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Reconstrucción de la intervención en la mesa de cierre de las Jornadas "La importancia de la enseñanza del psicoanálisis en la Universidad", organizadas por el Dpto. de Psicoanálisis de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, realizadas en Montevideo, Uruguay, del 4 al 6 de mayo de 2002
Introducción
Quiero comenzar agradeciendo la invitación que me han hecho para estar aquí a Victor Giorgi (Decano de la Facultad de Psicología) y Doris Hajer (Directora del Dpto. de Psicoanálisis), con quienes comparto, esta mesa de cierre. También quiero agradecer a Martín Wolf, así como a todos los docentes y estudiantes de este departamento de psicoanálisis, con los que compartí el trabajo de estos días, por la amabilidad y cariño con que me han tratado, y por el ambiente abierto y tranquilo que comparten en esta Facultad.
En ocasión de la mesa de apertura de estas jornadas, me permití hacer algunas preguntas. Creo que corresponde que incluya en mi intervención de ahora, alguna respuesta, aunque sea parcial, a las mismas.
Me llamó la atención, en esa mesa de apertura, que desde las diferentes intervenciones, de un modo u otro se subrayara un carácter revolucionario, o al menos subversivo, del psicoanálisis, para la sociedad y para la cultura, fundamentando esto, principalmente, en la persecución de que fue objeto durante los años de la dictadura, y que conllevaran el cierre de esta Facultad. Pregunté entonces qué es lo que haría que el psicoanálisis fuese menos revolucionario o subversivo, o al menos no pareciera provocar semejantes reacciones en época de democracia que en época de dictadura.
Surgió un debate muy interesante que culminó con una intervención que, por la carcajada de aprobación que generó, entiendo que supo resumir, de un modo sencillo y humorístico, los dilemas de la discusión. Esa intervención planteó la necesidad de "un psicoanálisis político polentudo"
De hecho, la relación entre psicoanálisis y política estuvo presente a lo largo de gran parte de los trabajos y discusiones que hubieron en estas jornadas, y también en los extensos y distendidos diálogos que hemos tenido entre actividad y actividad.
Desde esta mezcla de circunstancias que es mi vida, donde coexisten, entre otras cosas, la práctica del psicoanálisis y el activismo político, no puedo dejar de sentir una gran simpatía por la búsqueda de este tipo articulaciones, que me remontan a las lecturas de Wilhelm Reich, a títulos como "Psicoanálisis y materialismo dialéctico", " La lucha sexual de los jóvenes", "Psicología de masas del fascismo", etc., o, en abordajes de algunas generaciones posteriores, como el clásico "Psicología, Ideología y Ciencia" que coordinara Néstor Braunstein, con la participación, entre otros, de Marcelo Pasternac 1.
No podría decir que no existen espacios o lugares en Buenos Aires donde las articulaciones entre el psicoanálisis y la política se planteen desde una perspectiva de izquierda, pero está claro que no es ese el común denominador de los ambientes psicoanalíticos porteños. En ese sentido, el ambiente que he respirado en esta Facultad durante estos días ha hecho echo de la agitación política que se respira en Argentina, reactualizando en mí viejos interrogantes.
Estoy lejos de tener alguna respuesta para estas preguntas.
Pero si estos interrogantes han quedado relegados hasta ahora también ha sido porque no he encontrado mejores respuestas, ni en quienes (al menos en Buenos Aires) se orientan por las mezclas de freudismo y sociología política de izquierda, ni tampoco, en quienes desde el lacanismo, hacen de matemas como la estructura de discursos, una herramienta que permitiría explicar y/o interpretar cualquier realidad social.
Para intentar pensar el problema, oficiaré un poco de abogado del diablo, y si me permiten abusar un poco de vuestra generosidad, y en particular, si la autora del pedido de "un psicoanálisis político polentudo" me autoriza, tomaré esta frase para aplicarle un análisis que denominaré, no sé si correcta o incorrectamente, cortazariano.
No soy un especialista de Cortazar, y no sé si hay alguna forma de análisis que se le pudiera asignar como propia o característica, pero sí recuerdo que en Rayuela había un diálogo entre una pareja en crisis, donde uno de los partenaires le dice al otro "te quiero mucho", y el otro le responde "cuanto le quita ese mucho al te quiero".
Bien, mi propuesta de lectura es que en la expresión "un psicoanálisis político polentudo", cada término quizás quite mas que lo que agrega a lo que le antecede, y que recorriendo la frase al revés, quitando uno a uno cada término, quizás encontremos algunas cosas interesantes que cada agregado ha ocultado.
