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Freud escribió alguna vez que su vida no tenía sentido más que en relación con el psicoanálisis. Afirmación bastante asombrosa si no la ponemos en relación con el hecho de que el psicoanálisis era para él una empresa, una "causa" (él no vaciló en llamarla así) y por lo tanto venía a ubicar, hoy podemos decirlo leyéndola con el ternario lacaniano, una consistencia imaginaria ("la causa psicoanalítica") anudada con el simbólico de su promoción de la función paterna con la localización asimismo del real insoportable de la carencia, de la falta.
Pero justamente lo que el psicoanálisis permite situar como algo indecible e insoportable (¿insoportable?) es esa carencia, ese lugar que se puede circunscribir, que es localizable, el sitio estructuralmente determinado de un hueco, de un agujero del simbólico imposible de decir, intolerable, horrible, agujero, carencia... castración.
Lo asombroso, entonces, reside en el hecho de que la empresa que le daría consistencia narcisística a su personaje de fundador, al cargar de sentido su vida, consistió en la invención de una práctica justamente destinada a permitir desmontar el universo de imágenes que encubren lo insoportable del real de la carencia, de esa falta localizada en el corazón del ser del sujeto, "Kern unseres Wessen", a la que los filósofos aludirían al interrogarse: "¿Por qué habría, estaría, sería, algo más bien que nada?". Una práctica que venía a permitir la realización "inconveniente" de la destitución del sujeto confrontado con ese "nada" que sus fantasías vienen con sus producciones imaginarias a disimular.
Nos inclinamos a pensar que, en relación con la fórmula de Freud, cada uno podría expresar su relación con el psicoanálisis diciendo que es, más bien, la historia de su resistencia al psicoanálisis. Esto abre la pregunta inevitable: ¿Cómo es posible, entonces, que alguien se proponga pasar por la experiencia del análisis si lo que habrá de emprender es justamente el posible derrumbe de las certidumbres del yo, que, en una primera aproximación, aparecen como un recurso indispensable para una vida apacible, tambien ingenuamente considerada como lo que conviene al bien del sujeto?
Esto es, precisamente, lo que ubica a la práctica del análisis como excéntrica, atópica, si se la piensa desde la perspectiva de los intereses sociales desubjetivados y lo que perturba toda reflexión que pretenda ver en una práctica de utilidad social algo que deba responder forzosamente a la expectativa del bien de los individuos. El carácter aparentemente evidente de tal objetivo ignora, justamente, un descubrimiento fundamental de Freud, la referencia a la escisión del yo, que a pesar de que fundaría su prestigio, la prestancia del nombre de Freud y por lo tanto la felicidad esférica, completa, cerrada, de su personaje narcisista, consistía, paradójicamente, en revelar, en desvelar la fractura, la falla, la hendidura, la "dividuidad" de los individuos... en tanto seres hablantes, escindidos por el efecto del lenguaje, es decir por la estructura significante que excava un hueco en el corazón del sujeto, que construye imágenes en el sitio real de la falta indecible situada por ese efecto significante.
Hay cierta solidaridad entre esos productos efectos imaginarios y las demandas sociales, solidaridad que no deja de sufrir las crisis que le provoca lo que pretende ignorar al representarse a sus componentes como individuos y no como sujetos escindidos. La demanda social, decimos, sintoniza con los efectos imaginarios del yo, incluso en las formas más inesperadas políticamente (subversiones aparentes) y, todavía más asombrosamente, en formas de recuperación en el campo psicoanalítico expresadas en las formas de organización institucional que éste se ha dado (1).
La resistencia al psicoanálisis, en sus variadas formas, incluida la de su aparente aceptación masiva, implica constantemente la perspectiva de su desaparición, de su extinción como práctica, como experiencia.
La aparición de la serie de textos que culmina con Hola...¿Lacan? Claro que no (2) contribuye a perturbar esa tendencia a la desaparición por la que la experiencia analítica se encuentra constantemente acechada, sobre todo bajo la forma de su transformación en prácticas que responden a demandas de eficiencia en la sociedad mercantil, en particular a una demanda de respuestas terapéuticas "útiles y rápidas" al sufrimiento subjetivo.
