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Este es un tema (lo psicológico en la recesión económica) que durante el 2001 se ha discutido ampliamente en nuestro país. A Chile lo ha gobernado, posteriormente a la dictadura, una alianza de centro-izquierda, (Concertación de partidos por la democracia) compuesto por la Democracia Cristiana (centro), Partido Radical Social Demócrata (Centro izquierda), Partido por la Democracia ( Centro izquierda), y Partido Socialista (izquierda). Hay una oposición de izquierda (Partido Comunista y Partido Humanista) y una de Derecha (Renovación nacional y Unión Demócrata Independiente).
Chile , al igual que gran parte del planeta está pasando por problemas económicos: El crecimiento económico ha bajado del 7% al 3%, la cesantía ha subido del 5% al 9,5%, todo esto a pesar que los indicadores macroeconómicos siguen siendo muy buenos. Todo esto ha llevado a una serie de discusiones entre economistas y cientistas sociales, sobre la naturaleza del estancamiento económico. Se han producido una serie de documentos, adquiriendo uno de ellos (confeccionado por un político de la concertación y uno de la oposición, ambos entusiastas defensores del modelo neo-liberal ) mucha importancia , y que ha acuñado el concepto de "recesión psicológica"
Una de las dificultades que tenemos los psicoanalistas, es el tratar de vincular creativamente nuestra escucha - es decir un modo particular de apreciar los mensajes y los hechos que un paciente nos trae en la soledad e intensidad de una sesión - con registros otros que exigen una clara demarcación acerca de qué estamos diciendo y desde dónde lo afirmamos. Esta dificultad ha hecho que tradicionalmente se generen desde la práctica psicoanalítica dos riesgos:
1.- Extrapolar artificialmente la teoría y nuestra experiencia clínica a otros campos disciplinares, reduciendo todo a una cosmovisión psicoanalítica invalidante y omnipotente, que ignora las autonomías necesarias por donde transitan los discursos.
2.- Refugiarnos en la seguridad del setting y de nuestra instalación social, para no arriesgarnos a intervenir en un diálogo, en el cual muchas veces desconocemos los supuestos desde donde se nos confronta, quedando el psicoanálisis despojado de su riqueza y capacidad de aporte .
Es por ello que exponiendo previamente esta distinción, es necesario afirmar que mi pretensión será establecer ciertas ideas que intenten, desde el psicoanálisis, dinamizar una discusión y que requiere ser abordada desde distintas vertientes.
EL OBJETO QUE SE ESCAPA
Una de la expresiones interesantes de estos tiempos, es cómo los economistas y los colectivos financieros han empezado a tratar al mercado desde una perspectiva naturalizante. Es desde este lugar que podemos oír, que "el mercado está deprimido", "o que el mercado tuvo una reacción eufórica" etc. Psicologización naturalizante que nos impide escuchar y que más bien nos hace ingresar en la ilusión alienante de una estructura ( el mercado) que asume características de cosa viva, actuante, premiándonos, castigando, teniendo fallas y por, lo tanto susceptible de corregir, dejando en el olvido sus aspectos estructurales que golpean a gran parte de la población, los cuales no son fallas sino efectos constituyentes del sistema.
El mercado promete el objeto de deseo del sujeto, aquel que éste cree que hace falta para ser feliz. Es por ello que el consumo es una de las reglas esenciales de este modelo de desarrollo económico. Todo la arquitectura y la maquinaria de propaganda está al servicio del desarrollo de este objetivo. En tanto no hay objeto que satisfaga totalmente la demanda, en cada momento surgirá otro objeto, que ahora sí promete ubicarse e identificarse con un goce imposible, aquel necesario para ser feliz.
