalmente, ha implicado no sólo el desconocimiento del otro, sino la aniquilación en lo real del otro 6. El sicariato, el secuestro, las masacres, los atentados, las balaceras, son prácticas comunes y cotidianas que determinan el vínculo con el otro. Unido a lo anterior problemáticas como el desempleo, la pobreza, la violación de los derechos humanos, el desplazamiento, entre otros, hacen que el tejido social se halle significativamente fracturado7.

Y es en este punto en el cual, como profesionales que tienen ingerencia en el trabajo con lo social, son llamados los profesionales "psi" a responder a una demanda cada vez más creciente de realizar una intervención dirigida a la salud mental de la población, ya que ésta ha pasado a ser un problema de orden público en un país abatido por las circunstancias significativas de conflicto.

De lo planteado hasta el momento surgen entonces algunos interrogantes tales como: ¿que subyace a la forma de relacionarse unos con otros? ¿es la violencia inevitable?, ¿cómo se ha conceptualizado el vínculo social en las diferentes disciplinas?, ¿que hace que algunos sujetos puedan coexistir sin destruirse?, ¿que es lo que hace posible que exista el vínculo?, ¿es lo gregario algo constitutivo del sujeto? ¿que hace objeción al vínculo? ¿cuál es la génesis de las relaciones vinculares?, ¿que es lo que determina el modo particular de relación al otro que cada sujeto tiene?. De otro lado, respecto a la intervención en el marco de la salud mental, aparecen preguntas como: ¿es posible realizar una intervención en lo social como profesionales ¨psi¨? ó ¿es acaso una intervención que corresponde a otras disciplinas?, ¿cómo intervenir el vínculo social?, ¿cuáles serían los límites y alcances de dicha intervención? ¿cómo servirse de la teoría psicoanalítica para una práctica social? Estos y otros interrogantes, que a lo largo de la indagación emergieron, orientan este trabajo.

Esta investigación se gesta primordialmente a partir del deseo de los investigadores de comprender las lógicas subjetivas que están en juego en el vínculo social y desde allí dilucidar el asunto de la intervención en salud mental, teniendo como base el psicoanálisis. Este deseo tiene su origen en la preocupación por una situación real de deterioro progresivo del vínculo, en una sociedad fracturada por múltiples elementos internos, tales como violencia, pobreza, desplazamiento, desempleo, entre otros, y externos como la globalización y el neoliberalismo, que complejizan la problemática del vínculo social en el país. Pregunta que se articula además, a partir de la sistematización de la experiencia ¨Una aventura por mi ciudad¨, de la Fundación EPM de la ciudad de Medellín, la cual consistía en agrupar por un día niños de diversos estratos socio económicos para recorrer la ciudad y analizar el modo de relación que establecían con el territorio y entre ellos mismos.

Cómo profesionales del área de las ciencias sociales, el profesional "psi", es llamado a intervenir el vínculo social, desde su saber y quehacer para contribuir a la salud mental de la población. Al respecto, son pocos los trabajos que se han llevado a cabo para plantear unas directrices que orienten la intervención de estos profesionales, desde una perspectiva que recoja los elementos subjetivos y que haga una lectura diferente a la ya realizada por discursos tales como la sociología, la economía, la política, la antropología y la psicología misma.

De otro lado, respecto a la corriente teórica que orienta esta investigación, cabe anotar que, se elige el psicoanálisis porque éste ofrece una perspectiva diferente, que permite leer lo enigmático del vínculo mas allá de los planteamientos referentes a la biología (genoma, neurotransmisores), de los paradigmas sociológicos (lucha de clases, poder del estado), e incluso de las perspectivas psicológicas que explican el vínculo desde la esfera racional (el aprendizaje, los modelos) entre otras.

Desde esta óptica psicoanalítica, no tiene lugar el planteamiento cristiano del hombre que ama al prójimo, ni la idea humanista de un ser que busca la felicidad y la realización personal, tampoco la premisa de Rousseau de que ¨el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe¨. En contraposición a esto, el psicoanálisis teoriza conceptos como el inconsciente y la pulsión de muerte, para dar cuenta de otros elementos que están en juego a la hora de relacionarse con el otro, para explicar cómo precisamente eso que causa horror hace parte de lo más íntimo de lo humano.

