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El odio se manifiesta hoy en día en el seno de nuestro malestar social. Sus expresiones infiltran tanto el despertar del nacionalismo como el incremento de los integrismos religiosos, del antisemitismo a las diversas formas de xenofobias o también a la proliferación de las manifestaciones del odio a si mismo (melancolías, pasajes al acto suicidarios, agonía en la sobre dosis) (l).
Es aproximadamente con estas palabras que es presentado el libro "El odio, el goce y la ley", libro en el que se reunen trabajos de investigaciones que pretenden dar cuenta de una clínica de lo social que no deje de lado la hipótesis del inconsciente (2).
Sin duda sería un exceso afirmar que todos los hechos sociales requieren de la hipótesis del inconsciente para ser explicados, pero ésta no es una razón para que una teoría de la vida de los hombres en sociedad pueda pasarse del descubrimiento freudiano aunque más no fuera para intentar dar cuenta de lo que otras teorías sociológicas dejan precisamente de lado, como un resto del que no pueden dar cuenta.
Asi Jacques Lacan señalaba (3) que no hay teoría de la historia que pueda dar cuenta de la barbarie desencadenada por la promoción del odio racista tal como se encarnó en el nazismo. Solo una referencia a la tendencia humana a rendir culto, a sacrificarse a los dioses obscuros puede dar cuenta de ello.
"Algo está profundamente enmascarado en la crítica de la historia que hemos vivido... ningún sentido de la historia es capaz de dar cuenta de esta resurgencia, por la cual se verifica que la ofrenda a los dioses obscuros de un objeto de sacrificio es algo a lo cual poco sujetos pueden no sucumbir"... este sacrificio que significa que en el objeto de nuestros deseos, intentamos encontrar el testimonio de la presencia del deseo de Ese Otro que llamo aquí el Dios Obscuro" .
La obscuridad de esta pasión divina no deja de tener relación sin duda con lo que hemos llamado esta obscura pasión del odio.
Para entrar de lleno en el tema y antes de pasar por el rigor que nos impone el desarrollo de los conceptos analíticos, tomemos el ejemplo de las masacres en Rwanda.
No puede darse cuenta de ellas invocando un estado de guerra desencadenada por la competencia del poder y la posesión de bienes El funcionalismo sociológico u económico no resulta suficiente.
La encuesta de C. Widal (4) nos informa de cómo en menos de dos generaciones el rasgo de distinción entre dos etnias se transformó en una separación abismal y mortífera; los Hutu y los Tutsi que compartían un mismo territorio, una misma lengua -fenómeno raro en los paises africanos- y una misma religión, se diferenciaban únicamente por el hecho de que unos (los Tusi) eran predominante ganaderos y los otros (los Hutu), predominantemente agricultores. "Bastaron sólo dos generaciones, desde la irrupción de los Europeos al comienzo del siglo XX, para que los descendientes de ganaderos y los descendientes de agricultores llegaran a considerarse como etnias distintas, antes de tratarse como razas enemigas".
Esta operación fue posible a partir de la construcción de una verdadera ficción: una Novela Nacional, así como hablamos de "Novela Familiar" del neurótico.
Esta ficción funcionó como una "máquina de clasificar y marcar a cada habitante del Rwanda. Su poder radicaba en el hecho de que mobilizaba la fantasmática racial de los Europeos ellos mismos". Según esta Novela Nacional, el rey, su corte y las élites (Tutsi) formadas por los colonizadores eran descendientes de ganaderos y se fomentó respecto a ellos una fantasmagoría pseudo histórica: desde tiempo immemoriales habría existido una feodalidad precolonial; la etnia aristocrática de los Tutsi dominó desde siempre a los Hutu. (El historiador puede atestiguar el cáracter totalmente falso de esta construcción). Los Tutsi fueron identificados como raza superior, extranjera a la raza inferior de los agricultores a quienes habrían conquistados y dominados. Los rasgos atribuidos a los Tutsi, los rasgos privilegiados que los transformaban en raza superior, eran los rasgos idealizados por los propios colonizadores. Los conjuntos étnicos instituidos por la colonización se transformaron en enemigos hereditarios y la pasion racista activó el odio que culminó en el genocidio fratricida.
