Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Psicoanálisis del dinero
Patricia Polari

1. INTRODUCCIÓN

En el presente ensayo usaremos el término dinero a la vez en el sentido de moneda corriente y en el más abstracto de riqueza, capital, bienes o caudal.

El uso que damos al término sujeto comprende el anudamiento entre el inconsciente, el yo y el individuo, pero también el puro efecto de lenguaje que se produce en el acto de hablar, acentuándose según el contexto una u otra de estas vertientes.

La propuesta, de acuerdo a los principios teóricos y éticos del psicoanálisis, es desencadenar al dinero de la demanda para concatenarlo al deseo. Librar al dinero de sus relaciones con el Ideal para ponerlo al servicio de la verdad, tal como la entiende el psicoanálisis, es decir en su conexión con el deseo inconsciente; una verdad despojada de saber y que emana de la fractura del ser o castración.

Pero para eso hay que explorar el campo de las demandas, la manera subjetiva de estar enredado en ellas.

Partimos de considerar que el dinero es un producto del lenguaje que aparenta estar separado del cuerpo, pero que es engendrado por los circuitos pulsionales como los otros objetos, los cuales son también un producto del lenguaje. Por eso es que las relaciones con cuestiones de dinero están afectadas del mismo pudor que las cuestiones sexuales y todo lo conectado a las funciones del cuerpo.

Al definirse como la virtualidad de los objetos que se apetecen, el dinero los uniforma y los representa abstractamente; borra los atributos del objeto y se hace signo del apetito mismo. Tal vez por eso es apto para condensar y unificar el goce presente en las actividades sexuales parciales; así, el manejo del dinero podría decir más sobre la singularidad subjetiva que estas actividades.

Abordaremos la cuestión del valor, en la medida en que el sujeto es el tercero excluido en una relación dual cualquiera, sobre todo la constituida por un par de opuestos: bien-mal, rico-pobre, satisfacción-insatisfacción, hombre-mujer, físico-psíquico, concreto-abstracto, etc.. La relación de continuidad que existe entre los opuestos, puesta de manifiesto por lo inconsciente, es relación de tajante separación para el narcisismo. El dinero es un poderoso abridor de la distancia entre los términos opuestos (aunque, se verá, tiene también la función contraria), ésa es su vertiente engañosa. Pero si el sujeto toma su lugar en el dinero puede restableciese la continuidad aludida, por una parte, y enfocarse la división de la castración (muy distinta de la abertura introducida entre opuestos por el narcisismo), por la otra.

Para que el sujeto tome su lugar en el movimiento del dinero, en vez de que el yo se sienta coaccionado por esta materialidad supuestamente exterior y azarosa, es imprescindible incluir al dinero en el cuerpo, como un dato de la sexualidad, como un objeto continua y mutuamente intercambiable con los que circulan por las zonas erógenas. En otras palabras, manejar dinero es como mirar, comer y otras actividades sexuales que llevan el sello de lo singular de cada uno.

Desde el punto de vista clínico, al concatenar el dinero con la verdad y el deseo deja de aparecer como lo Otro, como un "más allá" del sujeto emparentado con la excepción a la ley, lugar lógico del Goce imposible del padre real, lugar de Dios. Por lo tanto aumenta la libertad subjetiva, y los actos -portadores de modificaciones indelebles- son susceptibles de producirse.

El dinero tiene que ubicarse, no como soporte de las demandas, sino en el intervalo entre demanda y demanda, en el espacio que dejan entre sí. Ya que intentará suscitar a nuestro alrededor, por medio de los bienes que compramos, el theao (1), la mirada de Dios; ésta es recreada en el brillo fálico de esos objetos y no debe apagarse nunca. La tarea de mantener el brillo de esa mirada es muy ardua; en este sentido, el dinero siempre es poco.

El dinero hace entonces semblante de servir para satisfacer exigencias pulsionales consiguiendo objetos (que mantengan el brillo del theao), pero también, es nuestra propuesta, le hace trampas a esto y se comporta como objeto causa del deseo, se hace vacío para engendrar actos. De esta forma el dinero se coloca entre el objeto de la demanda y el sujeto del deseo, hace de pasaje entre uno y otro.

Analizar el dinero, hacer que el sujeto tome su lugar en él, obliga a abandonar el lugar del pathos (2), del sufrimiento sintomático. Este lugar el pathos se lo cede a la letra, a la escritura. Esto supone volver al aspecto material del dinero, a su retórica, desmontando las realidades que parece gobernar y desprendiéndolo de las escenas en que se presenta.

