Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La disciplina del comentario (*)
Saralía Chiavaro

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Voy a comenzar por articular algunas cuestiones relativas al ejercicio de la disciplina del comentario, ya que mi interés no sólo se funda en pensar con uds acerca del concepto de pulsión a la altura del Seminario XI en la enseñanza de Lacan, sino también en la transmisión del psicoanálisis cuya ética no es ajena a su praxis.

¿Qué es la disciplina del comentario?

Es un ejercicio de larga data, de tradicional escuela europea, que ha sido retomado años atrás con una modalidad particular, por el psicoanálisis. Consiste en la selección de una párrafo de interés de un texto y su análisis minucioso, detallado, a fin de obtener de él las respuestas que plantea a alguna de las preguntas que propone y que quien comenta ha hecho suyas.

Generalmente se ha trabajado con escritos de Lacan en el desarrollo de este ejercicio, nosotros vamos a trabajar sobre un Seminario, lo cual no hace diferencia ya que de lo que se trata es del texto y un texto es un hecho de palabra, oral u escrito, de cualquier forma susceptible de ser leído.

Particularmente he tomado dos párrafos cada vez en función de una pregunta que corresponde al título que he dado a cada reunión. La idea es que las respuestas que alcancemos no serán solamente producto del análisis de cada párrafo sino de la articulación entre dos.

Tomar porciones pequeñas de un texto no será en absoluto "descontextualizar", muy por el contrario, el contexto es fundamental para el comentario e interviene en el mismo. Vamos a ver cómo.

¿Qué significa comentar?

Comentar, en términos generales, según definición de la Real Academia Española es: "dar explicaciones y opinión acerca de una cosa". Sin embargo lo que nosotros vamos a hacer está bien lejos de ser una opinión

Otras definiciones se aproximan más a esto de lo que hablamos, aquellas en las que un comentario: "e s lo que aporta una explicación, un esclarecimiento de otra cosa.

O aquellas otras según las cuales se trata de: "exposición e interpretación de información"; siendo para la lingüística:"parte del enunciado que agrega algo de nuevo al tema"(dicc. Larousse.Lexis.1992).

Se trata entonces de: exponer lo que el texto propone a fin de explicarlo, esclarecer sus términos;lo cual no podría hacerse de otro modo que interpretándolo. Para que resulte de ello algo nuevo, nuevo en el sentido de un plus, un aporte, algo más que viene a decirse a partir de un decir previo.

¿Por qué hablamos de disciplina?

El término de disciplina se asocia directamente a la observancia de reglas.

¿y qué son las reglas?

Lejos de las definiciones coercitivas y morales que se ligan a ellas, lo que encontramos es que se trata de elementos que nos indican que no es posible hacer las cosas de cualquier modo, a gusto y piaccere.

Las reglas ordenan, dirigen, establecen vías a seguir, muestran caminos, determinan condiciones necesarias para que se logre tal o cual objetivo. Son un ejemplo: las reglas del juego. Sin ellas no es posible jugar. Establecen un marco de acción a partir del cual cada uno "hace su juego".

¿Hay reglas para la lectura rigurosa de un texto?

Voy a responder a esto a través de Umberto Eco, que en su libro "Interpretación y sobreinterpretación" 1 trabaja sobre la dialéctica entre los derechos de los textos y los derechos de los intérpretes, a partir de observar que en las últimas décadas se ha hecho demasiado hincapié en los derechos de los intérpretes y esto ha acarreado algunas desviaciones.

Es interesante porque lo que plantea como crítica, lo que motiva su investigación es haber encontrado que hay textos que se vuelven "sagrados" para ciertas culturas, y desde que eso ocurre, ese texto se vuelve objeto de "lectura sospechosa" y por lo tanto de lo que es un exceso de interpretación.

¿Qué significa "lectura sospechosa"?

Que se intenta buscar sentidos ocultos en el texto, más y más, lo que lleva a un infructuoso gasto de tiempo y energía.

