Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La práctica del psicoanálisis en la Argentina
Pura H. Cancina

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Muchas veces se nos planteó la pregunta: ¿por qué el psicoanálisis ha tenido tal extensión en la Argentina?

Hace poco me encontré diciendo: «Es un país de inmigrantes», cosmopolita entonces, y por lo tanto abierto a nuevas ideas ... Hoy agregaría: pueblo cuyos efectos de desarraigo fueron transferidos de las primeras generaciones a las posteriores.

La cuestión de una identidad problemática no deja de ser una explicación pero su carácter psicológico me llevó a seguir interrogando la cuestión por otras vías, vías que permitirían, quizás, pensar algo nuevo.

Una migración implica muchas veces la pérdida del uso de la lengua materna, también a veces la organización social en la cual se nació, las tradiciones y los mitos. Una migración que despierta sentimiento de extranjeridad que puede posibilitar el encuentro con esa extranjeridad que nos habita.

No es extraño entonces que el inconsciente haya sido descubierto por alguien que, como Freud, perteneciera a ese eterno extranjero en todos lados que es el pueblo judío, el pueblo de la diáspora, del desarraigo, del exilio.

Mi interrogación se dirigió entonces a correlacionar la diáspora freudiana con lo acontecido con el pueblo de la diáspora, el pueblo judío. Sabemos al respecto que el libro, me refiero al Talmud, fue de gran valor como elemento de unión en la diáspora del pueblo judío.

Pues bien, creo que la extranjeridad reencontrada en cada migración, en cada exilio, tiene mucho que ver con lo que, como psicoanalistas, tenemos en común con el pueblo del Libro cuya relación al Libro alumbra aquello de lo que se trata en "la función y el campo de la palabra y el lenguaje".

Cito a Lacan, con respecto al exilio. Dice en Le sinthome: «Exilio, no puede haber mejor término para expresar la no-relación.» Para ese «exiliado de la relación sexual» que es el ser hablante, no hay saber de la relación sexual, sino huellas de ese exilio, síntomas que son en sentido estricto letra encarnada, letra «salvaje» que viene de lo real.

Me parece que hay una correlación posible entre el exilio y una relación diferencial a la letra habilitada por las marcas del exilio, sus huellas. Andrés Claro, en un libro titulado La inquisición y la cábala , liga el surgimiento de la cábala, como método de lectura, precisamente al exilio.

Sabemos de la fe que Freud otorgaba a los judíos como lectores tanto como a su propia técnica de lectura. Ambas cosas tienen más de una proximidad ya que el pueblo judío mantiene una relación particular y diferencial a la letra y al Libro.

En el capítulo VII de la Interpretación de los sueños, «Psicología de los procesos oníricos», en la sección titulada "El olvido de los sueños", Freud escribe: «El mismo aprecio tuvimos en la interpretación de los sueños por cada uno de los matices de la expresión lingüística en que el sueño se nos presentaba; y hasta cuando se nos ofreció un texto disparatado o incompleto, como si hubiera fracasado el empeño de traducir el sueño a la versión correcta, también esta falla de la expresión fue respetada por nosotros. En resumen, tratamos como a un texto sagrado lo que en opinión de otros autores no sería sino una improvisación arbitraria, recompuesta a toda prisa en el aprieto del momento. Esta contradicción requiere ser esclarecida.»

Esta fe de Freud en lo textual del sueño, como la del pueblo judío en su relación a lo textual del Libro, «está hecha para no flaquear ni fallar en el sismo de la verdad», dice Lacan. Ellos son los que, a través de los siglos, supieron leer porque el pueblo hebreo interroga al Libro al pie de cada una de sus letras según una inflexión de desinencia, según un juego de inversión, según una vecindad.

Así, en el Seminario XVII, dice: «Para este pueblo que tiene el Libro, único entre todos en afirmarse como histórico, jamás pronunciado como mito, el Midrach representa un modo de abordaje del cual, la moderna crítica histórica no sería sino la bastardización. Porque si toma el libro al pie de la letra, no es para hacerle sostener intenciones más o menos patentes, sino para, de su colusión significante tomada en su materialidad, de lo que su combinación resulta obligada de vecindad, de lo que las variantes gramaticales imponen de elección desinencial, sacar un otro decir del texto. El análisis entero, la técnica analítica puede dilucidarse por esta referencia, por este juego de interpretación.»