Podemos así interpretar la sensación de desagrado que se observa en algunos lectores de este texto ante experiencias que, en su radicalidad, afectan una concepción simplista de apariencia humanitaria que se defiende del psicoanálisis con la coartada de una supuesta preocupación bondadosa por la condición de las personas, (repito y subrayo "personas" o sea la dimensión imaginaria de los "individuos"), de las personas involucradas en los acontecimientos que aparecen relatados en las ocurrencias. De este modo en cierta presentación pública, en unas Jornadas en las que se trataba de lo público y la intimidad donde se aludió a algunas de estas ocurrencias alguien subrayó la brutalidad que a su juicio estaba presente en la publicación de esos relatos, pero además, sorprendentemente, la atribuyó a Lacan como si éste fuera quien los hubiera hecho públicos cuando, justamente, se trataba de la recopilación y publicación editorial de lo que hicieron circular, al difundirlas, como relato de anécdotas, los propios involucrados en ellos, que en el libro aparecen nominados por los pronombres "él" o "ella". En una advertencia que, como traductores, incorporabamos en aquella edición destacamos que ésta es la razón por la que hemos conservado en español el pronombre explícito, como nombre de los protagonistas, cuando el uso impone en nuestra lengua, a diferencia de lo que ocurre en francés, mantenerlos tácitos y expresados por la declinación de los verbos utilizados.
Lo que aparece es que los testimonios de los sujetos aludidos en las ocurrencias dan cuenta, entonces, de que no hay una relación de coincidencia entre la dimensión del bien y la del deseo y que, en particular, la última perturba las concepciones ingenuas sobre la primera. Así lo notamos, por ejemplo, en las ocurrencias tituladas "demasiado caro" o "arrebato" (p.66 y p.40, respectivamente) (3): Pagar diez veces más a Lacan que a su anterior analista "didacta" o ceder la herencia recibida al utilizarla para pagar los honorarios de Lacan... no son actos que la ingenua conciencia bondadosa podría considerar como algo conveniente para la persona, ni coincidentes con lo que le parece el bien o la utilidad convencionales en una sociedad mercantilista. Sin embargo se trata de otra cosa... de otra cosa que subraya la condición del ser hablante que le permiten considerar "caro" al analista "barato" o alegrarse por ser aligerado de un peso (de unos pesos...) hereditario. Dicha condición produce una disyunción del bien y el deseo, en primer lugar, y, en segundo, perturba la concepción misma que del bien puede hacerse un biologizador de lo humano, justamente en nombre de un supuesto humanismo de lo conveniente que ignora la subversión determinada por la escisión subjetiva que procede del efecto significante. En consecuencia no es de ningún modo obvio en qué consiste el bien, o lo bueno, para el sujeto humano en tanto es un sujeto hablante, escindido.
Tal perturbación se manifestó, por ejemplo, en una de las sesiones de un taller (consagrado a la lectura de la enseñanza escrita y hablada de Lacan) en el que además de esos Escritos y Seminarios nos hemos ocupado de trabajar sobre esta tercera dimensión que constituyen las ocurrencias recogidas en Hola ... ¿Lacan?... Una de las primeras reacciones observadas fue la indignación de uno de los participantes que dejó entonces de asistir, afectado por lo que consideraba una grosería: la difusión de semejantes acontecimientos, supuestamente marcados por el sello de la discreción propia de la vida privada.
En la transmisión del psicoanálisis, al menos en lo que corresponde a su literatura escrita hay un aspecto del que depende la posibilidad misma de que lo que está en juego ocurra efectivamente: la oportunidad del encuentro, la coyuntura subjetiva del lector, y si bien "la resistencia es siempre del analista", según la fórmula impuesta por la difusión de la enseñanza lacaniana (4), algo depende de la forma en que el material es brindado al sujeto, pero no hay que olvidar que en el psicoanálisis en intensión hay un solo sujeto en juego, el analizante (5). El analista es una función de la subjetividad del analizante, función que es soportada ineludiblemente por un cuerpo real, una imagen fantaseada, y una distribución significante de lugares en la subjetividad (cfr. Esquemas L y R (6)). El analista puede matizar su intervención y ese es el arte que se pone en juego en la relación que el dispositivo analítico permite desplegar en su escenario, pero un texto no varía en su materialidad aunque el énfasis y el subrayado que el sujeto le impone dependen estrictamente de la coyuntura de éste último. El efecto de un texto dependerá en alguna medida de esas variadas particularidades y de sus tiempos respectivos. No es forzoso que la reacción que produce la primera lectura rápida de ese acontecer impida, al cabo de un recorrido, un efecto de verdad que viene de la insistencia de las fallas estructurales subjetivas afectadas que se expresan justamente en esa primera impresión de rechazo... de esa verdad.
