Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La práctica de los analistas
Juan Carlos Cosentino

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1° parte: Análisis, institución (*)

Exigimos que todo el que quiera ejercer en otros el análisis se someta antes, él mismo, a un análisis. Sólo en el curso de éste, cuando vivencia de hecho los procesos postulados por el análisis en su propia persona –mejor dicho: en su propia alma–, adquiere las convicciones que después lo guiarán como analista.

Sigmund Freud (1)

1. Institución

Las circunstancias históricas que tuve que atravesar no han sido, institucionalmente, fáciles. Pude decir no a la propuesta que entonces planteaba, en Buenos Aires, la filial de la IPA: el análisis didáctico. Dicho análisis, que sólo podían emprender los médicos, en su condición de cura controlada, era el gozne, la bisagra entre carrera y titularización. El análisis del candidato permitía un pasaje a los seminarios y el "fin del análisis" coincidía casi naturalmente con el fin de la carrera analítica: Titular–Didacta.

En 1999 para la Asociación Psicoanalítica Argentina –Correo de APA Nº 7– que contribuye en la construcción y definición de las políticas en Salud Mental en la ciudad de Bs. As., dicha participación en la determinación de esas políticas "permitirán avanzar en definir, en términos de legitimidad, legislación y participación, el Ejercicio Profesional del Psicoanalista" (2). Leve corrimiento: ¡del análisis didáctico ... al ejercicio profesional!

Mi decisión, entonces, –fui miembro fundador– pasó por la Escuela Freudiana de Bs. As. Luego por la primera etapa del Seminario Lacaniano formando parte del Campo Freudiano, con el intento fallido de la comisión conjunta Sociedad Analítica de Bs. As.–Seminario Lacaniano "destinada a elaborar la preparación de los dispositivos del pase" (3). Y, finalmente, por mi salida del Campo Freudiano. Esos momentos están marcados por el desencuentro análisis–institución.

En Escuela Freudiana: el discurso y la fundación –Cuadernos Sigmund Freud 5/6, 1977– leemos en un primer texto que presente entonces: la autorización no puede llegarle al analista más que de sí mismo. Lo sancionado es un análisis breve e incompleto cuya finalidad es infundir al aspirante la segura convicción de la existencia del inconsciente (4). Llevaba por título: "Acerca del llamado análisis didáctico". Y en uno posterior sobre "Análisis e institución": ¿Por dónde pasa el sendero de autorizarse? No tiene nada de "auto", nace de ese instante original en que escapan las señales del sentido. Instante de la existencia del Icc. Si el aspirante ha podido atravesar ese vacío donde el Otro ya no responde (con relación a la falta), ha podido producir sus propios significantes y la autorización le ha llegado.

Así, la institución no es el análisis y el análisis, menos aún, la institución. Es decir, la institución (Escuela) no es el agente del acto analítico. El analista es instituido por el psicoanalizante en el acto analítico y, desde esta perspectiva, el acto instituyente del analista es inseparable del acto analítico (5).

Que el analizante, decía Lacan por la misma época (10-V-77), "produzca al analista, no cabe ninguna duda". Es por esta razón que nos interrogamos sobre lo que es del estatuto del analista, a quien le dejamos su lugar de hacer verdadero, de semblante. No hay nada de ejercicio profesional. Y algo más, como no hay nada más fácil que patinar en la equivocación (bévue) (6), es decir, en un efecto del inconsciente, no es sin estar, al mismo tiempo, el analista, en posición de analizante.

Definido pues el agente del acto –agregábamos en aquel texto–: para comprender el problema será necesario distinguir y relacionar análisis e institución (7).

Pero, lo más inquietante está en las Propuestas que acompañan mi segundo trabajo, ya que dichas jornadas debían concluir con alguna recomendación sobre el funcionamiento de los jurados de confirmación (A.E.) y de designación (A.M.E.).

Una Proposición sobre institución de grados en la Escuela Freudiana de Bs. As. como resguardo de los fines de su fundación inicia ese número de la revista, donde leemos:

"Propongo entonces pasar, avanzar, –escribía Oscar Massota– desde el Acta de Fundación hasta el despliegue de la Escuela Freudiana en lo real. Pero para aceptar instituir lugares habrá que estar de acuerdo sobre un principio: la Escuela Freudiana de Buenos Aires será dirigida por quienes trabajan. Lo cual, bien entendido, plantea un problema, el de la relación entre el deseo de dirigir, conducir la Escuela, y la idea que cada uno se haga sobre qué cosa es el trabajo.

Propongo –agregaba– que quienes conduzcan en el sentido teórico y práctico, la Escuela, sean en adelante Analistas de la Escuela. Los A.E. serán seguidos por los Analistas que la Escuela reconozca como tales: los Analistas Miembros de la Escuela. La tarea a la que deberemos dedicarnos de inmediato será la de nombrar a quienes ocuparán los lugares de A.E. y A.M.E".

Y, más adelante, como cierre observaba: "las prioridades son obvias. Esta cuestión de grados e institución de lugares tiene holgada autonomía con respecto a la cuestión del didáctico y la supervisión. Para que haya pase , además, es necesario que existan antes los lugares que posibiliten el movimiento" (8).

En las recomendaciones de nuestro trabajo –"Análisis e institución"– decimos: La condición de AE será otorgada por un jurado de confirmación constituido por los Analistas de la Escuela (tampoco aquí el lugar de AE queda vacío), a pedido de los interesados, quienes harán llegar su palabra por medio de pasadores. Pero el pase no es solamente la ocasión para reflexionar y cuestionar el acto psicoanalítico. Es un lugar de autentificación de tal acto con una nominación: Analista de la Escuela.

Que tal acto sea producido supone que se renuncia a estar satisfecho con un saber que sólo lleva el signo del fracaso, y que la dirección a la que se es nominado no será una dirección de conciencia, o dicho de otra forma, que sobre el goce y la muerte no se puede dominar (9).

Mientras la Proposición ubica a los A.E. dirigiendo, en el sentido teórico y práctico, la Escuela, nuestro trabajo, anticipando la crisis que luego acontece en la institución, cuestiona el alcance, en la falla del saber, de esa dirección. No obstante, implementamos dicha Proposición.

2. Freud

Hoy quiero poner el acento en el análisis. Han escuchado una diferencia de puntuación, no escribo como entonces análisis e institución, he escrito: análisis, institución. He aprovechado esas crisis institucionales, he encontrado las ocasiones particulares –no busco, encuentro– de no descuidar en todos estos años mi propio análisis y la posición de analizante.