Ahora bien, no se trata de hacer una apología a lo ominoso, mucho menos de justificar la violencia, todo lo contrario, se trata de comprender la lógica en la que esto se inscribe para pensar formas que lo contengan, que le den salida sin atentar contra lo social, que fomenten la regulación de las relaciones (tarea de la cultura), posibilitando vías alternas que permitan reconocer al otro, convivir con la diferencia y construir tejido social.

En este orden de ideas y como pasantes de un grupo de investigación en salud mental, se inscribe el deseo de reflexionar en torno a la problemática con el fin de esbozar unas directrices de intervención, es decir, hacer de la teoría una praxis, que si bien se sustenta en el psicoanálisis, no se limita a la clínica del uno por uno, sino que le apuesta a una intervención en lo social que no desconoce lo singular. Porque frente a la patética realidad de destrucción, la ¨ciencia¨, está en la obligación de aportar no sólo ideas sino también hechos que en vez de exacerbar la problemática, ofrezcan propuestas y salidas.

OBJETIVO GENERAL

Comprender las lógicas subjetivas del vínculo social desde la perspectiva psicoanalítica, a fin de generar algunas reflexiones que posibiliten orientar una intervención respecto al vínculo social.

OBJETIVOS ESPECIFICOS

 

METODOLOGÍA

Este trabajo de investigación es de tipo teórico, específicamente de carácter monográfico. Es una " explicación expositiva" 8 acerca del vínculo social, especialmente leído desde la teoría psicoanalítica. Es además el producto de año y medio de trabajo orientado por las fases descritas a continuación 9:

En la primera fase denominada preparatoria, se definió el tema de investigación, se delimitaron las preguntas orientadoras, se hizo la elección teórica desde la cual se abordaría la temática en cuestión y se discutió acerca de algunas precisiones conceptuales sobre los términos a utilizar. Además, se revisó bibliografía acerca del tipo de investigación teórica a desarrollar, se diseñó el modelo de ficha bibliográfica a implementar para la revisión de las fuentes y se definieron aspectos logísticos y de funcionamiento tales como el cronograma.

Sumado a esto, se realizó la importante tarea de definir la ruta teórica macro en términos de la estructura general de los capítulos, la cual se fue depurando progresivamente, haciéndola más detallada y específica según el objetivo del capítulo en cuestión.

Luego, en la etapa descriptiva, se realizó el trabajo de campo 10 propiamente dicho, en lo que concierne a la revisión bibliográfica. Para esto, fue necesario recurrir a varios expertos, que ayudaran a definir la especificidad de la ruta teórica y la lógica interna de cada capítulo, en términos de autores, textos, núcleos temáticos, restricciones conceptuales, investigaciones de punta y demás material requerido.

El material revisado se ubica en las diferentes universidades de la ciudad, en revistas y artículos de internet, en la biblioteca y elaboración personal de los expertos consultados y en producciones o compilaciones de grupos psicoanalíticos de la ciudad. Todo esto, fue exhaustivamente revisado y reseñado en fichas bajo la estructura: localización, citas textuales, palabras claves y comentarios.

El tercer momento, denominado "interpretación por núcleo temático", se llevó a cabo en especial para el primer capítulo, el cual es un estado del arte acerca de cómo diversas disciplinas de las ciencias humanas y sociales han conceptualizado el vínculo social; e igualmente, para el segundo capítulo, que responde a la compilación de diferentes teorías con las que el psicoanálisis ha comprendido el asunto del vínculo social.

Aquí se analizó y se confrontó la información recolectada en las fichas, identificando tendencias, formalizando las ideas principales, desarrollando los conceptos encontrados, formulando hipótesis y contrastando los datos, para culminar con la consolidación de los dos primeros capítulos que comprendían el contenido teórico fundamental para las elaboraciones posteriores.