Una de las ocurrencias, que mencionaré a continuación, permite observar esto en el relato directo y en las observaciones que, en un segundo nivel, les agrega la lectura de Allouch a través del título que le adjudica y en su autolimitado comentario al pie de la edición anterior que ahora elimina por completo (7) diez años, hubo que esperar a esta tercera edición para publicar finalmente sin concesiones un florilegio de ocurrencias con Lacan, para poder dispensarse de jugar al obispo ahorrándole caritativamente al laico cualquier ocasión de escandalizarse..."; Hola ¿Lacan?, op.cit., págs. 25-26.. Mencionaba hace un momento la indignación que las ocurrencias editadas provocaban en un participante del taller, el escándalo que para él esa publicación representaba. Una de esas ocurrencias se titula precisamente "escándalo" y permite observar como la cuestión del momento del encuentro con la experiencia lacaniana [de la presentación de enfermos en este caso, con la observación de los bostezos ostentosos de Lacan ante una paciente] se inscribe en la trayectoria del procesamiento de la resistencia al análisis y revela cómo no es forzoso que ese momento sea, entonces, el último de toda la elaboración. Hay un instante de la mirada, un tiempo de la comprensión y un momento de la conclusión, y el tiempo de este recorrido se caracteriza como es evidente por su singularidad en relación con un tiempo social, de modo que no debemos prejuzgar sobre lo definitivo del efecto escandalizado suscitado en el sujeto mencionado (8).
Hay una dimensión de escándalo en el análisis para el sujeto que se indigna, revuelca y patalea ante lo que de su verdad es desencadenado por la intervención que lo escandaliza. No es forzoso por ello que se acepte el escándalo como una indicación exclusiva de la resistencia del lector al análisis, pero al cabo del recorrido hay por lo menos una sana interrogación sobre lo que ese escándalo puede tener de revelador para quien lo experimenta.
Como suele ocurrir con los acontecimientos que pasan a la notoriedad, la irrupción lacaniana en medio del marasmo mortal en que el psicoanálisis estaba empantanado (situación que siempre puede renovarse), se ve acechado por su reducción a simplificaciones, a recetas más o menos codificadas. No han faltado así quienes impulsaran o se inscribieran en una moda que reducía la novedad a una dimensión que para otros era considerada como la expresión de una brutalidad desconsiderada. No poco contribuyó la forma en que comenzaron a circular los seminarios bajo la acción de una pantalla, de un biombo que se interpuso entre la fuente y los lectores de los textos que se le ofrecieron leguleyamente bajo el sello del derecho de los herederos naturales para legitimar un texto de Lacan como pasible de circulación, de publicación. Así en lugar de un establecimiento crítico se hizo circular una redacción fragmentada donde, por ejemplo, en el caso del seminario de 1953-1954, Los escritos técnicos de Freud, se puede leer en las primeras dos líneas de la edición oficial que...
"El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo una patada" (9)
.... pero este texto, si se confronta con la estenotipia (versión JL, pág. 1), en la que se puede leer una frase previa omitida:
"La búsqueda de sentido fue ya practicada, por ejemplo, por ciertos maestros budistas, con la técnica zen. El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo, una patada."
...muestra el matiz de un ejemplo, de una referencia a otra "búsqueda" y pierde, entonces, el caracter de una promoción unilateral (aparentemente a cargo de Lacan) de las intervenciones consideradas bruscas, violentas, para conservar la dimensión, digna de reflexión, de lo que la referencia a la experiencia del zen puede brindar como corte en una secuencia imaginaria, que devela un borde, un hueco, cuya presencia como sinsentido insoportable habrá de reclamar ulteriormente, como es inevitable, una nueva construcción de sentidos que se anudará en los registros del ternario RSI.
Que la coyuntura ideológica sea tenida en cuenta, es política de la transmisión, y de la buena. La política es justamente el arte de encontrar el momento oportuno y la forma apropiada para la intervención, para las acciones y con mayor razón todavía los actos pertinentes con relación a los objetivos perseguidos (encuentro no forzosamente reflexivo). Así, la transparencia provocada por una brusca escansión, un corte que dé acceso a una presencia intolerable del hueco real de una carencia puede (o no, según su pertinencia) provocar la fuga del presunto analizante tanto más cuanto más entre en resonancia esa fuga, sintonice con las dimensiones narcisisticas, con los intereses yoicos imaginarios. Pero la resistencia, dice Lacan, es siempre del analista, lo cual no quiere decir que la oportunidad y la forma de la intervención apropiada, que no facilitará el abandono de la empresa, sean el resultado de una deliberada reflexión o de un pensamiento táctico de la intervención. Resulta ser, en cambio, el efecto de la experiencia analítica del analista , de su propia experiencia subjetivada de la confrontación con esa carencia, con su propia falta.
