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"... siete hojas de papel, cubiertas por una densa y geométrica escritura: tinta negra: ideogramas japoneses. (...)
Parecía un catálogo de huellas de pequeños pájaros, compilado con meticulosa locura. Era sorprendente pensar que en vez de eso eran signos, es decir, cenizas de una voz quemada".
Alessandro Baricco "Seda"
La inhibición como "síntoma puesto en el museo" plantea la cuestión de qué estatuto tendría ese síntoma mientras permanece en ese espacio. De tal estatuto se podrían extraer algunas de las condiciones necesarias para su transferencia a otro lugar: aquel al que se dirige la interrogación cuando la inhibición se muda en síntoma, es decir, se torna un impedimento para el sujeto. Entonces, queda abierta la vía del embarazo, donde el sujeto está dividido, ya no tiene tras qué parapetarse y se gesta la pregunta por la causa. Dado que a nivel del deseo, es imposible hallar en sí mismo su causa, la tiene que buscar en el Otro y así nace la posibilidad de la transferencia. Sin tal transferencia, el síntoma no puede ser atrapado por los oídos.
La metáfora del museo utilizada por Lacan, alude, como él mismo lo explicita, a la detención, al grado máximo de ausencia del movimiento. Pero también, condensa las ideas de acumulación y exhibición de objetos de antaño devenidos tesoros.
Respecto de la idea de exhibición: el inhibido muestra lo que no puede, lo da a ver, pero él no lo ve, de modo que difícilmente vaya a interrogarse por lo que no ve. En algunos casos, puede representar un enigma para el otro, como lo atestiguan los ríos de tinta que circularon alrededor de la inhibición del acto en Hamlet. A él lo trabajaba otra pregunta: ser o no ser. Lo que el inhibido muestra está a nivel del ser: ruina o tesoro a los ojos del Otro. Tomaré este sesgo para desarrollar la siguiente hipótesis: en la inhibición como síntoma congelado en el museo, la marcha del deseo es interferida por la mirada de la censura.
La inhibición a nivel estructural
Existe una correlación entre inhibición y deseo, que permite captar una de las raíces de la represión primaria. Lacan define la represión primaria como la ocultación estructural del deseo detrás de la inhibición. La represión primaria implica admitir que el deseo mismo es una defensa frente a la angustia que provoca el deseo del Otro. Es la angustia bajo la apariencia de la pregunta: ¿Qué quiere el Otro de mí?. Cuando el sujeto responde, interpretando lo que el Otro quiere de él, se constituye el deseo del Otro. Así obtiene una ventaja: la de no tener que afrontar el deseo del Otro como mero desconocido, es decir, como pura maldad: mantis religiosa de voraz deseo a la cual ningún factor común lo une. Y al mismo tiempo, la respuesta inconsciente, conlleva una satisfacción. Es el modo del inconsciente de gozar: en las representaciones.
Aquí el esfuerzo psíquico no se hace para que el deseo se realice, sino para mantener a distancia su realización. Todo lo que es del orden de la realización del placer esperado, sólo puede ser desvío. La represión se ejerce para no perder ese goce que porta la representación primaria inconsciente e induce a que en el lenguaje haya algo del orden de la representación secundaria: retorno de lo reprimido. Pero esa misma representación secundaria, desviada, existe porque hubo una represión primaria; representación en la que el sujeto, sin saberlo, tiene cautivo su propio ser. Es muy distinto ser representación de un objeto que se entrega como pasto al Otro que ser ese pasto, como nos explica Safouan. La inhibición cumple aquí su función en la no realización del ser, para que permanezca a nivel de la representación.
Por el contrario, la falta de inhibición, desemboca en la angustia, que señala la proximidad del saber reprimido y la puesta en función del objeto a. Éste ya está dado allí como producto de la angustia primitiva, determinada por la introducción de la Demanda del Otro que lo produjo como resto: esa parte de nosotros mismos, libra de carne irrecuperable, no es del orden de la representación y donde se refugia aquel placer más íntimo de la vida. Toda función del objeto a se refiere entonces a esa abertura central que separa a nivel sexual el deseo del lugar del goce, que condena al sujeto a una necesidad que quiere que el goce no le esté prometido al deseo, que el deseo no puede más que ir a su encuentro y que, para encontrarlo, el deseo no sólo deba comprender, sino atravesar el fantasma mismo que lo sostiene y lo construye, es decir, la angustia de castración. El objeto a constituye el referente del goce más allá del Otro, localizando el goce en tanto recortado del lugar del Otro. Así circunscribe su falta que es traducida como pérdida de goce: es allí donde se afinca su función de causa del deseo. Por eso una de las definiciones de goce que da Lacan es: la realización de la falta.
Ahora bien : si ya había satisfacción en la representación primaria inconsciente del Deseo del Otro ¿Por qué el sujeto no se quedaría satisfecho en la inhibición?.
