Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Las puertas mal cerradas
Albert García Hernandez

INTRODUCCIÓN

Brevísimo resumen del escenario que lo causa.

Extracto de algunas frases, en un contexto totalmente diferente (¿diferente?: octubre 1999), entre autor y editor:

"(…) También me seduce la idea de publicar algo en las revistas de su entorno. No sé por qué, pensé en algunos poemas.

(…) Hace tiempo me quedé sólo defendiendo el trabajo de Jethro Tull *A passion Play* frente a los que se anclaban en el extraordinario *Thick as a brick*, hermoso juego de ficción. No vi incompatibilidades ni siquiera con otra maravilla: *Aqualung*. De hecho quise reconocer la protesta soterrada del grupo en trabajos posteriores donde introducían la expresión ‘passion play’ en otras canciones (…)".

En la respuesta: "(…) Pero si me autoriza a expresar una tentación que me ha provocado, me animaría a hacerle una propuesta: se podría hacer un trabajo a partir de esta cuestión del "passion play" de JT ?(…).

Tras el primer desconcierto, pensé ¿y por qué no?

¿Por qué no volver, a caballo de ese comentario de Passion Play, a un recuerdo de juventud enunciado en ese "defendiendo el trabajo" sin saber casi porqué? ¿Por qué no volver, ahora que eso sonaba lejano, casi olvidado, a verificar, après coup, qué traducía ese "defender un trabajo…" del que sólo tuve nociones por la escucha de unos discos, sin siquiera traducir sus textos?

 

SOBRE EL OBJETO APARENTE

Imagino que a través de la red electrónica cualquiera puede encontrar hoy quién era el grupo Jethro Tull, su discografía, historia, etc. La red está llena de abusos de información, muchas veces inoperativos.

Ahora sólo recuerdo algo del origen de su nombre, homenaje, creo, a un pionero de las comunas agrícolas inglesas (los componentes de JT vivían en comunidad) y su aspecto estrafalario: baste evocar el histrionismo de su líder, cantante y uno de los mejores flautistas que el rock ha dado, que utilizaba el aire en la boquilla como segunda voz del pentagrama interpretado por la flauta travesera que, al mismo tiempo, iba soplando; o el traje-cebra del contrabajista acorde con su guitarra y contrabajo también pintados de la misma manera; o el disparate del genial pianista, verdadera imagen de músico de tugurios llenos de humo y alcohol (él era una buena muestra de su consumo), capaz de versionar a Beethoven a mitad de un tema de su grupo hasta, simplemente, llegar a caerse de espaldas llevado por –se supone- el entusiasmo de la inspiración y de los ritmos.

Pero JT también era amigo de la preocupación por la puesta en escena: en sus actuaciones podían aparecer globos enormes, efectos especiales (más tarde usados sin mesura por formaciones posteriores) y personajes más propios del circo que del grupo anfitrión. Llegó a ir acompañado de un sexteto de cuerdas femenino ataviado a la usanza del cabaret mientras interpretaba con absoluta seriedad pasajes cercanos a la música clásica barroca. Creadores de su propia discográfica, Crysalis, tuvieron el gusto de apoyar y grabar a grupos experimentales no británicos, como el interesante Premiata Forneria Marconi, de Italia, que luego llegaría a colaborar con el desaparecido Fabrizio de André. JT también era amigo, y eso ya nos puede interesar más, de la ficción y del juego de palabras. En 1972, un año después de su extraordinario "Aqualung", publicó un Lp, "Thick as a brick", en forma de periódico donde, en primera plana, se daba una noticia, cuyo encabezamiento reproduciré, y, en páginas interiores, el largo poema atribuido a un niño que constituía el texto de todo el disco, desarrolado en una sola canción (creo que hasta entonces nadie se había atrevido –salvo, en otras culturas, por ejemplo: Um Kalsum en Egipto-).

La noticia decía:

LOS JUECES DESCALIFICAN A "PEQUEÑO MILTON" CREANDO UN ESCÁNDALO DE ÚLTIMA HORA

(en inglés: last minute rumpus)

La Sociedad para el Desarrollo y Gestación Literarias anunció ayer su decisión de descalificar al ganador del premio, de ocho años de edad, Gerald Bostock ("Pequeño Milton"), tras los centenares de protestas y amenezas recibidos después de la lectura de su poema épico "Thick as a Brick" en la cadena BBC la noche del pasado lunes.

Un apresurado elenco de jueces se volvió a reunir y adoptó la opinión de cuatro renombrados psiquiatras infantiles. Según éstos, la mente del niño estaba seriamente desequilibrada y por ello todo lo que hacía era producto de una "actitud hacia la vida, hacia Dios y hacia su País extremadamente insana". Con arreglo a ese diagnóstico, se recomendó, "sin dilación", el tratamiento psiquiátrico de Bostock. El primer premio será otorgado a la subcampeona Mary Whiteyard, de doce años, que concursó con un ensayo sobre ética cristiana titulado: "Él murió para salvar a los niños pequeños"

Con toda seguridad era un montaje ficticio.