Sin abrir juicios de valor sobre lo que está en juego, aquí podemos decir que un libro como Hola ¿Lacan?... en el que desembocan y se amplían las versiones anteriores, no podía haber sido publicado en otro momento, en 1980 por ejemplo, sin producir un efecto contrario al que se proponía. Si aún hoy hay quienes reaccionan de la manera relatada más arriba, en esa época, en el momento de las consecuencias inmediatas de la disolución de la Escuela Freudiana de París, y cuando se cernía el momento ineluctable de la muerte de Lacan, hubiera aparecido como un episodio vinculado con las convulsiones que la disolución de la EFP producía en las personas y se hubiese perdido en esa confusión la dimensión doctrinal que nos interesa. Lo que hoy suscita en muchos lectores una fecunda elaboración sobre lo que está en juego en cada una de esas ocurrencias podría haber permanecido estancado en una primera impresión escandalizada, forma particular de resistencia a lo más aguzado de la transmisión de la experiencia analítica. Ahora, en cambio, el campo esta roturado por la aparición de otros textos, Letra por letra (10), la serie de los trabajos fundamentales publicados en Littoral, Lunebévue, Litoral, etc. se ha abierto paso la transmisión de un estilo lacaniano en el psicoanálisis. La lectura, entonces, puede hacerse sobre otras bases.
Y sin embargo aún hoy se siguen produciendo en el público aparentemente culto del psicoanálisis reacciones de molestia, de disgusto, ante la aparición de esta colección de testimonios aunque hay quienes pueden escapar a la alternativa del elogio o la denigración para enriquecer su acceso a la enseñanza lacaniana con sus propias producciones. Un ejemplo de ello es el escrito siguiente presentado como respuesta a la lectura de la ocurrencia "ella y él" (Hola ¿Lacan?..., pág. 214):
"Él relata a Lacan un hecho a sus ojos totalmente extraordinario: ¡En el curso de una misma noche, su paciente y él tuvieron exactamente el mismo sueño!
Respuesta: Ciertamente, pero ella es la que sueña."
Comentario: "¿Quién sueña en un análisis? ¿El analista o el analizante? Que esta ocurrencia presente un hecho extraordinario a los ojos del analista, no indica sino fascinación de la mirada que lleva a la fusión imaginaria de ella y él, en un mismo sueño, en una mimsa noche, ella, él, noche, sueño, elementos que el imaginario ofrece para pretender que haya relación sexual. Frente a la falla introducida por la articulación simbólica que impide estructuralmente una complementación sexual, una relación que los haga un "uno" del orden de la totalidad unificadora.
"Relación que es mostrada también a los ojos de Lacan, con ese "a sus ojos", como tercer espectador cuya mirada también está puesta en suspenso para caer fascinado ante lo extraordinario del hecho. Que el "ciertamente" [de Lacan] nos permita vislumbrar una cierta confirmación del hecho, e incluso por un momento asintótico parezca que la mirada de Lacan lo confirme, aparece acompañado por el "pero es ella" que trae la desconfirmación del hecho y da el vuelco desde una conjunción (ella y él) a una disyunción (ella o él), disyunción en la cual hay que elegir un elemento, y donde la situación analítica lo instaura "Es ella... la que sueña".
"Lacan al escuchar suspende la fascinación de la imaginaria relación sexual complementaria, e interviene en la línea de sostener el deseo de analizar, deseo que haría una diferenciación, una alteridad radical entre el analista y el analizante, como una modalidad por antonomasia del "no hay relación sexual" (Complementación armónica unificadora).
"Es ella la que sueña". Intervención que hace una diferenciación en el real de la relación analítica. Es el analizante el que sueña, esto nos permite mantener esa diferenciación radical entre el analizante y el analista, diferenciación que sólo puede ser traida por la interpretación.
"Ella es la que sueña", ella es la analizante, usted es el analista, diferenciación instaurada ante la indiferenciación del imaginario fascinante de un mismo sueño."
Este texto es sólo un momento de un trabajo sobre la ocurrencia que debe continuar porque al mismo tiempo que presenta una dimensión estimulante corre también el riesgo de una tendencia prematura al cierre imaginario de la teoría, del saber sabido, frente a la dimensión doctrinaria de la singularidad. A pesar de esto el trabajo conserva el mérito de partir de una reflexión que escapa a la simple aceptación mimética de una sugerencia técnica deductible del relato de esa ocurrencia que carga con el prestigio de la referencia al personaje de Lacan.