Como trasfondo de todas sus puntualizaciones sobre la llamada técnica, Freud nunca dejó de insistir en que su apropiado manejo sólo podía adquirirse a partir de la experiencia clínica, y no de los libros; la experiencia clínica con los pacientes, sin duda, pero ante todo la que el analista obtiene de su propio análisis: apuesta primordial de todo analista en ejercicio.

Ya había lanzado esta idea, algo tentativamente en un principio, en 1910, en Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica (10).

La expresa de manera más definida en Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico: quien menosprecie, como analista, la precaución del análisis propio, no sólo se verá castigado por su incapacidad para aprender de sus analizantes más allá de cierto límite, también correrá un riesgo más serio. Caerá, fácilmente, en la tentación de proyectar sobre la ciencia, como teoría de validez universal, lo que en una sorda percepción de sí mismo observe sobre las propiedades de su persona propia. Así "arrojará el descrédito sobre el método psicoanalítico e inducirá a error a los inexpertos" (11).

En una Carta a Rank, el 27-VIII-24, leemos: "Su observación mordaz referida a su satisfacción de no haberse analizado no es de ningún modo justificada. Ud. cierra los ojos frente al peligro al cual algunos ya han sucumbido, a saber, proyectar lo que pasa en el interior de sí, como teoría, en el campo de la ciencia ... Como conquista, no tiene ningún valor" (12).

En ¿Pueden los legos ejercer el análisis?, dialoga con un supuesto juez imparcial: "le he referido toda esa psicología porque deseaba que tuviera usted la impresión de que el trabajo analítico es un ejercicio de psicología aplicada, y por cierto de una psicología que no se conoce fuera del análisis. Por eso el analista tiene que aprender primero esa psicología, la psicología de lo inconciente, al menos hasta donde hoy se la conoce"; ¿dónde?: en su propio análisis (13).

Y en 1937 declara que todo analista debería retomar su propio análisis periódicamente, quizá cada cinco años.

En Cuestiones de Escuela que publiqué en Lecturas del Seminario, en 1989, se halla la puntuación que realicé de Análisis terminable e interminable (14).

Retomo parte de aquella puntuación. Analizar, para Freud, sería la tercera de aquellas profesiones imposibles en que se puede dar anticipadamente por cierta la insuficiencia del resultado. ¿Por qué no hay un resultado acabado?

¿Dónde y cómo adquiriría el analizante aquella aptitud que le hace falta como analista? En el análisis propio, con el que comienza su preparación para su actividad futura como analista.

En aquel texto, conectaba la insuficiencia con la falta allí donde hay una falla a nivel del saber y de la transmisión en el pasaje de analizante a analista, que se ubica como impasse en el texto freudiano.

Así, cumple su función –continuaba– si instala en el analizante la firme convicción en la existencia del inconciente, "le proporciona las de otro modo increíbles percepciones de sí a raíz de la emergencia de lo reprimido, y le enseña, en una primera muestra, la técnica únicamente acreditada en la actividad analítica".

Esto por sí solo no basta, pero las incitaciones recibidas en el análisis propio continuarán y todas las ulteriores experiencias serán aprovechadas en el sentido que se acaba de adquirir. Ello acontece, y en esa medida otorga al analizante aptitud de analista.

Es lamentable que además de ello acontezca otra cosa todavía. "Hostilidad por un lado, partidismo por el otro, crean una atmósfera que no es favorable a la exploración objetiva. Parece, pues, que numerosos analistas han aprendido a aplicar unos mecanismos de defensa que les permiten desviar de la persona propia ciertas consecuencias y exigencias del análisis, probablemente dirigiéndolas a otros, de suerte que ellos mismos siguen siendo como son y pueden sustraerse del influjo crítico y rectificador de aquel" (15). Obviamente, los psicoanalistas son como todo el mundo, son sordos a lo que no les gusta: ¿si se le confiere poder, como no abusar de ese poder?

Ocuparse constantemente de todo lo reprimido que pugna por libertarse conmueve y despierta también en el analista todas aquellas exigencias pulsionales que de ordinario él es capaz de mantener en la sofocación. También estos son peligros del análisis, que lo amenazan, y no debería dejar de salirles al paso. En cuanto al modo, como lo anticipé, no pueden caber dudas. "Todo analista debería hacerse de nuevo objeto de análisis periódicamente, quizá cada cinco años sin avergonzarse por dar ese paso. Ello significaría, entonces, que el análisis propio también, y no sólo el análisis terapéutico de pacientes, se convertiría de una tarea terminable en una interminable".

No obstante, es tiempo de aventar un malentendido: "no tengo el propósito – señala– de aseverar que el análisis como tal sea un trabajo sin conclusión" (16). El terreno de la experiencia analítica es un impasse, y lo interminable que el texto propone nos lleva a la indeterminación del sujeto del Icc.

Freud no pudo sostener que el analista es objeto en la experiencia: ese objeto del que el analista se hace el soporte. Sin ese paso no hay caída de la neurosis de transferencia. Pues el analista ocupa ese lugar de sujeto–supuesto–saber "en la mediada que es objeto de la transferencia" (17). Sólo así habrá ocasión para aquello que determina al sujeto: ese algo del que menos está dispuesto a hablar, a saber, de su síntoma, de su particularidad.

Como indiqué, Cuestiones de Escuela se publicó en Lecturas del Seminario, a fines de 1989.

Pero también cabe mencionar una respuesta que recibí pues un resumen de dicho texto lo envié, consecuencia de un pedido, en 1990, a "Uno por Uno". Mi texto de entonces concluía señalando: "esta experiencia (la del análisis) no puede ser eludida; sus resultados deben ser comunicados: hace falta una Escuela" (18).

En dicha respuesta se lee: "Y Cosentino, que es de otro grupo, y que muestra con la precisión que le conocemos que hace falta una Escuela (sólo se recorta la última parte de la frase que cierra aquel trabajo), sabe muy bien que esta Escuela, ningún grupo solo, e incluso asociado a un compadre, no puede hoy producirla, y que una Escuela sólo sería auténtica si se concierta con las Escuelas existentes. ... ¿Cuentan con su propio genio cuando se trata de introducir el pase? No, tocan fondo en el Campo Freudiano cuando lo hacen o lo hagan. Y no sería distinto en una Escuela del Campo Freudiano en la Argentina" (19).

Lo distinto, una vez que se disuelve la comisión SABA–Seminario Lacaniano, fue optar de nuevo por el análisis: "una operación en su esencia consagrada al fracaso" (20).