Pero esto atrajo a intelectuales y otros seres ajenos al rock y desconcertó un poco a sus seguidores. Quizá demasiada innovación (tyché) para ese contexto (automatón). Sin embargo ese revulsivo funcionó lo suficiente como para crear una expectativa generalizada que se vio truncada con la aparición de "A passion play", otro disco, por decirlo así, de una sola canción únicamente interrumpida por la narración disparatada de un cuento y que hacía referencia a una obra de teatro del mismo título. Tampoco me consta que esto último fuera real. Pero no es eso, con serlo también, lo que resulta interesante. El caso es que la crítica y el público se cebaron en él. El narcisismo de Ian Anderson, líder del grupo, se vio tocado y bien tocado.

El resultado de ello, al menos el resultado aparente, fue volver a los discos con temas de duración "normal" (reconozco que a los tres o cuatro discos más ya no seguí su trayectoria) y la no interpretación en directo de este trabajo, salvo fragmentos del mismo intercalados en sus actuaciones. Eso sí, creí ver, quizá puro imaginario, el significante "passion play" introducido en algunas canciones posteriores, como si se tratara de un testimonio, de una protesta o de una puerta mal cerrada por donde suele entrar (y volver) aquello ante lo cual la voluntad carece de armas efectivas.

 

CEDER EN EL DESEO

Siguiendo en el terreno de las conjeturas, ¿fue la vuelta al formato tradicional discográfico una consecuencia de haber cedido en su deseo, seguir la línea iniciada en los trabajos citados?

¿Fue ese fondo el que animó la autocita de los discos posteriores en donde, cuanto menos, cabe vislumbrar cierta repetición?

¿Era el significante "passion play" aquel que seguía insistiendo en su soledad simbólica?

Me acude un cantante de flamenco, Enrique Morente, de larga y personalísima trayectoria, que, de haber sucumbido, como JT, a la primera crítica desfavorable hacia su decisión investigadora y riesgo –ha tenido que oirse de todo-, nos habría privado de la sorprendente evolución de la que todos hemos podido disfrutar y el flamenco aprender. Ahora todo son parabienes pero cabe hurgar en la hemeroteca para comprobar la saña de quienes traducían su nerviosismo ante el deseo decidido del otro y, con ello, valorar en su justa medida el esfuerzo del cantante.

Sería fácil citar la larga lista de intérpretes deseantes que pagaron con su vida su insistencia, pero me viene este ejemplo de Morente –hay muchos más, algunos no conocidos-, como uno más donde eros le gana la partida a tanatos.

También me viene, sobre todo cuando he citado las hemerotecas, un fragmento del seminario VII de Lacan, hacia el final:

"Les articulé pues tres proposiciones.

La única cosa de la que se puede ser culpable es de haber cedido en su deseo.

Segundo, la definición del héroe –aquel que puede ser impunemente traicionado.

Tercero, esto no está al alcance de todo el mundo y es la diferencia entre el hombre común y el héroe, más misteriosa pues de lo que se cree. Para el hombre común, la traición, que se produce casi siempre, tiene como efecto el arrojarlo definitivamente al servicio de los bienes, pero con la condición de que nunca volverá a encontrar lo que le orienta verdaderamente en ese servicio.

Finalmente, el campo de los bienes, naturalmente eso existe, no se trata de negarlos, pero invirtiendo la perspectiva les propongo lo siguiente, cuarta proposición –No hay otro bien más que el que puede servir para pagar el precio del acceso al deseo- en la medida en que el deseo lo hemos definido en otro lado como la metonimia de nuestro ser."

EPILOGO

Desde las causas. Pues aceptada la propuesta editorial, encontré uno de mis poemas –propuesta antigua del autor- que puede tener, al menos la temática, relación con todo esto. Lo transcribo como prueba de que, a pesar de las apariencias beligerantes, siempre se puede llegar a un acuerdo de las partes –en este caso editor y autor, pero podría anhelarse en otros campos- que mostraron una causa común y sostienen un proyecto abierto. (Querido editor, al fin lo metí!):

 

AJUSTE DE CUENTAS (*)

(De "Barrio sin techo")

A Passion Play dio en la diana
y fue encarcelada en la frontera
que el bufón trazó y burló con Thick as a brick.

Pero no reinó su equilibrio,
salvo el porte flamenco y pelirrojo, escópico,
loco hablador con travesera.

Robert Fripp, en cambio, fue bífido.

Adelantó su veneno en un siglo
y lo inyectó al Schizoid man desde su Gibson.

Lo llevó donde quiera que quiso,
minimalismo, soliloquio, banalidad.

Fue Starless lo real en juego,
y Wetton fue la cima del lamento.

Hubo dos Stings y uno tuvo frío.

Debió percibir algo de diván,
edípico y napolitano,
que intentó traducir en la sexta Jaula del Alma.

De eso sabe Marianne, fiel y sincera,
la que cita en la taberna a Kurt Weil.

Su resaca hace sufrir a Morrison y Piaff,
a los fusilados con las cerezas en sus labios
y las hojas muertas que algodonan Père Lachaise.

Por primera vez los negros comieron
frutos de la rapiña blanca,
mientras Jefferson, desde su aeroplano,
cubrió Europa con Caroline.

La crítica trazó hilillos rojos
en la bailarina dispuesta
a un nuevo acto de pasión.

…………………………..

Valencia, 26 de noviembre de 1999

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 10 - Diciembre 1999
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