Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La angustia
Seminario 1962-1963, de Jacques Lacan
(Versión Crítica)
Ricardo E. Rodriguez Ponte

Imprimir página

5 de diciembre de 1962 1, 2

 

en el pizarrón:

fig. 1

fig. 2

AFI

JAM/S

Vuelvo a ponerles entonces en el pizarrón esta figura, 4 este esquema con el que me introduje con ustedes, la vez pasada, en la articulación de lo que es nuestro *objeto* 5, *a saber, por medio de la angustia* 6, digo: su fenómeno, pero también por el lugar que voy a enseñarles a designar como siendo el suyo, para profundizar la función del objeto en la experiencia analítica.

 

Brevemente, quiero señalarles que, muy pronto, va a aparecer *algo* 7 que me tomé el trabajo de redactar a partir de una intervención, de una comunicación que hice, hace ahora más de dos años, fue el 21 de septiembre de 1960, en una reunión hegeliana de Royaumont, en la cual había elegido tratar el tema siguiente: Subversión del sujeto y dialéctica del deseo * 8 en el inconsciente freudiano. 9 Señalo, a quienes ya están familiarizados con mi enseñanza, que, en suma: pienso que encontrarán allí total satisfacción en lo que concierne a los tiempos de construcción y a la utilización, el funcionamiento de lo que juntos hemos llamado el grafo. Esto se publica en un centro que está en el número 173 del boulevard SaintGermain, y que se encarga de publicar todos los trabajos de Royaumont. Pienso que este trabajo aparecerá pronto en un volumen que comprenderá igualmente las otras intervenciones — las que no son todas especialmente analíticas — que se produjeron en el curso de esa reunión, lo repito, centrada sobre el hegelianismo.

Esto viene en su lugar hoy, en la medida en que, subversión del sujeto como dialéctica del deseo, es lo que enmarca, para nosotros, esa función del objeto en la cual ahora vamos a tener que avanzar más profundamente.

Respecto a esto, especialmente para los que aquí llegan como novicios, no pienso que pueda volver a encontrar, de ninguna manera, la reacción, debo decir muy antipática, de la que todavía me acuerdo, como fue la que acogió este trabajo, así titulado, se los he dicho, en el Congreso de Royaumont, por parte, para mi sorpresa, de filósofos que yo creía más curtidos para la acogida de lo inhabitual, y que, seguramente, en algo que estaba hecho justamente para volver a situar muy profundamente ante ellos la función del objeto, y del objeto del deseo especialmente, desembocó de su parte en una impresión que no puedo calificar de otro modo que, como ellos mismos la calificaron, la de una suerte de pesadilla, incluso de elucubración surgida de cierto diabolismo.

 

¿Acaso no parece, sin embargo, que todo, en una experiencia que llamaré moderna...

una experiencia en el nivel de lo que aporta como modificaciones profundas en la aprehensión del objeto, *la era* 10 que no soy el primero en calificar como *la era* de la técnica

...acaso eso, ya, no debe aportarles la idea de que un discurso sobre el objeto debe pasar, obligatoriamente, por unas relaciones complejas, que no nos permiten su acceso más que a través de profundas dificultades? ¿Acaso no podemos decir que, por ejemplo, ese módulo de objeto, tan característico de lo que nos es dado — hablo en la experiencia más externa, no se trata de experiencia analítica — ese *módulo* 11 de objeto que llamamos el repuesto, 12 — acaso no es algo que merece que uno se detenga en eso, y que aporta una dimensión profundamente nueva a toda interrogación noética concerniente a nuestra relación con el objeto? Pues, en fin, ¿qué es un repuesto? ¿Cuál es su subsistencia por fuera de su empleo eventual por relación a cierto modelo que está en función, pero que también puede ** 13 volverse anticuado, no renovarse más, como se dice — después de lo cual, en qué se convierte, qué sentido tiene el repuesto?

 

Por qué ese perfil de cierta relación enigmática con el objeto no nos serviría hoy como introducción, *como recuerdo de esto* 14, que no es vana complicación, que no tiene por qué sorprendernos, ni dejarnos tiesos ante un esquema *tal como* 15 el que les he recordado e introducido ya la vez pasada, 16 y que resulta *que* 17 es en ese sitio {place}...

en el sitio donde, en el Otro, en el lugar del Otro {lieu de l’Autre}, autentificado por el Otro, se perfila una imagen [i’(a)] 18 solamente refleja, ya problemática, incluso falaz, de nosotros mismos...

que es en un sitio que se sitúa, por relación a una imagen [i(a)] que se caracteriza por una falta {manque}, por el hecho de que, lo que es allí llamado, no podría aparecer allí

*...que, profundamente, está orientada y polarizada, la función de esta imagen misma [i’(a)]19* 20

...que el deseo está ahí, no sólamente velado, sino esencialmente puesto en relación con una ausencia, *con una* 21 posibilidad de aparición [b] comandada por una presencia que está en otra parte [a] y comanda eso, más cerca — *pero, ahí donde ella está, inasequible para el sujeto — es decir aquí, lo he indicado, el a del objeto, del objeto que constituye nuestra pregunta, del objeto en la función que cumple en el fantasma, en el sitio donde algo puede aparecer.* 22

La última vez puse, y entre paréntesis, este signo (-j), indicán doles que aquí debe perfilarse una relación con la reserva libidinal, con ese algo que no se proyecta, con ese algo que no se inviste a nivel de la imagen especular, por la razón de que permanece {il reste} investido profundamente, irreductible, a nivel del cuerpo propio, a nivel del narcisismo primario, a nivel de lo que se llama autoerotismo, a nivel de un goce *autista* 23, alimento, en suma, que permanece ahí para, ** 24 eventualmente, lo que intervendrá como instrumento en la relación con el *otro* 25, con el *otro* constituido a partir de esta imagen de mi semejante, con ese otro que perfilará, con su forma y sus normas, la imagen del cuerpo, en su función seductora, sobre aquel que es el partenaire sexual.26 Entonces, ven ustedes instituirse una relación.