En cuarto lugar, se hizo la construcción teórica global, la cual posibilitó una elaboración más profunda, que trasciende el nivel descriptivo utilizado para los capítulos I y II. Aquí se hizo un análisis integrado de los núcleos temáticos, es decir, que se construyeron relaciones entre los elementos teóricos estudiados, mediante la identificación de tendencias, puntos de coincidencia, divergencias y la relación entre la teoría y la práctica, en términos de los límites y los principios orientadores de una intervención social con el psicoanálisis (capítulo III) y como disertación final, la reflexión acerca de la responsabilidad política del psicoanálisis (capítulo IV).

Finalmente, se discutieron los hallazgos, se problematizó y se profundizó en lo que concierne a la necesidad y particularidad de hacer uso de la teoría psicoanalítica para llevar a cabo una intervención social que promueva el vínculo y se formalizó mediante la redacción del documento final.

 

RESULTADOS

Luego de levantar un estado del arte acerca de cómo diversas disciplinas humanas y sociales entienden el vínculo social, después de compilar diferentes lecturas psicoanalíticas al respecto y consolidar unas premisas orientadoras junto con los límites de una intervención en salud mental, es hora de plantear la discusión acerca de la responsabilidad política del psicoanálisis y algunos interrogantes que surgen a este nivel.

En el primer capítulo es concluyente el hecho de que el vínculo social es estructurante en el psiquismo de un sujeto, lo humaniza y que tiene su fundamento en la relación con la madre. No obstante, se evidencian allí dos significativos puntos de ruptura entre las disciplinas abordadas y el psicoanálisis, dado que, este último no parte de la tesis de un instinto gregario en el hombre ni de la presencia de una instancia yoica consolidada que precede al vínculo con el Otro y con el semejante; por el contrario, retoma el asunto de lo gregario como una construcción posterior y la configuración del yo como efecto del encuentro con el Otro. Además, se analiza el hecho coincidente de que tanto para los filósofos que se ocupan de la época contemporánea, como para los pensadores de la realidad social Colombiana, el vínculo se caracteriza por un marcado nivel de degradación.

Respecto al capítulo dos, acerca de las concepciones psicoanalíticas, puede resaltarse el asunto de la configuración del lazo social 11 en dos vías: la primera de ellas, con relación al otro con minúscula, es decir al semejante, la cual se explica con la banda de moebius, para ilustrar que el yo y el otro se fundan a la vez. La segunda vía, hace referencia al vínculo que se establece con el gran Otro, el cual, en tanto simbólico precede al sujeto. No obstante, en ambos casos hay que señalar que es el desamparo originario el fundamento de toda relación y que el vínculo social por excelencia es identificatorio. A esto se suman las elaboraciones acerca del super yo como instancia que, por un lado, encarna los ideales y permite la inserción de un sujeto en la cultura y por otro, se alía con la pulsión de muerte, al exigir cada vez más renuncias. Finalmente, se retoma la elaboración Lacaniana acerca de los discursos: el del amo, el de la histérica, el del universitario y el del analista, como modos de vínculo social que un sujeto establece de acuerdo con la posición que asuma. En esta vía, se introduce la reflexión en torno al discurso capitalista como un nuevo modo de relación que suele fragmentar el lazo.

El capítulo tres, expone algunos límites de una intervención social orientada por el psicoanálisis: la singularidad de cada sujeto, la pulsión como inaprehensible, las determinaciones inconscientes, los efectos riesgosos de los ideales, el malestar como intrínseco de toda relación y los componentes externos del contexto que deberán ser intervenidos por otros discursos. Ahora bien, ese apartado plantea también algunos principios orientadores de la praxis en lo social contando con la teoría psicoanalítica, tales como: posibilitar un espacio donde circule la palabra, promover espacios y estrategias que permitan sublimar, acompañar procesos asociativos, reivindicar el lugar de la ley para contener la pulsión y fomentar la pregunta y la responsabilidad subjetiva.

Cabe anotar que los resultados del capítulo cuatro, acerca de la responsabilidad política del psicoanálisis, recogen la esencia de la investigación y se desarrollan a continuación a manera de conclusiones.