Existe entonces la pretensión de "colectivizar" el deseo y empaquetarlo como un producto standard, pretendiendo eliminar lo que es una característica inherente a la civilización : el malestar social del que hablaba Freud, de tal forma que sea el retorno de lo reprimido, como historia subterránea, al decir de Marcuse, lo que va constituyendo soterradamente la resistencia a toda institucionalización
Podemos entonces, agregar cómo en la marginalidad y los bordes, en los límites civilizadores de nuestras sociedades, aparece de modo más claro y directo la sintomatología que resulta de la exclusión y de la ausencia de fundamento, pero también la evidencia de un cuerpo que resiste a su normalización.
Es por ello que se ofrecen, como formas anestesiadoras de este dolor que percibimos, múltiples ofertas del mercado: la drogadicción, el consumo de tranquilizantes, el consumo invalidante de lo audiovisual, las ilusiones de la autoayuda, o la identificación enajenada con las figuras montadas desde las grandes transnacionales, a desprecio de la propia subjetividad, en una tarea alienante, que convierte en alienígenas a los habitantes de su propio territorio.
Lo económico aparece concentrando gran parte de la preocupación de los chilenos, generando variadas discusiones, que apuntan a una serie de propuestas técnicas, aparentemente neutrales, y que permiten poner gran parte de las tramas ocultas y constituyentes del problema psicológico de Chile, en un escenario donde bastaría la sola concurrencia de voluntades, en un gran giro que pone a la conciencia y a la razón como únicos ejes de la problemática
Muchos documentos afirman la idea de que Chile está "sumido en una recesión psicológica", que "no se compadece con la realidad ", es decir, desde nuestro lenguaje, habría una escisión casi psicótica entre lo que la realidad es y lo que perciben y sienten los ciudadanos. En Chile, según estos documentos, a pesar de tener una serie de indicadores macroeconómicos positivos, se ha establecido un " extendido pesimismo que reina en el país magnificando los problemas", esto sería "consecuencia de estado de confusión causado por una serie de factores interrelacionados", entre ellos se destacan dos:
- Una coalición gobernante (la Concertación) que según los autores "se haya tironeada por dos almas": "Los que adhieren a la economía social de mercado" y los que "siguen considerando a la economía de mercado una hija ilegítima"
- Un segundo aspecto (entre otros) sería "un clima de hostilidad entre el mundo empresarial y el mundo político".
Sin ser psicoanalistas los autores han identificado dos características centrales de cualquier conflictiva psíquica: "Estar tironeado por dos almas" y la agresión ("clima de hostilidad") la cual estaría montada sobre la base de una profunda escisión (Todo lo malo está en el otro y todo lo bueno en mí) es decir, síntomas que refieren a una de las características que podríamos situar como parte de un problema de identidad ; de una identidad nacional que no se ha podido establecer como tal y que por lo tanto permanentemente genera una sensación de angustia, desamparo y vacío. Sumado a esto se detallan conductas contradictorias propias de una identidad no constituida y por lo tanto amenazada: dificultad para comunicar desde lo interior, y el uso de mecanismos defensivos tales como la escisión, la idealización primitiva, la devaluación y omnipotencia, la identificación proyectiva y la negación.
Quisiera centrarme en algunos de estos mecanismos, que creo son más claramente hegemónicos en el problema que nos aqueja : La devaluación y la omnipotencia, y la negación.
En la negación hay presencia de áreas de conciencia que coexisten a pesar de su contradicción : percepciones, sentimientos sobre otros o sí mismo que han llegado a ser totalmente contradictorios con los que se había tenido antes, aunque sin percibir conscientemente la confrontación .Según Laplanche y Pontalis, en un sentido psicológico sería el rechazo de una afirmación que yo he enunciado o que se me atribuye; por ejemplo : "no, yo no he dicho esto; yo no he pensado esto". (verleugnen o leugnen), que tiene un sentido que es posible aproximar al de Verneinen : renegar, desdecir, desmentir .
En relación a la omnipotencia y la devaluación, ellas se vinculan a la negación y se relacionan con una oscilación de estados grandiosos, triunfantes (los jaguares) y de auto devaluación del sí mismo o bien proyectada en los otros.