Lo que, se los he dicho la vez pasada, puede venir a señalarse en este sitio, aquí, designado por el (-j), es la angustia, y la angustia de castración en su relación con el Otro. La cuestión de esa relación con el Otro, es aquella en la cual vamos a avanzar hoy.

 

Digamos inmediatamente que — como ustedes lo ven, voy directamente al punto nodal — todo lo que sabemos sobre esta estructura del sujeto, sobre esta dialéctica del deseo que es aquella *donde* 27 tenemos que articular, nosotros, los analistas, algo absolutamente nuevo, original, ¿lo hemos aprendido por qué, por cuál vía? Por la vía de la experiencia del neurótico. ¿Y qué es lo que nos ha dicho Freud? — Es que el último término al que él haya llegado, elaborando esta experiencia, el término sobre el cual nos indica que {es} para él su punto de llegada, su tope, el término, para él, insobrepasable, es la angustia de castración.

¿Qué quiere decir esto? ¿Este término es insobrepasable? ¿Qué significa esta detención de la dialéctica analítica sobre la angustia de castración? ¿Es que ya no ven ustedes, en la mera utilización del esquematismo que empleo, dibujarse la vía por donde entiendo conducirlos? Ella parte de una mejor articulación de ese hecho de la experiencia, designado por Freud en el tope del neurótico sobre la angustia de castración. La apertura que les propongo consiste en esto, que la dialéctica que aquí les demuestro permite articular, esto es, que no es la angustia de castración en sí misma lo que constituye el último impase del neurótico, pues la forma, la forma de la castración, de la castración en su estructura imaginaria, ya está producida *aquí* 28, está producida en el encuentro de la imagen libidinalizada del semejante, ** 29 está producida a nivel de la fractura, la que se produce en algún momento de cierto dramatismo imaginario — y es esto lo que constituye, lo sabemos, la importancia de los accidentes de la escena, que por eso llamamos *traumáticos* 30. Hay todo tipo de variaciones, de anomalías posibles, en esa fractura imaginaria, que, ya, indican algo en el material, ¿utilizable para qué? — para otra función que, ella, da su pleno sentido al término castración.

Aquello ante lo cual el neurótico retrocede, no es ante la castración, es hacer de su castración ** 31 lo que falta al Otro {Autre} — A mayúscula — es hacer de su castración algo positivo que es la garantía de esa función del Otro, ese Otro que se sustrae en la remisión indefinida de las significaciones...

ese Otro donde el sujeto ya no se ve más que destino, pero destino que no tiene término, destino que se pierde en el océano de las historias... ¿y qué son las historias, sino una inmensa ficción?

...¿qué puede asegurar una relación del sujeto con ese universo de las significaciones, sino que en alguna parte haya *goce* 32? Esto, no puede asegurarlo sino por medio de un significante, y este significante falta forzosamente. Es el complemento {appoint} a ese lugar faltante que el sujeto es llamado a hacer, por medio de un signo *de lo que nosotros llamamos* 33 su propia castración.

Consagrar su castración a esa garantía del Otro, eso es aquello ante lo cual se detiene el neurótico. Se detiene allí por una razón, de alguna manera, interna al análisis... Es que es el análisis el que lo lleva a esa cita. La castración, al fin de cuentas, no es otra cosa que el momento de la interpretación de la castración.

 

Quizás he ido más rápido que lo que yo mismo tenía la intención de hacerlo en mi discurso de esta mañana. También, ven ustedes indicado ahí que, quizá, hay posibilidad de pasaje, pero seguramente no podemos explorar esta posibilidad más que al volver atrás, a ese sitio mismo donde la castración imaginaria funciona, como acabo de indicárselos, para constituir, hablando con propiedad, en su pleno derecho, lo se llama el complejo de castración.

Es pues en el nivel del cuestionamiento de este complejo de castración que toda nuestra exploración concreta de la angustia, este año, va a permitirnos estudiar este pasaje posible... ese pasaje posible, tanto más posible cuanto que ya está, en muchas ocasiones, franqueado. Es el estudio de la fenomenología de la angustia lo que va a permitirnos decir cómo y por qué.

La angustia, que tomamos en su definición a mínima como señal, definición que, por estar al término de los progresos del pensamiento de Freud, no es lo que se cree, a saber, el resultado de un abandono de las primeras posiciones de Freud, que *hacían* 34 de ella el fruto de un metabolismo energético, ni de un abandono, ni tampoco de una conquista nueva, pues ya está, en el momento en que Freud hacía de la angustia la transformación de la libido, la indicación de que ella podía funcionar como señal. Esto, me será fácil mostrárselos al pasar, al referirnos al texto. Tengo demasiado que hacer, que poner de relieve, este año, con ustedes, en lo que concierne a la angustia, como para estancarme demasiado tiempo en el nivel de esta explicación del texto.

La angustia, se los he dicho, está ligada a todo lo que puede aparecer en *este sitio* 35, y lo que nos lo asegura, es un fenómeno que es porque se le ha acordado demasiado poca atención que no se ha llegado a una formulación satisfactoria, unitaria, de todas las funciones de la angustia en el campo de nuestra experiencia. Este fenómeno, es *lo Unheimlichkeit* 36.

La vez pasada les pedí que se remitieran al texto de Freud, y esto por las mismas razones, es que no tengo tiempo para volver a deletrear con ustedes ese texto. 37 Muchos de ustedes, lo sé, se dirigieron en seguida a él, lo que les agradezco. Lo primero que les saltará a la vista 38, incluso en una lectura superficial, es la importancia que Freud da allí a un análisis lingüístico. Si no fuera notorio por doquier, este texto bastaría, por sí solo, para justificar la prevalencia, en mi comentario de Freud, que yo doy a las funciones del significante.