Es este mito, este fantasma, esa ficción simbólico-imaginaria que operó clasificando a los habitantes del Rwanda no sólo en dos poblaciones antagónicas en la repartición del poder y de los bienes, sino en dos razas enemigas que tarde o temprano debían aniquilarse entre sí.
Es este racismo étnico que puede dar cuenta del desencadenamiento de odio que se produjo conduciendo al genocidio de los Tutsi, percibidos como aliados de una potencia Extranjera.
Esta operación de clasificación producida por el mito transformó dos fratrías rivales en dos "especies extranjeras" la una a la otra. La eficacia de esta clasificación requería además que la producción del hermano como enemigo fuera continuamente acreditada como instrumento amenazante de una potencia Extranjera. Es ante la mirada de un tercero (figura paterna del colonizador) que esta separación entre las dos fratrías encontró el momento de desencadenamiento asesino.
¿Cómo no evocar la génésis misma de la violencia fratricida mitológicamente formulada en el texto de la Biblia: la historia de Caín y Abel que pone en escena la rivalidad asesina entre dos hermanos, rivalidad asesina que se desencadena bajo la mirada arbitraria del Señor?
Abel criaba ovejas y Caín cultivaba el suelo. Al final de la temporada ambos llevaron su ofrenda a Dios: productos de la tierra para el uno, productos de los animales para el otro. "El Señor giró su mirada hacía Abel y su ofrenda pero desvió su mirada de Caín y su ofrenda. Caín se irritó enormemente". Todos saben que pasó entonces.
El mito bíblico, -como verremos luego el mito freudiano- pone en escena: l) la voluntad arbitraria del padre (en este caso ante las ofrendas sacrificiales de sus hijos: 2) el hecho de que esa mirada requiere más y más (apetencia superyoica) ofrendas para ser satisfecha y que, a fin de cuentas, sólo se satisface con el sacrificio del hermano; 3) con lo cual queda ilustrada la faz profundamente maligna de Dios.
Sólo después del asesinato, Caín podrá ir protegido por el mundo procreando un rebaño de hijos, es decir la humanidad misma, marcada así en el origen de su existencia por el Crimen.
La historia del odio puede ser rastreada en dos grandes mitos: Uno formulado en la Biblia, el otro formulado por Freud en su mito de Totem y Tabú. Uno pone en escena el odio asesino entre hermanos diferenciados por la mirada del Señor Padre, Dios Todopoderoso, el otro pone en esecena el odio de los hijos ante un padre tiránico acaparador de todos los bienes, y de todas las mujeres.
El ejemplo de Rwanda, (lo hemos evocado aqui, no para una vez más testimoniar del horror que ha podido producir en nuestras conciencias occidentales orientada segun los derechos del hombre), sino para intentar ilustrar que este "horror" no escapa enteramente a la producción discursiva, al registro de la produccion imaginario-simbólica que rige a la formación de un grupo humano en comunidad nacional.
La guerra actual en la ex-Yugoslavia lanzada en un proceso de "purificación étnica" , se organiza -ella también- sobre la producción -en nombre del rasgo identitario religioso- del otro como raza enemiga.
Podemos concluir esta primera aproximación con esta hipótesis:
"Podríamos afirmar que -sea cual fuera- la importancia de la posesión de los bienes en juego en el campo social de enfrentamiento, el registro del genocidio sólo se desarrolla completamente en la medida en que mobiliza lo que hay de más Sagrado en la socialización del sujeto: el Nombre del padre, su mirada "aprobadora" y la invocación angustiante de una amenaza de invasión que haría retorno por la mirada maligna del Extranjero. .... En consecuencia podría postularse "que parece ser muy dificil dar cuenta de las lógicas de genocidio (o de purificacion étnica ) que se desarrollan hoy ante nuestros ojos televisivos sin convocar el lugar del "complejo paterno" -y fundamentalmente en su versión tal como la organiza el discurso religioso (5).