Tratemos ahora de ver, qué de esta descripción de ciertos procesos y mecanismos se relacionan, con lo que se respira en el clima Chileno, o bien tratar de caracterizar o identificar cuales son algunos de los componentes del problema psicológico de Chile, o al menos algunas pistas que permitan una cierta caracterización.
Tomando como referencia la idea desarrollada anteriormente, sobre la base de un problema de identidad y de agresión presente, pero derivada en otros efectos, podemos pensar en algunos procesos en los cuales el problema económico, y las consecuencias que de él subyacen, son sólo un emergente de una conflictiva mucho más primitiva e intensa.
LA CUESTION DE LA IDENTIDAD
Hay quizás en este concepto (la identidad) una característica central, en la cual se trata básicamente de poder tener noticias acerca de quien soy. Evidentemente, y sería objeto de otro desarrollo temático, quien soy alude a una definición de la conciencia, definición, noticia o intuición que está permanentemente amenazada por el retorno de lo reprimido. Quien soy es también una referencia (y no cualquier referencia) al lugar donde el otro me pone como objeto de existencia. Ser entonces, no se vincula a una definición a priori o natural, sino que es una constatación histórica y desplegada en los sucesivos reacomodos de "aquello que en cada caso somos". Desde esta referencia podemos hacernos la pregunta : ¿Qué país somos?, ¿Quién o quienes nos han dicho lo que somos?, ¿En qué lugar nos pone el gran Otro : El resto del mundo, nuestros vecinos, el pasado que nos observa y nos configura, el futuro que nos determina y constituye?. ¿Qué es lo que amenaza permanentemente con retornar desde lo reprimido, desde lo aparentemente olvidado?, ¿Qué es lo que "en cada caso hemos sido", en la inadvertencia de esa existencia?.
Hablar de identidad, supone un nexo con la integración, integración conflictiva, pero que está sostenida en la articulación (aunque siempre ilusoria) de una unidad, unidad dialéctica a partir del conflicto constituyente. Cuando se habla de dos almas, se está justamente señalando algo que se establece en el ámbito de contrarios. Da la impresión que desde el poder, o mejor dicho, desde una dimensión del poder no se puede establecer una imagen (ni para los demás, ni para sí mismo) de una articulación de discursos coherentes. La fragmentación del discurso instituyente de los mismos (demócrata, cristiano, socialista, radical, izquierda, derecha, centro y todas las combinaciones geográficas intermedias posibles ) hacen que estos nombres se despojen de contenido, permanezcan como un fantasma que articula imaginarios, que se vinculen a un pasado y a un supuesto futuro, pero que sin embargo se estrellen con la cerrada hegemonía de un sistema económico, que más allá de cualquier eufemismo, es en la práctica sostenido y legitimado por todos los actores políticos en el poder (Demócrata Cristiano, Socialistas, radicales).
¿De qué dará cuenta este lenguaje disociado y esta negación de sí mismos?.¿Habrá aún a pesar de la facticidad de la operatoria ciertas reticencias y remordimientos en asumir lo que en la identificación partidaria se explícita como diferente? (Socialista, Demócrata, etc).
Muchas veces este discurso fragmentado genera ciertos dobles mensajes absolutamente esquizofrenogenizantes: Una realidad montada estructuralmente de una forma avasalladora y hermética por el modelo, desde el cual se profita y goza, y por otro lado una actitud de mea culpa y de genuflexión discursiva discordante que confunde y perplejiza. Un ejemplo a escala doméstica de esto es la inversión publicitaria, que desconociendo elementales procesos psíquicos humanos, nos repite "Sé positivo". "Tú ves lo que quieres ver" .Esta es justamente una campaña que amparada en una psicologización básica, pretende convencer que los problemas de los chilenos, solo derivan de nuestra mente y de la forma de ver las cosas, y que por lo tanto en un esfuerzo de nuestra voluntad, podríamos transformar lo que apreciamos a nuestro lado. Esta campaña, es justamente el reflejo de una característica de nuestra sociedad : El intento permanente de introyectar otra mirada: Ya es imponente este esfuerzo en la farándula televisiva: Menem y la Bolocco, la mala campaña de la Selección, o en su momento los ovnis: Recursos evasivos, ilusionismo que pretende cual Matrix anticipado, generar una realidad virtual, en la que no operan los condicionamientos materiales, sino sólo aquella creada por nuestro estado de ánimo, ayudada con antidepresivos generados desde el poder. Chile: constituido como este enfermo imaginario que no debe oír a su cuerpo, ni a lo que se resiste.