Cuenta Eco que en torno a este tema se produjo un debate clásico que intentaba decidir si lo que se descubría en un texto era lo que el autor intentaba decir, la intención del autor, o lo que el texto decía independientemente de las intenciones de su autor; es decir, si de lo que se trataba en la lectura era de la intención del texto.

Si tomamos esta segunda posibilidad se abre la siguiente cuestión: ¿lo que encontramos en el texto es lo que el texto dice en virtud de su coherencia textual interna y de un sistema de significación subyacente original; o lo que el lector descubre en función de su propio sistema de expectativas?

Sin duda, ambas cosas están en juego: hay algo que vamos a buscar al texto pero también hay algo que allí se muestra , y en general eso que encontramos más allá de lo que esperábamos – es decir, de lo que ya sabemos -, es precisamente lo que no se comprende, las oscuridades del texto, las dificultades.

Entonces, entre la intención del autor y la intención del intérprete, existe la intención del texto. Y la intención del texto no aparece en la superficie textual, o, si aparece, lo hace en el sentido de la carta robada: hay que decidir verla.

Lo cual nos lleva a que sólo sea poible hablar de la intención del texto como resultado de una conjetura por parte del lector.

¿Ven cuál es la dialéctica? La intención del texto tiene que ver con una coherencia textual interna, pero ésta se construirá desde afuera, requiere del lector que es quien hará la conjetura sobre la intención del texto.

¿Y qué es una conjetura sino una hipótesis interpretativa?

El texto, entonces, termina siendo lo que la interpretación del lector hace de él, y a lo que vamos, es a ver donde está la regulación de ese acto, puesto que partimos de sostener que no es posible decir cualquier cosa.

Tenemos:

El texto no es entonces el referente al que acudimos para verificar nuestras interpretaciones sobre un tema (lo que al mismo tiempo genera un criterio de autoridad del órden de: "vean que es como yo digo porque lo dice Lacan") sino que es el producto de una interpretación.

Podríamos decir:"el texto es su interpretación", lo que inevitablemente nos evoca: "el deseo es su interpretación"(Sem.VI de J.Lacan), afirmación que, del mismo modo, no significa que ese deseo pueda ser cualquiera según decisión arbitraria del analista, sino que indica el modo en que se articula al Otro y en el Otro.

En la clínica nos suele suceder, cuando recién recibidos nos encontramos con los primeros pacientes, que tomamos el texto de su discurso como lugar donde validar hipótesis diagnósticas previas,nos interesa de lo que el paciente dice aquello que nos permite aplicar lo que sabemos, por ej: si fenómenos conversivos, queja, insatisfacción, entonces, histeria. Y nos perdemos por supuesto, aquello de lo que se trata: la fractura, lo que no se entiende, la pregunta del paciente, aquello que comience a darnos una pista sobre las viscisitudes de su deseo.

Eso está aún lejos de la clínica psicoanalítica donde se trate del deseo y éste sea su interpretación.

Ahora bien, retomamos, con Eco, nuestra pregunta: ¿Cómo demostrar la validez de una conjetura acerca de la "intentio operis" (intención del texto)?

Primeramente –ya lo mencionamos- será en función de la coherencia interna del texto, esto es, si la confrontación de distintos fragmentos del mismo acepta la lectura en cuestión, la confirma, la potencia; en cambio quedará invalidada si no se sostiene en la confrontación , si se ve refutada por algo que aparece en el mismo texto.

Al decir de Eco: "la coherencia textual interna controla los de otro modo incontrolables impulsos del lector".2

A esa coherencia textual interna le llamamos nosotros comunmente "lógica", hablamos por ejemplo de la lógica de un caso,esto es,la posibilidad de ordenarlo en función de una argumentación racional fundada en un criterio clínico; lógica que permite la construcción del caso a partir de la cual pensar la dirección de la cura.

Que haya límites para la interpretación no significa que no sea potencialmente ilimitada. Todo texto es factible de múltiples e innumerables interpretaciones, no tiene potencialmente fin, lo que no quita que un acto de interpretación pueda tener un final. Esa es la idea con la disciplina del comentario: configurar algunas respuestas sin que éstas sean únicas ni definitivas.