3. Análisis

Pues bien, aquí estoy, con los deterioros a cuestas.
No es más inútil por eso, pues como se me hizo notar,
si hay alguien que se lo pasa pasando el pase, ése soy yo
.
J. Lacan (Sobre la experiencia del pase, 3-XI-73)

¿Qué nos oferta Freud? Como el análisis no promete nada, sólo nos propone la angustia y el malestar, las únicas promesas que se pueden sostener. Pues, cuando se hace un análisis es también para que se vea algo: que uno no es "un sujeto libre" (21).

No es pues el deseo quien preside el saber. Y así, el discurso que sostiene Lacan desemboca en el horror del acto psicoanalítico.

¿Por qué? porque es el acto, o más bien lo sería, que no soporta la apariencia.

Como acto "está allí desnudo, a tal punto que tiemblan las apariencias de las que subsisten religión, magia, piedad –y aún las instituciones de los analistas–, todo lo que se disimula de la economía del goce" (22).

Sólo el psicoanálisis abre lo que funda esa economía en lo intolerable, vale decir, el goce.

¿Y la Escuela? En enero de 1980 sostiene, en una de las reuniones de su último seminario, que fracasó en la producción de AE.

Unos días después, en una Carta al diario Le Monde , escribe: el psicoanalista tiene horror de su acto. "Sí, el psicoanalista tiene horror de su acto. Hasta el punto de que lo niega, y deniega, y reniega —y de que maldice a quien se lo rec uerda" (23).

Se los recuerdo hoy sin más miramientos que los necesarios ya que me dirijo a los analistas instalados.

Así, el problema del acto: no es tanto producirlo sino ser capaz de enfrentarlo, de superar, de soportar su horror.

"Que los psicoanalistas –continua diciendo en la carta del 24 de enero de 1980– no lloren por aquello de lo cual los alivio. No dejo plantada a la experiencia. Les doy la oportunidad de hacer frente al acto" (24).

¿Los analistas hemos aprovechado esa oportunidad? Se trata del imperativo original, ese Wo Es war, soll Ich werden, que tiene como enemigo la promesa institucional y que aún en 1999 para algunos se llama pase. El análisis en cambio no promete nada.

De nuevo, cuando se hace un análisis es también para que se vea algo: "el revés del tapiz". Pero, cuando se descubre que "no es un revés sino que es lo mismo, se tiene un poco menos el sentimiento de que se es un sujeto libre" (25).

En efecto, para escoger realmente en un análisis es necesario no contar con otra posibilidad. Cuando calculamos otra eventualidad no elegimos. "Si apenas pudiéramos llevar a un hombre a una encrucijada, como escribe Kierkegaard, de manera que no haya ninguna otra salida para él, sino el escoger, el optar, entonces él escogerá ciertamente " (26).

El acceso a lo real es del orden del acto, y lo real, lo único en juego en un análisis, se demuestra. De esta forma, la angustia es lo que no engañar y es el correlato no falaz del acto. Para Kierkegaard la angustia se liga al acto como afecto de un saber instantáneo. Se comprende la relación esencial de la angustia con la acción como tal, pues la acción toma su certeza justamente de la angustia.

Así, actuar es arrancar a la angustia su certeza, vale decir es operar una transferencia de angustia (27). ¿Cómo optar, escoger en la temporalidad de un análisis?

4. Clínica psicoanalítica

La clínica psicoanalítica es lo que se dice en un psicoanálisis (28). Sostuve este año en el espacio del Pos-grado algunos testimonios de la clínica (El hombre del fantasma; el sueño: La gran comilona; Un llamado del más allá; Cuando las ocurrencias se las silencia en otro nivel realmente faltan; Hay que dejar en paz a los muertos), esos testimonios teóricos que los analistas extraemos de nuestra experiencia (29).

La experiencia de un análisis hace entrega al analizante del sentido de sus síntomas. Pues bien, esas experiencias no podrían sumarse. Freud lo dijo antes: todo en un análisis ha de ser recogido –donde se ve que el analista no puede salirse de esa dependencia– como si nada hubiera quedado establecido en ninguna parte. "Esto quiere decir, ni más ni menos, que la fuga del tonel siempre ha de ser abierta de nuevo" (30).

La clínica psicoanalítica "debe consistir no sólo en interrogar al análisis, sino en interrogar a los analistas, de modo que éstos hagan saber lo que su práctica tiene de azarosa, y que justifique a Freud el haber existido". Así, la clínica psicoanalítica debe ayudarnos a relativizar la experiencia freudiana (31).

5. Dispositivo

¿Cuál es la tragedia en el contexto de un análisis? Como sostuve en la apertura del Curso de Pos-grado: La tragedia en el contexto de un análisis es no sobrepasar el límite de lo que ofrece el Edipo (32).

Pero hay otra dimensión de la misma: la tragedia contemporánea.

¿Entre la tragedia del Edipo (o de la neurosis de transferencia) y la tragedia contemporánea (o el horror silencioso de la identificación a un rasgo de goce) cómo actuar, como intervenir? Entre el Zeitpunkt y el Zeitlos, entre la temporalidad del instante de la vacilación fantasmática y el fuera de tiempo donde se unen el rasgo y el objeto.

Con la vacilación del fantasma y de la neurosis de transferencia resta esa otra tragedia que opera en la transferencia, no sintomatizable. Freud la denominó rasgos de carácter: continuaciones inalteradas de las pulsiones originarias o bien formaciones reactivas contra ellas, menos trasparentes y más inasequibles al análisis que el síntoma–metáfora, los procesos neuróticos, la neurosis de transferencia y la dimensión fantasmática.

Entre el goce fantasmático y el goce de la marca o rasgo de goce esta en cuestión la posición del analista.

La historia del psicoanálisis nos enseña, cada vez, ese profundo deseo de servidumbre (sostenido en el masoquismo primario–erógeno) que nos afecta y que marcha paralelo para los analistas con el horror del acto analítico.

El dilema de la noción de responsabilidad implica reconocer cierto grado de libertad en el hombre. De esta forma la libertad es una creación, es decir, una construcción. El otro horror, el de ser libres: de ningún modo es algo dado.

El dispositivo analítico reproduce el lazo social; estructura articulada donde nos encontramos alienados, identificados, de una manera irreductible: vel alienante, elección forzada.

No alcanza, en relación con la servidumbre, sólo con la neurosis de transferencia. Así, nos hemos deslizado de "pegan a un niño" a un orden de lazo no fantasmático, testimonio de un goce ex–sistente, que se articula con la fijación al trauma y con la compulsión de repetición como perdida y plus–de–goce.

