Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
De-generación
Ricardo Bastianon - Hernán Bronstein

Era un país curioso, la mayoría de la gente inteligente dependía de un grupo de idiotas, era asombroso observar cómo este grupo de idiotas supervisaba la suerte de los talentosos.

Lo increíble es que el sector de los inteligentes, para contentar a los idiotas, comenzaron a empobrecer sus ideas y comprendieron que la única manera de progresar en esa comarca era tratar de contentar a los idiotas transformándose poco a poco en idiotas.

La idiotización de la comarca llegó lenta e inexorablemente. Lo curioso es que este proceso no fue percibido por los talentosos. Las ideas cada vez más idiotas de los talentosos producían una enorme aceptación de parte de los idiotas, que premiaban a los talentosos idiotizados con cargos cada vez más prestigiosos.

Tato Pavlovsky, de "rojos globos rojos"

 

Extrañamos la chicharra que permitía abrir la puerta de entrada con el portero eléctrico. Todo parecía más cómodo. Sin embargo, no es nuestra meta plantear cuestiones de confort analítico, sino de espacios y tiempos. Si uno se precia como psicoanalista, ¿lo es sólo en el consultorio y en el tiempo de la sesión?

 

El paciente toca el timbre. 11 A.

Estribillo:

- ¿Quién es?

- Soy El Paciente.

- Bajo a abrir. (¿Caída?, ¿destitución?)

- No no, me abren . (Sensación de comodidad y alivio, cual si fueran épocas de chicharra).

- Adelante. (¿Ejercicio de poder tal vez?)

 

El paciente toca el timbre. 11 A.

Estribillo 2

- ¿Quién es?

- Soy El Paciente.

- Bajo a abrir.

Silencio. La puerta está cerrada. Debo bajar. Tengo que bajar. No tengo ganas de bajar. Me demoro, tomo unos mates más. Salgo al pasillo. Llamo al ascensor. Tarda 31 segundos. Subo (al ascensor). Bajo (a planta baja). Otros 31 segundos, esta vez mirándome en tanto analista al espejo.

Abro la puerta. Saludo. Subimos (al ascensor). Subimos (al piso 11) . Otros 31 segundos. Estos no son los mismos que aquellos, éstos son más espesos, mucho mas lentos, interminables.

Terminó la sesión. Salimos al pasillo. Llamo al ascensor. 31 segundos de pasillo. Subimos, bajamos, la puerta estaba abierta así que me quedo en el ascensor y saludo a El Paciente.

La cuenta es sencilla. 62 segundos de ascensor con El Paciente más 31 segundos de pasillo. 24 pacientes en un año: 70.272 segundos de ascensor, 107.136 con pasillo incluido. Son 19 horas 31 minutos de ascensor puro. 29 horas 45 minutos con pasillo incluido.

Encontramos dos opciones.

  1. intentar pensar un poco acerca de la práctica de ascensor (si es tal).
  2. cambiar presurosamente de consultorio.

Por el momento optamos por 1.

Ascensor. Silencio incómodo. Dificultad para sostener la mirada: el espejo auxilia en la multiplicación de las distancias. El silencio, en su débil equilibrio, propicia frases huecas, holofrases (1) , como la típica charla sobre el tiempo:

"- Qué calor, no?

- En realidad está muy húmedo.

- Tiempo loco ,eh."

Adela. 30 años, maestra jardinera. Retoma lo hablado en el ascensor, en el siguiente ascensor; nunca en la sesión. Está claro que son espacios distintos. La conversación gira habitualmente en torno a preguntas acerca de mi persona.

Andrea. 48 años, directora de escuela y psicóloga.

- Me decís las cosas que me decís en el ascensor, fuera de encuadre para que yo quiebre con mi rigidez. Supongo yo, ¿no es así?

- ...

- ¿Por qué seré tan rígida yo? Decidí romper con ciertas cosas, tomé una decisión esta semana....