Identidad no asumida, negación y desmentida de lo que instituye el estado de cosas ( "los que consideran a la economía una hija ilegítima) es decir, no asunción y reconocimiento de que su sexualidad está involucrada en el origen y desarrollo de esta hija (la economía y su sistema), pero reconocimiento inconsciente de que ella ha sido generada con engaño, con violencia y que su existencia es una acusación de un quehacer.
UN PACTO PARA EL OLVIDO
Desde el psicoanálisis sabemos que una catástrofe social, especialmente cuando ella ha significado un quiebre de un proyecto colectivo y ha sido acompañado de violencia manifiesta y subyacente, va a implicar el desarrollo de una serie de dinámicas altamente primitivas. Ellas se caracterizan por la destrucción de los soportes simbólicos de apoyatura de los sujetos y el colectivo, produciendo desesperanza, quiebre de los sistemas defensivos y la emergencia de procesos angustiosos. El proceso traumático de la violencia se incorpora fantasmáticamente y como plantea la Psicoanalista uruguaya Ulriksen "la propia historia se reorganiza alrededor del núcleo traumático. La denegación da origen a un encierro, que se manifiesta en la repetición y en la imposibilidad de dialectizar la irrupción de la violencia. Para que haya conflicto (manifiesto) debe poder nombrarse al agresor y reconocerlo como exterior y separado. En la experiencia clínica la historia del horror sufrido no aparece en el relato, sino en la discontinuidad del discurso, en la banalización de los hechos, en los síntomas del cuerpo, en las fracturas de los proyectos vitales, en los duelos y los vacíos dejados por los muertos y desaparecidos".
Un elemento a tener en cuenta entonces, es cuánto de esta fantasmática está presente subyacentemente en la psiquis nacional, y cómo se despliega en los distintos campos del acontecer nacional. Desarrollo de un pacto denegativo, es decir, de un acuerdo colectivo pero inconsciente estructurado a la manera de una defensa.
En tanto tal habrá investiduras e identificaciones comunes y un ámbito tolerado de realización de deseos, pero al mismo tiempo se instaurará una ley de renunciamientos, borramientos, rechazos, negaciones y represiones. Cuando se plantea y caracteriza, sin saberlo, las razones psíquicas de este malestar chileno, las dos almas que el refiere a su vinculación con la aproximación al modelo, nos hace posible entenderlas como partes que están en conflicto en este pacto: El necesario conflicto producto de los acuerdos denegatorios produce inexorablemente en las alianzas mantenciones a fortiori; a contrapelo de la experiencia. En tanto que se traspasan las reglas básicas que gobiernan el funcionamiento social y que se vinculan con la vida, con la muerte y el imperio de la ley y su castigo, se genera un quiebre profundo y una situación sostenida sobre un gran gasto psíquico: el costo por renegar de la realidad.
La emergencia de los dobles discursos, la imposibilidad de mantener los equilibrios amenazados por el retorno de lo reprimido, da lugar a todas las formaciones de compromiso del inconsciente y a la emergencia de un estatuto interno que haga posible contener las partes - al decir de Bion- psicóticas de la personalidad. Este reservorio psíquico que generalmente está depositado en el Estado, la Justicia o la Ley, al no poder dar cuenta en su integridad de los distintos aspectos escindidos y desplazados, pierde su carácter de sostenimiento social y de identidad común de los miembros de una nación.