Lo que les saltará a la vista en segundo lugar, cuando lean aquello por lo cual Freud introduce la noción de unheimlich — la exploración de los diccionarios en lo que concierne a este término — es que, la definición de lo unheimlich, es ser *heimlich* 39: *es lo que está en el punto de lo Heim lo que es Unheim.* 40 Y luego, como no tiene otra cosa que hacer que explicarnos por qué eso es así, porque eso es muy evidente a la simple lectura de los diccionarios, no se detiene más en ello — está como yo hoy, tiene que avanzar.

¡Y bien!, para nuestra convención, para la claridad de nuestro lenguaje en lo que sigue, a ese sitio, *designado la vez pasada* 41, nosotros vamos a llamarlo por su nombre: eso es lo que se llama Heim. Si ustedes quieren, digamos que, si este término tiene un sentido en la experiencia humana, allí está la casa del hombre. Den a esta palabra, casa, todas las resonancias que ustedes quieran, comprendida la astrológica. El hombre encuentra su casa en un punto situado en el Otro, más allá de la imagen de la que estamos hechos, y ese sitio representa la ausencia en la que estamos. Suponiendo, lo que sucede, que ella se revele por lo que es: la presencia en otra parte que constituye a este sitio como ausencia, entonces, ella es la reina del juego, se apodera de la imagen que la soporta y la imagen especular se convierte en la imagen del doble, con lo que aporta de extrañeidad *radical* 42 y — para emplear unos términos que toman su significación por oponerse a los términos hegelianos — haciéndonos aparecer como objeto, por revelarnos la noautonomía del sujeto.43

Todo lo que Freud ha localizado como ejemplos, en los textos hoffmannianos que están en el corazón de tal experiencia...

El hombre de la arena y su atroz historia, 44 en la cual vemos al sujeto rebotar de captación en captación ante esa forma de imagen que, hablando con propiedad, materializa el esquema ultrareducido que aquí les doy de eso — pero la muñeca en cuestión, que el héroe del cuento acecha tras la ventana del hechicero que, alrededor de ella, trafica no sé qué operación mágica, es propiamente, esta imagen, ** 45 en la operación de completarla por lo que, en la forma misma del cuento, está absolutamente distinguido de ella, a saber, el ojo. Y el ojo del que se trata no puede ser más que el del héroe del cuento. El tema de que se le quiere arrebatar ese ojo es lo que da el hilo explicativo de todo el cuento

...es significativo de no sé qué, en fin, embarazo, ligado al hecho de que era la primera vez que la reja del arado entraba en esta línea de la revelación de la estructura *subjetiva* 46, que Freud nos dé, de alguna manera, esta referencia, en desorden. El dice: "Lean Los elixires del Diablo, 47 no puedo siquiera decirles hasta qué punto es completo, hasta qué punto están todas las formas posibles del mismo mecanismo, donde se explicitan todas las incidencias en que puede producirse esta función, en que puede producirse esta reacción unheimlich". Manifiestamente, él no avanza en eso, como, de alguna manera, desbordado por la exuberancia, efectivamente, que presenta esta breve y pequeña novela — de la que no es tan fácil procurase un ejemplar... aunque, por la bondad de, nunca sé quién de las personas presentes, resulta que me encontré con uno, y se los agradezco, o bien, agradezco a la persona en cuestión, sobre este pupitre. Es muy útil tener a su disposición más de un ejemplar.

En este punto Heim no se manifiesta simplemente lo que ustedes saben desde siempre, a saber, que el deseo se revela como deseo del Otro — *aquí deseo en el otro* 48 — *sino diré que mi deseo entra en el Otro* 49 donde es esperado desde toda la eternidad, bajo la forma del objeto que soy, en tanto que me exilia de mi subjetividad, al resolver, por él mismo, todos los significantes a los que esa subjetividad está ligada. Desde luego, eso no ocurre todos los días, y puede ser incluso que eso no ocurra más que en los cuentos de Hoffmann. En Los elixires del diablo está completamente claro. En cada rodeo, de esta larga y tan tortuosa verdad, uno concibe, en la nota que da Freud, la que deja entender que uno se pierde allí un poquito, e incluso ese perderse allí forma parte de la función del laberinto, que se trata de animar. Pero está claro que, por tomar cada uno *de esos rodeos* 50, el sujeto no llega, no accede a su deseo, más que al sustituirse siempre a uno de sus propios dobles.

No es por nada que Freud insiste sobre la dimensión esencial que da, a nuestra experiencia de lo Unheimlich, el campo de la ficción. En la realidad, ella es demasiado fugitiva, y la ficción la demuestra mucho mejor, la produce, incluso, de una manera más estable, porque mejor articulada. Es una suerte de punto ideal, pero cuán precioso para nosotros, puesto que, a partir de ese punto, vamos a poder ver la función del fantasma. Esta posibilidad — articulada hasta el machacamiento, en una obra como Los elixires del diablo, pero localizable en tantas otras — efecto mayor de la ficción, este efecto, en la corriente eficaz de la existencia, podemos decir que es él lo que permanece en el estado de fantasma. Y el fantasma así tomado, qué es, sino aquello de lo que dudamos un poco: ein Wunsch, un anhelo {voeu} e incluso, como todos los anhelos, bastante ingenuo. Para expresarlo de manera suficientemente humorística, diré que $ deseo de (a), fórmula del fantasma, eso puede traducirse, en esta perspectiva: que el Otro se desvanece, se pasma, diré, ante ese objeto que soy, deducción hecha de que yo me veo. 51

 

Entonces, vean — porque es preciso que yo plantee las cosas de una manera, así, apodíctica, y luego verán ustedes cómo funciona eso — les diré inmediatamente, para esclarecer lo que digo, que las dos *maneras* 52 con las que he escrito las relaciones del $ con el a, *situándolo diferentemente* 53 por relación a la función reflectiva del A, por relación a ese espejo A, esas dos maneras corresponden exactamente a la manera, a la repartición de los términos del fantasma en el perverso [fig. 2] *y en el neurótico* [fig. 3] 54, 55.