¿De qué interpretación se trata? Los cabalistas son un ejemplo.

Es preciso detenerse en la relación del Talmud con la la Biblia y la Torá y, a su vez, en la relación que mantiene el texto llamado Michná con el segundo llamado Guemará.

La Michna es escrito en un estilo que necesita del comentario que le sigue y que se llama Guemará.

El Talmud, que significa "estudio" está constituido por dos cuerpos enciclopédicos de leyes y actividades espirituales compendiadas por varias generaciones de sabios judíos entre los siglos III y IV en Israel y Babilonia. Está basado en la Mishná cuyo texto amplía formando la Guemará, que significa "estudio acabado", con explicaciones y discusiones de varias escuelas sobre temas no sólo religiosos y relativos a la vida judía, sino también sobre asuntos de índole científica, ética, social y folklórica.

Lo interesante es que se trata de comentarios de la Biblia, según su nombre griego. O sea, está la el primer texto, texto que Yahvé Eloim escribió (o dictó) a Moisés sobre el Sinaí u Horeb, y está el Talmud, trascripción del texto oral producto de las sucesivas lecturas del primero. El texto de la Mishná fue establecido sólo después de la diáspora y a causa de la misma ya que anteriormente era un texto eminentemente oral, de transmisión oral.

La Guemará justamente, no es un comentario de la Biblia sino un comentario, palabra por palabra, casi a la letra, del texto intermediario entre ella y la Torá, a saber, la Mishná. Detrás de las palabras de la Mishná, el rabbí busca las palabras de la Biblia, pero lo que la hace funcionar, lo que le interesa, es fundar el camino que conduce a lo largo de la cadena significante de la Mishná a la Biblia, y jamás lo contrario. Es lo que funda la especifidad del Talmud y es, también lo que permite tomar todo el conjunto Mishná + Biblia como un sueño que hay interpretar al nivel de la materialidad literal según su contenido manifiesto apuntando al contenido latente. En este sentido, es el rabbí quien produce, a partir de la Mishná, el texto sagrado ya escrito.

La Biblia –"libro" en griego- el Libro de monoteísmo judío, es entendida usualmente como Ley, según la traducción al griego de los Setenta, pero originariamente significaba "enseñanza" o mejor "enseñanza por revelación" para diferenciarla de la enseñanza de los sabios y de los escribas. En tanto enseñanza revelada, el texto sagrado exige una interpretación. Esto es lo que se pone de manifiesto la sinagoga como institución, entendiendo por tal a la reunión del pueblo cada sabbat. Según descripciones del primer siglo de nuestra era se trataba de dos lecturas de la Biblia en hebreo y una traducción, sin lectura, al arameo, traducción que ya incluía una interpretación, interpretación que luego retomará el homileta, el que realiza la homilía, o sea el mensaje dirigido a la asamblea. Parece que Jesús originariamente fue un homileta.

Subrayo lo siguiente: si se cuenta con una traducción interpretativa, la letra de Dios es afectada en el mismo acto de apropiación que el fiel realiza. Esta interpretación incluye leyes no escritas y transmitidas oralmente. Incluye lo que deja en falta la palabra divina.

Por otra parte, la Biblia está en hebreo, mientras que el Talmud, está en arameo, mezclado con hebreo, pero arameo al fin y los judíos han comentado las escrituras, siempre lo han hecho en otra lengua que el hebreo, ya sea en arameo, en yidisch, en ladino o en judeo-árabe.

Este cambio de lenguas sostiene una diferencia esencial: la diferencia entre lo escrito y la palabra, la lengua oral, tal como lo subraya la escritura consonántica del hebreo. Lo importante en este asunto es que la Biblia escrita, sea estrictamente idéntica al hebreo como lengua. El hebreo, stricto sensu, es la lengua escrita. Es importante, porque esta lengua está definida como lo simbólico mismo. En las escuelas talmúdicas, lo que se estudia son los comentarios, y a la Biblia se accede por el juego de citas.