CONCLUSIONES

Se debe reconocer que los fenómenos que acontecen a nivel social, demandan a las teorías, no sólo su pronunciamiento respecto a cómo conceptualizan las problemáticas mundiales, sino también, cuál es su propuesta para hacerles frente. Es decir que la solicitud no hace referencia a erudiciones acerca de los acontecimientos que inquietan o preocupan a la humanidad; la necesidad, la urgencia, no está en la vía de la explicación ilustrada. Lo que se exige hoy día a las disciplinas y a la acción social de los profesionales inscritos en éstas, son más respuestas que preguntas; se requieren alternativas, directrices, coordenadas, modos concretos de intervención que contribuyan a la solución de las dificultades en cuestión, que apunten a disminuir los impactos nefastos del acontecer actual.

Incluso, que puedan anticiparse a la aparición de síntomas o fenómenos que alteren el orden social; es decir, "prevenir" aquello que no coincida con los criterios establecidos respecto a lo público, que no den cuenta de la disposición regular esperada o de la "correspondencia armónica de las partes que constituyen un todo organizado" 12. Aquí se articula todo lo concerniente a la salud mental y las políticas públicas que la rigen, como un problemático imperativo de todos iguales, productivos y sin síntomas.

Así, teniendo claridad acerca de que ésta es la razón de ser de la política e identificando sus preocupaciones y demandas; cada discurso se encargará de responder por acción o por omisión, pues no es posible pensarse aislado de la realidad política.

En esta vía, se articulan entre muchas preguntas, las siguientes: a) ¿cómo pensar en el bien común sin homogenizar y borrar la singularidad del sujeto?, b) ¿cómo promover el vínculo social sin situarse del lado del discurso del amo?, c) ¿cómo no caer en la tentación de exacerbar el super yo?, d) ¿cómo dar respuesta al sufrimiento colectivo de la época sin entrar en la trampa de las fórmulas que prometen felicidad? y e) ¿cómo no quedarse en un discurso desesperanzador de la imposibilidad para hacer una intervención social con el psicoanálisis?.

Todas estas reflexiones podrían ser resueltas de una manera simplista, haciendo alusión a un término: la ética. No obstante, este complejo y abstracto concepto, no es un punto de partida en sí mismo sino uno de llegada, que amerita un trabajo de reflexión profundo y específico. Para esto, es necesario hacer un recorrido que permita discernir los puntos de coincidencia y divergencia entre el psicoanálisis y la política; además, reconocer lo inevitable de la dimensión política en la existencia de un sujeto y por tanto, de los discursos que se ocupan de él; también, requiere pensar la intervención psicoanalítica más allá de la clínica particular para, finalmente, plantear algunas incidencias del psicoanálisis en la política, en tanto su responsabilidad frente al vínculo social.

En primer lugar, acerca de la intersección entre los campos psicoanálisis y política; es posible identificar por lo menos, cuatro puntos cruciales de coincidencia: el primer punto es que ambos, psicoanálisis y política hacen una elaboración sobre la responsabilidad; el primero, pone el énfasis en la dimensión subjetiva de la responsabilidad, donde un sujeto debe hacerse cargo de su verdad, por lo demás inconsciente; y el segundo sitúa el acento de la responsabilidad en el Estado como garante del bien común.

El segundo punto de coincidencia, puede nombrarse como la pretensión de un mejor – estar, aunque ambas teorías, entiendan el mejor – estar como algo diferente y lo enfoquen, uno, por la vía de lo particular y el otro, por la vía de lo colectivo. La preocupación por lo que se llama el mejor – estar, es la preocupación ética que se mueve del bien vivir al bien estar en el sentido de Aristóteles, una aproximación a la felicidad como bien soberano. No hay ninguna reflexión ética que no implique la dimensión de mejor estar con lo colectivo, llámese la polis en Aristóteles, la sociedad en Kant o el Estado en Spinoza. Freud no es la excepción puesto que el texto justamente en el que se ocupa de esta problemática, llamado mal-estar en la cultura, lo sitúa en las relaciones entre el sujeto y la cultura.

También en ese punto se encuentra una oposición importante puesto que la dimensión ética para el psicoanálisis implica una ética que cuenta con lo real y en el campo de la política como una ética del ideal.