Abandonemos la escena en la cual la pasión del odio se realiza plenamente dentro del marco de las formaciones nacionalistas-religiosas que promueven las identidades y enfrentamientos raciales, e interroguemos desde el psicoanálisis la génesis de esta "obscura pasión".
Pero antes aislemos los ejes conceptuales que los breves ejemplos ya pusieron en escena: Narcisismo, Rasgo identificatorio en torno al cual se agrupan las comunidades, Rasgo diferencial con el cual se marca al otro como extranjero a excluir y segregar.
En efecto, si seguimos los rastros de la pasión del odio y sus consecuencias en las formaciones colectivas, tres son las avenidas que abren la perspectiva psicoanalítica trazada por Freud y Lacan.
Enunciémoslas.
l) La teoría del narcisismo y, en particular, los fenómenos que Freud clasifica bajo el rótulo de "narcisismo de la pequeña diferencia".
2) La teoria de las formaciones grupales tal como Freud las teoriza en su Psicología de las Masas y Análisis del Yo (9). Su contrapartida en la teoría del Superyó tal como la desarrolla en "Malestar en la Cultura" (8).
No pueden abordarse estas formaciones sin pasar por la erección del Monumento al Padre. La función del padre siendo el operador que distribuirá tanto la via del amor idealizante y pacificador como el retorno del odio mortífero que el resquebrajamiento del dispositivo idealizante puede inducir, ilustrando así las raices inconscientes en las cuales todo lazo social se enraiza.
En este punto conviene recordar el mito freudiano de Totem y Tabú, que coloca en el inicio del contrato social el acto de parricidio.
Esta presencia en lo social del recurso al Monumento del Padre -en particular vía las formaciones religiosas- pone en cuestión, o al menos plantea un interrogante respecto a lo señalado por Lacan (y muchos otros investigadores en ciencias sociales) en lo que concierne "al declive de la función paterna" como rasgo propio de la modernidad.
3) Finalmente, y los desarrollos de J. Lacan nos son en este punto indispensable, el odio debe ser referido en última instancia a una teoría acerca de la economía del goce. Lacán definirá en la dimensión del goce aquello que es específico de la pasión del odio tal como ella se realiza en el Racismo: el racismo es el odio al Goce del Otro. Es esta suposición del Goce del Otro -como privativo de mi proprio goce- que ofrece como objeto a la pulsión de muerte, al Otro constituido como "extranjero, expropiador de mis bienes, o del Bien Nacional". Aqui la perspectiva sobre el Goce nos abre otra dimensión que la perspectiva sobre las identificaciones y sus consecuencias en tanto productora de un Otro diferencial. C. Soler se pronuncia en este sentido "me parece que definir el racismo simplemente como el rechazo de la diferencia no basta, el racismo de los discursos en acción no se reduce a un puro problema de identificación, sino que concierne a lo que en el discurso no es lenguaje: es decir, al goce... "(6).
Entonces, ¿qué descubre el psicoanálisis concerniente al odio? (7)
En primer lugar, ¿qué descubre Freud? Su presencia indestructible en el inconsciente que se verifica tanto en las formaciones sintomáticas como en las producciones oníricas. Esta presencia es a tal punto permanente e indestructible que Freud llega a formular una primera tesis respecto a este obscuro afecto: el odio es precursor del amor y debe postularse la existencia de un odio originario..
Freud se ve conducido a afirmar que la fuerza psíquica del odio es mucho más fuerte de lo que pensamos. Esta fuerza, esta indestructibilidad, este empuje a un retorno siempre posible del odio sólo puede ser explicado por la conexión de esta obscura pasión con la pulsión de muerte. Freud hace del odio el afecto proprio de la tendencia a la destrucción, y a esta tendencia la representante de la pulsión de muerte en el psiquismo. Si tenemos en cuenta que, para Freud, finalmente "Toda pulsión es pulsión de muerte" se ve que este registro indestructible del odio es el registro mismo del empuje a la satisfacción pulsional indiferente al objeto y ciega en cuanto a la preservación del otro e incluso del individuo mismo que, en contra de cualquier bienestar, puede ofrecerse como objeto a la satisfacción pulsional mortífera.