Veamos por ejemplo en la cábala. Se dice del Zohar: «El mundo y la Torah no son sino uno, el primero está contenido en la segunda, y la segunda, la escritura, no sino el mundo en el papel, en la hoja en blanco, en el pergamino. Pero en la tradición judía se habla de dos Torah : una Torah escrita y otra oral. De ahí que la interpretación continua de la escritura venga a contribuir a la Torah oral, que no ha sido totalmente completada.»

El nombre sagrado de Dios se escribe en hebreo con las cuatro letras de su tetragrama, cuatro letras impronunciables que tienen un carácter a la vez absoluto y carente de significado; es tejido que compone en una basta permutación y combinación los libros canónicos de la Torah. El exilio de Dios, que se concentra en un punto del espacio original y vacío, deja entrever que la Torah es ya una interpretación de la auténtica Torah que no existe en este mundo ni en parte alguna.

Esto es lo que está en juego cuando en lugar de la fidelidad al Libro se produce su rechazo o el repudio en sus diversas formas. La fidelidad al Libro sólo puede darse cuando las generaciones pueden anudar su alianza y reconocerse en su fraternidad como sujetos del significante, fundados como tales en el puro sin sentido del significante primordial. Por eso el Libro, en tanto letra, exige su lectura, es decir su interpretación.

Recordemos a Lacan en Los conceptos fundamentales del psicoanálisis: «En tanto que el significante primordial es puro sin sentido, se convierte en portador de la infinitización del valor del sujeto, no abierto a todos los sentidos, sino aboliéndolos todos, lo que es diferente.»

Había dejado planteada la cuestión de si fue Dios quien escribió la Torah o si se la dictó a Moisés. El hecho de que el shofar haya sonado en la zarza ardiente me permite adelantar lo siguiente: si el shofar es verdaderamente la voz de Dios, de Yahvé, es el rugido de Dios. La voz, como voz, resiste a la segmentación y distribución. Pura phoné, objeto que causa representación sin ser representación. Phoné sin gramma. Es el hombre el que lee –escucha- la letra, desencarnándola por un momento, de esa voz que es puro órgano de goce. Moisés lee el bramido de Dios y lo hace escritura de la Ley.

Entre la época de aquellos que emigraros y, posiblemente, reprimieron el texto escrito en su carne en su lengua porque debían crear su hogar en un territorio de lengua extranjera y la de sus descendientes, el psicoanálisis hace pie en nuestro país. Fueron los hijos y nietos –recordemos lo de "mi hijo, el doctor"- de esos inmigrantes los que retomaron la práctica de la lectura de una lengua olvidada cuyas letras remitían a lo real de lo simbólico.

Muchos se hicieron psicoanalistas.

Las cuestiones identitarias que rechacé por psicológicas pueden retornar ahora al modo de la vía elegida de los efectos transferidos de la inmigración de las primeras generaciones a las posteriores: particularización de una relación al nombre propio signada de incertidumbre. ¡¿Cuántos de nuestros bisabuelos, abuelos o padres recibieron como pago de tributo aduanero un cambio en la ortografía, una amputación de las letras de su nombre?! Esto forma parte de la herencia que sus descendientes debimos apropiarnos.

El nombre impronunciable de Dios nos reenvía a lo que está en juego en el nombre de cada uno: al designar nuestro cuerpo y su lugar en la filiación, el nombre propio se singulariza como un significante puro. Como significante, nos sigue por todas partes en el mundo, pues el nombre propio no se presta a la traducción, subsiste en todas las lenguas, «incluso en Babel». Pero no por ello «revela» nuestra identidad. Al hacer circular de boca en boca, de letra en letra, este significante único, no entregamos ninguna palabra. El sujeto humano llega a un universo donde el discurso ya está y, como metáfora, el Nombre-del-Padre habrá sido el padre del nombre. Llevado a hablar, el hombre elide su nombre de sujeto del inconsciente, significante original reprimido para siempre.