Pero, entonces, ¿que es lo que ha cambiado desde 1980 como para hacer posible una transmisión extensa de la experiencia lacaniana y una producción que la enriquezca?. La muerte de Lacan permitió que, en la dispersión ya comenzada por la disolución de la École Freudienne de Paris, se fueran aclarando las líneas de fractura entre los que se consideraban discípulos de Lacan. Se hizo más nítido para nosotros mismos lo que estaba en juego en la posibilidad de concebir un establecimiento crítico de los seminarios que nos colocara en el lugar de lectores de la escritura de esos seminarios hablados en calidad de discípulos y no simples "repetidores" de Lacan frente a la tendencia a un psitacismo empobrecido de sus textos. Eso se aclaró justamente cuando descubrimos (11) que las redacciones aplanadas, suavizadas, que transformaban lo dicho por Lacan comprendiéndolo demasiado y eliminando los puntos problemáticos conducían a una desecación eclesial de esa producción en la que Lacan no se había detenido ante el riesgo de contradecirse al comunicar directamente sus elaboraciones sobre la experiencia analítica a su público durante más de veinticinco años. En su seminario ... ou pire del 8 de marzo de 1972, Lacan subrayaba que la posición de producción se da, en el mobiliario heredado de Freud, en el diván, el lugar de las asociaciones, de producción de las formaciones del inconsciente. En ese sentido Lacan estaba en sus seminarios, de alguna manera, en posición de analizante corriendo así el riesgo de equivocarse, es decir, dando oportunidad para que la verdad refugiada en la mentira fuera atrapada por la equivocación (12).
Conquistamos así una posición responsable en nuestra lectura. No tenemos por qué cultivar el costado hermético de Lacan ni practicar una simplificación aplanadora de su texto, queda a nuestro cargo la responsabilidad de una producción suplementaria, justamente en los puntos en que esa lectura se revelaba problemática y por eso mismo fecunda. Y si esto ocurre ya con los seminarios, la agudeza de las interrogaciones que abren las intervenciones expuestas en las ocurrencias exige aún más de nuestra intervención al considerar los enigmas que nos plantean para darles una elaboración enriquecedora para la práctica analítica. Que Allouch haya eliminado, como vimos, hasta aquellos limitados comentarios de las versiones anteriores nos estimula para hacer nuestro propio trabajo coincidente o no con el que antes él se reducía a sugerir. Ahora quedamos entregados a nuestra casi entera responsabilidad de una producción suplementaria. Hay una pregnance, una fuerza imaginaria, gestaltica, de la forma de la experiencia cuando ella procede de Lacan, como la que cada ocurrencia transmite. Había igualmente un efecto fuerte de aquellas intervenciones de Allouch. Pero si en ambos casos esto tiene una influencia para aceptarlos o rechazarlos segun se les suponga o desuponga un saber la posición de escuela que se pretende transmitir va en una dimensión distinta, la de esa producción suplementaria que puede constituir un efecto de transmisión del estilo que pretende hacer escuela.
No se trata, pues, de salvar a Lacan haciendo de su hermetismo una virtud ni disimulando las eventuales fracturas que la experiencia de su lectura pueda revelarnos, puntos discutibles, aparentes contradicciones, formulaciones que se oponen en distintos momentos, signos de un cambio de posición que muchas veces resulta ser más bien la revelación de lo que estaba aún sin desarrollar (por ejemplo formulaciones sobre la intersubjetividad presente en sus primeros seminarios y escritos,en la primera década de su enseñanza frente a la formulación radical que aparece en la Proposición de octubre de 1967 acerca de la referencia al único sujeto del que se trata en el análisis (13)) sino, justamente, de descubrir que esa supuesta "salvación" constituiría un paso hacia la extinción que la irrupción lacaniana podría impedir si no se agota en el delta de formas retóricas vacías de significación. Del mismo modo que en el psicoanálisis en intensión pasaba al primer plano la responsabilidad del analista frente a su acto, (ese acto que, como dice Lacan horrorizaba a muchos de sus oficiantes) con la doctrina de la "autorización por él mismo" del analista (por él mismo y no por si mismo) y, con la del tiempo lógico de la sesión, puntuada más que forzosamente breve o prolongada, nadie podía, como analista que se autoriza, descansar en el tiempo impersonal reglamentario como criterio de esa puntuación, de igual modo, decimos, la referencia a Freud y a Lacan no sirve ya como barandal del cual podría uno tomarse para disimular el enorme problema que presenta a la clínica una doctrina orientada por la brújula de la singularidad, de la exquisita diferencia de cada sujeto, de cada analizante, "único sujeto del que se trata en el análisis" frente al cual lo que se trata de saber es... saber suspender nuestra sabiduría previa, supuesta o real, lo mismo da. También en su condición de responsable de su acto, se le plantea a cada uno que se autoriza la cuestión de dar fundamentos a su práctica singular, en el interior de un campo ya roturado y que no carece de balizas producidas por su fundador y su reformulador, pero en el que la relación entre ambos y los problemas que dejaron sin resolver, o que sólo ahora aparecen como tales, no pueden ser delegados a nadie ni remitidos a una solución encontrada ya hecha por completo y de una vez por todas en textos del pasado.