La fuerza del odio le viene pues de su conexión con la pulsión de muerte y Eros representante de las pulsiones de vida por la vía del trabajo idealizante del amor no sale siempre bien parado ante tal enemigo.
El odio es además primario, primario en la constitución misma del yo en su individuación. Lo primariamente odiado es el mundo exterior, extranjero y conductor de exitación. En el comienzo lo exterior, el objeto y lo odiado son idénticos. Sólo después, una vez que el objeto se manifesta como fuente de placer es amado, pero entonces es incorporado al yo de tal modo que el yo-placer vuelve a situar como odioso todo aquello que le es extranjero.
Estas apreciaciones freudianas -no exhaustivas- nos ponen sobre la pista de lo esencial: la estrecha relación de las formaciones yoícas y narcisistas con la pasión del odio; nos ponen sobre la pista de la relación estrecha entre las formaciones yoícas, el campo que determinan como propio y el odio que fabricará su objeto en el exterior de sus fronteras.
La exploración analítica del inconsciente revela dos formas particulares de indestructibilidad del odio. Por una parte, el odio hacia el padre, figura que en contrapartida se constituirá como figura idealizada en el amor, y el odio ligado a los intereses yoícos narcisistas.
Y sin embargo concluye Freud: la inclinación a la agresión, a la cual no le resulta fácil a los humanos desprenderse, no genera para ellos bienestar alguno. Freud pone el dedo sobre este goce contradictorio activado en el odio: productor sin duda de una satisfacción, pero de una satisfaciión nociva que puede llevar a la aniquilación del proprio sujeto a esa pasión.
A los fenómenos por nosotros llamados hoy "fenómenos de segregación", Freud los clasifica bajo el efecto de lo que llama "el narcisismo de las pequeñas diferencias". El ejemplo de Rwanda nos ha permitido ilustrar hasta qué punto el efecto del discurso racista consistió en elevar esta "pequeña diferencia" -del narcisismo- a un grado de diferencia absoluta donde sólo quedaría el juego de la dialéctica mortifera del Uno o el Otro.
Freud no duda en afirmar que los grupos humanos necesitan de la formación de círculos reducidos para abrir una vía de solución a la pulsión de destrucción, convirtiendo en enemigos a quienes se situan en el exterior del círculo.
La bien conocida paradoja de la cultura y sus formaciones se hace aqui patente. Si la cultura obra por la vía del amor en el sentido de restringir las pulsiones de autodestrucción, éstas se hacen patentes en su forma de retorno en las fronteras de estas formaciones: Siempre es posible unir a los unos y a los otros por los vínculos del amor en un mayor número de personas, basta para ello que otros queden afuera y contra ellos podrá manifestarse la agresión. Son éstas afirmaciones formuladas por Freud en "El Malestar en la Cultura"(8).
Freud ha nombrado con la fórmula "narcisismo de las pequenas diferencias" la lógica del "rasgo identificatorio-diferencial" que rige esos fenómenos de aversión que se producen entre comunidades vecinas e incluso emparentadas.
En Moisés y el Monoteismo retoma esta clausula e insiste -en su reflexión sobre el antisemitismo-: lo notable "es que la intolerancia de las multitudes se manifesta mas poderosamente respecto a pequeñas diferencias que ante divergencias fundamentales". Freud habla entonces del "odio al casi semejante...". El odio encuentra su objeto precisamente en el campo de lo vecinal, de lo próximo y del prójimo, de lo más semejante. Lo encuentra precisamente en ese prójimo propuesto como objeto a amar en el mandamiento cristiano "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Sólo con Lacan y la teoría de la representación del sujeto por el significante podrá darse un contexto lógico a la fórmula freudiana del "narcisismo de la pequeña diferencia".
Paseémonos por la segunda avenida trazada, la que nos abre Psicologia de las masas y Análisis del Yo (9) en donde Freud expone la ley que preside a la formación de todo grupo institucionalizado.
Sin olvidarnos que esta ley es aplicable tanto al vínculo más reducido (de a dos) como al vínculo que asegura la cohesión de gran número de personas.