Adrián. 40 años. Meticuloso el hombre. Yo abro las dos puertas del ascensor y él se apresura, luego de entrar, a cerrarlas (o viceversa). Un equilibrio perfecto. Nos empezamos a reír del asunto, instalándose como un juego. En las sesiones se angustia hablando de cómo no puede evitar hacerse cargo de los errores y responsabilidades de los demás.

Analía. 52 Años. Lic. en comunicación pero trabaja haciendo corretajes.

Portero eléctrico.

Estribillo:

- Quién es?

- Hola. Buenas tardes, qué tal. Soy Analía.

Luego de la sesión, me levanto dispuesto a acompañarla a PB vía ascensor.

- No no. No te molestes, quedate que alguien me va abrir.

En sus sesiones, dice que no puede pedir, que cuando no encuentra lo que espera del otro se silencia, se aísla (cuestión que hace muy a menudo, con crisis importantes de angustia). Me cuenta como al pasar que hay veces en las que se queda esperando largo rato en PB hasta que le abran. Le digo que bajaré a abrirle sólo si logra pedirlo.

Nuevo estribillo, luego de cada sesión:

- Por favor, podrías bajar a abrirme la puerta?

Adolfo. 35 años. Ingeniero. Dice:

"-Siempre toco el portero eléctrico tres minutos antes de mi horario: así, entre que bajás a abrirme y subimos, la sesión empieza puntual...no puedo desperdiciar minutos de la sesión, tengo que aprovecharla al máximo..."

Alguien por ahí que también se dice psicoanalista ha esquivado la clínica de ascensor con las consiguientes patologías en ascenso y descenso. Le da la llave a la paciente que se va, quien a su vez entrega la llave a la paciente que llega. La última, cerrando el círculo comienza su sesión llevando la llave. Yavé, cuán poderoso eres. Ya vés.

Otro por allá arroja la llave por el balcón, envuelta en un pañuelo, desde el cuarto piso.

Para uno de nosotros, el trayecto de subida es más frío que el de bajada. Es mucho más frecuente el ascendente silencio sostenido. Para el otro es exactamente a la inversa. Observamos que con algunos pacientes, en determinados momentos, el espacio y tiempo del ascensor es de charla. Para otros, puede ser parte de la sesión o un espacio diferenciado de la misma.

Pedimos disculpas por falta de estadísticas precisas.

Lugares poco claros, móviles, inseguros. ¿Dónde estamos parados?

Yo, en el lugar de Uds., hoy, no sé si me dedicaría al psicoanálisis- nos alentaba un experimentado y prestigioso analista-.

Yo, en mi lugar, qué hago acá?

-Me podrías indicar por favor, hacia donde tengo que ir desde aquí?

-Eso depende de donde quieras llegar- contestó el Gato.

-A mí no me importa demasiado adónde- empezó a explicar Alicia.

-En ese caso, da igual hacia dónde vayas- interrumpió el Gato.

-...siempre que llegue a alguna parte- terminó Alicia a modo de explicación.

-¡Oh! siempre llegarás a alguna parte- dijo el Gato- si caminas lo bastante. Por ahí vive un sombrerero, y por allá vive una liebre de marzo. Visita al que te plazca: ambos están igual de locos.

-Pero a mí no me gusta estar entre locos- observó Alicia

-Eso sí que no lo puedes evitar- repuso el Gato- todos estamos locos por aquí.

-Y cómo sabes si yo estoy loca- le preguntó Alicia

-Has de estarlo a la fuerza -le contestó el Gato- de lo contrario no habrías venido por aquí.

Siete pesos la prestación. Asunto de locos, de eso se trata la Salud Mental hoy en la Argentina menemista. Salvo que logremos caminar, con varas de equilibrista por la cordura de Mercado. Algunos pacientes creen que además del coseguro cobramos más. No no. ¿Le digo que cobro solo eso? ¿Me da la cara para reconocer que laburo por chauchas y palitos?