Al no ejercerse la penalización de los culpables, la culpa se colectiviza de un modo persecutorio, generando las consecuentes defensas maníacas o la expresión patologizante del duelo
LO ECONOMICO COMO EPIFENOMENO DEL OLVIDO
Sabemos desde Freud, que todo trabajo de duelo requiere un enfrentamiento constante con la realidad, con tal de ir resignando las fuertes ataduras que existían con lo que se ha perdido, y que una de sus expresiones es la tendencia a la negación, la cual protege al yo de la violencia producida por la desaparición objetal.
Normalmente, lo muerto sigue vivo durante un tiempo en el mundo interno. Habrá signos que dan cuenta para el deudo de su existencia ilusoria, pero cotidianamente esta resistencia se estrella con la realidad inconmovible de que el objeto ha muerto . Los otros hablarán del muerto, habrá una certificación reglada y oficializada que llevará a ritualizar esta realidad. Lo muerto pasa a ser parte de la memoria, se le recordará y progresivamente se irá tramitando las inevitables ambivalencias : las culpas, las rabias, los afectos, los amores.
Todo esto colabora a que el deudo quede sin deuda, a que se vaya liberando del dolor y rescatando energía para ser puesto en otros objetos psíquicos.
A partir de este proceso se puede saber quién murió, qué se perdió en lo que se perdió, qué partes mías se fueron con él, cuáles podré rescatar y reparar y cuáles están definitivamente perdidas.
Cuando esto no sucede, cuando no es posible enterrar y nombrar al muerto, es decir, cuando no puedo poner en palabras lo que he perdido y a quien he perdido, no hay puntos de certezas, al no haber mirada confirmatoria del otro, de un cuerpo y un ritual colectivo que sostenga, acontece la desorganización.
Cuando todos los medios principales de control mediático están al servicio de eufemizar la muerte, lo cual es una forma de negación, de no significarla y no darle un lugar en el contexto social, se destruyen las tramas simbólicas de contención de la muerte y de los necesarios mecanismos expiatorios-reparatorios para procesar colectivamente lo perdido.
Un país, en tanto sujeto colectivo, pasa en el curso de su historia por distintos momentos en los cuales está sujeto a una serie de vicisitudes que ponen en tensión su resistencia y sus estructuras para digerir y contener la potencia de la realidad. Cuando desde la oficialidad no hay posibilidad de discurso fúndante de esta experiencia y no existen condiciones sociales para que pueda circular lo acontecido, se genera un desarrollo defensivo que apunta a generar condiciones para un sepultamiento de aquello que horada la conciencia y produce culpa, generalmente esto se expresa a través de desarrollos maníacos que intentan reparar, pero sin que aparezcan sentimientos de pérdida o de responsabilidad por lo perdido, más aún, no se consigue aliviar las culpas subyacentes e inconscientemente se trata a los objetos que se intenta reparar con odio y desprecio, los cuales se sienten molestos, intrigantes y a los cuales se percibe inconscientemente como persecutorios.
Nuestras sociedades, y de modo dramático la chilena, ha vivido la experiencia de la instauración de un discurso dominante que tiende a poner lo económico, o siendo más preciso, en una dimensión y una caracterización de ello, como centralidad referencial de los discursos.
Sabemos que en cada momento histórico se constituyen subjetividades, que son habladas desde los lugares institucionales y que intentan reproducir un sujeto funcional a la mantención de una hegemonía y un poder. Esto es especialmente claro en un momento en que se instauran lógicas aparentemente unificadoras y globalizantes.