Las ocurrencias de Hola ¿Lacan?... se inscriben en esa nueva coyuntura que reconoce, en nuestra opinión, como antecedentes, las producciones mencionadas más arriba en torno a las revistas citadas, las transformaciones y las confluencias que permitieron. Un estilo de escuela se confronta con el desafío de poder caracterizarse, contra las concepciones superficiales o, peor aún, malévolas de pequeños personajes en busca de justificación para su inconsistencia, como una radicalización en el trabajo sobre los puntos de singularidad problemática que constituyen el objeto propio de la experiencia analítica. Puntos problemáticos que no se resuelven con razones basadas en referencias a una herencia automática del saber ya sabido presente en los textos que el pasado nos entrega, punto de partida para nuevas avanzadas, que se desgasta y anula, por otra parte, con su mera repetición, problemas que tampoco obtienen respuesta con una disidencia resentida que busca diferenciarse con fantaseados parricidios. Punto de partida para una profundización en los problemas cuya localización está señalada por la dificultad que los mismos fundadores dejaron irresuelta y que necesita por lo tanto no ser disimulada, como lo harían religiosos repetidores, ni olvidada o ignorada como hacen los que abandonan la búsqueda ya iniciada por Lacan en algún punto de su trayectoria, como aquellos que no pudieron incluir en su experiencia, además del retorno y lectura sintomal de Freud, las primeras topologías, el recurso a la lógica, la elaboración de la escritura de los discursos y la desembocadura borromea que exige la relectura del conjunto a la luz de su reformulación del ternario inaugural, a la vez desembocadura de su experiencia previa, y programa anticipado del Lacan de 1953.
Uno de esos aportes, fundamental, que se sitúan en el camino de esta fundación de escuela, ya citado, es el de Letra por letra, libro de 1984, posterior al seminario de Allouch en México (1982) (14), trascendental para nuestra trayectoria, algunos de cuyos temas retoma. Letra por letra participa de ese estilo de relación con la enseñanza de Lacan que impulsa a nuevas formulaciones y permite a partir de una articulación ternaria de la traducción, transcripción y transliteración, una rica lectura de los problemas psicoanalíticos de la transferencia y de la interpretación que promueve un diálogo del psicoanálisis con sus interlocutores, en particular con los procedentes del horizonte de la cultura y de la ciencia a las que el psicoanálisis nunca fue indiferente. Sin esa producción previa, sin esa publicación preexistente, Allouch no hubiera contado con un entorno doctrinal que permitiera que, al menos para el lector que no se limita al mundo de sus prejuicios, las ocurrencias fueran leidas como lo que son, un testimonio destinado a la discusión para, de tal modo, inscribirse en la transmisión de la experiencia analítica que incluye momentos de la clínica transmitidos primero por su protagonista (el analizante, y sólo él), y luego por el rumor y el "se dice", desembocados en esta publicación que las hace incomensurables con cualquier intento de chismorreo banalizador.
Lo que hacía Lacan desde su posición de analista, tal como lo relatan quienes lo vivieron desde su divan o en su experiencia de discípulos, nos interesa especialmente, pues podemos leerlo en relación con sus Escritos y Seminarios y con nuestra propia experiencia de analizantes en América de habla hispana. Esa experiencia nos interroga, reclamando respuestas que puedan insertarla, en el conjunto de las reflexiones doctrinales, teóricas y clínicas anudando así este ternario como distribución en esta serie del simbólico, el imaginario y el real, respectivamente, con el cuarto, consistente, del sánthoma (15).
Lo que testimonia el protagonista de la ocurrencia "escándalo", ya citada, es que para alguien salido de la coyuntura de hace más de un cuarto de siglo, una experiencia como la relatada, que rompía con todos los esquemas en que la polémica en torno al psicoanálisis se daba en su lugar de origen sudamericano, con todos los rituales médicos, humanistas o psicoanáliticos en vigencia, se requería un tiempo de recorrido para liberarse de la oposición fundamentalmente política entre trabajadores progresistas de la salud mental (sic) y profesionales burgueses elitistas de rigurosa referencia kleiniana. Ahora se puede ver con más claridad como Lacan, con su enseñanza y sobre todo con su práctica, terciaba en esa disputa equívoca y distorsionante para el psicoanálisis, y la hacía cambiar de problemática. Que había una relación, aunque con diferencias, entre esas coyunturas lo revela el hecho de que a fines de 1967, Lacan destinaba un importante tiempo de su seminario, espacios impresionantes que no pueden dejar de sorprender al lector actual, a responder a interlocutores pavlovianos a propósito de la cuestión del acto (seminario de 1967-68). Recorrido ese tiempo necesario, esa serie de marcas plantadas en el pasado con las formas a veces extrañas que estas ocurrencias testimonian, extrañas para los rituales consagrados, de ejercer su experiencia, así como con su conferencia de 1967 (conocida bajo el nombre convencional de "pequeño discurso a los psiquiatras") todavía inédita, pero que circula por fortuna en ediciones más o menos clandestinas, con todas esas referencias, decimos, se podía volver a reflexionar oportunamente sobre las causas de la entonces amenazante desaparición del psicoanálisis provocada ya sea por inexistencia de su especificidad o por su reducción a una práctica terapéutica, experiencia que podría ser recuperada entonces para el campo de la medicina y, por lo tanto, reservada a los médicos, pero sobre todo práctica inútil, a partir de esta degradación, en todos los planos. También se podía, entonces, a partir de la intervención de Lacan abandonar la estéril polémica que acabo de mencionar, al descubrir que el psicoanálisis poco tenía que ver con aquellas dos posiciones, ya que, por un lado los personeros de la internacional psicoanálitica habían abandonado, con excepciones, la especificidad del campo de su experiencia para reproducir ejemplares de ellos mismos persuadidos y sugestionados en los divanes y, por otro lado, los bienintencionados y sensibles trabajadores de la salud mental carecían de instrumentos que les permitieran diferenciar la lucha política de la práctica específica de la subjetividad doliente que da oportunidades a un abordaje del saber de ciertas verdades que los síntomas a la vez olvidan y recuerdan disimulados.