Porque de la falta central que desune el deseo y el goce hay un deseo suspendido: el deseo del sujeto. Si la angustia marca la dependencia del sujeto en relación al deseo del Otro, el deseo del sujeto se ve suspendido de esa relación por intermedio de la constitución primera, antecedente del objeto a. Constituido en un primer tiempo, queda como reserva operatoria para que más adelante el sujeto lo ponga en juego como implemento de corte en su relación al Otro.
La inhibición como síntoma en el museo
¿Qué ocurre con el objeto a en la inhibición?
Lacan dice que estar impedido, síntoma de la inhibición, es estar tomado en la trampa narcisista. Por el mismo movimiento con el cual el sujeto avanza hacia el goce, es decir, hacia lo que está más lejos de él, encuentra esa íntima fractura bien cercana, a causa de haberse dejado tomar en el camino por su propia imagen. Pero el espejo no es solamente aquel en el cual emerge la jubilosa asunción de la imagen especular, sino también el que conforma el espacio en el cual, en el campo del Otro, "aparece" el lugar vacío que inscribe la castración: lo que Lacan designa como menos fi. El objeto a, lo que falta, es no especular, no es aprehensible en la imagen, pero está representado en la imagen por el menos fi. A nivel de la inhibición, se trata del deseo de no ver. ¿Qué es lo que no ve?. Lo que pierde. Elisión de la castración, a nivel del deseo, en tanto es proyectado en la imagen. En la captura especular, el objeto permanece oculto. La angustia queda suficientemente rechazada, desconocida.
¿Cómo se produce la inhibición?. La inhibición es la introducción en una función del yo de otro deseo, diferente de aquél que la función satisface de una manera natural. Retoma la función primaria del deseo como defensa. Si alguien padece un calambre de escritor es porque erotiza la función de la mano. Un fantasma contamina el acto: la lapicera deviene el arma absoluta: el falo y la página virgen, un símbolo de la madre. El sujeto no puede escribir.
En estas circunstancias ¿qué sería el levantamiento de la inhibición? Evidentemente, no se trata de que el fantasma se realice: por la representación primaria del deseo, esto sería imposible. Entonces ¿qué sería el acto? El acto no puede definirse como algo motor o que ocurre en el campo real, sino que en el campo de la realización del sujeto, implica la prioridad del a, es decir, atravesar un punto de angustia. Un acto es una acción, en tanto se manifiesta en ella el deseo mismo que habría estado destinado a inhibirla.
Mientras el sujeto permanece guardado en la inhibición, goza de su representación: el falo derramaría su tinta en la inmaculada madre. No ve su mancha. Por permanecer el objeto a oculto, el sujeto queda retenido en su representación del Otro. Dice Lacan:
"Por la función del objeto a, el sujeto se separa, deja de estar ligado a la vacilación del ser en el sentido, que forma lo esencial de la alienación."
Inhibición y censura
¿Qué relación hay ente la censura que recae sobre la palabra y la inhibición que detiene el acto?.
En el Seminario 2, Lacan relaciona inhibición y censura . Comenta el caso de otro paciente que también padece un "calambre de escritor". El análisis develó que la ley coránica en la que se había criado dictaminaba que al ladrón le fuera cortada la mano. Y esto nunca lo pudo tragar. Ocurre que a su padre lo habían acusado injustamente de ladrón. La niñez del sujeto transcurrió en una especie de profunda suspensión respecto de la ley coránica. Toda su relación con su medio original, el sostén, el orden, los cimientos, quedaron obstruidos, ya que había una cosa que él se negaba a comprender: porqué si alguien era ladrón le tenían que cortar la mano. Por esta razón, y precisamente en tanto no la comprendía, este sujeto tenía cortada su propia mano. El síntoma se encarga de representar el punto en que la ley no es comprendida por el sujeto pero sí actuada por él. Y allí define la censura como la ley en tanto incomprendida: el sujeto se ve obligado a extraer de su discurso todo lo que la ley prohíbe decir, pero la prohibición como tal, queda totalmente incomprendida. La censura funciona como una intención de vigilancia sobre el decir que opera antes que la consciencia.
Por lo tanto, la inhibición del acto es efecto de una censura en el decir . Dicha censura da cuenta de cierta relación del sujeto con la ley que permanece incomprendida pero actuante justamente en la inhibición. En el seminario 6 agrega que en tanto la verdad del deseo es una ofensa a la autoridad de la ley, la salida que se encuentra es la censura de esta verdad del deseo. Alain Didier-Weill, invitado por Lacan a su seminario "Topología y Tiempo", para hablar de la censura, agrega esta precisión: la censura no es censura del deseo, sino de la insistencia del deseo. Lo conceptualiza de este modo: el sujeto habiendo dejado pasar una primera palabra, por ejemplo, el lapsus, no pone en duda que es un sujeto hablante, es decir, da pruebas de la existencia del deseo. El lapsus es efecto de la represión. Pero la censura opera con esta estrategia: por una vez, eso pasa, pero no insistas. Y efectivamente el sujeto en ese momento se desdice y cuando se retracta de ese modo, está en la posición de culpabilidad más intensa. Y realmente lo está, ya que la culpabilidad es eso: ceder a la responsabilidad, es decir, a la aptitud para responder a la emergencia del deseo.