Quisiera plantear al respecto, que la caída del muro de Berlín, sintetiza claramente, en la tremenda opulencia estética de su destrucción, el derrumbe estrepitoso de un modo de construcción del socialismo, a la que podríamos caracterizar como la última utopía colectiva, Junto con el muro que cae, emerge de forma arrolladora la emergencia de un modo de vida que para el ex asesor del Dpto. de Estado de los EE.UU., Francis Fukuyama va expresar el fin de la historia. Este concepto nos anuncia la supremacía eterna del liberalismo, y la cancelación de cualquier promesa de novedad, canonizando el aparente triunfo final de la sociedad neo-liberal y de la asignación de recursos por el mercado. Frente a esto se desencadena la imposibilidad de establecer cualquier proyecto colectivo y la fragmentación del tejido social en la multiplicidad y legitimidad de los proyectos privados. Hoy asistimos a la privatización de las utopías, transformadas en competencias individuales, con la instauración de un discurso dominante que se postula sin fracturas, totalizador. Es la eterna repetición de lo mismo, produciendo la experiencia de la inutilidad de toda acción colectiva, la cual muchas veces es presentada como una ilusión neurótica sin sentido, y que incluso puede oler a un trasnochado totalitarismo, como si el presente estado de cosas no nos revelara un totalitarismo mucho mas solapado, un autoritarismo mas insidioso, pero tremendamente eficaz; la ilusión de un marco donde se ofrece la convivencia de la multiplicidad de subjetividades, pero que en realidad son realineadas y pulverizadas en los hechos desde la homogeneidad planetaria.
Legítimamente podríamos pensar cómo en lo económico se proyectan una serie de procesos de la realidad nacional, que intentan consagrar el olvido y depositar en la canonización de un diálogo de sordos y de consensos fragilizantes, las ansiedades y las deudas, pretendiendo cerrar por decreto una herida abierta, y por lo tanto eternizar la permanencia de las dos almas, tal como se ha planteado
SOBRE LA TAREA DE LOS PSICOANALISTAS
Por nuestra teoría y nuestra práctica, sabemos que la labor analítica significa necesariamente interpelación de toda constitución humana, hacer evidente sus síntomas, nombrarlos y hacer posible una relación entre el saber y la verdad entre sus miembros.
Uno de los grandes aportes del psicoanálisis es mostrar la existencia de vínculos objétales y como ellos se articulan y se expresan en una organización y/o institución; como se construyen las identificaciones imaginarias y simbólicas, la importancia de los marcos que la contienen y como ellas desarrollan un conjunto de normas y de leyes creando un campo de significación que produce a un sujeto, y como las distintas transferencias crean necesariamente ámbitos de inserción y modificación de las funcionamientos.
Entender las relaciones conflictivas de un grupo o de un colectivo humano, como síntomas que hablan de algo que no está dicho, o que no puede decirse, ya sea porque se reprime por el temor que provoca, o porque no es posible ponerle palabras que lo identifiquen, es incorporar una lectura que pone a lo inconsciente como un eje articulador de conflictivas que es preciso escuchar, más allá de las visiones aparentes. La noción de síntoma permite al igual que en la enfermedad personal, apreciar que hay algo que se está procesando en el cuerpo del sujeto, o en el cuerpo social.
Este planteamiento crea el soporte conceptual necesario para entender que todo el campo afectivo, estructurante de la relación analítica se funda en una visión de aparato mental, en una teoría del desarrollo humano, etc. pero que necesariamente debe incorporar los ámbitos materiales donde se verifica. Por de pronto la historia del paciente y su campo de experiencias que se ha ido estructurando, es una constitución social, donde el juego dialéctico de la interfuerzas individuales y sociales (Padres, familia extendida, cultura, ideología, etc.), ha creado las condiciones para el desarrollo y articulación de un individuo. El supone incorporar los elementos necesarios para la permanente desinstalación de toda verdad estatuida, convirtiendo el proceso analítico y formativo, en una actividad que logre constituir un sujeto hablante. Cuando esto no sucede nos podemos transformar en una correa de transmisión ideológica, las más de las veces por omitir lo que allí opera entre analista y analizado, e instalándonos en una dimensión ahistórica, en la cual sus contenidos, y fundamentalmente su práctica no emerge desde lugares posibles de ser entendidos dialécticamente.