 

2. EL VALOR

El deseo prescinde del valor. Entre lo mucho y lo poco, lo más y lo menos, el sujeto neurótico construye sus síntomas, en una realidad local. Local, con respecto al sistema inmediatamente más amplio o más reducido -en una progresión infinita-, en el que lo menos y lo más se insertan y donde, contemplado con una perspectiva que exceda a la local de ese momento, los opuestos se tocan; haciendo de los absolutos locales, relativos a los sistemas hacia los que progresan o regresan.

Dónde ver que los opuestos se tocan? La cantinela moral con la que cualquier sujeto se tranquiliza lo ejemplifica: si se siente desgraciado en relación con el semejante que tiene más (de lo que sea) por el goce que le supone, no debe sin embargo dejar de pensar en el semejante que tiene menos (y sobre el que desplaza a la castración imaginaria) y respecto del cual es afortunado. El pasaje desde una realidad local a los sistemas vecinos (inmediatamente progrediente y regrediente) tiene como efecto que lo más se vuelva menos y lo menos, más.

A contrapelo del síntoma, cabe que recordemos que el deseo inconsciente es el desdén hacia la medida porque es la revelación del no-todo.

La neurosis con su carga de síntomas, es el goce de una demanda inextinguible y perpetuamente insatisfecha, goce torturante en el que el deseo se opaca y se consume.

Dado el valor atribuido por la neurosis a la satisfacción de la demanda, la cual adopta los distintos disfraces que proporcionan las identificaciones del yo, la energía proveniente del deseo resulta empobrecida y desviada. Recordemos que la singularidad del deseo sólo es pasible de ser vislumbrada cuando las identificaciones caen.

El sentimiento neurótico de carecer, ser impotente o resultar privado por el Otro de los objetos de goce -la castración imaginaria- ignora el hecho de que tales objetos, culturales, son producto de la neurosis misma y de su particular manera de satisfacerse/insatisfacerse alrededor de los objetos parciales de la pulsión -mirada, voz, excremento, alimento-, razón por la cual estos productos o bienes tienen la virtud de generar más castración imaginaria.

La demanda es circular, repetitiva y no tiene salida mientras el goce se fije en esta persecución alienante.

El sujeto neurótico sufre este encierro repetitivo entre el saber y el deber; entre la moral que lo oprime y la convicción de que la verdad está contenida en una información que se hace esperar. Procura saber lo que debe hacer, antes de que un análisis lo entrene para percibir las distribuciones y fijaciones de goce que están en juego en sus acciones.

La forma particular en que el dinero fluye, se fija, se distribuye para cada sujeto, es un índice de ello ya que el dinero es un "canal de goce" aparentemente exterior que, al provenir de la supremacía del significante sobre lo viviente, adopta la forma de unidades discretas y contables, semblante bajo el que se oculta su flujo constante y su entropía.

A este respecto, el lenguaje es exactamente el revés del principio de entropía. Introduce el no, coloca diques, tabiques, ordena. El dinero es libido socializada, la más apta para sustentar la ilusión de que el Otro existe y de que la suerte del sujeto depende del capricho de sus dioses.

 

3. LA RELATIVIDAD DEL DINERO

El dinero es un canal de goce para cada sujeto, y en tanto tal está regulado por una economía deseante particular. A pesar de tomar la apariencia de ser un marco absoluto, el dinero es esencialmente relativo a cada sujeto. Se nos ocurre compararlo, en el terreno de la física, a la relatividad del espacio-tiempo para cada individuo.

Stephen Hawking:

"(...) no se puede asociar una posición absoluta en el espacio con un suceso, como Aristóteles había creído. (...) Newton estuvo muy preocupado por esta falta de una posición absoluta, o espacio absoluto, como se lo llamaba, porque no concordaba con su idea de un Dios absoluto. (...) Tanto Aristóteles como Newton creían en el tiempo absoluto. Es decir, ambos pensaban que se podía afirmar inequívocamente la posibilidad de medir el intervalo de tiempo entre dos sucesos sin ambigüedad, y que dicho intervalo sería el mismo para todos los que lo midieran (...) Esto es, de hecho, lo que la mayoría de la gente consideraría como de sentido común. (...) La teoría de la relatividad acabó con la idea de un tiempo absoluto. Cada observador debe tener su propia medida del tiempo (...) observadores en movimiento relativo entre sí asignarán tiempos y posiciones diferentes a un mismo suceso. (...) El tiempo no está completamente separado e independiente del espacio, sino que por el contrario se combina con él para formar un objeto llamado espacio-tiempo"(3).