En este orden de ideas, tanto las interpretaciones filosóficas como las prácticas actuales, sitúan la teleología de la política en el registro del bien común; de propiciar una mejor vida en comunidad, de crear mecanismos para la no destrucción del prójimo y mantener el orden y la cohesión del tejido social.

El psicoanálisis, por su parte, se ocupa también de la dimensión de sufrimiento, de malestar presente en los sujetos. Y orienta su escucha para que los sujetos sepan de sus síntomas, de su responsabilidad subjetiva en el sufrimiento; se interroguen acerca de lo que les ocurre y se hagan cargo de sus elecciones y sus actos. Igualmente, le interesa analizar los fenómenos sociales de cada época, las lógicas de la cultura en las que están inmersos los sujetos para comprender su dinámica y hacer un aporte significativo a la posibilidad de bienestar para los sujetos.

En tercer lugar se halla la dimensión del que – hacer, como algo que atañe a ambas teorías, es necesario que cada discurso se concrete en acciones y que de una u otra manera produzca efectos. Por último y en esta dirección, es importante señalar el hecho que tanto el psicoanálisis como la política sufren transmutaciones internas y externas para dar respuesta, no sólo a la fenomenología de cada época, sino especialmente, a sus cambios estructurales.

Ahora bien, es innegable el hecho de la multiplicidad de puntos de ruptura y/o desencuentro entre política y psicoanálisis; ya que cada uno responde a una lógica bien diferente.

La política entendida como "conjunto de actividades con que se gobierna un estado y los procedimientos gubernamentales con que se tiende a alcanzar unos determinados fines" 13, busca regular las formas de goce del sujeto en el ámbito de lo colectivo, hacer funcionar un " para todos" y está al servicio de los bienes (de todo tipo).

De otro lado, el psicoanálisis, tiene en cuenta lo real, es decir, el goce que circula en los vínculos humanos, está al servicio del deseo, para operar como salida a los impasses del discurso capitalista y a las demandas de la política de felicidad de los sujetos. Evidencia cómo el síntoma es la política del sujeto contra la política colectivizante del discurso imperante; apunta a la diferencia, a lo imposible de universalizar y tiene por vocación cambiar en algo la economía de goce del sujeto, no busca gobernar el plus de goce, sino elucidarlo, develarlo, saber de éste y sus implicaciones en los lazos entre los hombres.

En síntesis, podría decirse que los grandes puntos de divergencia entre la política y el psicoanálisis son: la homogenización vs la singularidad, el desconocimiento del goce vs éste como punto de partida, el silenciamiento vs la palabra y los ideales vs el deseo.

Por otra parte, dada la mutua implicación entre lo individual y lo social, hay que partir de la premisa que la política es del orden de lo inevitable, es decir, que no es posible pensar la existencia de más de un individuo, sin que se haga necesario un modo de organización social. El cual ha existido a lo largo de la historia de la humanidad, independiente del nombre con el que se haya conocido, pues siempre han estado presentes líneas de autoridad, normas imperantes, maneras de asociación, definición de modos de producción, establecimiento de acuerdos y tratados y demás elementos constitutivos de la política. Es por esta dimensión de la política como inevitable, que no se trata de que el psicoanálisis deniegue ésta; sino que la conozca y asuma una posición al respecto.

Por ello, la vía no sería desdeñar ni intentar la desaparición de la política, menos, si se parte del postulado que el sujeto siempre es con relación al Otro y que allí no sólo intervienen variables subjetivas, sino también elementos del orden social, el cual está inscrito en un momento histórico y una dinámica cultural particular.

Así, el psicoanalista Francoise Leguil, citando un artículo de Alexandre Koyré, sostiene: " bien uno puede reírse de los ideales de igualdad, de libertad y de fraternidad; pero, desafortunadamente, es la única esperanza que definitivamente le queda a la humanidad". No se trata de arrasar ciega e indiscriminadamente con los imaginarios y representaciones sociales, que de una u otra manera han acompañado a la cultura y se han convertido en asidero para muchas personas.