*En el perverso* las cosas están, si puedo decir, para expresarme groseramente, para hacerme entender, en su sitio: el a está ahí donde está, ahí donde el sujeto no puede verlo, como ustedes lo saben, y el $ está en su sitio. Es por esto que podemos decir que el sujeto perverso, aun permaneciendo inconsciente de la *manera con que eso funciona* 56, se ofrece lealmente, él, al goce del Otro.

Sólo que nunca habríamos sabido nada de eso, si no estuvieran los neuróticos, para los que el fantasma no tiene absolutamente el mismo funcionamiento, de manera que es a la vez él quien se los revela a ustedes en su estructura a causa de lo que hace de eso, pero con lo que hace de eso, por lo que hace de eso, los engrupe a ustedes, como engrupe a todo el mundo. Pues, como voy a explicárselos, él se sirve de ese fantasma para unos fines particulares. Es lo que ya he expresado ante ustedes, en otras ocasiones, diciendo que lo que se ha creído percibir como siendo, bajo la neurosis, perversión, es simplemente esto, que les estoy explicando, a saber: un fantasma enteramente situado en el lugar del Otro, tomado el apoyo sobre algo que, si se lo encuentra, va a presentarse como perversión.

Los neuróticos tienen fantasmas perversos, y es precisamente por esto que los analistas se rompen la cabeza desde hace tanto tiempo al interrogarse: "¿Qué quiere decir esto?". Se ve de todos modos que no es lo mismo ** 57, que eso no funciona de la misma manera. *Toda la confusión* 58 que se engendra y las *cuestiones* 59 que se multiplican, sobre el hecho de saber, por ejemplo, si una perversión es verdaderamente una perversión, es decir, si ella no funciona como cuestión que *redobla* 60 ésta, a saber: ¿para qué puede servirle al neurótico el fantasma perverso? Pues de todos modos hay una cosa, que a partir de la posición de la función del fantasma, que acabo de proponerles, es preciso comenzar por decir: que ese fantasma del que el neurótico se sirve, que organiza en el momento en que lo usa, hay en efecto algo del orden del a que aparece en el sitio Heim — por encima de la imagen que les designo [fig. 3] — el lugar de aparición de la angustia. Y bien, hay una cosa completamente sorprendente, esto es que justamente, es lo que le sirve mejor, a él, para defenderse contra la angustia, para recubrir la angustia.

Hay pues...

eso, naturalmente, no puede concebirse sino a partir de los presupuestos que precisamente he debido, en su extremo, plantear al comienzo, pero, como todo discurso nuevo, será preciso que ustedes lo juzguen en el momento en que se *cierra* 61 y ver si recubre, como, pienso, no dudarán de ello, el funcionamiento de la experiencia

...Este objeto a que él se hace ser, en su fantasma, el neurótico, ¡y bien, diré que le va más o menos como las polainas a un conejo! Es precisamente por esto que el neurótico nunca hace gran cosa con su fantasma. Eso logra defenderlo contra la angustia, *justo* 62 en la medida en que es un a postizo. Es la función que, desde hace mucho tiempo, les he ilustrado con el sueño de la bella carnicera. 63 A la bella carnicera le gusta el caviar, desde luego, pero no lo quiere, porque eso podría proporcionar demasiado placer al gordo bruto de su marido, quien es capaz de tragar eso con el resto: ni siquiera es eso lo que lo detendrá. Ahora bien, lo que interesa a la bella carnicera, no es de ningún modo, seguramente, alimentar a su marido con caviar, porque, como se los he dicho, él le añadirá todo un menú, ya que tiene un gran apetito, el carnicero. Lo único que le interesa a la bella carnicera, es que su marido tenga ganas de la pequeña nada {du petit rien} que ella tiene en reserva.

Esta fórmula, completamente clara cuando se trata de *la histérica* 64, confíen en mí hoy, se aplica a todos los neuróticos. Este objeto a, funcionando en su fantasma, y que sirve de defensa, para ellos, contra su angustia, es también, contra toda apariencia, el cebo con el cual consiguen al *otro* 65. Y, gracias a Dios, ¡es a esto que debemos el psicoanálisis!

Hubo una tal Anna O. que algo sabía de eso como maniobra del juego histérico, y que presentó toda su pequeña historia, todos sus fantasmas, a los Señores Breuer y Freud, quienes se precipitaron en eso como pescaditos en el agua. Freud, en la página, ya no sé cuál, *231* 66, de los Studien über Hysterie, se maravilla por el hecho de que, en Anna O., sin embargo, no había la menor defensa:67 ella daba todo lo suyo así, ¡ninguna necesidad de encarnizarse para obtener todo el paquete! Evidentemente, él se encontraba ante una forma generosa del funcionamiento histérico, y es por eso que Breuer, como ustedes saben, lo sintió pasar muy rudamente, pues él, con el formidable cebo, tragó también la pequeña nada {le petit rien}, y puso cierto tiempo en regurgitarla. ¡Después no se mezcló más con eso!

Felizmente, ¡Freud era neurótico! y como a la vez era inteligente y valeroso, supo servirse de su propia angustia ante su deseo — la cual estaba en el principio de su ridículo apego a esa imposible buena mujer que, además, lo enterró, y que se llamaba Señora Freud — y supo servirse de ella *para proyectar* 68 sobre la pantalla radiográfica de su fidelidad a ese objeto fantasmático, para reconocer en él, sin pestañear siquiera un instante, lo que se trataba de hacer, a saber: comprender para qué servía todo eso, para admitir muy bien que Anna O. le apuntaba perfectamente, a él, Freud. Pero él era evidentemente un poquitito más duro de conseguir que el otro, Breuer. Es precisamente a esto que debemos haber entrado, por medio del fantasma, en el mecanismo del análisis y en una utilización racional de la transferencia.