Hace falta el discurso analítico. El discurso analítico subvierte la relación del sujeto al saber: del goce no quiere saber nada. El horror proviene de la proximidad de un goce que el sujeto rechaza. Luego el objeto a, pérdida de goce y plus–de–gozar, ex–siste como causa de un deseo inédito. A esa causa se consagrará el analista, debe saber que es abyecto (abjet), o bien, desecho de saber. Pues, es preciso que haya un nivel en el que no se crea gran cosa en su posición de desecho para poder incitar al analizante a no creerse más de lo que él, por su parte, se cree, el analista (33).

6. Analizante

Análisis, institución: he aprovechado –como ya anticipe– esas crisis institucionales, he encontrado las ocasiones particulares –no busco, encuentro– de no descuidar en todos estos años mi propio análisis y la posición de analizante.

Recordemos: la Proposición instaura el pase, al cual Lacan parecía confiarle la transmisión. Pero, surge el obstáculo que representa la misma institución, que también disimula la economía del goce a nivel de los deslizamientos que se producen en los dispositivos de ese pase (jurados, carteles, pasantes, pasadores, A.E., A.M.E., etc.), tal como lo anticipa Freud en Psicología de las masas y análisis del yo. Esto lo conduce –así lo piensa en 1980, hace casi veinte años– a cuestionar ese pase y esa transmisión: "¿hay transmisión del psicoanálisis?".

Allí donde, hasta hoy, los dispositivos han fracasado en la transmisión del psicoanálisis, "el psicoanálisis es intransmisible" (34).

Entonces, cada psicoanalista está obligado a reinventar el psicoanálisis.

¿Cómo? Es necesario que cada psicoanalista reinvente, de acuerdo con lo que logró sacar del hecho de haber sido psicoanalizante por un tiempo, la manera en que el psicoanálisis puede perdurar.

¿Cómo ingresar, cómo acceder al lugar desde donde se formula, con relación a lo intransmisible y la invención, lo que les propongo? La condición primera, como lo anticipamos, es lo que resulta del lugar de analizante (35).

Así, siempre hace falta que se vuelva a empezar el proceso –todo analista debería retomar su propio análisis periódicamente–, para que uno se mantenga en el filo de lo que lo autoriza.

Con lo cual se precisa que el discurso del psicoanálisis está, respecto a los demás, cuesta arriba, y entonces se confirma su exigencia del doble lazo para que el conjunto se cierre: "el que sabe en el análisis es el analizante y no el supuesto saber" (36).

Como enseñante intento pues que no haya impasse entre mi posición de analista y lo que hago hoy con esta presentación sobre La práctica de los analistas. Entonces, sólo es posible sostener lo que se dice en posición de analizante, es decir, "no quiero saber nada de eso" (37).

 

7. Autorizarse por sí mismo

Porque al autorizarse solo por sí mismo, él no puede con ello sino autorizarse también por otros.

J. Lacan (XXI, Los no incautos yerran, 9-IV-74)

Lo que les comentaba de la experiencia este año del Curso de Pos-grado: al autorizarse por sí mismo, uno no puede sino autorizarse también por otros, por quienes me acompañaron con sus presentaciones en dicho espacio.

Se puede afirmar que la Realidad, por estructura, es fantasmática, pues como el fantasma ella vale como lazo social. Ahora bien, ninguna realidad alcanza por sí misma; hace falta un suplemento y de esta manera llega la aprobación: compromiso o fe. Sin este suplemento ninguna Palabra–Amo podría mostrarse sino parcial. Así la aprobación, la anuencia sólo viene del deseo, que, por suerte, no se deja calcular.

Todo analista debería retomar su propio análisis periódicamente, quizá cada "cinco" años. Ciertamente, cada tanto volver a pasar por la posición analizante–enseñante y por ese breve momento en que opera esa convicción en la existencia del Icc.

De esa forma, no olvidará que no hay por tanto sino pequeñas palabras–amo y pequeños amos. Para darse cuenta hay que suspender, tal vez por un instante, los poderes de la Realidad, es decir, por un breve lapso cesar de autorizarse en las Palabras–Amo que fuere, y autorizarse sólo por sí mismo.

Entonces, por un instante (Zeitpunkt) la dispersión se instala y los poderes de la Palabra–Amo aparecen suspendidos: el enunciado que se profiere, al no autorizarse ya por ningún otro, se autoriza nada más que por uno mismo.

De otra manera: no hay relación sexual. Eso produce "traumatismo" (troumatisme) (38). Se puede apelar al fantasma, es decir, lo que suscita el goce. Pero aún queda inventar. Uno inventa en ese breve tiempo de corte, donde se suspende el deseo de saber adjudicado al Otro, lo que puede, por supuesto.

Pero, la palabra nueva puede ser validada, en un segundo tiempo, como una nueva Palabra–Amo y, quien la dijo, como un nuevo amo: basta que el Otro desee para que se caiga bajo su efecto. "De este modo, resulta, como circunstancia eterna, la necesidad de las disoluciones" (39).

¿Se puede todavía, cuando no esperamos nada de las personas, vale decir, de los analistas, esperar algo del funcionamiento? (40)

Y así con la institución de los analistas, aunque se nombre Escuela, no queda otro camino que innovar: lo cual nos devuelve al punto de partida, o sea a reinventar, allí donde el Otro falta y uno como psicoanalizante se extraña, el psicoanálisis.

 

2° parte: Escuela Freudiana

1. Institución: "ahora nos formamos y sólo mañana formaremos psicoanalistas"

Hoy voy a referirme a las vicisitudes institucionales que mencioné la vez anterior. Asumo mi parte de responsabilidad nachträglich. Poco después de mi charla de " Presentación" de La práctica de los analistas, hallé un libro de reciente aparición que lleva por título: Oscar Masotta. El revés de la trama (41).

Mantuve un prudente silencio sobre la escisión de la Escuela Freudiana de Bs. As. durante 20 años. La Escuela se funda a iniciativa de Oscar Masotta a mediados de 1974. A fin de ese año ingresa un segundo grupo de analistas y se realizan unas jornadas donde los primeros tres grupos de trabajo, formados por miembros fundadores, presentan un informe preliminar. Durante 1975 se presentan esos informes dirigidos a la nosografía, como puede leerse en Notas de la Escuela Freudiana de Bs. As., N° 1. A comienzos de ese año, demasiado pronto, Masotta parte a Londres.