Recordemos esa ley:
Un grupo, una masa, se organiza en torno a un jefe, un leader, un caudillo al cual cada uno de sus miembros se identifica. Esta primer identificación -a un rasgo idealizado- es situada por Lacan como identificación simbólica. Esta común identificación a un mismo rasgo es la que permite que los individuos se identifiquen entre si como semejantes -aqui la identificación es situada por Lacan en el registro de lo imaginario. El efecto de este juego de identificaciones va más allá del hecho de permitir a los individuos conformar grupos y reconocerse como idénticos. Va más alla -y este es el punto en que la teoría del goce formulada por Lacan se hace necesaria- en el sentido en que organiza la economía del goce, o si se quiere, en términos más freudianos, la circulación de la líbido.
Se ama según la identificación, se odia también según ella, pero al contraidentificado. Tambien la misma figura de la idealización, soporte del rasgo identificatorio, oscila en concentrar sobre si la líbido amorosa o el odio más primario (Lo hemos visto en parte, es la figura del Padre quien se presta a ser el objeto condensador de estas pasiones).
¿Qué concluir entonces? La estructuración misma de la identificación significante es acompañada por la creación de un objeto de rechazo ofrecido a la insaciable satisfacción pulsional. El resto de goce -resto de real no absorbido por lo simbólico- que no entra en la circulación significante regida por la identificación, hace retorno para alimentar nuestra obscura pasión.
La tendencia del amor en su intento imposible de hacer Uno con el Otro, se ejerce asi en la formación colectiva en el sentido de la identificación amorosa e incestuosa entre la Comunidad y su Führer.
Esta tentativa sólo puede fracasar y retornará la parte de goce, parte maldita que no se juega en la partida del amor: momento de la báscula en que se constituye al Otro como objeto de Odio.
El vínculo social que pasa siempre por una identificación con el significante se conjuga pues inevitablemente con la puesta de lado de un resto desechable, ya sea una parte de uno mismo, ya sea una parte de la humanidad. De donde esta afirmación no evidente a primera vista según la cual el Odio al Otro es siempre Odio de uno mismo.
El "Monumento al Padre" ilustrado en el mito y presente en la realidad sexual del inconsciente pone en escena la epopeya entre Thanatos y Eros.
Y será en Nombre del Padre que tanto el amor como el odio encontrarán sus condiciones de desencadenamiento colectivo.
En el origen está el odio: el odio al Padre, figura fantasmática y figura mítica en la cual se proyecta la acaparación de todos los bienes y todos los goces, en particular el goce de todas la mujeres. Los hijos lo asesinan pero, luego, y bajo el peso de la culpabilidad elevan al padre odiado a la figura de un padre idealizado del amor, un padre todo amor que ama a todos los hijos por igual. Es en Nombre del padre muerto que los hijos pactan un Contrato Social sometiéndose voluntariamente a la ley, que es en primer lugar, prohibición, prohibición del goce de al menos una mujer, la madre. Esta es la ley del incesto que un antropólogo bien conocido, Lévi Strauss, encuentra -aunque fuera declinada según otras relaciones de parentesco- como ley universal de toda cultura humana.
Son estas perspectivas las que nos ofrece la clínica analítica para introducirnos a una antropología de lo social en la medida en que despeja "la permanencia y la universalidad de este odio inconsciente" en el que paradójicamente viene a reforzarse el cemento libidinal de lo social: el Eros de las masas. Cuando el velo del Eros social se desgarra, porque cae la identificación al rasgo que auna y cae la idealización que eleva el poseedor de ese rasgo a la dignidad de un objeto amado, entonces sobre sus ruinas vuelve a aparecer las raices inconscientes en la que toma su origen el lazo social: el odio primario hacia un Otro -el padre del mito- concebido como agente de privación o de prohibición de goce.
Retornemos sobre la escena de lo social.