Esto es quizá también lo que va a permitirnos dar el paso siguiente, y que nos percatemos de que lo que constituye el límite entre el neurótico y los otros — nuevo salto, cuyo pasaje les pido que reparen, puesto que, como para los demás, tendremos que justificarlo por medio de lo que sigue — lo que funciona efectivamente en el neurótico, es que a ese nivel, ya en él desplazado, a del objeto, es algo que se explica ya suficientemente por el hecho de que él ha podido hacer ese transporte de la función del a en el *Otro* 69 [cf. fig. 3]. La realidad que hay tras ese uso de falacia del objeto, en el fantasma del neurótico, tiene un nombre muy simple, es la demanda.

El verdadero objeto que busca el neurótico, es *una demanda que él quiere que se le demande*70. Quiere que se le suplique. Lo único que no quiere, es pagar el precio. Eso, es una experiencia grosera, de la que los analistas sin duda no están suficientemente esclarecidos, por las explicaciones de Freud, para que no hayan creído que tenían que volver, al respecto, a la pendiente enjabonada del moralismo y deducir de ello un fantasma que se arrastra en las más viejas predicaciones moralísticoreligiosas, *el* 71 de la oblatividad.

Evidentemente, se dieron cuenta de que, como él no quiere dar nada, esto tiene cierta relación, también, con el hecho de que su dificultad es del orden del recibir — él quiere que se le suplique, les decía, y no quiere pagar el precio — mientras que, si precisamente quisiera dar algo, eso andaría.

Pero, ¿es que los analistas en cuestión, los pico de oro *en* 72 la madurez genital — como si ahí estuviera el lugar del don — no se dan cuenta de que lo que habría que enseñarle a dar, al neurótico, es esa cosa que él no imagina, es nada {rien}, es justamente su angustia?

 

Esto es lo que nos lleva a nuestro punto de partida de hoy, designando el tope sobre la angustia de castración: el neurótico no dará su angustia. Sabremos más al respecto... sabremos por qué. Es tan cierto que es de eso que se trata, que, de todos modos, todo el proceso, toda la cadena del análisis, consiste en esto: que al menos da su equivalente, que comienza por dar un poco su síntoma. Y es por eso que un análisis, como decía Freud, comienza por una puesta en forma de los síntomas. Nos encontramos precisamente en el sitio del que se trata [A], y nos esforzamos por agarrarlo, mi Dios, en su propia trampa. Nunca podemos hacer de otro modo con nadie. El les hace una oferta, en suma, falaz... ¡y bien, uno la acepta! Por este hecho, entramos en el juego por donde él apela a la demanda. El quiere que ustedes le demanden algo, como ustedes no le demandan nada — es eso, la primera entrada en el análisis — él comienza a modular las suyas: sus demandas vienen ahí, al sitio Heim...

y se los digo al pasar: veo mal, por fuera de lo que se articula casi por sí mismo en este esquema, 73 cómo se ha podido justificar hasta aquí, sino por medio de una especie de falsa comprensibilidad grosera, la dialéctica frustración / agresión / regresión.

...Es en la medida en que ustedes dejan sin respuesta la demanda, que viene aquí a articularse, qué se produce ¿qué? la agresión *de la que se trata* 74. ¿Dónde vieron ustedes alguna vez — si no es fuera del análisis, en unas prácticas llamadas de psicoterapia de grupo, de las que hemos oído hablar en alguna parte 75 — que ninguna agresión se produzca? Pero, por el contrario, la dimensión de la agresividad entra en juego, para volver a cuestionar lo que ella apunta por su naturaleza, a saber, la relación con la imagen especular.

Es en la medida en que el sujeto agota sus rabias contra esta imagen, que se produce esa sucesión de las demandas que va siempre a una demanda más original, históricamente hablando, y que se modula la regresión como tal.

 

El punto al que llegamos ahora, y que, tampoco él, jamás ha sido explicado de una manera satisfactoria hasta aquí, es: ¿cómo es posible que sea por este camino regresivo que el sujeto sea llevado a un tiempo que estamos forzados a situar históricamente como progresivo?

¡Hay quienes, situados ante esta paradoja de saber cómo es que remontándose hasta la fase oral se desprende la relación fálica, que trataron de hacernos creer que, después de la regresión, era preciso remontar el camino en sentido contrario! lo que es absolutamente contrario a la experiencia. Jamás se ha visto un análisis, por exitoso que se lo suponga, en el proceso de la regresión, volver a pasar por las etapas contrarias, como sería necesario si se tratara de algo como una reconstrucción genética. Al contrario, es en la medida en que se *ha* 76 agotado hasta su término, hasta el fondo del tarro, todas las formas de la demanda, hasta la demanda *de cero* 77, que vemos aparecer en el fondo la relación de la castración.

La castración se encuentra inscripta como relación en el límite de este ciclo regresivo de la demanda. Aparece ahí, inmediatamente después y en la medida en que el registro de la demanda está agotado. Esto es lo que se trata de comprender topológicamente.

 

Hoy no puedo llevar las cosas mucho más lejos, pero, de todos modos, terminaré con una observación que, para converger con aquella por medio de la cual terminé mi último discurso, llevará vuestra reflexión en un sentido que puede facilitarles el paso siguiente, tal como acabo, ahora, de puntualizarlo. E incluso en eso, no voy a demorarme en vanos rodeos: voy a tomar las cosas en el centro de la cuestión. En Inhibición, síntoma y angustia, Freud nos dice, o parece decirnos, que la angustia es la reacción, *señal* 78 a la pérdida de un objeto, que él enumera: la que se produce, en el nacimiento, del medio uterino *envolvente* 79, la, eventual, de la madre considerada como objeto, la del pene, la del amor del objeto y la del amor del superego. 80