Es de "sentido común" considerar los avatares en el flujo de dinero, la manera en que se mide, como un valor absoluto. Esto elimina al sujeto de su campo y aleja la posibilidad de estudiar sus transformaciones. En la vida cotidiana funciona como exterioridad, destino, suerte, azar, es decir como representante de la representación del Otro absoluto, uno de tantos, donde se deposita aquello que, supuestamente de lo real, es coaccionador.

Como sucede con el espacio-tiempo para la física, introducir allí al sujeto (u observador) tiene que producir una conmoción en cierto imaginario.

Ilustremos algo de la esencial relatividad (subjetividad) del dinero como marco de la realidad, a través de un ejemplo sencillo. Si una persona compra por error un boleto para viajar que cuesta veinte pesos y va a hacer un recorrido que hubiera costado quince pesos, podría pasarse algunos kilómetros de su destino inicial para justificar el dinero que gastó. Parece absurdo, pero con esta lógica se piensa casi siempre en hacer economía, en el intento de "recuperar" lo que se invirtió: si alguien gastara en vituallas más de lo que era prudente gastar, puede argumentar que, al no tener que comprarlas dentro de siete días, habrá recuperado lo que gastó en exceso. Sin embargo, dentro de siete días tal vez no se comprarán vituallas pero usualmente una suma equivalente será gastada en otra cosa cualquiera, haciendo de la recuperación una ilusión Esto es así porque el gasto -he aquí la relatividad del dinero- tiene coordenadas específicas, circunstancias de tiempo y espacio actuales que no se repiten, y que hacen que las cantidades no sean "puras" (o absolutas) y no sean inteligibles fuera del marco de sus coordenadas.

Estas circunstancias de tiempo y espacio son homologables a la "posición" y "velocidad" de la mecánica cuántica, lo que afecta a la medición pretendidamente exacta del gasto, del mismo principio de incertidumbre que a las partículas físicas (4).

La búsqueda de satisfacción de las demandas en el circuito del narcisismo es poderosa, perentoria, acuciante. Aún cuando lo indestructible del deseo encuentre un camino sublimatorio que pueda, a esta satisfacción, diferirla, es decir eludirla por el momento, hay un serio contratiempo: y es que en el registro de lo Imaginario la satisfacción de la demanda se presenta a sí misma, y al revés de lo anterior, como lo que difiere la puesta en juego del deseo (de la falta) sólo por el momento. En otras palabras, la significación fuerte que se le impone al yo es que el deseo "por fin" hará valer sus derechos cuando la demanda haya sido satisfecha, lo que por supuesto no hace sino posponerlo ad infinitum.

Así es que la permanencia sintomática en el mercado de los bienes, en el juego de los valores, tiene la apariencia de ser un fin-medio imprescindible para otro fin, pero el malestar que acompaña a esta permanencia, que a veces no encuentra salida, la culpabilidad que le es característica, indican la naturaleza de lo que se está cediendo a cambio.

La satisfacción de la pulsión parcial es un sustituto del acto que involucra al sujeto del inconsciente, en el sentido de que quiere hacer pasar una satisfacción por otra (la del acto). Pero a diferencia del acto la satisfacción de la pulsión parcial es repetitiva y engendra insatisfacción, y eventualmente un exceso de goce doloroso y sintomático (adicciones, por ejemplo), y aleja de una creación o invención que impliquen una metáfora subjetiva, singular, que pueda obrar con la castración en lugar de renegarla trabajosamente. Los gastos desmedidos en objetos de satisfacción, así como el consumo desmedido de sustancias o alimentos, son un índice de la fuerte veladura de ese lugar acósmico (5) del vacío del objeto a.

Cuando el dinero hace síntoma, cuando se acepta pasivamente, por ejemplo, no poder mantener un nivel de vida determinado (el que nos fijen las coordenadas de trabajo, medio social, profesión, costumbres, etc. que nos sean propias), consintiéndolo como una imposición externa, circunstancial, emerge una culpa de la que se desconoce el origen. Algo se está dejando fuera de juego: algo no se arriesga, para que las dificultades económicas descarguen su peso sobre el maltratado sujeto del síntoma. Ese algo, que tenemos que suponer necesariamente por fuera de los intercambios, eso incontable, tiene que ser sin embargo el motor de la transformación subjetiva de la economía de los bienes.

Como vacío, el objeto a causa de deseo impone una desaceleración a la ansiedad de la demanda de bienes y a la impotencia para conseguirlos. Por añadidura, se aligera un flujo que estaba obstaculizado.

Hipótesis: "hacerse de abajo"(self made) es partir directamente de ese vacío, y puede tener mucho éxito al multiplicar alrededor de él. Partir de los bienes arrancados al padre, en cambio, puede dificultar durante mucho tiempo la vivencia de ese vacío multiplicador, y sumir en una reiterada dificultad para "salir adelante".