En una carta enviada desde allí el 13 de agosto de 1975, previa a la Proposición sobre institución de grados, con relación a un anteproyecto de estatutos que le fue enviado, Masotta es crítico:

"El primer particular es algo que toca directamente al proyecto (su redacción, quiero decir) en su totalidad: hay ahí una identificación con el Director Fundador, puesto que la palabra "psicoanalista" no aparece. Ello se refleja –produce efectos– a nivel de los términos elegidos para nombrar a los miembros del grupo. Propongo sobre el modelo de la École, hablar de: 1. Analistas de la Escuela (AE); 2. Analistas miembros de la Escuela (AME); 3. Miembros; 4. Adherentes.

Puesta así la nominación, se abrirá entonces el problema espinoso, puesto que como no vamos a ser ni una academia de enseñanza de la teoría (en general ni de sus conexiones), la Escuela se constituyó para formarse y formar analistas. Se abre el problema, digo, porque entonces surgirán: ¿Quién es analista de la escuela? ¿Quién miembro analista? ¿Qué es ser analista para la escuela? ¿Cómo se instituye el "pase" desde analista a analista miembro o analista miembro de la escuela?

Estos son los problemas que hay que decidir teórica y prácticamente. En su defecto, podríamos hablar de cualquier cosa, pero no necesariamente de psicoanálisis, pero es obvio".

Como puede leerse hay un cierto deslizamiento: ¿cómo instituir el pase desde analista a analista miembro (A.M.) o analista miembro de la Escuela (A.M.E.)?

Es categórico en cambio sobre los A.E.: "pertenecen a la categoría (1), es decir que son A.E. los firmantes del acta de fundación, sin otro mérito, para este caso excepcional (puesto que se trata de la Fundación de ésta escuela, acto inaugural e irrepetible) que haber sido Fundadores analistas de un grupo de analistas cuyo fin es la formación propia como analistas y la de futuros analistas".

El casillero vacío es el de A.M.E.: "tendremos cuatro casilleros virtuales y tres de ellos llenos: habrá A.E., Miembros y Adherentes. El casillero vacío sirve para dar lugar al reconocimiento del deseo. ... Abriremos la dialéctica del reconocimiento. Pero se sabe, no es ella todo: está la cuestión del didáctico. No hay que evitarla ni por un instante. ... La mejor manera de encararla es comenzar por autonominarse A.E. Ello no quiere decir, todos estaremos pronto de acuerdo, que estos A.E. nos recibamos de cabezotas, como dice Lacan. Quiere decir todo lo que todavía falta por decir y hacer. "

Hay cierta vacilación entre auto–nominarse y, con relación al análisis, "lo que aún falta".

Finalmente cuando bosqueja "un cierto modelo de estatuto" reafirma ambos casilleros. "Son A.E. los Fundadores, reservándose la Escuela por el momento los criterios para la promoción de los futuros A.E. ... No existen en el momento A.M.E. Su promoción, también reservada donde reservada quiere decir, en vías de reflexión y discusión".

La promoción queda para un futuro, pero el destino de los fundadores es ocupar el lugar de A.E.: "recomiendo que los estatutos sean a la vez, cuando estén terminados, un acto de auto–nominación pero ratificada desde afuera por ese testigo apenas exterior que es el Director Fundador. ... Una vez en la reunión, planteado este problema se deberá decir enseguida que 'se aceptan renuncias', esto para las almas tímidas, los sobreorgullosos, los 'concientes de verdad' y tutiquanti. No creo que ninguno de los fundadores se reciba de ello. Pero incluso puede haber razones mejores que las que imagino yo: en tal caso, ¿qué mejor que respetarlas? Yo mismo –pero por otras razones– he dudado si debía tal vez yo renunciar a ser un A.E. Bien, no lo haré (ésta es mi manera de hablar de mi con respecto a la cuestión)" (42).

Parece, en ese momento, ser otro el problema, no el pase. La diferencia con la Internacional tenía que constituirse en discurso. Hacia falta reafirmar ese lazo social –no renunciar a ser un A.E.– que se había hecho posible con la reciente Escuela: "ahora nos formamos y sólo mañana formaremos psicoanalistas" (43).

En diciembre de 1976 se realizan las Primeras Jornadas sobre la institución analítica, tal como puede leerse en Cuadernos Sigmund Freud 5/6. Sus ejes: institución, didáctico, enseñanza y supervisión.

En marzo de 1977 Masotta envía su Proposición. Existen algunos cambios con relación al proyecto del 75. En junio de ese mismo año se llevan a cabo las Segundas Jornadas: teoría de la entrada, enseñanza del psicoanálisis, análisis didáctico, análisis e institución, grados y jerarquías. Las presentaciones que se llevan a cabo en esas jornadas discuten con la Proposición sobre institución de grados. El problema, al igual que en el proyecto: el lugar de A.E, no queda desocupado. Todas las sugerencias que se leen en los trabajos son problemáticas o fallidas.

Ya me he referido al lugar en que falla mi propia propuesta: "Análisis e institución". Señalemos otra: "el A.E. dirige la Escuela y no a sus miembros" (44). Aún otra: "para que haya pase es necesario que existan antes los lugares" (45). Y como los lugares fueron ocupados por algunos de los fundadores, de acuerdo a la Proposición, los nombrados A.E. terminamos "dirigiendo" a los miembros de la Escuela.

No podía ocurrir de otra forma: la institución de los analistas no escapa a la economía del goce que Freud, que también dejó problemas con la Internacional, anticipó en Psicología de las masas. "Para nosotros analistas ... si algo debe hacerse en el análisis, es la institución de ese otro campo energético (precisa de estructuras distintas de las de la física) que es el campo del goce" (46). Para instituir ese campo interviene el análisis en disyunción con la institución, pero de esto nos olvidamos también demasiado pronto.

En la misma carta del 13 de agosto de 1975 escribe: "yo daré sugerencias, ustedes dirán las suyas, y también están las Actas de la École para consultar a cada momento". Y un poco después: "para encontrar las 'fórmulas' adecuadas: leer las Actas de la École".

 

2. La Proposición de Masotta queda atrapada en la propuesta de 1967

Cuando Lacan introduce sus proposiciones en 1967 dirá que ya están su acta de fundación y el preámbulo del anuario.

Tal vez por ello, la forma de constitución que propone para el jurado de confirmación, cuya tarea es esclarecer el pasaje que permite al psicoanalizante convertirse en psicoanalista, es decir, autentificar el pase, lleva a que algo (previo al dispositivo del pase) retorne: "yo respetaba la aproximación de la selección de donde salieron los A.E. y los A.M.E., tal como fueron registrados en el anuario de 1965" (47).