Ahora bien, ¿qué les he dicho la vez pasada, para ponerlos ya en cierta vía que es esencial captar? — que la angustia no es señal de una falta {manque}, sino de algo que es preciso que ustedes lleguen a concebir, en este nivel redoblado, de ser el faltar de este apoyo de la falta {le défaut de cet appui du manque}. Y bien, retomen la lista misma de Freud, que yo tomo aquí, detenida a su término, en pleno vuelo, si puedo decir: ¿acaso no saben ustedes que no es la nostalgia de lo que se llama el seno materno lo que engendra la angustia, {sino que} es su inminencia, es todo lo que nos anuncia algo que nos permitiría entrever que uno va a volver a entrar en él?81

¿Qué es lo que provoca la angustia? Eso no es, contrariamente a lo que se dice, el ritmo ni la alternancia de la presenciaausencia de la madre...

y lo que lo prueba, es que ese juego presenciaausencia, el niño se complace en renovarlo. 82 Esa posibilidad de la ausencia, es eso la seguridad de la presencia

...lo que hay de más angustiante para el niño, es que justamente, esa relación sobre la cual él se instituye, por la falta {manque} que le produce deseo, esa relación es lo más perturbado cuando no hay posibilidad de falta, cuando la madre le está todo el tiempo encima, y especialmente para limpiarle el culo, modelo de la demanda, de la demanda que no podría desfallecer.

Y, en un nivel más elevado, en el tiempo siguiente, el de la pretendida pérdida del pene, ¿de qué se trata? ¿Qué es lo que vemos al comienzo de la fobia del pequeño Hans? 83 Esto, que aquello sobre lo cual se pone un acento, que no está bien centrado — a saber, que, supuestamente, la angustia estaría ligada a la prohibición por parte de la madre de las prácticas masturbatorias — es vivido, percibido por el niño como presencia del deseo de la madre ejerciéndose respecto de él. ¿Qué es la angustia, en general, en la relación con el objeto del deseo? ¿qué es lo que nos enseña aquí la experiencia, *sino que ella es tentación* 84? No pérdida del objeto, sino justamente presencia de esto, que los objetos, eso no falta.

Y para pasar a la etapa siguiente, la del amor del superyó, con todo lo que éste se presume que postula en la vía que se dice del fracaso, ¿qué quiere decir esto, sino que lo que es temido, es el éxito? Es siempre el eso no falta.

Los dejaré hoy en este punto, destinado a hacerles sortear una confusión que reposa justamente, toda entera, sobre la dificultad de identificar el objeto del deseo. Y no es porque es difícil de identificar que no está ahí: está ahí y su función es decisiva.

Para lo que tiene que ver con la angustia, consideren que lo que les he dicho hoy no es todavía más que acceso preliminar; que el modo preciso de su situación, donde entraremos a partir de la vez que viene, hay que situarlo entonces entre tres temas que ustedes han visto delinearse en mi discurso de hoy: uno es el goce del Otro, el otro la demanda del Otro. El tercero no ha podido ser escuchado sino por las más finas orejas, es éste: esa suerte de deseo que se manifiesta en la interpretación, cuya forma más ejemplar y más enigmática es la incidencia misma del *análisis* 85 en la cura; la que desde hace bastante tiempo me hace formular para ustedes la pregunta: ¿Qué representa, en esta economía esencial del deseo, esa especie privilegiada de deseo que yo llamo el deseo del analista?

Notas

1 Para los criterios que rigieron la confección de la presente Versión Crítica, consultar nuestro Prefacio: «Sobre una Versión Crítica del Seminario 10 de Jacques Lacan, L’angoisse, y nuestra traducción». Para las abreviaturas que remiten a los diferentes textosfuente de esta Versión Crítica, véase, al final de esta clase, nuestra nota sobre las FUENTES PARA EL ESTABLECIMIENTO DEL TEXTO, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE ESTA 4ª SESIÓN DEL SEMINARIO .

2 Esta 4ª sesión del seminario ocupa el capítulo IV de JAM/S, y quien estableció dicho texto lo tituló: AUDELÀ DE L’ANGOISSE DE CASTRATION {MÁS ALLÁ DE LA ANGUSTIA DE CASTRACIÓN}, antecediéndolo con el siguiente índice temático: El objeto como repuesto / El objeto hoffmaniano / El objeto a postizo / El objetodemanda / El objeto que no falta.

3 Sobre las figuras en el pizarrón, véase la nota siguiente.

4 ROU reproduce en su primera página, al margen del número y fecha de esta sesión del seminario, e indicando que ya se encontraban en el pizarrón al comienzo de la misma, tres figuras relacionadas con la presentación del esquema óptico. Salvo que los matemas i(a) e i’(a) los añadí yo según lo propuesto en las figuras que ofrece CHO, ambas versiones, así como JL, coinciden en este punto. El esquema que proviene de AFI, que lo reproduce más adelante en su versión, no es otro que la fig. 1; yo lo añado a continuación de las tres figuras de ROU, así como el "esquema simplificado" que proporciona JAM/S en su página 56. En este párrafo, Lacan se refiere a la fig. 1.

5 JAM/S: [tema]

6 *a saber, la angustia*

7 JAM/S: [el texto]

8 Aquí Lacan corrigió la dactilografía y tachó: *por lo tanto el inconsciente*

9 Jacques LACAN, «Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano», en Escritos 2, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 1985. La "reunión hegeliana" a la que se refiere Lacan fue el congreso reunido en Royaumont bajo los auspicios de los "Colloques philosophiques internationaux" bajo el título de La dialectique, por invitación de Jean Wahl, del 19 al 23 de septiembre de 1960.

10 {l’ère} / * el área {l’aire}*

11 {module} / *modelo {modèle}*

12 la pièce détachée, literalmente: "la pieza separada", se emplea para nombrar lo que llamamos un repuesto, por ejemplo, los repuestos de un motor — pero el repuesto, en tanto parte desprendida de un todo, y más exactamente el repuesto en tanto parte de ya no se sabe qué todo (éste se ha vuelto anticuado) parece más cercano a lo que sugiere el resto del párrafo. El lector podría pensar qué sentido puede tener una válvula de las antiguas radios (las que se volvía a hacer andar a golpes) para un joven de la generación de los transistores.