 

4. LOS SENTIDOS DEL DINERO

La generación de actos requiere del fragor de las acciones, por un lado, y de la abstinencia de pathos, por el otro. Esto es lo mismo que decir que la abstinencia bien entendida no es inmovilidad sino suspensión del cálculo sobre lo que el Otro quiere. Así que, para llegar a producir, en un acto, una ecuación personal en lo que atañe a la función del dinero, será necesario no abstenerse de maniobras con él, sino llevarlas a primer plano, por una parte; y por otra parte y en la medida de lo posible será necesario también despsicologizarlo: por ejemplo, evitar confundirlo con el destino, luchar contra los ideales de Seguridad, Bienestar y otros, despojarlo de moralismo.

Está en la esencia de la estructura neurótica, gracias a los oficios del fantasma, que el adormecimiento en la realidad sea la regla, y el alerta, la vigilia en que el deseo y la verdad se manifiestan, la excepción. El dinero cumple esta función de adormecer a las mil maravillas, salvo que algún "accidente" introduzca un desequilibrio y de éste, además, se extraigan consecuencias.

El dinero no es un resultado previsible del trabajo en la sociedad actual, no surge de él. El dinero, al trabajo, le viene por añadidura, pero siempre y cuando no se intente calcular uno a partir del otro: es decir, que se libere al trabajo de obstáculos en la mayor medida posible, que sea trabajo por el trabajo mismo. Esto produce una rectificación enunciativa que entre otras cosas hace más fluida la circulación del dinero.

En cuanto al sentido, el dinero aparece alternativamente en lo imaginario como lo más cargado o lo más desprovisto de él. Pero para el psicoanálisis el sentido no es la significación imaginaria, el sentido por excelencia es el que brilla en el síntoma en ese breve espacio entre dos palabras, el que aparece como una creación nueva en un intervalo. Un análisis psicoanalítico del dinero, entonces, no puede centrarse en el sentido neurótico, moral, del mismo, sino en las letras que es susceptible de arrojar el hecho de considerar al dinero como cabalgando entre dos "sustancias", en parte heterogéneas, en parte homogéneas: las pulsiones y el lenguaje.

El dinero es rebelde al sentido imaginario en la medida en que, desechando su conexión con el narcisismo, nos centramos en su concatenación con el deseo y la castración. Sucede que el deseo no coincide con ninguna significación; arroja algunas letras pero no contenidos de pensamiento.

Buscar el sentido del dinero en las significaciones producto de la lógica de lo imaginario es como creer que algo tan complejo pueda plasmarse en una pintura figurativa; sin embargo, cuando este sentido es el creado por las letras de una combinatoria particular, cuando es el sentido que existirá más adelante, entonces es un sentido que se vuelve utilizable, se pone al servicio de la metáfora por-venir del sujeto de la represión originaria.

El dinero es la representación más apta para condensar dos valores opuestos. Positivo-negativo, verdadero-falso, sí-no, transparencia-opacidad , etc. etc., y esencialmente al A y al S ( A/). Por eso, la lógica del fantasma, que se sustenta en la integración de la contradicción, es también la lógica del dinero. Es la lógica de la relación de continuidad entre los opuestos que para el registro Imaginario es de separación neta. El dinero puede unir realidad material y fantasma, hacer que uno se continúe en la otra sin corte.

El aumento en la cantidad de dinero que normalmente se recibe (que "entra"), aumento que imaginariamente allana dificultades (libera prohibiciones de goces), reproduce repetitivamente y a diferente escala las secuencias fantasmáticas de asesinato e incesto (según el esquema del Edipo) con su correspondiente fracaso en gozar. Estos nuevos impactos contra la castración se arreglarían, para lo Imaginario, con la percepción de más dinero, y así indefinidamente.

(Desde otra perspectiva pero con la misma lógica, se arreglarían con el ascetismo, la frugalidad y la reducción al "mínimo indispensable" de lo que se percibe.)

Indefinidamente, salvo que se abandone el terreno de la demanda y su perpetua repetición en favor de transformar el encuentro con la castración en un producto subjetivo de orden sublimatorio.

Qué chance hay de salir del encadenamiento esclavizador de la demanda? Quizá creando lugares en los que los objetos funcionen como causa del deseo y no como finalidad de la demanda -en cuyo campo, moral, se preconiza una abstención que siempre fracasa, ya que privarse conscientemente de objetos de satisfacción pulsional sólo aumenta el apetito-.