Tendríamos entonces, de derecha a izquierda, 3 pasos para dar:
un (paso 3) psicoanálisis (paso 2) político (paso 1) polentudo
Paso 1
Comencemos entonces por ver qué le quita "polentudo" 2 a "un psicoanálisis político", o qué cosas quedan ocultas por el agregado de "polentudo".
En forma lógica, se deduce que si hace falta que el psicoanálisis político sea polentudo es porque en tanto psicoanálisis político, solamente, sería insuficiente. Y lo primero que cabe recordar, en ese sentido, es que la necesidad de ese refuerzo de polenta surgió como conclusión del debate sobre las razones por las que, aparentemente, el psicoanálisis se revelaría menos revolucionario (menos enérgico) bajo la democracia que bajo la dictadura. Es decir, el plus de polenta sería la vía para volver al psicoanálisis tan revolucionario en la democracia como lo era bajo la dictadura, para devolverle al psicoanálisis un filo subversivo que, no sabemos porqué, en democracia se habría mellado.
Podemos discutir mucho sobre cuales serían las vías para esta energización del psicoanálisis bajo la democracia, pero lo que no se nos debería escapar es que este razonamiento deja intacta la idea de que, al menos bajo la dictadura, el psicoanálisis sería revolucionario, y que es desde la asunción de esta premisa que quedan definidas las subsiguientes problemáticas.
o bien que la democracia ha conllevado un adormecimiento o ablandamiento del psicoanálisis, del cual sería tiempo que se sacuda, en aras de retomar las sendas de la subversión y la revolución
o bien que la democracia y el psicoanálisis son consustanciales, lo que explicaría que el psicoanálisis sea revolucionario bajo la dictadura pero no bajo la democracia (lo que es equivalente a decir que la democracia es la solución revolucionaria que reclamaba el carácter revolucionario del psicoanálisis bajo la dictadura)
Les propongo considerar la posibilidad de que haya una falacia en la idea de que el psicoanálisis sea revolucionario en tiempos de la dictadura.
Es un hecho que los psicoanalistas fueron perseguidos. Pero de la persecución política a los psicoanalistas no creo que se pueda deducir un carácter subversivo del psicoanálisis, de la misma manera que no podríamos deducir un carácter subversivo de la medicina porque muchos médicos hayan sido perseguidos bajo la dictadura, o un carácter subversivo del arte porque hayan sido perseguidos muchos artistas.
Hay un viejo vicio entre los psicoanalistas ante cual deberíamos estar atentos y prevenidos, sobre todo en este caso, en que se superpone y coincide con una clásica confusión política entre formas y contenidos.
En lo que al vicio psicoanalítico se trata, me refiero a la idea de que seríamos psicoanalistas tanto cuando atendemos pacientes como cuando caminamos por la calle o hacemos cualquier otra cosa en nuestras vidas. De hecho, hay psicoanalistas que dicen, mitad en broma, mitad en serio, que "viven" psicoanalíticamente (pienso por ejemplo en Emilio Rodrigué). De todos modos, sea que lo pensemos como un vicio, sea que lo pensemos como una posición personal, esta identificación entre los psicoanalistas y el psicoanálisis es la que abona la conclusión de que si muchos psicoanalistas son perseguidos por la dictadura, entonces es el psicoanálisis mismo el que sería subversivo.
Esta conclusión absurda se ve reforzada por el remanido prejuicio de identificar a la dictadura por su forma política antes que por sus intereses de clase, es decir, pensar la dictadura acotada a la represión de expresiones del pensamiento o al cercenamiento de libertades civiles, lo que, en general, nos lleva a perder de vista la función principal y los objetivos principales de cualquier dictadura, tenga la forma de una represión bruta e inculta, o tenga la forma refinada del infinito reciclaje democrático.
Es posible que no se lo recuerde con la frecuencia necesaria, pero dictadura militar y democracia burguesa no son mas que formas políticas diferentes que se turnan para sostener lo fundamental: el modo de producción capitalista. Es decir, son diferentes formas de la dictadura del capital. Tanto la dictadura como la democracia son dictaduras de clase. Y es desde ahí que deben medirse sus consecuencias.
Si alguno piensa que exagero, no tengo mas que remitirme al film "25 watt" que vimos, analizamos y discutimos en estas jornadas, para testimoniar del presente y futuro que la "democracia" le ofrece a estos jóvenes sin trabajo y condenados a ese círculo aniquilante que muestra la película, cuando no a la delincuencia, las drogas y la violencia sin sentido. Si me permiten una ironía que nos permita reciclar un momento gracioso de estas jornadas, diría que la única ventaja que puede ofrecerles la "democracia" a estos jóvenes es la casi seguridad de que nunca contraerán alzheimer si, como decían en esa mesa sobre psicoanálisis y ciencias neurológicas, dicha enfermedad solo se contrae a partir de los 35 años, ya que es de suponer que estos chicos se morirán antes.