La Proposición de Masotta queda atrapada en las complicaciones que presenta la Propuesta de Lacan de 1967: el lugar, que debía posibilitar el pase, no se instituye como vacío y los fundadores nombrados A.E. terminan de entorpecerlo, en tensión con los nombrados A.M.E. (En el proyecto enviado desde Londres el lugar también está ocupado, pero surge una diferencia, todos los firmantes del acta de fundación pertenecen a la categoría de A.E.).

En el Congreso de la Escuela Freudiana del 3 de noviembre de 1973, Lacan señala que la experiencia del pase es una experiencia en curso: "el modo con el cual la produje fue la proposición, toda ella impregnada de prudencia, una prudencia quizás humana, demasiado humana: no veo cómo habría podido ser yo más prudente". E insiste. "Mi prudencia se hallaba impuesta por el estado de cosas existente: éste es el principio mismo de la prudencia. Así fue que no quise poner en manos de otros, que no fueran los que ya poseían un título correspondiente, en efecto, a una selección, el de Analista de la Escuela, la tarea de conglomerar personas cuya sola presencia entre ellos cambiaba por completo el alcance de ese título" (48). En la primera versión de la Proposición de 1967 el jurado de confirmación esta compuesto de siete miembros: tres analistas de la escuela (A.E.), tres psicoanalizantes tomados de una lista presentada por los A.E. (de analizantes, en el pase, de convertirse en analistas), más el director de la Escuela. Tampoco el lugar queda vacío.

En el Discurso como respuesta a las opiniones sobre la Proposición, al mismo Lacan le hace falta enfatizar, acentuando la diferencia con su primera versión de la propuesta, que quiere poner a no–analistas en el control del acto analítico, pues " en el estado presente el estatuto del analista no solamente lo lleva a eludir ese acto, sino que degrada la producción que de él dependería para la ciencia".

El atributo del no–psicoanalista, que no implica al no–analizado, es el garante del psicoanálisis, permitiendo distinguir a los no–analistas de aquéllos psicoanalistas que pagan su estatuto con el olvido del acto que los funda como analistas: "un no–analista en perspectiva, aquel que puede ser aprehendido antes de que precipitándose en la experiencia, experimente, parece ser la regla, como una amnesia de su acto" (49).

En el prologo de "Oscar Masotta. El revés de la trama", leemos en la página 23 con relación a la escisión de la Escuela Freudiana de Bs. As.: "hay un articulo en esas notas cuyo título es absolutamente sugestivo: Del poder de la Transferencia a la transferencia del poder" (50).

Ese título, de un texto que me corresponde, ha sido levemente modificado tal como puede leerse en las Notas, N° 3, citadas. El 3 de julio de 1978 ese texto acompañó mi renunc ia al primer Comisionado de Dirección.

El Comisionado de Dirección estaba compuesto, luego de haberse implementado la Proposición con la que habíamos "acordado", por tres miembros de los cuales por lo menos uno debía ser A.E., y éste era designado por el conjunto de los analistas de la Escuela.

Con el Comisionado la posibilidad de poner en práctica la Proposición de Lacan de 1967 terminaba de fracasar y con el título de aquel texto, no hay dudas, señalaba lo que estaba en juego y recibía simultáneamente mi propio mensaje en forma invertida, se duplicaba la palabra poder. Otro A.E., con el mismo esquema, me sustituía en un nuevo Comisionado.

Como ya dije, Masotta partió demasiado pronto. La "transferencia" no alcanzó. Con la puesta en funcionamiento de su Proposición, a nivel del Comisionado, mostramos en muy poco tiempo lo difícil que resulta sostener una Escuela, allí donde análisis e institución "connotan una inadecuación" (51), cuando todos toman partido, no precisamente por el análisis, y renuncian a estar a la altura de las circunstancias.

La Internacional logró con su dispositivo conocido velar más "eficazmente" ese desencuentro entre análisis e institución. El dispositivo del pase permite ver que la multiplicación de las escisiones institucionales no es un hecho ajeno a cierta posición que adoptó Lacan: modificó el dispositivo freudiano pero dejó "el protocolo del acto analítico indeterminado". Se mantuvo en silencio y allí donde no dijo que hacer se provocaron considerables divisiones (52).

 

3. Estar a la altura de la propia castración

Incluso con aquellos deslizamientos que acompañaron los primeros tiempos de la Escuela, podemos preguntarnos: "¿nos hallamos a la altura de lo que por obra de la subversión freudiana, parece que estamos llamados a llevar, a saber, el ser–para–el–sexo? La respuesta nos la entrega Lacan: "no lo estamos en razón de aquello que los psicoanalistas dicen demasiado bien como para soportar saberlo, y que designan, gracias a Freud, como la castración" (53).

Aun "si los psicoanalistas no quieren estar, a ningún precio, a la altura de lo que tienen a su cargo, no por eso lo que tienen a su cargo existe menos ni dejará de hacer sentir sus efectos" (54). Así, como no pueden estar a la altura de su propia castración, logran "forman con ella un par" (55): provocan su desmentida (Verleugnung) con las "escisiones".

El discurso analítico es el lazo social determinado por la práctica de un análisis. "Merece ser puesto a la altura de los más fundamentales entre los lazos que permanecen para nosotros en actividad" (56). Y así, el desencuentro análisis–institución indica que esa divergencia en su posición de sujeto, merece ser una pregunta planteada a su sujeto, sólo cuando ese sujeto debe reencontrarse, como analizante, en su acto.

Hay otro articulo en la publicación mencionada que lleva por título Una Escuela fallida. Mi nombre aparece en dos oportunidades. Se trata, en ambas, de cartas. Leemos en la página 128: "en el numero de Cuadernos Sigmund Freud de 1977, Juan Carlos Cosentino cita varias cartas de Oscar Masotta" (57).

Las cartas forman parte de la Presentación que el jueves 16 de junio de 1977 hice de las Segundas jornadas de entonces. Como comenté, la propuesta sobre institución de grados ya había llegado: está fechada el 30 de marzo de ese mismo año.

Esa presentación de esas jornadas es otro intento fallido. Trata de sostener la Proposición: "esta segunda propuesta es una interpretación, acaba con la ilusión de la igualdad resignificando una diferencia". Y, simultáneamente, trata de sostener la inadecuación análisis–institución: "¿cómo conjugar un fin de análisis y un deseo de ocupar un lugar (A.E.) cuya nota esencial es una reflexión tal sobre el análisis que su destino es el de que la institución lo cruce?" (58).