El brillo de los objetos de satisfacción, ciega; es la fascinación paralizadora del narcisismo. Para desviar la mirada de este punto enceguecedor no sirve, está dicho, renunciar a los objetos; hace falta forzar el sentido que arrastran consigo los objetos hasta volverlo sinsentido, hasta cambiar su signo, hasta inventarle un signo de doble valor, hasta hacerle escupir la contradicción. De la contradicción hay que hacer letra, la cual tiene el poder de modificar los apetitos.

Todo esto no es cómodo, pero trae alivio sintomático. En todo caso acarrea un malestar ligado a un goce que no es sintomático sino sublimatorio, como así también un bienestar de la misma índole.

En cuanto al ahorro de pathos que mencionamos, reside primero en la eliminación de los engaños intrínsecos al valor, y de las ínfulas narcisísticas con su reverso de estúpido sufrimiento de la castración imaginaria.

Hay un desmontaje de la relación fantasmática con el dinero que exige observar sentimientos (pathos) como la ambición, el miedo, los celos, etc. y las maneras subjetivas de impedir que el dinero fluya, o que el dinero alcance. Para observar -iluminar-, hace falta desechar ese mismo pathos, la moralidad y el choque con el Ideal.

Porque el deseo de analizar es deseo de impedir a toda costa que lo Imaginario cierre la abertura que lo real introduce en el lenguaje. Es decir, es deseo de inclusión de la contradicción, la indecidibilidad, la incompletud o la incertidumbre, según se llame a esta abertura en lógica, matemática o física. El psicoanálisis la llama castración, S (A/).

La inclusión de la contradicción cambia la experiencia de lo que llamamos la realidad.

 

5. EL ACTO

El deseo inconsciente se oculta en la racionalidad misma, justo en el breve pasaje de una razón a otra que supuestamente viene a reforzar a la primera. Este pasaje puede realizarse, por ejemplo, usando la palabra "además"(suma de razones). No es difícil descubrir que cuando amontonamos argumentos estamos procediendo según la lógica del Caldero Agujereado, "constituyendo una suma allí donde sólo es posible una alternativa", según dice Freud (6). A veces esto es flagrante como con el famoso caldero, aunque lo interesante es hacer la prueba con aquellos razonamientos más compactamente coherentes.

La argumentación brillante, la más convincente y promotora de identificación, tiene que ser revisada en sus puntos más sutiles, más escondidos, de articulación. La certeza acerca de un saber cualquiera deja lugar a la verdad al deshacer la sutura.

El deseo, como decíamos, brilla en el intervalo entre las razones que tenemos para hacer una cosa -o para no hacerla-. Las acciones están precedidas por razones, es decir por anhelos que, respecto del deseo, portan claudicaciones. Aquí es fácil ver aparecer las diversas figuras del Otro que obliga a hacer o impide hacer.

Los actos, en cambio, patentemente no están precedidos por razones; son raros; provocan un cambio transversal, se puede decir, en el sujeto, pero también una onda expansiva variable que afecta a otros y los modifica.

Un acto se define por el derribamiento (sin duración) de algunas construcciones culturales; por ejemplo, la ilusión hegeliana del saber absoluto, el engaño fundamental de la edad moderna llamado progreso, la aspiración metafísica del todo, la pretensión científica de arribar a lo real por la vía del conocimiento o la creencia neurótica de poder hacer coincidir a la verdad con un saber. Todas estas construcciones se levantan como monumentos en el lugar de la falla de la estructura.

El acto permite la desaparición de la presencia eventual del objeto, propia del registro Imaginario.

Extremando las cosas, puede decirse que la generación de un hecho cualquiera no es obra del progreso de una acción específica sino de una retorsión de la situación actual: en otras palabras, de un acto inconsciente. Puede perdonarse el pleonasmo "acto inconsciente" si opera como subrayado de lo que frecuentemente se obvia, cuando se confunde un acto con una acción intencional.

Retorsión define un movimiento que afecta a una superficie y también la temporalidad lógica regrediente que hace inanticipable a todo hecho (7). Entre el progreso de una acción y el "regreso" de un acto (que no es vuelta atrás sino vuelta sobre sí mismo), es difícil percatarse de lo que ocurrió; pero en este lugar lo Imaginario da toda clase de respuestas, de tal manera que un sujeto conectado con la realidad -un sujeto que hace lazo social- siempre podrá saber qué es lo que "realmente"(real-miente, dice Lacan) generó un hecho , y corregir su accionar. Aunque también puede ocurrir que simultáneamente haya una desmovilización fantasmática que aumente la posibilidad del acto.