Esto para no hablar de la confiscación directa y desvergonzada a los ahorristas, o la confiscación de los ingresos de la población por vía de la devaluación y los tarifazos. En suma, todos hemos visto cómo, bajo la "democracia", en estos últimos 20 años, se ha desarrollado un grado de expropiación y explotación que ni las peores dictaduras hubieran imaginado lograr.
En consecuencia, a lo que le falta polenta no es a un psicoanálisis político sino a otras respuestas, específicamente políticas, y que, al parecer, se revelan insuficientes. El psicoanálisis, aún el político, si existiera (todavía no hemos avanzado en la separación de esas dos palabras), no tiene porqué cargar sobre sí una demanda insatisfecha de revolución social.
La demanda insatisfecha de revolución social es el resultado de posiciones políticas que insisten en ubicar el centro del problema en quejas distributivas y en sostener la tesis de que sería posible alguna forma de capitalismo que permitiese la justicia social. La queja distributiva es el discurso de "izquierda" con el que especulan todos los políticos (sean de derecha o de izquierda) para llegar al poder en democracia. Y una vez ahí no hacen mas que condenar a la gente a las consecuencias del derrumbe capitalista: miseria, confiscación, desocupación y hambre.
Creo que es esa falta de respuestas a las consecuencias de la crisis capitalista la que genera una demanda insatisfecha de revolución social. Pero más valdría que, para dar respuesta a esas cosas, pensemos en una clase social que pueda erigirse como sujeto de ese proceso (para el caso, la clase obrera) antes que en psicoanalistas u otro tipo de profesionales de clase media 3.
Paso 2
Ya hemos liberado al psicoanálisis, incluso al eventual psicoanálisis político, de las demandas insatisfechas de revolución social, que no le incumben, y que solo podrían conducirlo a empantanamientos insalvables. Veamos entonces qué resultaría de quitarle lo "político" a "un psicoanálisis".
¿En qué lo político habría de mellar al psicoanálisis?
Reencontraremos aquí, en otro nivel, la misma pregunta de porqué el psicoanálisis no sería tan subversivo para la democracia como para la dictadura. Corresponde abordar aquí la segunda de las consecuencias previamente señaladas de la premisa del carácter revolucionario del psicoanálisis bajo la dictadura: en este caso, la hipótesis de una consubstancialidad del psicoanálisis con la democracia.
En un reportaje publicado en el diario Clarín, el pasado 21 de abril, René Kaes, ante la insistencia de la periodista por saber qué "podían hacer" los trabajadores para defenderse de las consecuencias patológicas de las nuevas formas de trabajo, respondía: "No hace falta psicopatologizar estas problemáticas. El tratamiento psíquico no debe desviar la movilización de los obreros de la toma de conciencia de los problemas sociales y políticos (...) No podemos tratar psíquicamente problemas políticos y sociales. Creo que cambia el nivel de análisis (...) Me pregunto si el desarrollo de la cultura psicoanalítica en Argentina no ha sido un factor de disminución en la elaboración de propuestas políticas y sociales, de poner el acento en otra parte, de desviar la fuerza a esos campos" (subrayado mío).
Lo que René Kaes denuncia, con esta pregunta, es el uso del psicoanálisis como recurso político, y en tanto tal, como recurso distraccionista en la medida en que se pretenda dar respuestas desde el psicoanálisis a problemas que son de otro nivel y que deben ser respondidos en ese otro nivel.
De hecho, la capacidad aparentemente infinita que tiene esta democrática dictadura de la burguesía de reciclar cualquier forma de protesta o de acción social, en gran parte se apoya en una constante confusión de los niveles de análisis, en un persistente juego de interpretaciones donde, según la moda del posmodernismo, lo real no se encuentra en ninguna parte, todo es cuestión de deconstrucción y deriva significante.
En ese marco, el psicoanálisis es convocado como una buena técnica de posmodernismo aplicado, transformando su punto de fuerza, es decir, la capacidad operatoria de la función del "no saber", en una consigna ideológica tendiente a mantenernos en una absoluta ignorancia respecto de los determinismos sociales.