Muchas veces nos ocurre que después de leer un escrito de Lacan o cualquier texto de Freud lo descubrimos como si fuera la primera vez. Y ello porque lo volvemos a leer en función de una problemática nueva. Pero ni aún leyéndolo millones de veces podremos encontrar por ej. en "Posición del Inconsciente" algún elemento para pensar sobre química inorgánica. El ejemplo es grotesco, pero da una idea de adónde nos conducen las "interpretaciones sospechosas" de las que hoy hablábamos. En el ejercicio de un análisis esto se traduce en maniobras tendientes a forzar la atribución de significación a elementos fortuitos y sin importancia Por ejemplo cuando se le pide a un paciente que asocie sobre un elemento del sueño que al analista le pareció interesante (la tan mentada "atención flotante"); o sobre algo que dijo al pasar y entonces, porque lo dijo al pasar ha de ser importante; deformación de lo que son los quiebres, las caídas del discurso, los puntos de presentificación evanescente del sujeto del incosciente.

De allí que en el Seminario XI: "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis",cap.XIX:"De la interpretación a la transferencia", Lacan se preocupa en aclarar que "la interpretación no está abierta a todos los sentidos"; que es absurdo plantear que todas las interpretaciones son posibles; que la interpretación es una significación que no es cualquiera. Y que lo que busca, -y aquí nos adentramos en lo que es privativo de la interpretación en la clínica psicoanalítica y que hace a la lógica que la sustenta- , que lo que busca entonces,como efecto, es aislar en el sujeto un hueso de no-sentido, un significante irreductible,( lo que toca nuestro tema, la pulsión ya veremos que qué modo).

Por otra parte, en la particularidad de nuestra práctica, la interpretación

que hagamos de un texto teórico no será nunca ajeno a nuestra clínica, por el contrario, no podría dejar de fundarse en ella.

Así como la dirección de una cura depende –lo sepa el analista o no- del concepto que éste tenga de la transferencia y el modo en que – en consecuencia- opere con ella; así también la interpretación que haga de la teoría estará intrínsecamente ligada a sus preocupaciones clínicas, a las preguntas que la clínica le genera, y a las respuestas que va formalizando en función de las curas que dirige.

Y es la clínica la que vendrá a confirmar o refutar las conjeturas teóricas, así como a aportar las articulaciones esclarecedoras de posibles paradojas conjeturales. Tal la intertextualidad entre teoría y clínica.

Por otra parte la clínica no es en sí misma sino desde el lugar de cada analista, desde el modo en que se inscribe su deseo de analizar en el marco de la particularidad de cada caso.

Decimos entonces que:

Ahora bien, hablamos de los límites del acto interpretativo y al mismo tiempo afirmamos que todo texto es susceptible de innúmeras interpretaciones. No siendo esto ninguna paradoja.

¿En qué nos fundamos para decir que las interpretaciones son potencialmente ilimitadas?

Por supuesto, en la estructura del significante que nos enseña que no es posible decirlo todo, por más que lo intentemos, por más que hablemos durante años siempre nos quedará algo por decir. La estructura del significante alberga en su seno una falta que lo define, falta que exige su articulación con otros significantes para que algo pueda decirse y que al mismo tiempo condena a ese decir a ser un medio-decir, lo cual no es en absoluto un menos-decir. Que , correlativamente a la estructura del significante la verdad sea no-toda hace que sólo se acceda a ella por aproximaciones parciales. Partes, trozos de verdad pueden ser extraídos de múltiples lecturas.

De allí que no hay LA interpretación, una y sólo una interpretación verdadera de un texto. Y aún más, sería imposible que la hubiera.