No cabe duda que nada permite sostener la idea de una evolución de la civilización que aseguraría, según el pensamiento caro a los positivistas y a la ilustración, el pasaje de la barbarie a la civilización entendida como erradicación definitiva de las potencialidades mortíferas. Hemos visto incluso hasta qué punto la cultura misma con su cohorte de ideales y exigencias puede ser un empuje al desencadenamiento de los procesos mórbidos hoy día muy presentes en las nuevas formas de la patología: generalizaciones de las patologias depresivas, estrategias narcisistas de suplencia al desfallecimiento simbólico, expansión de las toxicomanías.
Los "ideales cientificistas" que fueron en cierto momento los de Freud no se han cumplido. Muy por el contrario.
La producción científica, asi lo señalaba Lacan, produce efectos de segregación propio de su discurso universalizante que se suman a los efectos de segregación a los que no escapa la lógica de las formaciones colectivas.
Hoy en día la expansión del discurso de la ciencia aliado a la dominancia del discurso capitalista no está reñida con un resurgimiento en fuerza del discurso religioso.
Lacan, con su teoria de los discursos, nos proporciona instrumentos aptos a descodificr las paradojas de nuestra modernidad.
La fórmula del discurso capitalista como forma modificada del discurso del amo nos permite entender el retorno de los nacionalismos y la sobre idntificación religiosa integrista como intento de poner un limite a la desregulación del goce que es propio del discurso capitalista que funcionaría bajo la égida de las formaciones superyoicas (l0). Producción sin límite, por una parte, y empuje a un gozar sin límite suturando la división del sujeto con el consumo de los productos derivados de las innovaciones científicas. La ciencia ofrece asi a los fantasmas de completud -sexuales, de procreación, y otros- una promesa del "todo es posible" desde el cambio de sexo a la elección de los rasgos del niño a venir.
Como el superyó, la lógica capitalista impone una voracidad ilimitada: más se le ofrece, más demanda. Hoy, cuando parece jugarse el enfrentamiento sin mediación entre un mercado internacionalizado e identidades resplegadas sobre si mismas, la diversidad de las culturas tiende a disolverse en el anonimato o bien, inversamente, se transforma en nacionalismo identitario intolerante que desemboca en los estragos de la purificación étnica y condena las minorías numerosas a la deportación, la violación o al exilio.
Como no evocar aunque más no fuera brevemente las guerras actuales en la ex-Yugoslavia que quizás esten lejos de ser un ridículo anacronismo del siglo XIX sino que podrían prefigurar un mal sabor anticipado de los conflictos del siglo XXI. En efecto el peligro futuro podría radicar en la tentación de reemplazar el colapso del Otro propio de la universalización abstracta del capitalismo por la promoción de la Cosa Nacional con su cortejo de sobre identificaciones y exclusiones segregativas (10).
El rasgo identificatorio para seleccionar y definir los campos de enfrentamiento, para definir al enemigo es el rasgo religioso anudado con la idenficicación nacionalo-cultural.
Por otra parte, el análisis de la violación de las mujeres musulmanas pone en evidencia un verdadero delirio acerca de la paternidad. "Por primera vez sin duda en la historia militar moderna, la violación fue utilizada en el curso del conflicto en la ex-Yugoslavia, como una arma de guerra..." La violación de las mujeres musulmanas fue utilizada como "instrumento de la limpieza étnica... Los violadores intentarian proseguir con su cruzada hasta romper el porvenir de la religión del Otro privándolo de sus hijos, como si el ideal religioso pudiera ser transmitido genéticamente" (ll).
El análisis de lo que podría ser el deseo del violador pone además en evidencia en el odio, la pasión mortífera del narcisismo. Al anexarse a través de la violación de la Madre a los hijos de la Otra religión golpea ciertamente a su enemigo en el punto más íntimo golpeando a su descendencia.
Pero acaso no labra con igual certeza la desgracia y el sacrificio del "hijo de la violación", o sea la de su propio hijo. Mortificación "de la carne de su carne" (11).
Una clinica de los fenómenos colectivos nos conduce asi al registro narcisístico del odio: aquel que intenta reducir a la nada a su adversario se encuentra llevado a través de la violación a ocupar su lugar y al golpear a su enemigo es a él mismo a quien por via de rebote golpea, en el reflejo de su propio hijo.