En una ocasión me pagaron en monedas. Seis monedas de un peso y dos de cincuenta centavos. "Lo que pasa es que los billetes de dos pesos los guardo para Sorpresa y Media". Me sentí humillado. Más tarde soñé que me pagaban con un sombrero, un sombrero desbordante de monedas.

Un analista devenido sombrerero por fuerza de estar aquí en este mismo instante. Un Psicoanalista que se de-genera. De Generación estamos hablando: función por medio del cual se reproducen los seres des-organizados. Cambiar de naturaleza. Desdecir, declinar, no responder al origen.

Recordamos acá que buena parte de nuestro consultorio está poblada de pacientes de una obra social, que este año "flexibilizó" sus prestaciones: los pacientes se atienden sin tope de sesiones, y lo que percibimos por cada sesión es siete pesos siete.

Tiempo y dinero. Cuestiones que forman parte del contrato analítico. Ya desde generaciones anteriores se hablaba de un atravesamiento, de cierta analogía entre nuestra profesión y los taxis, y entre nuestra profesión y las putas.

Cuando la obra social nos habla de "prestaciones", es inevitable la referencia a Vargas Llosa (de la época en la cual pensaba tan bien cómo escribía ):

"El límite máximo de prestaciones mensuales admitidas será de 8 (ocho), no señalándose límite mínimo.

(...) Un cupón será entregado por el usuario a la visitadora cada vez que se beneficie de una prestación.

(...) Siendo imprescindible por razones de decoro y moral conservar el máximo de discreción sobre la naturaleza de esta operación contable, en los libros del cuartel ... los descuentos por prestaciones... figurarán camuflados mediante contraseñas" (2).

Tal prestación, equis tiempo,tanta plata, todos felices. ¿Todos felices? Como siempre, la felicidad es algo que se nos escapa. Con estos pacientes no atendemos, con estos pacientes "obrasocializamos". Obrasocializar, otra degeneración de nuestros originales ideales psicoanalíticos. Nos cuentan quienes están en prepagas que deben ocultar ante la institución su formación para convertirse en terapistas breves y focalistas. ¿Será ésta una variante del travestismo? Víctor Victoria, Tootsie, hacemos y haremos todo lo necesario para trabajar como psicoanalistas siempre y cuando no terminemos como Polanski en El Inquilino, tirándose una y otra vez por la ventana. ¿Será prudente ir camuflados eternamente por ahí?

Y sí, la felicidad está en otro lado.

Veamos nuestro recorrido profesional en instituciones privadas (¿privadas de qué?). En una clínica privada de Capital, por ejemplo. Luego de muchos años de trabajo, nos echaron y estamos en juicio. Siempre dijimos que, más que el laburo en sí, ese era un buen lugar de encuentro. Aprendimos, hicimos amigos, primeros "contactos". Hoy esa institución tempeora. Tempeora la vida.

Y sí, la felicidad está en otro lado.

Nuestros compañeros de Generación que trabajan en instituciones públicas tampoco parecen estar muy contentos, pero desde afuera de ese circuito, nos parece que "pertenecer tiene sus privilegios". Nosotros no somos residentes ni estamos en el marco del esplendor del consultorio privado de épocas pasadas. No accedemos a supervisiones gratuitas de hospital, y en las supervisiones privadas, habitualmente, nos cobran honorarios correspondientes a "aquellos buenos viejos tiempos". Los trenes están rigurosamente vigilados y a duras penas alcanzamos a aferrarnos al pasamanos del último vagón. Y eso que corremos (¿la coneja?).