Los acontecimientos que culminaron en 1979 con la escisión de la Escuela Freudiana de Buenos Aires fueron complejos y, para mí, difíciles. "Decir la fundación" (59), texto que creyó inaugurar a costa de la escisión una nueva etapa, pretendió despejar el "problema": las "diferencias" entre la proposición sobre institución de grados de Masotta y la proposición de 1967 de Lacan. Pero sólo reprodujo la dificultad intentando resignificar "retroactivamente los grados y la fundación misma" (60).

Un solo dato: tampoco cayeron las designaciones de A.E. Así, el intento que se hizo de poner en funcionamiento en la "nueva" Escuela el procedimiento del pase fue fallido (en plena crisis se intentó hacer caer las nominaciones, llamadas de Oscar Masotta, pero ya era tarde), y culminó con otra división.

Con esa nueva escisión y con la fundación del Seminario Lacaniano, recién entonces, en 1984, pude perder el "título" de A.E. "El Seminario Lacaniano –leemos en sus documentos iniciales– no es una escuela, ya que ésta debe situarse en relación a la experiencia del pase" (61).

 

Mucho antes, el 23 de marzo de 1979, Oscar Masotta escribe: " tu segunda carta agregada refleja tu desorientación, viene a medio fechar. ... Esta carta termina por ahora con todo dialogo entre vos y yo. El dialogo no es un chorro, un continuo natural. A veces cesa. Ahora solo te quedará o bien quedarte o bien marcharte (Está a punto de producirse la primera escisión de la Escuela Freudiana de Bs. As.). Si ocurriera lo primero (habrás recibido mi carta, es mi deseo) volveremos a hablar; si lo segundo, solo tal vez alguna vez. ... Si hoy estas desorientado, es porque estarás un poco mejor. A vos también, mi querido, te falta análisis, como se dice. Estas patadas mías tal vez te hagan bien. Mis mejores augurios".

No hubo más cartas. Poco después Oscar Masotta fallecía. Pero nuestra disensión de entonces cobraría retroactivamente su sentido: encontré las ocasiones particulares de no descuidar en todos estos años esa falta de análisis y la posición de analizante.

Y así, en otro sitio, no en la institución de los analistas, pude volver a proponer –la primer lectura novedosa de Freud me la proporcionó Masotta– una lectura distinta para los textos de Freud.

Este trabajo, con modificaciones y algunas ampliaciones, constituyó la presentación de un nuevo espacio que inauguramos el 11 de diciembre de 1999 en el Seminario Lacaniano, denominado "La práctica de los analistas". Esta publicado en Lecturas N* 13/14, Seminario Lacaniano, Bs. As., julio 2000, págs. 89-106.

Referencias bibliográficas

  1. S. Freud, ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? (II), AE, XX, pág. 186. Las itálicas me corresponden. Las remisiones corresponden a O.C., Amorrortu Editores (A.E.), Buenos Aires, 1978-85; las revisiones para la traducción del alemán corresponden, salvo aclaración, a Studienausgabe, S. Ficher Verlag, Francfort del Meno, 1967-77.

  2. Correo de APA Nº 7, Bs. As., 1999. En la Introducción de "Pueden los legos" leemos: "Acaso se llegue a averiguar que en este caso (se refiere al análisis) los enfermos no son como otros enfermos, los legos no son genuinamente tales, ni los médicos son exactamente lo que hay derecho a esperar de unos médicos y en lo cual pueden fundar sus pretensiones. Si se consigue probarlo, se estará justificado en reclamar que la ley no se aplique sin modificación al presente caso (En Austria, país en que escribo y para el cual lo hago, la ley es preventiva: sin esperar el resultado prohibe al no médico tratar enfermos)", Idem, pág. 172.

  3. Carta del 14 de diciembre de 1990 a los Miembros del Seminario Lacaniano.

  4. J. C. Cosentino (en colaboración), Acerca del llamado análisis didáctico, en Cuadernos Sigmund Freud 5/6, Bs. As., 1977, págs. 25-38.

  5. J. C. Cosentino (en colaboración), Análisis e institución, en Cuadernos Sigmund Freud 5/6, Bs. As., 1977, págs. 127-38.

  6. J. Lacan, El Seminario, libro XXIV, L´insu qui sait de l´une-bevue s´aile à mourre, lección del 10-V-77, inédito.

  7. J. C. Cosentino, Análisis e institución, ob.cit., pág. 133.

  8. O. Massota, Proposición sobre institución de grados en la EFBA como resguardo de los fines de su fundación, en Cuadernos Sigmund Freud 5/6, ob.cit., págs. 13-5.

  9. J. C. Cosentino, Análisis e institución, ob.cit., págs. 137-8.

  10. S. Freud, Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica, AE, XI, pág. 136.

  11. S. Freud, Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico, AE, XI, págs. 115-6.

  12. Correspondencia S. Freud – O. Rank, Carta de Freud a Rank del 27 de agosto de 1924, en revista Seminario Lacaniano, N° 6, Bs. As., 1994, págs. 3-9.

  13. S. Freud, ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? (parte IV), ob.cit., pág. 193. Las itálicas me corresponden.

  14. J. C. Cosentino, Cuestiones de Escuela, en Lecturas del Seminario, N° 2, Bs. As., 1989, págs. 9-20.

  15. S. Freud, Análisis terminable e interminable , AE, XXIII, págs. 248-51. Las itálicas me corresponden.

  16. Idem.

  17. J. Lacan, El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 1996, pág. 241.

  18. J. C. Cosentino, Cuestiones de Escuela, ob.cit.; y Cuestiones de Escuela (IV, resumen), en Uno por Uno, Número especial, Barcelona, marzo 1991, págs. 7-8. Ver también, D. Rabinovich, Lógicas de la Escuela en psicoanálisis, en "El deseo del psicoanalista", Manantial, Bs. As., 1999, págs. 157-85.

  19. J. A. Miller, París 3 de enero de 1991, en Uno por Uno, Número especial, ob.cit., pág. 27 (las itálicas me corresponden). A su vez, en una segunda carta que nos envía a la Comisión SABA–Seminario, el 25 de enero de ese mismo año, puede leerse una preocupación que lo aflige, que no tiene que ver justamente con el procedimiento del pase: "Si tomo en cuenta la carta precedente (se refiere a nuestra primera comunicación), podría tratarse de las etapas siguientes: 1) estudio; 2) poner en práctica. Ahora bien, el procedimiento del pase es un atributo de Escuela; que una iniciativa grupal lo usurpe (¡sic!) no es de buen augurio; la experiencia de un grupo (se refiere a la primera Escuela Freudiana) al cual pertenecieron la ma yoría de ustedes lo verifica."