La historia del mundo nos enseña que es especialmente difícil ser ateo. Y no sólo como lo enseñaba el materialismo histórico debido a las instancias de manipulación que aseguran la religión como opio de los pueblos.
Lo que nos enseña la clínica analítica es que si es díficil ser ateo es porque el neurótico (vale decir todos nosotros) reproduce sin cesar el parricidio y su contrapartida la idealización religiosa. El fracaso del "hombre sin Dios" es menos el fracaso de un régimen político que la sorprendente resistencia de la estructura indestructible del deseo neurótico que reproduce vía el odio y el amor idealizante su relación con el padre inconsciente.
A la barbarie de estas tendencias nacionalistas y religiosas, una utopía (que como psicoanalistas no podemos sino de calificar de ingenua) y que nos viene más bien del Oeste americano, quisiera hacer objeción.
A esta utopía la hemos identificado como la utopía de un Narciso de Masa (12) y está ilustrada en los trabajos de un sociólogo francés G. Lipoviesky (13): anuncia en la evolución del capitalismo liberal y universalizado, la promoción de una nueva forma de vínculo social que erradicaría todo retorno de la violencia bajo las formas sociales que hemos mencionado.
En nombre de los estragos cometidos en nombre del Padre, del Jefe, etc...se invoca la posibilidad de un individuo totalmente aislado de todo compromiso con la Cosa Pública, descomprometido de toda acción social y enteramente consagrado a la obtención de su satisfacción individual sin riesgo de ese "sacrifico a los dioses obscuros" que se encuentra en el desencadenamiento de las masacres colectivas. Anuncia el desarrollo de "una sociedad post-moderna que ya no tendrá ni ídolos, ni tabús, libre de toda imagen gloriosa de si misma, sin proyecto histórico mobilizador... lo que nos gobernaría es el vacio "sin tragedias ni apocalipsis" "El saber, el poder, el trabajo, el ejército, la familia, la iglesia, los partidos...han dejado de funcionar...y ya nadie cree en ellos ni se mobiliza por ellos". El capitalismo ya no funcionará "en nombre del Ideal" y la líbido se canalizará enteramente en el sentido de la creatividad pura de la elección individual. Este empuje narcisista es evaluado entonces como la garantía mas eficaz contra el retorno de todo totalitarismo "La apatía new look" es promovida como manera de descorazonar las locuras mortíferas pronadas por los predicadores (del Nombre del Padre) que hoy predicarían en un inmenso desierto. El Narciso post-moderno se construye sobre "el derecho de ser absolutamente igual a si mismo" se "ensimimisma" y trabaja activamente en la búsqueda de su "identidad propria" (terapias de todo tipo al apoyo). Recurriendo a multiples ofertas "psy" obra "por la liberación directa del sentimiento, las emociones y las energías corporales".
Lo que no es denunciado en esta utopia es su consecuencia previsible: la negación del Otro como campo en donde se fundan las identificaciones del sujeto retorna en la constitución del propio cuerpo y de su imagen como Otro y precipita al hombre moderno en esta terrible galera "en la cual el terror de la muerte está subordinado al temor narcisista de la lesión del cuerpo propio" con su cortejo de patologias: anorexias amplificadas, formas inimaginables de depreciaciones de si mismo, proliferación de las prácticas toxicomaníacas como aspiración a una satisfacción que cortocircuita el pasaje por el Otro.
Entre la lógica colectiva en Nombre del Padre que se activa al Este con sus secuelas de violencias racistas y la utopía de la atomización individual pronada en el Oeste americano que reanima el fantasma de un puro sujeto del placer narcisista la elección no es posible.
¿Y entonces?
Si el problema se presenta bajo la melodía de un aire insoluble, es porque nos enfrantamos con hechos de estructuras que no son superables por un simple voluntarismo.
Es preciso atacar en las formas mismas de las recomposiciones fantasmáticas (por ejemplo los discursos que fabrican la "Novela Nacional") la respuesta a lo que es un hecho de estructura. La privación de goce que es condición del ser hablante y que lo hace poco apto, como decía Freud del Malestar en la Cultura para cumplir con "el designio de ser felices que nos impone el principio del placer".