En relación a ello una lingüista contemporánea, Graciela Reyes, argentina lamentablemente (para nosotros) radicada en los Estados Unidos, en un libro titulado "Polifonía textual", plantea que aunque un discurso permanezca literalmente idéntico cada cosa que se diga sobre ese discurso, cada cita, será diferente porque se produce en otro momento del tiempo, en otro contexto. Para dar un ejemplo extremo, dice que si alguien reprodujera textualmente, "El Quijote", ni aún así sería una réplica exacta, ya que por aparecer en otra época y firmado por otro autor, dice ya otra cosa que aquél, es otro libro, y el acto mismo de hacer un libro idéntico a un clásico introduce una nueva lectura (muchos se preguntarán qué quiere decir ese libro en ésta época, se lo interpretará como mensaje político, se lo leerá detalladamente buscando la diferencia con el primero -es decir con "otro" libro como referencia permanentemente presente-,etc,etc.). Por lo que leer este Quijote será por completo diferente a leer aquel otro. Y ello sencillamente en principio porque este es el segundo, otro número, que hace que ni siquiera sea lo mismo que leer el primero dos veces.

Esto nos conduce a la idea de que no hay pureza textual y por lo tanto no hay plagio –o lo hay todo el tiempo,inevitablemente-; y tampoco hay ortodoxia, ya que no hay texto que no esté sometido a la " perversión" de ser leído, lo que lo altera inevitablemente.
No hay plagio,entonces, porque no hay texto ortodoxo, es decir, que sea verdadero fuera de la interpretación que se hace de él.

Por otra parte, tampoco hay pureza interpretativa ya que al leer, como al escribir citamos permanentemente a otros autores, a otros textos, y ello porque todo discurso –bien lo sabemos nosotros- incluye otras voces, otros decires ,es "polifónico" 3 .¿Quién es dueño de su palabra?. En la clínica encontramos: "…lo que siempre decía mi mamá…", y aún dichos tácitos, implícitos, hechos carne por identificación; decires que se citan en el sujeto al punto de no poder éste sustraerse a ellos incluso ante la evidencia de su presencia.

Un texto escrito con fines científicos evoca también una historia de textos, es producto de entretejidos textuales de modo tal que, aunque la honestidad intelectual del autor pretenda referirlos no podrá hacerlo en su totalidad, ya que desconocerá él mismo ciertas fuentes que se dicen en sus ideas.

Graciela Reyes da como ejemplo paradigmático de polifonía textual, en literatura, la obra de Borges . Dice así: "Los cuentos de Borges suelen estar construídos sobre un texto anterior, literario o no, del que el cuento es una nueva versión, un ‘resúmen’, un comentario, una supuesta reseña. El narrador indica su fuente en el texto mismo, o en notas, prólogos y epílogos. Creo que la intención es notoria: mostrar el mecanismo, buscar la confabulación irónica, hacer recordar al lector que lo que va a leer, ha leído o está leyendo es un ya dicho porque todo texto lo es, debe serlo y de eso se trata. En el ya dicho hay una colección, en principio infinita, de locutores y sus correspondientes interlocutores. Lo ya dicho es un ya leído (u oído) ante todo por el mismo que ahora lo reescribe, y que entonces se confunde con los infinitos locutores e interlocutores anteriores, ocupa su lugar en el espacio ilimitado de la producción textual y hace caer en él al lector.(…) la obra de Borges está construída a conciencia en el uso y el abuso –en el agotamiento- de la cita. La literatura de Borges trata de la literatura, de temas ya tratados, de problemas ya muchas veces expuestos, de personas que son personajes. Sin embargo Borges es ‘original’." 4

El discurso es multívoco por estructura, y la variedad de voces de su composición no atenta contra lo nuevo y distinto.

UNA interpretación introduce al menos una novedad, la de fundar una nueva secuencia. Por el sólo hecho de ser un recuento, constituye un nuevo decir.Y ello porque quien lee el texto lo hace desde un lugar no compartible que es el de la pregunta que quiere responderse, lo que allí busca; que aunque sea "igual" a la de otros es diferente, y aunque pueda transmitirla es particular, lo que se verá precisamente en las respuestas que construya.