El nombre propio es ese nombre extranjero que nos conecta con nuestra propia extranjeridad.

Año 2002.

Si en los primeros 80 años del siglo pasado el psicoanálisis era un fenómeno urbano ligado al anonimato y al cosmopolitismo, no deja de sorprender que, en la Argentina, se practique el psicoanálisis desde, no diré desde Jujuy hasta Tierra del Fuego, pero sí -según el conocimiento que tengo de los hechos- puedo decir: desde Jujuy hasta Neuquen y Río Negro, y no sólo en las ciudades más grandes sino, también, en las más pequeñas. Fundada en la gran metrópolis, la práctica del psicoanálisis se extendió, primero, hasta las demás metrópolis –capitales de provincia la más de las veces- y luego, hasta los lugares más alejados.

En primer lugar, ¿cómo podemos explicar este fenómeno? Y, luego, cuáles pueden ser sus consecuencias.

A partir de los años noventa se produce un nuevo fenómeno: jóvenes practicantes, emigran a distintos lugares del país, algunos bastante alejados de las grandes urbes donde han realizado su formación y donde la continúan realizando viajando a ellas periódicamente. Buenos Aires, Rosario, Córdoba serán centros de formación de aquellos que residen y sostienen su práctica en esos lejanos lugares.

El psicoanálisis, habiendo nacido en medios urbanos cuyas condiciones lo posibilitaron, se expande en medios en que las condiciones no son justamente las de los medios urbanos. Se produce algo análogo al fenómeno migratorio que está en los inicios de su implantación en la Argentina, pero esta vez, la migración es interna.

Sostienen su práctica no en referencia a una escuela o asociación de psicoanalistas sino en soledad y, muchas veces, en referencia a colegios profesionales o centros de salud. Su fidelidad a la letra cuenta con soportes necesarios pero no suficientes si atendemos a aquello que llevó a Lacan a fundar la Escuela.

Si bien podemos suponerle esa fidelidad a la letra que constituye el rasgo de aquellos para quienes la presencia de Lacan " no hizo pantalla", sus lectores, esto, sin embargo, siendo condición necesaria para el autorizarse de sí mismo, creo que no es suficiente.

Dice Lacan en el Seminario XXI: «El ser sexuado no se autoriza más que por sí mismo en el sentido de que puede elegir. El ser sexuado no se autoriza más que por sí mismo; pero yo agregaría "y por algunos otros".»

Esto no quiere decir que esté solo para decidirlo. Lo que escrito en las formulas de la sexuación implica, al menos, que para hacer al hombre es preciso que al menos en alguna parte esté escrita la formula, y que no es verdadero que ella se sostenga siempre, que incluso la condición para que la elección pueda ser hecha en positivo, es decir para que haya hombre, es que en alguna parte haya castración.

Si digo, pues, que el analista no se autoriza más que por sí mismo, esto no quiere decir que cualquiera pueda entrar en él como un elefante en un bazar; es decir, sin tener en cuenta que sería preciso que se inscriba aquello que Lacan esperaba que llegara a escribirse en un grupo, porque un grupo es real. Me refiero al grupo de los analistas.

La expectativa de Lacan era que en una escuela se articulara esa función de la cual la elección del analista, la elección de serlo, no puede sino depender. Porque al autorizarse sólo por sí mismo el analista no puede con ello sino autorizarse también por otros.

¿Qué decir hoy de esta nueva expansión del psicoanálisis que pone en cuestión el "algunos otros" del psicoanalista?

Esto es lo que tenemos hoy planteado con respecto a renovar la fidelidad al Libro a-la-letra, lo que hizo al buen lector que precede al descubrimiento freudiano.

Notas

Texto escrito de la intervención hablada en el panel "La práctica del psicoanálisis en la argentina" realizado en la EFA el 5 de octubre de 2002, última de las tres jornadas realizadas por la EFBA, la EFA y la EPSFR (Escuela Freudiana de Buenos Aires, Escuela Freudiana de la Argentina y Escuela de Psicoanálisis Sigmund Freud - Rosario)

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 16 - Diciembre 2002
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