El discurso analítico al operar sobre las construcciones fantasmáticas y al apuntar a su atravesamiento, al mantener como guía de la dirección de la cura la distancia entre el rasgo identificatorio del Ideal y el objeto como condensador del amor y/o el odio bien puede proponer a cada uno, uno por uno, una salida de estos aparentes callejones sin salida.
Pero su eficacia es una eficacia del uno por uno y no actua sobre las instancias de lo colectivo, digamos asi que el psicoanálisis no ofrece alternativa política alguna.
Sinn embargo, los psicoanalistas y los analizados que también son ciudadanos quizás puedan con su acción pública dar cabida a nuevas invenciones o, al menos, obrar por la transmisión de un saber que permita poner a luz el "no querer saber" de las formaciones colectivas estructuradas segun la fantasmagoría neurótica (cuando no perversa o paranoïca).
En todo caso, los analistas de orientación lacaniana que también forman "comunidades" están puestos ellos mismos a la prueba de la posibilidad de subvertir la lógica colectiva que los organiza.
NOTAS BIBLIOGRAFICAS
(l) M. Zafiropoulos y P.L.Assoun, La haine, la jouissance et la loi, Anthropos, Paris, l995.
"La haine, la jouissance et la loi" es el segundo volumen de la serie "Psicoanálisis y prácticas sociales" editado bajo la dirección de P.L.Assoun (profesor de psicología en la universidad de Paris VII y psicoanalista) y de M. Zafiropoulos (Director de investigaciones en el Centro Nacional de Investigación Cientifica -CNRS- y psicoanalista). En estos volúmenes se publican los trabajos de epistemología freudiana y de "clínica de lo social" que constituyen el dominio de investigación del Centro de Investigación Psicoanálisis y Prácticas Social de la Salud (U.R.A. l478 CNRS/Universidad de Picardie).
(2) Ver M. Zafiropoulos presentación del volumen, La règle sociale et son au-delà inconscient, Anthropos, Paris, l994.
(3) Jacques Lacan, Séminario XI, Les quatre concepts fondamentaux de la Psychanalyse, Paris, Seuil, l973. Existe una versión en castellano publicada en la Editorial Paidós.
(4) Ver Claudine Widal, Les haines ethniques au Rwanda. Du racisme au génocide in "La haine, la jouissance et la loi" Op. Cit.
(5) Ver M. Zafiropoulos, Au coeur du malaise, presentación de "La haine, la jouissance et la loi", Op. Cit.
(6) El Otro, Hoy, entrevista con Colette Soler sobre el racismo en la Revista Freudiana, revista de la Escuela Europea de Psicoanálisis de Catalunya, Barcelona, l99l.
(7) Ver P. L. Assoun, Portrait métaphychologique de la haine; du symptome au lien social en "La haine...", Op. Cit.
(8) S. Freud, El malestar en la cultura, Obras Completas, Tomo III, Biblioteca Nueva, Madrid, l973.
(9) S. Freud Psicología de las masas y análisis del yo, Obras Completas, Tomo III, Biblioteca Nueva, Madrid, l973.
(lO) Ver Slavoj Zizek, L'Intraitable (acerca del psicoanálisis, la política y la cultura de masa), Edit. Anthropos, Paris, l993.
(ll). Ver M. Zafiropoulos, La haine inconsciente et le lien social, en "La haine...", Op. Cit.
(l2) R. Cevasco, Narciso de Masa artículo inédito de próxima aparición en la Revista "Estudios Psicoanalíticos" de Madrid.
(l3) G. Lipovietsky, L'ère du vide, (Ensayos acerca del individualismo contemporáneo) Folio Essais, Paris l993. Existe una versión en castellano.
(l4) J. Lacan, L'agressivité en psychanalyse, l948 publicado en "Les Ecrits", Paris, Seuil, l966. Existe una versión de los Escritos de J. Lacan en castellano en la editorial Siglo XXI.