13 JAM/S: [mañana]

14 JAM/S: [para retomar este esquema] — y a continuación esta versión presenta el "Esquema simplificado" reproducido arriba.

15 *que* / *ante un esquema del tipo de*

16 ROU vuelve a reproducir, al margen, la fig. 1, quizá porque Lacan la estaba señalando en el pizarrón.

17 *por el hecho que*

18 Estos agregados entre corchetes provienen de ROU.

19 Al margen de este párrafo ROU proporciona la siguiente figura, que no forma parte de los tres esquemas mencionados en nuestra nota 2:

20 JAM/S: [Ella orienta y polariza el deseo, tiene para él una función de captación.]

21 JAM/S: [Esta ausencia, es también la]

22 JAM/S: [pero ella lo hace de ahí donde es inasequible para el sujeto. Como se los he indicado, la presencia en cuestión es la del objeto a, el objeto en la función que cumple en el fantasma. / En este sitio de la falta donde algo puede aparecer]

23 *reserva*

24 *un* / *animar* / JAM/S: [animar]

25 *Otro*

26 Aunque las palabras de Lacan podrían remitir también a la fig.1, ROU coloca al margen de este párrafo una figura, cuyo origen localizamos en la sesión del 28 de Junio de 1961. — cf. Jacques LACAN, Seminario 8, 19601961, La transferencia en su disparidad subjetiva, su pretendida situación, sus excursiones técnicas. Corregido en todas sus erratas. Versión Crítica de Ricardo E. Rodríguez Ponte, para circulación interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. He aquí la figura que propone ROU:

27 *que*

28 ROU indica lo que decían las notas de Claude Conté: *aquí (en a y -j)* - lo mismo tam bién en CHO, al margen. / JAM/S: [aquí, en (-j)]

29 Es aquí que AFI propone: *en a y -j*

30 *traumática* / JAM/S : [traumática]

31 En CHO y AFI: *la suya*

32 ROU indica lo que decían las notas de C. Conté: *goce en el A*

33 *que nosotros llamamos de*

34 *hacía*

35 ROU indica lo que decían las notas de C. Conté: *este sitio (-j)* / JAM/S: [el sitio (-j)]

36 *lo unheimlich*

37 Sigmund FREUD, «Lo ominoso» (1919), en Obras Completas, Volumen 17, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979.

38 Dado lo que está en juego en una parte importante de ese texto de Freud, no hubiera estado completamente fuera de lugar mantener la literalidad de la expresión traducida: "lo que les saltará a los ojos"

39 *lo unheimlich* / *unheimlichbar.*

40 *es lo que es heim al punto que es unheim.*

41 JAM/S: [designado la vez pasada como el menosphi]

42 *amical*

43 ROU acompaña este párrafo con la reproducción al margen de una figura que provendría de las notas de oyentes del Seminario como Claude Conté, François Doltó y Ginette Michaud:

44 Sigmund FREUD, Lo siniestro / E. T. A. HOFFMANN, El hombre de la arena, Ediciones Noé, Textos Paralelos, Buenos Aires, 1973.

45 JAM/S: [i’(a)]

46 *sugestiva*

47 Ernesto Teodoro Amadeo HOFFMANN, Los elixires del diablo, Editorial Argonauta, Buenos Aires, 1945.

48 *aquí deseo en el Otro* / JAM/S: [aquí deseo en el Otro]

49 JAM/S: [sino también que mi deseo, diré, entra en el antro {antre}]

50 *ese rodeo*

51 En este punto ROU vuelve a reproducir, al margen, las fig. 2 y 3 que estaban en el pizarrón al comienzo de la reunión. Un poco más abajo, lo mismo hacen CHO y su traducción derivada IA, pero añadiendo debajo de la fig. 2 una leyenda que juzgo errónea: "en el neurótico", cuando en todo caso debería decir "en el perverso".

52 {façons} / *fases {phases}* / JAM/S: [fases { phases}]

53 JAM/S: [situando diferentemente este último término]

54 Lo entre corchetes proviene de ROU. Por otra parte, lo entre asteriscos indica que ROU aquí señala su proveniencia de un consenso de notas de oyentes del Seminario ÿ no está en JL, sí en CHO. Lo mismo para lo entre asteriscos del comienzo del párrafo siguiente.

55 JAM/S introduce aquí el siguiente esquema:

56 *función de hombre*

57 JAM/S: [que la perversión]

58 *De dónde la cuestión*

59 *confusiones*

60 {redouble} / *teme {redoute}*

61 {ferme} / *forma {forme}* / JAM/S: [forma]

62 *justamente*

63 cf. Sigmund FREUD, La interpretación de los sueños (1900), capítulo IV: «La desfiguración onírica», en Obras Completas, Volumen 4, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, pp. 164 y ss. ÿ Nota de ROU: "Lacan habla de este sueño en Las formaciones del inconsciente, en las sesiones del 30 de abril, 7 y 14 de mayo de 1958". ÿ Igualmente, entre otros, en «La dirección de la cura y los principios de su poder», apartado V. "Hay que tomar el deseo a la letra", en Escritos 2, Siglo Veintiuno Editores, 13ª edición, México, 1984, pp. 600 y ss.

64 JAM/S: [de histéricos/as {d’hystériques}]

65 JAM/S: [Otro]

66 *261* / JAM/S: [271]

67 "A una histeria que muestre este mecanismo psíquico se le puede adherir la designación de «histeria de defensa». Ahora bien, ambos, Breuer y yo, hemos hablado repetidas veces de otras dos variedades de histeria, para las cuales empleamos las designaciones de «histeria hipnoide» e «histeria de retención». De todas, fue la histeria hipnoide la primera en introducirse en nuestro campo visual; no sabría citar mejor ejemplo de ella que el primer caso de Breuer, que encabeza nuestras historias clínicas. Para una histeria hipnoide de este tipo, Breuer ha indicado un mecanismo psíquico esencialmente diverso de la defensa con conversión, a saber: que una representación devendrá patógena por el hecho de que ella, concebida en un particular estado psíquico, permanece de antemano fuera del yo. No ha hecho falta entonces ninguna fuerza psíquica para apartarla del yo, y tampoco se despertará resistencia alguna si se la introduce en el yo con auxilio de la actividad mental sonámbula. Por lo demás, el historial clínico de Anna O. no muestra en realidad nada de una tal resistencia." ÿ cf. Sigmund FREUD, Estudios sobre la histeria (189395), en Obras Completas, Volumen 2, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, p. 291.