  20. Hoy que la "cultura global" prioriza terapias y terapeutas conviene recordarlo: "La diferencia, por qué no decirlo así, es que una psicoterapia es un manoseo existoso y el psicoanálisis es una operación en su esencia consagrada al fracaso. Y ése es su logro". J. Lacan, A modo de conclusión. Congreso de la Escuela Freudiana de París (1968), en Lettres de l' École Freudienne, Nº 7, París, 1970, pág. 66.

  21. Idem, págs. 157-66.

  22. J. Lacan, Discurso pronunciado el 6 de diciembre de1967 a l’ E. F. P., en Scilicet 2/3, Seuil, París, 1970, pág. 29.

  23. J. Lacan, "Un otro falta" y "Carta a Le Monde", El Seminario, libro XXVII, Disolución (1980-81), en Escansión Nueva Serie, Nº 1, Manantial, Bs. As., 1989, págs. 20-22.

  24. Idem, pág. 22.

  25. J. Lacan, A modo de conclusión. Congreso de la Escuela Freudiana de París (1968), ob.cit., 157-66.

  26. S. Kierkegaard, Ou bien ... ou bien (Enter–Ellen, 1843), Gallimard, París, 1985.

  27. J. Lacan, El Seminario, libro X, La angustia, lección del 19-XII-62, inédito.

  28. J. Lacan, Apertura de la sección clínica , en Ornicar? 3, en castellano, Petrel, España, 1981, pág. 37.

  29. J. C. Cosentino, Curso de Pos-grado "Estructura y sujeto: análisis de la transferencia" (1era. y 2da. Parte), Facultad de Psicología, U.B.A., Bs. As., 22-IV al 4-XI-99. Ver también J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, ob.cit., pág. 40.

  30. J. Lacan, Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los escritos (1973), en Uno por Uno, N° 42, Bs. As., primavera de 1995, págs. 7-16.

  31. .J. Lacan, Apertura de la sección clínica, ob.cit, págs. 45-6.

  32. J. C. Cosentino, Apertura del Curso de Pos-grado "Estructura y sujeto: análisis de la transferencia", Facultad de Psicología, U.B.A., Bs. As., 22-IV-99. Ver también Presentación, en "Lecturas" N° 11-12, Seminario Lacaniano, Bs. As., 1999, págs. 5-7.

  33. Idem, Apertura y Presentación. Ver también El fenómeno lacaniano, Conferencia pronunciada por Lacan en Niza en 1974: "Se pone a la disposición del analizante como el último de los últimos, ya que será preciso que esté a la hora, tres o cuatro veces por semana, para escuchar lo que brotará de él al natural", en Uno por Uno, N° 46, verano de 1998, págs. 11-26.

  34. J. Lacan, Conclusiones del IX Congreso de la Escuela Freudiana, 6 al 9 de julio de 1978, en Lettres de l' École Freudienne, Nº 25, París, junio de 1979, págs. 219-20.

  35. Leemos: "Al contrario, en el acceso al lugar de donde se profiere lo que enuncio, la condición estimada por origen primera es la de ser el analizado, o sea, lo que resulta del analizante", J. Lacan, L'Etourdit (1972), en Escanción, N° 1, Paidós, Bs. As., 1984, pág. 66.

  36. J. Lacan, El Seminario, libro XXIV, L'insu que sait de l'une-bévue s´aile à mourre, "Lo imposible de aprender", lección del 10-V-77, inédito.

  37. J. Lacan, El Seminario, libro XX, Aun, lección del 21-XI-92, Paidós, Bs. As., 1981, págs. 9-10.

  38. J. Lacan, El Seminario, libro XXI, Los no incautos yerran, lección del 19-II-74, inédito.

  39. J. C. Milner, "Las Palabras–Amo", en Los nombres indistintos, Manantial, Bs. As., 1999, pág. 77.

  40. Lacan afirma en 1980: "No espero nada de las personas, y algo del funcionamiento. Entonces, no me queda otro camino que innovar, ya que esta Escuela, la pifié, por haber fracasado en la producción de Analistas della (A.E.) que estén a la altura". Un Otro falta, lección del 15-I-80, ob.cit.

  41. M. Izaguirre (compilación y prólogo), Oscar Masotta. El revés de la trama, Atuel, Bs. As., 1999.

  42. O. Masotta, Carta del 13 de agosto de 1975 (Londres).

  43. Acta de fundación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, en Cuadernos Sigmund Freud N° 4, Bs. As., 1974, pág. 12.

  44. H. Levin, Escuela Freudiana: el discurso y la fundación, en Cuadernos Sigmund Freud 5/6, ob.cit, pág. 169.

  45. O. Masotta, Idem, pág. 15.

  46. J. Lacan, El Seminario, libro 17, El revés del psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 1992, pág. 86.

  47. J. Lacan, Discurso pronunciado el 6 de diciembre de1967 a l’ E. F. P., en Scilicet 2/3, Seuil, París, 1970, pág. 9.

  48. J. Lacan, Sobre la experiencia del pase, en Ornicar? 1, en castellano, Petrel, España, 1981, pág. 37.

  49. J. Lacan, Discurso pronunciado el 6 de diciembre de1967 a l ’ E. F. P., ob.cit., págs. 18-9.

  50. M. Izaguirre, Prologo, en "Oscar Masotta. El revés de la trama", ob.cit., pág. 23.

  51. J. C. Cosentino, Presentación, en Cuadernos Sigmund Freud 5/6, ob.cit, pág. 100.

  52. A. Badiou, Lacan y lo real, "Conferencia", Bs. As., 29-IV-2000.

  53. J. Lacan, Discurso de clausura de las jornadas sobre las psicosis en el niño, en El Analiticón, N° 3, Barcelona, 1987, pág. 9.

  54. J. Lacan, El Seminario, libro XV, El acto psicoanalítico, lección del 15 de mayo de 1968, inédito.

  55. J. Lacan, Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI, en "Intervenciones y textos II", Manantial, Bs. As., 1988, pág. 62. Ver también, A. Salafia, Entrevista, en "Oscar Masotta. El revés de la trama", ob.cit., págs. 220-1.

  56. J. Lacan, Télévision, Seuil, París, 1974, pág. 27.

  57. G. Garcia, Una Escuela fallida, en "Oscar Masotta. El revés de la trama", ob.cit., pág. 128.

  58. J. C. Cosentino, Presentación, en Cuadernos Sigmund Freud 5/6, ob.cit, pág. 100.

  59. Decir la fundación, en Notas de la Escuela Freudiana, N° 3, Bs. As., 1979, págs. 85-9.

  60. Idem.

  61. Documentos del Seminario Lacaniano, 18-XII-84.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 13 - Julio 2001
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