Cómo construir una legalidad propia del acto y del deseo para superar el encierro en la legalidad neurótica de las acciones y de la realidad? Proponemos:

l) abolir los términos relacionados para conservar sólo la relación -sinónimo de sujeto de deseo- (cf. ap. 6 y su referencia bibliográfica);

2) atenuar la prevalencia otorgada al par causa-efecto (etiología-enfermedad, por ejemplo), al insertar a este par en un conjunto más abarcativo y complejo, que incluirá progresiones y efectos retroactivos, y en el cual el mencionado par será una realidad local estática y no estructural;

3) partir de la premisa de que fijación espacial y despliegue temporal se excluyen (recordar el principio de incertidumbre). Lo Imaginario detiene, congela, y ahí se goza y se fracasa en gozar; mientras que el despliegue, la transformación continua (8), la no-copresencia (9), llevan a la torsión con posibilidad de corte (suman la dimensión del tiempo como la cuarta, a las tres espaciales euclidianas);

4) abandonar la idea de progreso ya sea éste creciente o decreciente (social, cultural, científico, planetario, filogenético, etc. etc.), en favor de un espacio estructural por capas concéntricas en que se reduce todo a parte, y de un tiempo cuyo espesor problematice las presencias simultáneas y deseche la linealidad.

 

6. EL INCONSCIENTE ÉTICO

El sujeto ético, es decir el sujeto del inconsciente, es el que aparece en las formaciones sintomáticas, pero fundamentalmente es el que se fija en la letras que prolongan a estas formaciones. El sujeto inconsciente es el que fulgura en el intervalo entre dos términos lógicos, pero el sujeto ético es el que, desujetándose de su alienación al significante, se hace cargo de su propia existencia como efecto de lenguaje, al extremar un trabajo de lectura en el que se desanuda el goce preso en los síntomas.

Es decir que el inconsciente ético es el inconsciente incómodo, el que prolonga el trabajo automático de los síntomas en un trabajo forzado, contrario a la buena forma, difícil, extenuante e iluminador. Es un trabajo que pone diques a la entropía de goce que se produce en la realidad, donde el síntoma, en ausencia de estos diques, engorda y se dispersa llenando todos los espacios libres.

Sin este trabajo forzado del sujeto ético, la existencia gana en significaciones y pierde en sentido (sentido no cerrado, ambiguo, sin-sentido). El incremento en la significación es aumento en la insatisfacción; en cambio, el trabajo sobre el sentido suspende el goce sintomático, lo desvía de curso.

Tomamos el desafío de pensar cómo desviar de curso ese canal exterior de goce que es el dinero, cuando ello hace síntoma, o sea casi siempre.

Al ser todo objeto del mundo creado por la ciencia una construcción de lenguaje debida a la falta de objeto, se puede leer en esos objetos o cosas. Se puede leer y por lo tanto se puede escribir sobre el sujeto como puente o relación entre esas cosas, ya que el sujeto no es más que relación entre términos, y fuera de los términos que relaciona es muy difícil decir lo que el sujeto es; una relación no tiene unidad (10).

Es por esto último que se concede tanta importancia a los objetos (términos), que sí hacen uno; sin embargo, al volverse hacia el sujeto, aboliendo los términos que relaciona, se puede salir del encadenamiento de las demandas y enfocar el deseo.

Si el sujeto queda en cambio alienado y perdido entre las cosas-objetos, esencialmente ilusorios, la insatisfacción de la demanda pasa a primer plano y al sujeto sólo le queda su vocero, el síntoma. La experiencia se le presenta entonces al yo como carecer de- cosas, dinero, amor, etc.-, ser careciente sin que tenga influencia en esto lo que efectivamente se posee.

La propuesta analítica de desviar de curso al goce mediante la extracción de letras subjetivas, requiere de la experiencia del absurdo, de la mala forma y de la irresolubilidad por el sentido. El pensamiento no permanece en tales lugares; por eso, por ejemplo, hay que hacer un esfuerzo extra para buscar letras en un sueño, porque el pensamiento tiende a rechazar, a alejarse, de: el absurdo del producto que el sueño es; el impacto contradictorio entre lo que las imágenes muestran al yo y el pathos que ocasiona; el carácter abierto de la interpretación (ombligo) que las asociaciones dejan entrever; etc.. La repetición del tránsito por la experiencia de la mala forma y del vacío de sentido va abriendo no obstante un espacio que cambia al pensamiento, modificando las identificaciones que lo sustentan. Como uno de los efectos más fácilmente observables, el pensamiento se hace menos justificador, en el sentido de la acumulación de argumentos o la sumatoria de razones con que cotidianamente la neurosis trata de hacer una buena forma lógica, una forma cerrada cuando tropieza con la falta.

En lo que respecta al manejo del dinero, las consecuencias son:

1- La sospecha de que no hay correspondencia matemática entre lo que se percibe, lo que se gasta y lo que se tiene; más aún, que hay una disparidad, una no-relación esencial entre estos términos que es introducida por lo que de lo Real hiende a lo Simbólico.