Sabemos que en la relación con nuestros pacientes, un constituyente fundamental es la regla de la abstinencia, la que lleva implícita la idea de respeto, una eticidad y en última instancia la posibilidad de desarrollar un proceso que haga posible del paciente un sujeto. Sin embargo es evidente que la relación con la cultura, los vínculos transdisciplinares ponen al psicoanálisis y al Psicoanalista en una nueva tensión: Cómo articular esta relación y como no ser espectador de los sucesos que conmueven a la sociedad.
El papel del psicoanálisis chileno ha sido en una serie de temáticas, oscuro y silenciosos y con una dificultad para, desde su registro específico, interactuar con otros campos
Una pregunta pertinente es entonces: ¿porqué el psicoanálisis chileno no ha podido establecerse como un referente respecto a otros discursos culturales?. Para responderla es preciso tomar en consideración a los distintos agentes culturales y al propio movimiento psicoanalítico y sus instituciones .
Más allá de las legítimas discrepancias que se tenga respecto a la "teoría cultural" freudiana o a sus procedimientos clínicos, el psicoanálisis es ya parte integrante del legado de la modernidad. Sin embargo el mundo intelectual chileno, salvo algunos "iniciados" que seriamente han interactuado con el psicoanálisis, desarrollando vínculos ricos y creadores, desconoce referencias fundamentales de los aportes del psicoanálisis. Es claro que responsabilidad fundamental en este desconocimiento es el papel que los propios psicoanalistas hemos tenido en este "analfabetismo" . El carácter profundamente cerrado y "esotérico" que ha tenido el psicoanálisis en Chile, debido a una forma de construcción de desarrollo institucional, fue creando un modo hegemónico de entender el psicoanálisis ligado casi exclusivamente al ejercicio de la práctica clínica y remitiéndolo en el mejor de los casos a lo que se le llamaba peyorativamente "aplicaciones del psicoanálisis". Así las políticas de extensión del psicoanálisis terminan reduciéndose a la postura, según la cual se entiende la difusión en los términos banales de "psicoanalizar" ciertas expresiones y consumos culturales, preferentemente el cine, el teatro y la literatura. Por una parte, entonces, una visión psiquiatrizante y mecanicista del psicoanálisis; por otra, una muy pobre idea de cultura.
Esta posición, históricamente dominante, puede ser analizada críticamente: los procesos que se desarrollan al interior de una institución - en tanto ella es un continente desde el cual somos hablados- desarrolla modos de formación e inserción en la sociedad; sus expresiones se juegan a partir de las directrices y los lineamientos que se establecen a partir de la instalación institucional. Suponer entonces que las operaciones del pensamiento ocurren al interior de un ejercicio a-histórico, donde sólo priman determinantes individuales, es ignorar y reducir el descubrimiento freudiano. Postular que el psicoanálisis y la labor institucional se hace autónomamente, desligada de las condiciones socio-históricas es pensar ingenuamente.
El psicoanálisis en Chile se desarrolló a partir de una concepción donde se desliza la idea de que una institución psicoanalítica que se precie de tal debe fundarse en algo propio del psicoanálisis, y que por lo tanto ésta no actúa como una formación social más. Este planteamiento pretende ignorar la preeminencia de otras determinaciones propias del ámbito social .La institución analítica debemos concebirla entonces, con arreglo a los derroteros de cualquier funcionamiento grupal ordinario y por lo tanto, con leyes claramente identificables.