Aquella forma de caida en la confusión puede resultar extraña hoy para los contemporáneos de la última época de este siglo pero la lógica que conduce a esa confusión sigue siendo la misma, ella está presente en la visión escandalizada ante la aparente o real brusquedad de las intervenciones lacanianas, que no pretende ser siempre imprescindible, ni está siempre presente, y que, sobre todo es inanalizable fuera de esa singularidad de la ocurrencia de que se trata en cada caso.
Está presente también esa confusión en el extravío en polémicas sobre el elitismo de la práctica analítica,
...en la idea de que todos los grupos, numerosos, de psicoanalistas que exhiben su referencia a Lacan se definen por sus querellas personales;
...en la aspiración profesional a diplomarse en "maestrías"(!!!) de psicoanálisis, en la búsqueda de espaldarazos administrativos para una formación que, en cambio, corresponde a otra lógica, la de la subjetividad;
...en la preocupación por una eficiencia que remite a otras normas, como las de la productividad alienada en la sociedad mercantil;
...en la atribución facilonga a los analistas "lacanianos" de supuestas intelectualizadas rigideces y purezas doctrinarias criticadas en nombre de la simpatía y el senti-miento, siempre tan agradables por supuesto (16);
...en las librescas búsquedas cultas de profesores universitarios que sustituyen una experiencia analítica propia con referencias a textos cuya sustancia doctrinal anulan por su esterilización académica;
...en fin, en las mil y una formas que puede cada uno encontrar para defenderse del análisis y para eludir afrontar verdaderamente ese corazón indecible de nuestro ser, acudiendo hasta al recurso defensivo extremo en su sutileza de parecer aludir a él, construyendose así cada cual su propia figura de prestancia, sus propios pedestales para apoyar la figura de su prestigio intelectual, en el lugar donde deberían, incomodamente para tales certidumbres, es cierto, haber sido cuestionadas sus propias bases.
Sólo si logramos cambiar de perspectiva y descubrir: 1) que hay un sentido en la exploración de ese núcleo en que el ser y el nada coinciden en el des-ser (el ahuecamiento que hace crisis en la ilusión de la totalidad), y 2) que la reformulación de sus relaciones puede ser la ocasión de un anudamiento diferente de la estructura subjetiva sin la necesidad de ciertas formas sintomáticas hasta ese momento ineludibles para sostenerse; sólo así podremos proponernos esa experiencia cuyos efectos, si resultan bienhechores no habrá de ser de ningún modo por coincidir necesariamente con las normas según las cuales se consideran convenientes para los individuos y para la sociedad que modela sus imágenes. Las ocurrencias dan testimonio de acontecimientos producidos en el camino de quienes llegaron a proponerse tales recorridos. Sus lectores encontrarán allí evocaciones que sintonizarán con su propia experiencia como analizantes o como analistas, entrarán en diálogo con esa experiencia otra. En otros casos quedarán ahí como una marca, a la espera de que, para algunos solamente, puedan volver oportunamente en el tiempo de precipitarse en la conclusión.
Notas
(*) Jean Allouch, Hola... ¿Lacan? Claro que no, México, EPEELE, 1998.