Si bien reconocer la política, no implica necesariamente consentir con ella, mucho menos implica deconstruirla abruptamente (máxime con sus matices contemporáneos); es necesario, discernir su dinámica e identificar lo que está en juego con relación al psiquismo del sujeto y las consecuencias que esto conlleva.

Ahora, si bien el psicoanálisis tiene sus orígenes y gran parte de su devenir histórico, en el dispositivo analítico, basado en el vínculo transferencial; la clínica particular no es la única posibilidad de llevar a cabo una praxis bajo la orientación de estos postulados teóricos. Obviamente, no se trata de sacar el diván al parque para que todos los transeúntes hagan asociación libre y alguien lance interpretaciones generalizadas; no obstante, si es posible, partiendo de la teoría psicoanalítica, ocupar otros lugares, intervenir de otros modos con una posición ética.

El psicoanálisis no hace exclusivamente analistas, también provee de otras herramientas a los operadores sociales, quienes no necesariamente pasan de una intervención individual a una grupal; sino que, se sirven de este discurso para interrogar saberes y prácticas, para poner en cuestión lo que parecería obvio, para hacer de la palabra un acto con efectos en el campo social, hacer del bien decir una propuesta con eco, o sea, una palabra no necesariamente alienante, autoritaria o idealizada a favor del vínculo social. Premisa que avala Eric Laurent cuando afirma que: "solamente opinando sobre cosas, sobre determinadas transformaciones técnico-científicas de los ideales y el nuevo aparato social que se produce, sólo así llegaremos a tener influencia, y no únicamente en los comités de ética." 14 Y posteriormente agrega: "o sea que los analistas, si son ciudadanos útiles, son evaluadores de las prácticas de una civilización en el campo de la salud mental, entendido como el campo efectivo de las diferencias respecto de las normas". 15

Ahora bien, no se trata de hacer sermones sobre la cultura contemporánea, ni construir apologías a la denuncia del capitalismo y la ciencia; ni mucho menos, llenar ligeramente palabras de sentido interpretativo que postulen la nostalgia frente a la aparente lejanía actual con relación a lo que se creía era el camino. El psicoanálisis no puede ir derribando un ideal, un amo, para sustituirlo por otro; simplemente, debe introducir un espacio de palabra, de diálogo, de pregunta; así, como dice Laurent: "el decir silencioso del analista consiste en ayudar a que, cada vez que se intenta erigir un nuevo ideal, pueda denunciarse que la promoción de nuevos ideales no es la única alternativa. Tampoco se trata de volver a los valores de la familia y a los viejos tiempos, cuando se creía en el padre... lo único que existe es el debate democrático, abierto, crítico...". 16

Indudablemente los tiempos cambian y con ellos el encargo social, las modalidades de goce, de sufrimiento, incluso de demanda. Ahora, la puesta en marcha de las teorías, requiere otro matiz, quizá otro direccionamiento; la transformación es inminente y el lugar de una teoría sobre lo humano y lo social debe variar. Laurent, en su reflexión sobre el analista ciudadano plantea: "los analistas han de entender que hay una comunidad entre el discurso analítico y la democracia... hay que pasar del analista encerrado en su reserva, crítico, a un analista que participa, un analista sensible a las formas de segregación, un analista capaz de entender cuál fue su función y cuál le corresponde ahora". 17

Este es un llamado a que la intervención del profesional del área de la salud mental, incluya la reflexión sobre el rol que le ha sido asignado, el que ha asumido y el que sería éticamente posible. No es una apología a dar respuesta a todas las peticiones, pero si a orientar un quehacer de manera responsable y promotora del lazo social.

Sumado a dicho viraje, está en cuestión la dimensión pasiva de la neutralidad, se refuta el desengranaje presente entre leer la cultura y actuar sobre ella. La política y su nueva vertiente de salud mental, requiere que se diga algo sensato, que se haga algo que pueda aportar. No se trata de quedarse en el análisis erudito y patético de lo que ocurre, que paraliza la acción; se trata de partir de una verdad sobre lo más íntimo del sujeto que, en lo social pone todos los obstáculos y límites posibles, pero que no cierra las puertas en su totalidad ni autoriza la posición de "quedarse cruzado de brazos".