En "La Cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis" (p.404 en francés; p.147-8 ed. Castellana Siglo veintiuno), dice Lacan refiriéndose a la obra freudiana y propiciando un retorno al sentido de sus textos:

" Textos que se muestran comparables a aquellos mismos que la veneración humana ha revestido en otro tiempo de los más altos atributos, por el hecho de que soportan la prueba de esa disciplina del comentario, cuya virtud se redescubre al servirse de ella según la tradición, no sólo para volver a situar una palabra (parole) en el contexto de su tiempo,sino para medir si la respuesta que aporta a las preguntas que plantea ha sido o no rebasada por la respuesta que se encuentra en ella a las preguntas de lo actual".

Destaca allí entonces la coherencia textual interna de la obra freudiana, puesta a prueba por la disciplina del comentario, a la que le atribuye la virtud de "volver a situar una palabra en el contexto de su tiempo" y también la de poner a prueba esa palabra en lo que hace a su posibilidad de responder a los problemas clínicos actuales.

Este segundo criterio, pragmático, es para mí fundamental.

Que. las articulaciones teóricas que de aquí surjan sirvan para nuestra clínica, sean clínicas, aporten algo de luz para el avance de una cura.

La idea, entonces, con la disciplina del comentario es penetrar en algunas cuestiones que aparecen oscuras en el texto, tanto teórico como clínico, lo cual es paradigmático cuando hablamos de pulsión, definida por Freud como "el elemento más oscuro de la investigación psicoanalítica".

Para poder pensar algo sobre los párrafos que vamos a tomar en análisis, es necesario no comprender. No comprender es la premisa necesaria para poder pensar, escuchar,leer.

En el Cap VII (La tópica de lo imaginario) del Seminario I:"Los escritos técnicos de Freud"(1953-54),p.87-8 en francés, dice Lacan: " Lo que cuenta, cuando uno intenta elaborar una experiencia, no es tanto lo que se comprende como lo que no se comprende (…). Es en ello en lo que el método de los comentarios se revela fecundo. Comentar un texto es como hacer un análisis". 5

Cuantas veces he hecho observar a quienes controlan cuando me dicen –creo comprender que él quería decir esto o aquello- una de las cosas de las que debemos cuidarnos es de comprender demasiado ,de comprender más de lo que hay en el discurso del sujeto.

Interpretar e imaginarse comprender no es en absoluto lo mismo. Es exactamente lo contrario. Diría incluso que es sobre la base de un cierto rechazo a la comprensión que franqueamos la puerta de la comprensión analítica".

Entonces tenemos que: la lectura de un texto científico requiere de no comprender, al menos no demasiado rápido; así como no comprender lo que un paciente dice es apostar a su deseo.

Para terminar con lo que hace a la disciplina del comentario quisiera plantear una última cuestión que pone nuevamente en contacto a este ejercicio de transmisión con nuestra praxis y que paso a formular de la siguiente manera: hay una disciplina del comentario como hay una dirección de la cura.

En "La dirección de la cura y los principios de su poder"(1958) Lacan habla de táctica, estrategia y política para todo tratamiento analítico.

Tomando algunos conceptos de Karl von Clausewits en "De la guerra" 6, decimos que la táctica, tiene que ver con la forma en que se desarrollan los encuentros aislados, es decir, cada encuentro a lo largo de una guerra (la metáfora no es feliz pero sí de utilidad); la estrategia es el modo en que se organizan esos encuentros aislados a los fines de la política, que es el objetivo de la guerra.

El modo de trabajar este año la disciplina del comentario, supone como táctica: que cada encuentro sea una unidad funcional en sí misma; que funcione dinámicamente permitiendo extraer del análisis detallado del texto, cada vez, un trozo de verdad respecto del tema central.

La estrategia tiene que ver con la forma en que cada comentario se articula con los demás en función de una política que aspira a pensar el concepto de pulsión en ese momento crucial de la enseñanza de Lacan que es el año 1964; y también a ejercitarnos en una modalidad de transmisión que se aproxima mucho, en su ética al ejercicio mismo del psicoanálisis.