Nuestro estimado y no tan cuerdo Nietzche podría decirnos que apelamos al resentimiento y a las fuerzas reactivas (3) . Tal vez. Sin embargo, despotricar, tirar mierda, sacar la bronca...qué falta nos hacía. Hay veces en que hasta es placentero decir: qué mal que me siento en este territorio de locos, gobernado por idiotas. "La inseguridad del territorio" es una obra de Virilio, citada por Deleuze y Guattari para preguntarse: "¿Habitar como poeta o como asesino?" "Asesino- dicen- es aquel que bombardea el pueblo existente, con poblaciones moleculares que no cesan de cerrar de nuevo todos los agenciamientos, de precipitarlos en un agujero negro cada vez más amplio y profundo. Poeta, por el contrario, es aquel que lanza poblaciones moleculares con la esperanza de que siembren o incluso engendren el pueblo futuro, pasen a un pueblo futuro, abran un cosmos" (4).

Dejemos el lanzallamas. Seamos poetas.

Juan, el paciente, recostado en el diván, habla desde hace diez minutos. Que tiene la autoestima baja, que nadie valora lo que hace por los demás, que necesita palabras de reconocimiento, bla, bla, bla...

Pedro, el analista, mira el reloj. Sabe que ha llegado el momento. Se levanta tratando de evitar que cruja el sillón. Por la mañana había aceitado las bisagras de la puerta para evitar sospechas. Toma el picaporte con sigilo, saca la llave, sale, cierra con llave cuidadosamente y desaparece por el pasillo.

Una vez que gana la calle recupera el aliento y trata de serenarse. Siente la adrenalina circular por su cuerpo. Toma un taxi y llega a destino en cinco minutos. Se baja y se dirige a la puerta. Toca timbre. Soy Pedro, abra. Una vez que entra en el consultorio saca el arma.

- Vengo a matarlo, doctor.

- Vamos Pedro, deme eso.

- Vengo a matarlo, doctor.

- Si fuera así ya hubiera disparado.

- Yo solo quiero tenerlo al tanto de mis propósitos. Vengo a matarlo, doctor. Como podrá comprobar, éste es su mayor fracaso profesional.

Le dispara tres balazos en el pecho. El experimentado analista cae aparatosamente sobre su sillón Arthur Miller que empieza a girar. Pedro sale evitando miradas comprometedoras. Toma otro taxi. Siente en la barriga la presión y el calor del fierro. Cinco minutos. Llega a su consultorio. Entra con los mayores cuidados.

Juan sigue hablando.

- Ud. calla, Doctor, porque está como ausente. Distante y doloroso como si hubiera muerto. Pero una palabra suya bastará para sanarme, sanarme porque no sea cierto...

Pedro se siente poderoso. Hombre devenido en Padre Omnipresente, en Dios, de-generado en Psicoanalista. No hay Otro del Otro, se dice. Sabe exactamente lo que debe decir pero se demora disfrutando anticipadamente el placer que le genera el momento de la intervención.

- ¿Dejamos acá? (5)

 

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(1) Lacan considera que toda holofrase está en relación a un sujeto que está suspendido en una relación especular. Cita el escrito de un etnógrafo para su definición:

"Situación entre dos personas, mirándose una a otra, esperando cada una que la otra ofrezca hacer algo que ambas partes desean pero que no están dispuestas a hacer". Seminario I, Pág. 329, Ed Paidós.

(2) Mario Vargas Llosa. "Pantaleón y las visitadoras". Pág. 107-108. Ed. Seix Barral, Biblioteca Breve.

(3) En realidad Nietzche no opinó de nuestra práctica. Sin Embargo, desarrolló el tema del resentimiento y el de la mala conciencia. Encontramos un claro desarrollo en "Nietzche y la filosofía" de Gilles Deleuze. Ed. Anagrama.

(4) G. Deleuze- F. Guattari. Mil Mesetas. Pág.349. De. Pre-textos.

(5) En este escrito aparece algún material robado: "Alicia en el país de las Maravillas", de Lewis Carroll, pág. 108-109. Alianza Editorial. El cuentito del final le roba alguna idea a Isidoro Blaisten en su cuento "El significado del significado", del libro "El Mago". Ed. Emecé.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 5 - Julio 1997
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