Esta postura, en la cual las instituciones son concebidas de un modo en que en ellas primarían fundamentalmente aspectos personales, se expresa en el despliegue de construcciones de "historiografías psicoanalíticas" las cuales en general están desarrolladas a partir de una "novela familiar" donde "las madres y los padres" son los constituyentes únicos del entramado institucional y su práctica, y en la cual los conflictos son sólo asumidos sólo desde una vertiente personal, deslizando la idea que lo que está en juego serían fundamentalmente "luchas de poder" a partir de las "caracterologías" de los analistas de la institución, ignorando que la institución es una formación social y cultural altamente compleja. Tal como plantea Kaes "Moviliza cargas y representaciones que contribuyen a la regulación endopsíquicas y aseguran las bases de la identificación del sujeto al conjunto social, constituyen el trasfondo de la vida psíquica en la que pueden ser depositadas algunas partes de la psique...cumpliendo funciones metadefensivas de angustia más primitivas"
Esta situación que dominó en gran parte la actuación del psicoanálisis Chileno, se tradujo en una gran pobreza de desarrollo conceptual y diálogo con las distintas disciplinas del campo social y cultural. Ejemplo de la hegemonía de un psicoanálisis centrado fundamentalmente en la práctica privada y en gran parte hegemonizado por la psiquiatría, fue la ausencia total de discurso psicoanalítico que se planteara en una posición crítica frente a los hechos que dominaron la escena nacional durante lo últimos treinta años. La presencia dominante del discurso dictatorial instituyó también de alguna manera un modo de presentar al psicoanálisis, coartando su discurso y autocensurando su capacidad de vínculo y escucha crítica, relegándolo a un entramado tecnificado y formalista, expresión de una clínica privatizante y ahistórica.
La creación y desarrollo de nuevas organizaciones e instituciones psicoanalíticas, han sido relevantes en descentrar la hegemonía de un psicoanálisis centrado fundamentalmente en un discurso autorreverberante que ignorando la trama constituyente de los discursos culturales ( de los cuales el psicoanálisis es también uno más) había materializado la noción del psicoanálisis como una referencia a la que había que acudir para escuchar "la versión" o "la perspectiva " psicoanalítica, empobreciéndose en los cruces y realimentaciones de los diálogos transdisciplinares.
Esta recuperación del psicoanálisis para el psicoanálisis supone un énfasis en el carácter liberador que este tiene. Esto supone entenderlo, desde sus nexos con la sociedad y la cultura. En este sentido el psicoanálisis no es neutral, en tanto método crítico, que intenta develar lo conflictivo de lo sintomático. El psicoanálisis toma partido por el deseo y desarrolla el entendimiento de la inclusión del sujeto en su realidad, es decir, cuáles son las dinámicas constituyentes de la sociedad y la cultura grabadas en un cuerpo.
El psicoanálisis, puede actuar también en el campo social como una fuerza de cambio, en la medida que la emergencia de lo inconsciente y del deseo derriba todo ilusión encubridora, entendiendo la nostalgia por lo perdido y su elaboración.
Un psicoanálisis, que vinculado a la tradición crítica freudiana y por lo tanto evidenciando las contradicciones y su lugar social, supone una forma de partido por lo humano; En tanto el psicoanálisis es capaz de problematizar la realidad sobre la que piensa, mostrando sus fuerzas actuantes, sus conflictos y sus falseamientos, hace posible no solo describir fenómenos, sino también transformar.
La tarea queda evidentemente abierta : recuperar la relevancia del psicoanálisis como dispositivo teórico cultural y lograr que se puedan promover vínculos entre el psicoanálisis y los distintos discursos, desarrollando tránsitos disciplinares que hagan posible establecer diálogos y comunicación entre el psicoanálisis y el mundo cultural, y relevar por lo tanto el carácter de escucha crítica y de aporte a la comprensión de la sociedad y sus conflictos que el psicoanálisis posee, para de esta manera establecer una relación privilegiada entre el psicoanálisis y los distintos actores sociales de nuestro país, poniendo énfasis en la necesaria relación mutua de enriquecimiento a través del contacto con la sociedad en su conjunto y la consecuente praxis que de ello deriva.