Una última idea : dijimos con anterioridad que considerar la estructura del significante nos permitía afirmar las posibilidades potencialmente ilimitadas de interpretar un texto. Pero que el contexto, la coherencia textual interna y el criterio pragmático proporcionaban los límites a ser respetados por cualquiera de ellas.

En el discurso de nuestro analizante estos márgenes están dados radicalmente por el marco de su fantasma.

Ambos textos comparten de modo bien diverso el hecho de estar sujetos a una "estructuración limitada de la situación en términos significantes".

En el cap. III del Sem. XI, titulado:"Del sujeto de la certeza", dice Lacan (p.47):

"¿…por qué relacionar esto con aquello en vez de con cualquier otra cosa?. Indiscutiblemente Freud nos lleva así al centro de la pregunta que plantea el desarrollo moderno de las ciencias en tanto demuestran lo que podemos fundar en el azar.

En efecto, no puede fundarse nada en el azar –cálculo de probabilidades, estrategias- que no entrañe una estructuración previa y limitada de la situación en términos de significantes.

Cuando la teoría moderna de los juegos elabora la estrategia de dos contrincantes, ambos se enfrentarán con las probabilidades máximas de ganar si cada uno tiene la posibilidad de razonar como el contrario. ¿qué da su valor a una operación de esta índole?. Pues sencillamente que el mapa ya está trazado, en él están inscritos los puntos de referencia significantes, y la solución no podrá nunca rebasarlos".

Es por ello que la "asociación libre" pretende serlo en el sentido de que lo que de allí surja -deseo del analista mediante- libere en algo al sujeto de sus "patéticas" ataduras a los significantes que lo determinan. Pero esa "libertad" asociativa sabemos que no es en el sentido de decir cualquier cosa, ya que eso no es posible para ningún ser hablante. Lo que diga estará sujeto a los significantes que lo determinan –fantasmáticamente si la metáfora del padre ha operado-;a su articulación histórica; así como al modo particular en que esos significantes se incrusten en su cuerpo,conformándolo.

"nada puede fundarse en el azar (…) el mapa ya está trazado, en él están inscriptos los puntos de referencia significantes, y la solución no podrá nunca rebasarlos".

Esto establece sin duda, los límites de cualquier interpretación posible, al mismo tiempo que propicia infinidad de jugadas (la responsabilidad de las mismas queda a cargo de los participantes), es decir que inaugura innúmeras posibilidades combinatorias.

Y nos conduce –entre textos y significantes- al dominio de LA LETRA.

La letra es ese trazado que inscribe un rasgo, un borde, un márgen que no podrá ser rebasado. Letra que podría haber sido cualquier otra, y en ese sentido es contingente, pero que una vez inscripta queda fijada;es ésa y ninguna otra.

Así, los significantes que determinan al sujeto podrían haber sido otros. Lacan se refiere a ello en términos de "tirada de dados" de la que depende lo que a cada uno le toca en suerte.Lo contingente se liga en este sentido, en principio, al azar. Pero una vez realizada la tirada, aquello que resulta se fija en una letra (es un número) que diferencia ese rasgo de cualquier otro. Y una vez que se fija deviene único y necesario, no podría ser otro.

Jean Claude Milner, en su libro "La Obra Clara" 7pone en relación a la ciencia y al sujeto del psicoanálisis en éste punto en que ambos responden a una ley necesaria y absoluta al mismo tiempo que contingente.

Dice que:"La letra es como es , sin razón alguna que la haga ser como es; al mismo tiempo no hay razón para que sea diferente de lo que es. Y si fuese diferente de lo que es, sería solamente otra letra. A decir verdad, a partir del instante en que es, permanece y no cambia (‘el único número que no puede ser otro’). Como máximo un discurso puede [se refiere en este caso a la Ciencia] no cambiarla sino cambiar de letra".

Este "no podría ser de otro modo que como es" no se funda en la fe religiosa ("Es el que Es"), sino que resulta de una lógica que abre los márgenes de determinación del su jeto. No se trata de afirmar que necesariamente no podría haber sido de otro modo (idea cristiana) , sino por el contrario: "podría haber sido de otro modo pero desde que así se inscribe no podría haber sido de otra manera". Esta diferencia fundamental es lo que vacía de ser a éste del que hablamos al mismo tiempo que afirma su existencia lógica, la existencia lógica del sujeto que surge de esa tirada de dados.