2- La comprobación de que no hay exterioridad o autonomía del dinero con respecto a la subjetividad en ningún caso, y que esto nada tiene que ver, o no es contradecido por, las condiciones de nacimiento, los accidentes histórico-personales, el azar, la moralidad de las acciones, la justicia distributiva, la fuerza de trabajo, el sistema político-económico, etc. etc..

3- El reconocimiento de que el dinero y su flujo es el lugar preferente donde el síntoma se enquista y deja de ser reconocido como tal, es decir que recibe el máximo de fijación fantasmática. (La función de la queja en las cuestiones de dinero nos ponen no obstante sobre la pista de su carácter sintomático).

4- La pérdida, en fin, de la consistencia, completud y solidez del dinero tomado como lo Real.

Todos estos cambios en la aprehensión subjetiva del dinero se hacen provisoriamente, precariamente, debiendo pasar el sujeto una y otra vez por las mismas experiencias y comprobaciones.

 

7. EL VECTOR DEL DESEO

Se ha visto ya que el deseo prescinde del valor. Así, para emparejar el dinero al sujeto del deseo hay que trabajar para relativizar su más y su menos que están en función del recorte local y momentáneo en el que el yo se mide. Una vez despojado de un valor que imaginariamente le es absoluto, habrá que tratar de emparentarlo con lo inconmensurable, para hacerlo funcionar como un vacío, como causa y no como finalidad. En este estatuto todas las representaciones que el dinero arrastra, caen. Dado que el deseo no tiene representación, sino solamente energía, el dinero como materialidad en la que el deseo se monta deberá pasar a un plano estrictamente inconsciente, en el abandono de toda significación. Esto implica resignarse a perder gran parte del control consciente sobre las redistribuciones de dinero, siendo la alta variabilidad (rápido cambio) de su presencia actual un proceso que se acercará al automatismo del hábito, y esto al desconferirle valor absoluto, es decir valor con exterioridad al sujeto.

Pero las representaciones dan consistencia al yo, de ellas se alimenta la economía narcisista que transcurre diacrónicamente, en una búsqueda lineal que se apoya en la esperanza ilusoria de un final satisfactorio. En esta línea orientada se coloca el ejercicio de la sexualidad y la búsqueda y consecución de los objetos y bienes que la misma necesita. En tanto, puede decirse que el deseo es un vector que cae verticalmente sobre esta línea imaginaria y la hiende, produciendo efectos no lineales sino retroactivos. Estos efectos van deshaciendo puntualmente lo imaginario produciendo al sujeto.

La retroactividad sustituye al progreso o avance lineal; éste será entonces el sentido exacto de lo que "va en aumento", según nuestras categorías de la realidad. El progreso es una ilusión de la cultura consistente en carecer de la perspectiva de la estructura y engañarse con la visión de una realidad "local" que hace creer en el crecimiento, en la mejoría, en la evolución, y sobre todo en el saber como susceptible de agotarse. El imaginario sobre el dinero se orienta de la misma manera; la vida estaría así dedicada a hacer progresos económicos que paulatinamente reduzcan la falta, hasta cerrarla. La idea de progreso adormece porque sumerge en un tiempo y espacio de tipo lineales, aplana las propiedades estructurales.

El dinero despista al adoptar el semblante del yo con sus "debilidades" y "fortalezas". Es colectivizador, uniformador, al precio de dejar desconocer que, para cada sujeto, forma parte fundamental de la constelación que lo precede y por lo tanto sus flujos y fijaciones tienen carácter fantasmático.

La búsqueda subjetiva de esta constelación singular no requiere la vuelta hacia el pasado, sino hacia la realidad más inmediata. En la vida de todos los días es posible recortar lo más subjetivo del dinero, en la medida en que se lo despoje de su poder colectivizador de los yoes.

El yo es una proyección de la superficie del cuerpo. Esa nueva superficie, sombra o imagen de la otra, ordena el mundo como semblante o apariencia en perjuicio de la única conexión posible con lo real, la del sujeto del deseo. La consistencia que el yo presta a ese mundo hace que sea tomado por lo real; y es allí donde el deseo queda atrapado en los espejismos del valor.

Ahora bien, esta consideración de la superficie -esférica- que presenta lo Imaginario no tiene que hacer creer que las coordenadas del sujeto de deseo deban buscarse en alguna profundidad. Lo inconsciente es lo superficial por excelencia, está en la superficie de lo que se dice cuando se intenta dar cuenta del volumen (11) de una escena cualquiera; lo muestra ejemplarmente la interpretación de los sueños. Sólo que es una superficie con otras características que la esférica, hay que recorrerla toda y volver a repetir el circuito una y otra vez, para pasar brevemente por el vértigo de un vacío en el que el yo cae de su lugar; es la experiencia de la angustia.