Entonces, podría decirse que la responsabilidad política del psicoanálisis, está dada por la dimensión ética y específicamente, con relación al vínculo social. Ello implica no alienarse ni deconstruir el discurso político, pero sí, consolidar una posición que permita leer este registro no de manera ingenua y actuar de modo crítico pero propositivo; rescatando la veracidad de algunas premisas básicas que la investigación psicoanalítica ha mostrado, pero apostándole a la posibilidad del vínculo social, con todas sus ambivalencias y restricciones, por lo menos sin que implique la destrucción real del otro.

Así como el psicoanálisis tiene fines terapéuticos respecto al sufrimiento, fines epistémicos acerca de la producción de un saber que venga en el lugar del programa que se repite; también tiene fines políticos en tanto que se espera una resonancia positiva de éste en lo social, posibilitando que los sujetos se re inscriban en el vínculo, sin caer en la pretensión de "normalización".

A este nivel, puede situarse la línea que bordea el psicoanálisis y la cultura, es decir, saber de la complejidad que está en juego en lo social y hacer algo a partir de allí. Lo anterior, puede ilustrarse con una cita de Leguil: "No es suprimir los ideales que la sociedad nos presenta como valores, sino que es hacer de esos ideales, no ideas, sino puntos de realidad, puntos de realidad que nos dividen..." 18. No se trata entonces, de entrar en disputa con los modos que la cultura ha logrado construir para "regular" la relación entre los semejantes, se trata de conocer su razón de ser y sus implicaciones para fijar una posición al respecto, como dice Leguil: "El psicoanálisis no busca en absoluto destruir los ideales, él busca que el sujeto aprenda, busca que el sujeto adquiera el saber de la función del ideal, a saber, que el ideal opera en la represión de la pulsión" 19.

Es decir, que es necesario reconocer el valor fundante de estos mecanismos sociales, sin que ello implique comulgar con éstos, pero mucho menos desecharlos; en palabras del autor en consideración: "... la libertad, la igualdad, la fraternidad... no son valores, sino síntomas, y en ese sentido tienen el derecho a todo nuestro respeto, pero no a nuestra admiración" 20. Así, es necesario delimitar algunas diferencias, entre ellas, los logros que ha tenido la cultura en el cumplimiento de su cometido, los grandes movimientos que ha gestado y que han traído efectos a favor del lazo social, los contra relatos que han favorecido el vínculo, sin que ello implique, olvidar su carácter de construcción, más que de fluidez de "lo bueno de la naturaleza humana" que se convierta en un modo de seducción y sugestión social. Al respecto, Leguil señala una cita de Freud que puede ayudar a dilucidar el asunto: "hay diferencia entre el combate por la justicia de los más desposeídos (lo que Freud llamaba las ideas socialistas), y el hecho de hacer de esas ideas, cualidades de la naturaleza humana, es decir, de idealizarlas, de ponerlas en el lugar de ese significante del cual seríamos efectos" .

Desviarse en esta línea, exaltando en demasía algunos fenómenos acontecidos y los ideales que subyacen a éstos, implica un gran riesgo, puede, paradójicamente, exacerbarse la dimensión de goce y dar lugar a que en nombre de los ideales se cometan barbaries, ¿no es acaso eso lo que develan las "guerras santas"?. En este orden de ideas, cabe anotar una cita de Laurent: "es saber precisamente que el psicoanálisis es ése cuya función política, es de recordar que el universal no arreglará jamás más cuestiones, que el goce en su particularidad más abominable. Está ahí como protestación contra el ideal: más queramos los ideales, más fabricamos el mal, lo que Lacan llamó "representación exaltada del mal". 21