Lo que se produce entonces es "… el paso del instante anterior en el que el ser hablante podría ser infinitamente otro de lo que es –en su cuerpo y en su pensamiento- al instante ulterior en el que el ser hablante, debido al hecho de su contingencia misma se transformó en algo muy parecido a una necesidad eterna". Determinismo que no es una condena, un destino inconmovible, sino –insisto- un marco sin el cual no habría posibilidades de elección para el sujeto puesto que no habría sujeto.

En lo que hace a la Ciencia dice Milner que " cada punto de cada referente ,de cada proposición de la ciencia aparece, en un instante relampagueante, pudiendo ser infinitamente diferente de lo que es, desde una infinidad de puntos de vista; en el instante ulterior la letra se fijó como es y como no pudiendo ser diferente de lo que es, salvo cambiando de letra, es decir, de partida".

¿Cuál es –literalmente- la letra que una vez inventada por Lacan, una vez provista de existencia lógica, reordena la clínica y la enseñanza del psicoanálisis de manera tal que ya no podría ser de otro modo? ¿Cuál es la letra que desde que se inscribe como necesidad lógica hace girar en torno suyo las múltiples interpretaciones posibles?

Ahora bien, hemos hablado del texto psicoanalítico como científico, y Lacan subraya en el Seminario XI que para entender los conceptos freudianos es necesario partir del sujeto de orígen cartesiano; lo que exige en este punto establecer una diferencia fundamental entre la ciencia y el psicoanálisis. La ciencia trabaja en pos de un sujeto unificado, suturado, y este esfuerzo por forcluír la verdad de la división estructural del sujeto no hace más que potenciarla, reforzarla. El resultado es visible por ejemplo en las modernas formas del síntoma: la anorexia, la bulimia, así como en la proliferación de las adicciones.

La ciencia no forcluye al sujeto –como tanto se ha dicho- sino a la verdad como causa de su división y en esta vía ignora, rechaza la relación del significante al cuerpo, lo que el cuerpo grita – a falta de ser escuchado- por estar atravesado por el deseo del Otro.

La especialización médica da cuenta del intento cada vez mayor de apresar aquello que escapa al cuerpo tratado en cuanto tal, sin articulación con quien lo posee.

El psicoanálisis viene precisamente,a reintroducir la verdad como causa del sujeto,a recuperar el lugar del deseo, afinando el oído a esa relación: la del cuerpo y el significante. Vía que nos conduce de lleno al concepto de pulsión que es el articulador fundamental entre ambos.

Sara Lía Chiavaro.

Mayo de 1999.

Notas

* Este texto es la primera parte de la primer reunión de disciplina del comentario (fueron siete en total) sobre "El concepto de pulsión en el marco del Seminario XI de Jacques Lacan", consagrada a analizar la propuesta de trabajo y sus fundamentos. La disciplina del comentario, fue la modalidad de transmisión que elegí para dar cuenta de algunas articulaciones a las que arribé luego de dos años de coordinar un grupo de investigación sobre el tema.

(1) "Interpretación y Sobreinterpretación", de Umberto Eco. Ed. Cambridge - University Press.1992.

(2) p.70. obra citada.

(3) Las comillas aluden al título del libro de Graciela Reyes: "Polifonía Textual". Editorial Gredos.

(4) p.47-48 de la obra citada. El subrayado es mío. Intento destacar la ausencia de contradicción entre lo "ya dicho" y un decir nuevo que allí se funde.

(5) El subrayado es mío. También la traducción.

(6) "De la guerra" de Karl Von Clausewitz, Editorial Labor. 1994.

(7) "La Obra Clara", de Jean-Claude Milner. Ed. Bordes Manantial. 1996. Pág.159/60.

 

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 13 - Julio 2001
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