En suma, y hasta nuevo aviso, parece que el agregado de lo político solo serviría para condenar al psicoanálisis a formar parte de la estafa política del intelectualismo pequeño burgués y procapitalista, diluyéndolo en el mar de los discursos posmodernos y culturalistas.
Lo que queda perdido, en ese caso, es "un psicoanálisis".
Paso 3
Para terminar, entonces, veamos que resulta de separar "psicoanálisis" de "un".
Encontramos aquí acumulados los efectos de los vaciamientos que produjeron todos los agregados anteriores. Esa acumulación consiste en la transformación del uno del particular en el uno universal.
Si decimos "un psicoanálisis x", cualquier cosa que sea esa x hace del "un" un universal, es decir, un psicoanálisis generalizado por el adjetivo que lo califica.
Pero si hay algo que podría caracterizar al psicoanálisis al menos esa es mi experiencia es que no hay "un" psicoanálisis universal, sino muchos psicoanálisis, tantos psicoanálisis como análisis han habido.
Es decir, cada análisis es el análisis de mengano con sultano. Esa dimensión particular del encuentro de un analizante con su analista, es ineliminable. Y no hay garantía, a priori, de que de un encuentro vaya a resultar un análisis (es decir, no existen las garantías analíticas, sean de didactas o de pase)
Según Freud, no hay dos análisis que sean iguales, puesto que cada caso debe ser el primero.
El sentido de lo que puede ser "un" caso para Freud lo da el ejemplo del primer congreso internacional de psicoanalistas, que se reunió en 1910 en Salzburgo (2 años antes de que se formara oficialmente la IPA). En esa ocasión, cuando todo el mundo hubiera esperado una exposición pormenorizada de la nueva teoría que era el psicoanálisis, ¿qué hace Freud? Expone un caso, el caso del hombre de las ratas, durante 8 horas.
¿Y porque no hay dos análisis que sean iguales?
Porque lo que importa en un análisis es lo estrictamente particular.
Los síntomas de diferentes personas pueden ser parecidos, pero lo mismo que ocurre hasta para las cuestiones culturales más generalizadas, no hay dos machistas que sean machistas de la misma manera, como no hay dos anoréxicas que sean anoréxicas de la misma manera o por las mismas razones.
En realidad, esto es algo que incluso forma parte de la historia de la medicina. Recuerdo un reportaje que le hicimos el año pasado a Juan Carlos Stagnaro (el director de la revista Vertex), para la revista Relatos de la Clínica, donde nos contaba que para la medicina antropológica (por ejemplo un Von Weizsaecker), "la" tuberculosis, por ejemplo, no existe. Lo que sí existe es la tuberculosis de "Juan Perez". Los clínicos decían "no hay enfermedad, hay enfermos"?. Lo que hace la medicina es agrupar regularidades de formas de disfuncionamiento del organismo humano, y esos agrupamientos permiten ubicar al sujeto consultante dentro de una "categoría". Pero eso no constituye la enfermedad. Para poder hablar de la enfermedad de fulano de tal, para esta medicina antropológicoa, hay que ubicar ese acontecimiento en la biografía del sujeto. Por eso, fumar podrá ser "perjudicial para la salud", pero siempre habrá gente longeva que fume como un escuerzo para demostrar que la relación de causa directa no existe.
Bueno, salvando las distancias, para el psicoanálisis, podríamos plantear algo parecido.
Podríamos decir que todo síntoma es resultado del trauma del malentendido que implica el lenguaje. Pero cada cual tiene su trauma particular. No hay dos traumas iguales, aunque, en tanto participes del mismo lenguaje, la gramática solo habilite un número relativamente acotado de síntomas que podrán ser tan "comunes" o "compartidos" como puede ser común o compartido el uso de las palabras de un idioma entre varias personas.
Ese es el punto a partir del cual se puede, también, delimitar el borde entre psicoanálisis y psicoterapia.
La psicoterapia, como lo ha señalado mas de uno, funciona principalmente como una donación de sentido o, al menos, como una resignificación. Su límite, entonces, es el que supone el hecho de compartir esa significación.
El psicoanálisis, en cambio, implica ordenar esas resignificaciones parciales en un proceso de vaciamiento de la significación, de modo que el sujeto pueda acercarse o percibir algo de esa particularidad de su relación a la significación, punto absolutamente incompartible, inconmensurable, mas allá de toda intersignificación o intersubjetividad. Solo a partir de ese punto un analizante podrá "curarse" realmente de su analista, porqu e solo desde ahí podrá concluir en la inutilidad radical del mismo, podrá captar el engaño estructural que implica la transferencia.