Tampoco, se hará una invitación a reivindicar, a como de lugar y sin claridad sobre el fin pretendido, lo singular; necesariamente, hay que hacer de esto algo que aporte a lo colectivo y que inevitablemente implica renuncias. No es por la vía de promover ermitaños, se trata de reconocer lo particular y ponerlo al servicio, en el buen sentido de la palabra, de lo general, como dice Laurent en su texto "Psicoanálisis y salud mental": "no se trata de limitarse a cultivar, a recordar la particularidad, sino de transformarla en algo útil, en un instrumento para todos. No hay que retroceder ante la palabra útil, útil para los demás, cuando se reconoce una forma de humanidad en su peculiaridad" 22 y agrega: "en este sentido, el analista más que un lugar vacío, es el que ayuda a la civilización a respetar la articulación entre normas y particularidades individuales... así, con otros, ha de ayudar a impedir que en nombre de la universalidad o de cualquier universal, ya sea humanista o antihumanista, se olvide la particularidad de cada uno". 23

De lo que si se trata entonces es de apostarle a mecanismos éticos que regulen la pulsión, que puedan poner límite a la compulsión a la repetición y su dimensión de goce mortífera que conlleva a la inercia, al anquilosamiento del sujeto y a la destrucción del otro; sin desconocer que es muy probable que esta pretensión lleve a "hacer buenos síntomas" que coinciden con el marco de referencia de la salud mental, lo que implica que siga habiendo algo allí del orden de lo pulsional, pero que no necesariamente atente contra el vínculo social. Esto requiere del operador social 24, una posición crítica ante los pedidos y la intervención, una pregunta frente a los fenómenos, una consideración de las transformaciones sociales como algo posible pero no garantizable ni inmediato, que deconstruya la fantasía de la panacea, que sea propositivo y que se sirva siempre de la responsabilidad subjetiva.

Notas

* Trabajo de grado presentado para optar al título de Especialistas en Psicología clínica, énfasis: salud mental. UPB.

4 LIPOVESTKY, Gilles. "El crepúsculo del deber". Ed. Anagrama. Barcelona.

5 CAMPS, Victoria. Paradojas del individualismo. Editorial Biblioteca de Bolsillo. Barcelona. 1999

6 PECAULT, Daniel. Colombia: violencia y democracia. En: Análisis político No. 13 de 1991

7 DOMINGUEZ, Eduardo y Otros. Memorias del Seminario Colombia, Democracia y Paz. Ed. Universidad Pontifica Bolivariana. Medellín. 2001.

8 Clasificación utilizada por Ezequiel Ander Egg en su libro "Guía para preparar monografías ".

9 Fases extraídas de la propuesta de Consuelo Hoyos sobre la investigación documental.

10 Término utilizado por Consuelo Hoyos, pero que en otras fuentes se encuentra bajo la denominación ¨crítica de fuentes¨

11 En este trabajo en particular, los términos "lazo social" y "vínculo social" son utilizados como sinónimos

12 Definición de "orden" según el diccionario Planeta de la lengua española

13 Diccionario Planeta de la lengua española. Ed. Planeta. Bogotá. 1982

14 LAURENT, Eric. "Psicoanálisis y Salud mental". Ed. Tres haches. Argentina. 2.000. p. 119

15 Ibid. p. 120

16 Ibid. p. 118

17 Ibid. p. 115

18 LEGUIL, Francoise. "Política del psicoanálisis y psicoanálisis de la política". p. 49

19 Ibid. p. 56

20 Ibid. p. 76

21 LAURENT, Eric. "Psicoanálisis y Salud mental". Ed. Tres haches. Argentina. 2.000

22 Ibid, p. 117

23 Ibid

24 Significante utilizado para referirse a un profesional que interviene en el campo social, al cual se le hace un encargo y quien debe construir su modo de acción

BIBLIOGRAFIA

BERNAL, Hernando. La política en el psicoanálisis. Revista electrónica Afecctio Societatis. Universidad de Antioquia. Medellín

CAMPS, Victoria. Paradojas del individualismo. Editorial Biblioteca de Bolsillo. Barcelona. 1999

CORIAT, Elsa y Otros. Hay relación social. Ed. Talleres gráficos nuevo offset. Argentina 1998

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LAURENT, Eric. Psicoanálisis y Salud mental. Ed. Tres haches. Argentina. 2.000

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LIPOVESTKY, Gilles. El crepúsculo del deber. Ed. Anagrama. Barcelona.

PECAULT, Daniel. Colombia: violencia y democracia. En: Análisis Político No. 13 de 1991

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Número 19 - Julio 2004
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