A este nivel la censura cumple una función de tapón que descarga al sujeto de la experiencia de la angustia.
La mirada de la censura
En su libro "Los tres tiempos de la ley" D. Weill denomina a la censura segundo superyo. Entre sus aportes más contundentes, hizo hablar a la mirada, objeto tan mudo y huidizo. Allí afirma que si el superyo es el heredero del defecto del don simbólico, la censura es una de sus funciones. Y plantea que el defecto del don simbólico es sustituido por el objeto mirada. "Hablar olvidándose es, en suma, hablar olvidando el ojo de la conciencia"-nos dice. La paradoja del sujeto que no habla porque no sabe qué decir, es porque inconscientemente él sabe lo que teme decir. Lo sabe porque viviendo bajo la mirada del Otro, que él no olvida, es conducido a hablar observándose, vigilándose, para no enunciar el lapsus , el traspié o la equivocación que la mirada de la censura espera ya de él. Es una falta de relación con el no saber inconsciente, lugar de emergencia de lo inesperado. De manera que envía a la oposición entre dos lugares de estancia del significante: permaneciendo en lo simbólico, el significante no está jamás ahí donde se lo esperaba, hace un truco y el oyente es sorprendido por el truco. Mientras que, permaneciendo en lo real, está ya ahí donde se lo esperaba. A mi entender, allí es donde permanece el significante que porta el síntoma cuando todavía permanece expuesto en el museo. Por ejemplo, en Isabel la inhibición que le impide caminar, portaba el significante STEHEN, "estar de pie", que remite a "no poder dar un paso en la vida", pero hasta que no entra en análisis, y puede ser escuchado, permanece en lo real, como un significante congelado que es puesto en escena a los ojos del Otro. La mirada de la censura tiene la característica de congelar al sujeto sobre el que se posa, es decir, le produce un efecto de fijeza a un cuadro que lo petrifica, le quita el movimiento que es propio del significante cuando habita en lo simbólico.
Recapitulando: la inhibición del acto es efecto de una censura en el decir, que detiene la marcha del deseo, porque acalla su insistencia . La censura también descarga al sujeto de la experiencia de la angustia, funciona como tapón, en la medida en que el a no entra en funciones, permanece oculto, debido a que el sujeto se ubica como obturando la falta del Otro a nivel de la mirada. Éste deviene omnividente y censurador. Entonces, se oculta, huye o queda desnudado de vergüenza en su presencia. El sujeto está petrificado en la trampa narcisista que desconoce la mancha, el punto ciego del Otro.
Aunque el psicoanálisis propicie que el sujeto pueda apelar a la palabra, está condenado al fracaso si encuentra el tribunal sin apelación que encarna la mirada superyoica, que constantemente la vigila y la juzga. En tanto la censura opera sobre la relación del sujeto con la insistencia del deseo, no impide la producción del mensaje, efecto de la represión, sino que impide la asunción del mensaje por el sujeto.
Cada vez que en el discurso esta mirada se hace presente es necesario nombrarla para conjurar algo de su poder y que el sujeto advierta que censura su palabra para quedar bien parado frente a la mirada de la censura.
Por último: El deseo como tal en su carácter más alienado, más profundamente fantasmático, es lo que caracteriza al nivel escópico. En el pasaje al nivel auditivo, el a se recorta, esta vez abiertamente alienado, como soporte del deseo del Otro que aquí se nombra. Así puede ser oído y aparece la chance de que la puerta del museo se abra, que el deseo se sacuda el polvo y pueda seguir camino en su cita con el goce.
(Trabajo presentado en el Lacanoamericano de Recife, septiembre 2001)
Bibliografía
Lacan Jacques, Seminario 10"La angustia", inédito, versión de circulación interna EFBA.
Guidieri Remo, "El museo y sus fetiches", editorial Tecnos, Madrid, 1997.
Safouan Moustapha, "Angustia, síntoma, inhibición", Nueva Visión, Bs As,1988.
Rabinovich Norberto, "El Nombre del Padre. Articulación entre la letra, la ley y el goce.", Homo Sapiens Ediciones, Rosario,1988.
Freud Sigmund, "Inhibición, síntoma y angustia" en 0.C, tomo 20, Amorrortu Editores, Arg.,1986.
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Hassoun Jacques, "El oscuro objeto del odio", Catálogos, Arg, 1999.
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Lacan Jacques "La Topología y el tiempo", seminario inédito, versión de circulación interna EFBA.
Didier-Weill, Alain "Los tres tiempos de la ley", Homo Sapiens Ediciones, Rosario,1987.
Freud Sigmund, "Señorita Elisabeth von R." en O.C , tomo 2, Amorrortu Editores, Arg., 1980.