El psicoanálisis y la universidad
Esto me lleva entonces a concluir sobre el tema que fue, al menos formalmente, el convocante de estas jornadas: la enseñanza del psicoanálisis en la universidad.
Me remitiré a lo que dice Freud al comienzo de su texto "¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la Universidad?": "Es indudable que la incorporación del psicoanálisis a la enseñanza universitaria significaría una satisfacción moral para todo psicoanalista, pero no es menos evidente que este puede, por su parte, prescindir de la universidad sin menoscabo alguno para su formación" (Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XVII, página 169)
Mas abajo, en esa misma página, Freud reseñará los motivos que hacen a "la importancia del psicoanálisis para la formación médica y universitaria".
Lo primero que quisiera subrayar es que no se trata de la importancia de la enseñanza universitaria para el psicoanálisis sino de la importancia del psicoanálisis para la formación universitaria.
El tema, obviamente, se presta a muchas bastardizaciones. Nunca faltan aquellos que, a partir del primer párrafo, pasan a despreciar olímpicamente a la Universidad (una situación muy típica desde las instituciones psicoanalíticas), como tampoco faltan aquellos que, a partir de la subsiguiente serie de motivos que hacen a "la importancia del psicoanálisis para la formación universitaria", intentan hacer de la Universidad el ámbito privilegiado del desarrollo del psicoanálisis (una situación muy típica en muchos países de América). Es mas que probable que cada vez que la cosa se vuelva demasiado apasionada para un lado o para el otro, sea por la incidencia de otros intereses en juego, los cuales pueden ir desde algún tipo de identificación personal hasta el peso de los negocios y la forma en como gana su dinero cada cual y cada grupo.
Por mi parte, creo que el primer párrafo del texto de Freud es absolutamente consistente con la dimensión particular que señalaba para cada psicoanálisis, y la función esencial del propio análisis en la formación de cualquier analista. El resto de la formación, mas ligada al estudio de los textos, puede hacerse en muchos lados: Universidad, instituciones psicoanalíticas, grupos de estudio, etc. Esto significa que es tan relativa y, hasta cierto punto, secundaria, la importancia tanto la Universidad como la Institución Psicoanalítica misma o cualquier otra instancia. Solo está claro que para cada cual será necesaria alguna instancia que le permita el estudio de los textos y la bibliografía. Pero no veo porqué solo podría serlo la Institución Psicoanalítica, de la misma manera que no veo porque solo podría serlo la Universidad.
En ese sentido, creo que habría que leer la idea de "la importancia del psicoanálisis para" en el sentido de la extensión del psicoanálisis.
El psicoanálisis solo existe en cada análisis en particular. Pero para que haya analizantes y analistas, es necesario que el psicoanálisis se instale en la cultura, en la sociedad. Es necesario que los psicoanalistas, es decir, aquellos que se reclaman del psicoanálisis, sean soportes de una transferencia social, cultural, favorable hacia el psicoanálisis.
Por lo tanto, me parece importante que el psicoanálisis se enseñe en la Universidad, de la misma manera que me parece importante que se difunda de diferentes maneras 4.
Pero no creo que eso sea necesario porque el psicoanálisis sea revolucionario, o porque el psicoanálisis tenga alguna función social importante que cumplir. Creo que, como dice Freud, "la incorporación del psicoanálisis a la enseñanza universitaria" significa, no sé si exactamente "una satisfacción moral", porque personalmente no tengo ninguna cuestión pendiente con la Universidad, pero sí una "satisfacción", a secas. Porque?
Porque implica una instancia mas de difusión del psicoanálisis.
No será un "gran" motivo. No será un motivo "histórico" ni "necesario ". Es un motivo simple.
Pero para mí es suficiente, y por pequeño que sea, amerita los esfuerzos que, desde diferentes lugares, se han volcado para su logro. A todos los que lo hacen posible, gracias.
Notas
1 Ver al respecto, un artículo retrospectivo de Marcelo Pasternac, "Freud y Lacan" de Althusser un cuarto de siglo después, publicado en el número 9 de Acheronta
2 "polentudo" viene de "polenta", que en Argentina y Uruguay es una sémola de maíz, sinónimo de energía en la alimentación de la gente pobre.
3 En todo caso, esa es la enseñanza que deberíamos extraer de lo que fue la experiencia del Frepaso y el gobierno de De la Rua, en la Argentina. Experiencia que, a pesar de su fracaso, hoy intentan repetir, con nombres diferentes pero con una estrategia similar, tanto en Argentina como en otros países de Latinoamérica.
4 No por casualidad dirijo el más importante portal en Internet dedicado al psicoanálisis