68 JAM/S: [para proyectar el caso]

69 *otro*

70 *una demanda: él quiere que se le demande*

71 *las*

72 *de*

73 Al margen de este párrafo ROU reproduce nuevamente la fig. 3.

74 JAM/S: [de la que se les habla]

75 ROU indica que según una nota de C. Conté esto es una alusión a una conferencia de This.

76 *han*

77 *de los ceros* / *cero*

78 *reacciónseñal* / JAM/S: [reacciónseñal]

79 *en bloc*

80 Sigmund FREUD, Inhibición, síntoma y angustia (1926), en Obras Completas, Volumen 20, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979. Cf.: "El peligro del desvalimiento psíquico se adecua al período de la inmadurez del yo, así como el peligro de la pérdida de objeto a la falta de autonomía de los primeros años de la niñez, el peligro de castración a la fase fálica, y la angustia frente al superyó al período de latencia" (op. cit., p. 134), con esta especificación para el caso de la mujer: "Y precisamente, en el caso de la mujer parece que la situación de peligro de la pérdida de objeto siguiera siendo la más eficaz. Respecto de la condición de angustia válida para ella, tenemos derecho a introducir esta pequeña modificación: más que de la ausencia o de la pérdida real del objeto, se trata de la pérdida de amor de parte del objeto" (op. cit., p. 135) — esta enumeración de Freud no coincide con la que evoca Lacan, por la muy simple razón de que la pérdida ligada al nacimiento, desencadena una angustia que será modelo de la señal de angustia, pero entonces de ningún modo ella misma "señal".

81 "Muchas personas concederían las palmas de lo ominoso a la representación de ser enterrados tras una muerte aparente. Sólo que el psicoanálisis nos ha enseñado que esa fantasía terrorífica no es más que la trasmudación de otra que en su origen no presentaba en modo alguno esa cualidad, sino que tenía por portadora una cierta concupiscencia: la fantasía de vivir en el seno materno." — cf. Sigmund FREUD, «Lo ominoso» (1919), en Obras Completas, Volumen 17, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, p. 243.

82 cf., por ejemplo, en Más allá del principio de placer (1920), el juego del nietito de Freud con el carretel y su famosa jaculatoria interpretada por éste como FortDa.

83 Sigmund FREUD, «Análisis de la fobia de un niño de cinco años» (1909), en Obras Completas, Volumen 10, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980.

84 JAM/S: [sino que la interdicción es tentación]

85 *analista* / JAM/S: [analista]

 

 

FUENTES PARA EL ESTABLECIMIENTO DEL TEXTO, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE ESTA 4ª SESIÓN DEL SEMINARIO

JL Jacques LACAN , L’angoisse, Séminaire 1962-1963. Lo que Lacan hablaba era recogido por una taquígrafa, luego decodificado y dactilografiado, y el texto volvía a Lacan, quien a veces lo revisaba y corregía. De dicho texto se hacían copias en papel carbónico y luego fotocopias. La versión dactilografiada que utilizamos como fuente para esta Versión Crítica se encuentra reproducida en http://www.ecole-lacanienne.net/index.php3 , página web de l’école lacanienne de psychanalyse.

ROU Jacques LACAN , L’angoisse, dit "Séminaire X", Prononcée à Ste. Anne en 1962-1963, Paris, 2003. Por razones de índole legal, los autores de las transcripciones no se identifican a sí mismos. No obstante, esta versión se atribuye con suficientes razones a Michel Roussan, quien efectuó un notable trabajo de transcripción y aparato crítico a partir de varios textosfuente, entre ellos la dactilografía y notas de asistentes al Seminario, como Claude Conté, Françoise Doltó, Ginette Michaud, Jean Oury, Marie-Claire Boons-Grafé, y probablemente Wladimir Granoff, Piera Aulagnier y François Perrier. Esta transcripción crítica destaca también que en la versión dactilografiada de este Seminario La angustia encontramos, entre los muchos añadidos manus critos sobre y en los márgenes de la dactilografía que tras muchas copias y copias de copias llamamos JL, y con alguna posibilidad de identificarlas, las anotaciones manuscritas y correcciones del propio Lacan.

AFI Jacques LACAN , L’angoisse, Séminaire 1962-1963. Publication hors commerce. Document interne à l’Association Freudienne Internationale et destiné a ses membres. Paris, 1998.

CHO Jacques LACAN, L’angoisse, Séminaire 1962-1963. Fuente fotocopiada atribuída a M. Chollet, se encuentra en la Biblioteca de la E.F.B.A. codificada como CG181/1 y CG181/2.

IA Jacques LACAN, Seminario 10, La angustia, impreso exclusivamente para circulación interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, Traducción: Irene M. Agoff, Revisión Técnica: Equipo de Traductores de la E.F.B.A. y la colaboración de Isidoro Vegh y Juan Carlos Cosentino. Esta versión publicada originalmente en fichas, cuya fuente francesa es presuntamente CHO, se encuentra en la Biblioteca de la E.F.B.A. codificada como C0698/01.

JAM/S — Jacques LACAN, LE SEMINAIRE livre X, L’angoisse, 1962-1963, texte établi par Jacques-Alain Miller, Éditions du Seuil, Paris, 2004.

Volver al sumario del Número 23
Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 23 - OCtubre 2006
www.acheronta.org