Si el dinero se metamorfosea en yo fuerte o yo débil, si alimenta el circuito del narcisismo que es el de la demanda inextinguible con su faz de masoquismo y mortificación quiere decir que el sujeto del deseo, al dinero, le es exterior. De hecho, lo que es del orden de lo inconmensurable escapa por definición a la trampa del valor, que es narcisista-especular.

No obstante, no hay otro campo de juego que este último; es decir que la n-dimensionalidad donde se ubica el deseo, escapando a toda medida propia de la escena tridimensional o de la bidimensionalidad de su marco, se aloja en intervalos imperceptibles de esta realidad con volumen. Es necesario entonces maniobrar con el dinero, para poder acceder a dichos intervalos. En otras palabras, se hará un recorrido que va desde la materialidad móvil del significante, a la materialidad fija de la letra, y recién entonces dará el sujeto una vuelta en rizo sobre el objeto, no material.

Los bienes en una economía de mercado se comportan como el paño imaginario del yo; producen significaciones e identificaciones que otorgan consistencia, espesor. Toda conmoción, todo desorden en este campo es intolerable y se intenta repararlo inmediatamente aún al precio del síntoma, salvo que la conmoción esté al servicio precisamente de encontrar una dimensión oculta en la linealidad y la buena forma, del escándalo de sacudir a la conciencia y al sentido común y sobrevivir a la caída de las fórmulas conocidas. Al servicio de un acto.

Esto implica un detrimento en el deseo de saber, que como el psicoanálisis lo estableció coincide con el anhelo neurótico y no con el deseo inconsciente; en todo caso el deseo inconsciente se articula a una sed de análisis -no sólo psicoanálisis- que desmonta las significaciones, los ideales y la realidad misma. Tal sed no se otorga justificaciones, no calcula sobre el Otro, no se pone a distancia de su propia razón de ser; sólo se verifica, se hace efectiva. Es búsqueda por la búsqueda misma.

Notas

(1) Theao: (gr.) mirar, observar, ver. De allí viene el prefijo teo, Dios.

(2) Pathos: (gr.) dolencia. Para nosotros, goce del mal/bienestar, sentimientos

(3) HAWKING, Stephen: Historia del tiempo.1988. Edit. Grijalbo. Barcelona, l995.

(4) "(...) Werner Heisenberg, formuló su famoso principio de incertidumbre (...) cuanto con mayor precisión se trate de medir la posición de la partícula, con menor exactitud se podrá medir su velocidad, y viceversa (...) el principio de incertidumbre de Heisenberg es una propiedad fundamental, ineludible, del mundo." S. Hawking, op. cit.

(5) LACAN, Jacques: "Podríamos decir que el deseo es el corte por el cual se revela una superficie como acósmica". Seminario XII, Problemas cruciales para el psicoanálisis, 3/2/65, inédito.

(6) FREUD, Sigmund: El chiste y su relación con el inconsciente. Ap. 8. l905. O.C. Edit.Biblioteca Nueva - Tomo I.

(7) Otras definiciones de retorsión: l) Retorcimiento. 2) Figura retórica consistente en volver las razones propuestas contra el mismo que las ha utilizado. (Dicc. Anaya de la Lengua).

(8) Operación topológica que se reduce al tiempo de su efectuación. Comparable a la "perelaboración"freudiana que significa transformación en la duración. Cf. Topología lacaniana y clínica psicoanalítica, de J. Granon-Lafont, Edit. Nueva Visión, l992.

(9) La presencia inmediata o simultaneidad absoluta de dos sucesos con independencia del observador, es una noción que la teoría de la Relatividad de Einstein viene a derribar.

(10) LE GAUFEY, Guy: La evicción del origen. Edelp. l995.

(11) HAWKING, Stephen: op.cit.. "(...) Por qué vemos tres dimensiones espaciales y una temporal? La sugerencia es que las otras dimensiones están curvadas en un espacio muy pequeño, algo así como una billonésima de una billonésima de un centímetro. (...) Es como la superficie de una naranja: si se la mira desde muy cerca está toda curvada y arrugada, pero si se la mira a distancia no se ven las protuberancias y parece que es lisa. Lo mismo ocurre con el espacio-tiempo: a una escala muy pequeña tiene diez dimensiones y está muy curvado, pero a escalas mayores no se ven ni la curvatura ni las dimensiones extra."

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 7 - Julio 1998
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