(1) Después del VI congreso de la IPA, en La Haya en 1920, reunión que marcaba una creciente participación numérica, y que, en ese sentido, parecía un éxito, Freud respondía a una felicitación de Pfister por los supuestos progresos que esto implicaba para el psicoanálisis en todo el mundo diciendo que si bien se sentía dichoso de ver un tan grande número de adeptos en torno a él, hubiese estado aún más feliz si hubiese permanecido solo. "La forma en que la gente acepta y "dirige" (Verarbeiten) el psicoanálisis no me ha permitido formarme de ellos una opinión distinta de la que me merecía su comportamiento anterior cuando se cerraban a toda comprensión y lo rechazaban. Debe haberse producido entonces una irreparable grieta entre ellos y yo (Cfr. Ernest Jones, Vida y obra de Sigmund Freud, Trad. M. Carlisky, Ed. Hormé, Buenos Aires, 1976, vol. 3, p. 39.
(2) Jean Allouch, Hola... ¿Lacan? Claro que no, Traducción M. y N. Pasternac, México, EPEELE, 1998. Y antes: 132 bons mots avec Jacques Lacan, Toulouse, Érès, 1988; 213 ocurrencias con Jacques Lacan, traducción M. y N. Pasternac, México, Sitesa, 1992
(3) Jean Allouch, Hola..., op.cit. Pág. 66,: "...[sus] entrevistas [con Lacan] eran pagadas más de diez veces el precio [anterior]. Motivo suficiente para dejar al analista anterior: le costaba demasiado caro [dice él mismo]...". Pág. 40: "...[recibió] una importante herencia. Lacan multiplicó las sesiones hasta ocho por día... [cuando lo contaba él] estaba encantado...".
(4) Con todos los riesgos de su transformación en un cliché vacío.
(5) "Proposition du 9 octobre 1967 sur lanalyste de lécole" (primera versión), Paris, Analytica nº 8, Lyse, 1978.
(6) Jacques Lacan, Ecrits, París, 1966, págs. 53 y 553; Escritos, traducción T. Segovia, México, Siglo XXI, págs. 47 y 534.
(7) En la nueva edición Allouch da las razones para su actual eliminación: [en ocasión de la edición anterior] "... algunos -que se supone sentían simpatía por Lacan- temían [por] su reputación (y, de rebote, por la de ellos mismos),... que se transcribieran en negro sobre blanco algunas de esas "malas acciones". A esto se agregaban los temores provocados por las posibles reacciones de algunos protagonistas de ocurrencias. ¡Dichos temores provocaron que llegáramos incluso a consultar a un abogado especializado! Finalmente, se aceptó la publicación de 132 bons mots... con la doble condición: 1) de censurar algunas ocurrencias, donde la "mala acción" parecía demasiado flagrante, y 2) que yo adjuntara a algunos de ellos un comentario susceptible de calmar de antemano a los tan mal llamados bien pensantes. Se necesitaron así más de de
(8) Jean Allouch, Hola ¿Lacan?..., op. cit., pág. 182: "Está indignado [...] de que durante toda esta presentación [de enfermo] Lacan no haya cesado de bostezar". En 213 ocurrencias..., op.cit., pág 125, Allouch agregaba el siguiente comentario ahora eliminado (ver nota anterior): "Además del comportamiento ostensible de Lacan, lo notable es aquí el hecho de que lo relata hoy como teniendo el carácter de una ocurrencia lo que en aquella época fue capaz de constituir para él un objeto de escándalo. Este paso a otro lado en la lectura del acontecimiento ejemplifica el hecho de que no hay buena ocurrencia más que para cierto público".
(9) Jacques Lacan, El seminario. Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Traducción R. Cevasco y V. Mira, Barcelona, Paidós, 1981, pág. 11.
(10) Jean Allouch, Letra por letra, traducción M. N. y S. Pasternac, Buenos Aires, EDELP, 1993.
(11) Cfr. Marcelo Pasternac, "Puntuación y ins(des)titución", en Puntuación y estilo en psicoanálisis, México, Sitesa, 1990, págs. 109-131.
(12) Cfr. Jacques Lacan, Los escritos técnicos de Freud, op.cit.
(13) Jacques Lacan, Proposition...,op. cit.,pág. 11, traducción mía: "...las cosas encuentran su lugar de inmediato si se recuerda lo que para el único sujeto del que se trata (que es, no lo olvidemos, el psicoanalizante) hay que saber." [Hay otra traducción, diferente, de I. Agoff]
(14) Jean Allouch, seminario inédito de México, La transferencia, la letra y el fin del análisis.
(15) Sobre esta propuesta de anudamiento borromeo de doctrina, teoría, clínica y topologia, escrita a la manera del nudo del "sánthoma" lacaniano; ver M. Pasternac, "Freud y Lacan" de Althusser, un cuarto de siglo después (2ª parte)", Córdoba (Argentina), Litoral 18/19, Abril 1995, págs. 175-209
(16) Sin perjuicio de que no falten quienes corresponden a esa caricatura, pues no hay ni habrá "apelación controlada" de los lacanianos, como puede haberla para el champagne o el queso roquefort...