Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Mascaradas contemporáneas del patriarcado
Sandra Rochel Cabo

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Desde el surgimiento de los primeros movimientos feministas hasta la actualidad, los progresivos cambios subjetivos y sociales en las condiciones femeninas, han transcurrido por varios momentos socio-históricos en donde espectadores y sujetos nos hemos ido aproximando poco a poco a un ideal emancipatorio, descontracturando el discurso patriarcal hegemónico.

Las reconstrucciones de las diferentes condiciones femeninas a lo largo de los períodos históricos feministas, han establecido nuevas formas de representaciones sociales femeninas (MOSCOVICI, S., 1979) y de rearticulaciones de las significaciones subjetivas establecidas, (BLEICHMAR, S., 2005) dando lugar a la incorporación de discursos, hábitos y legitimaciones en los posicionamientos de género.

En las sociedades occidentales contemporáneas la influencia de algunos discursos posmodernos en las fuentes masivas de la información, acompañada por el desarrollo en la transmisión de esta información, ha facilitado; a través de muchos medios masivos de comunicación, el acceso y la creación de modalidades particulares de conocimiento, normalizando comportamientos y códigos en la comunicación entre personas. Estas modalidades de conocimiento o representaciones sociales (MOSCOVICI, 1979) y su concesión; legitimadas y reforzadas a través de lo mediático, es lo que funciona como conocimiento de sentido común.

En nuestras sociedades, más específicamente, en sectores donde la educación, la tecnología y el consumo masivo son necesarios para el intercambio socio-económico propio del desarrollo de la urbe, las representaciones sociales de género se construyen bajo la influencia del modo de producción capitalista. En Argentina, a partir de los 80’s ; con su expansión a través de la prensa, la radio y la televisión, se empiezan a reelaborar nuevas formas de representaciones sociales femeninas, devenidas de una "relación histórica entre el activismo feminista y la cultura popular masiva, dándose una constante deriva de los discursos feministas cuyos tópicos, argumentaciones y relatos se van entramando en el lenguaje de sentido común y la oferta mediática de manera oblicua para consumo de las capas sociales medias (CHANETON, J., 2007)."

 

Capitalismo y patriarcado

Llegado el siglo XXI, las mujeres ya determinan las formas y tendencias del consumo, tanto en las industrias culturales como en la tecnología, y cualquier producto ofertado en el mercado. En los medios publicitarios se verifica un cambio en las estrategias de los avisos, apuntando a las preferencias femeninas, equiparando la libertad de consumo y el poder de las compras con el de liberación y mayores oportunidades femeninas. Para Alberto Pierpaoli, presidente de "The Gender Group", consultora especializada en diferencias de género, "las mujeres actuales deciden sobre el gasto y ahorro familiar y tienen una alta incidencia en la compra de artículos y servicios que antes estaban reservados para los hombres (…)" (Revista Ñ, Clarín, 1-12-2007).

Esta tendencia femenina al consumo, hace referencia al espacio público reestablecido en función de una libertad de movimientos que predispone a la obtención de reconocimiento y prestigio en un mundo que les facilita la autonomía que no han podido lograr en la escena privada y frágil de las relaciones íntimas con los hombres (marido, hijo, padre) (FERNÁNDEZ, A. M., 1994). Profesionales exitosas, jovencitas libres de prejuicios sexuales, mujeres que realzan y transforman sus atributos físicos, son ejemplos de este afianzamiento en la esfera de las relaciones públicas que en el plano íntimo, sería más difícil sostener.

La institución familiar ha favorecido la construcción de una subjetividad femenina, derivada de la ubicación social de la mujeres en la cultura patriarcal (BURIN, 1999). Las mujeres modernas, atravesadas por este discurso, dan cuenta; sin embargo, de nuevas modalidades de construcción de su subjetividad, oponiéndose al régimen patriarcal, insertándose en un circuito público en donde aún se ignoran las estrategias que realizaron para lograrlo, se enfatiza en lo armónico y lo exitoso, cuando en realidad hubo resistencia al sistema y lucha de opuestos (LOMBARDI, A.).

Liberación individual y liberación social

El capitalismo patriarcal, como lo denominaba Marie Langer (LANGER, M., 1973), siempre encuentra sus formas más astutas para introducirse en los discursos que marcan la tendencia. La propagación y aceptación de múltiples estilos de vida "progresistas" y modernos para las mujeres, es comparable a la incorporación del fenómeno de la globalización en nuestros escenarios económicos y culturales locales. Se puede observar como la libertad de comercio que deviene en abolición de políticas proteccionistas para garantizar la formación de un mercado único de bienes y capitales; y por consiguiente, la construcción de mercados de empleos locales, es equiparable a la adopción de un imaginario social tendiente a la eliminación de barreras para la construcción de representaciones sociales; que en apariencia , promueven libertad sexual y autonomía, implicando mayor consumo y por lo tanto la reproducción constante de los ejercicios cotidianos y personales del poder patriarcal. (CASTORIADIS, C. 1989). La posesión del poder patriarcal; antes apropiado solamente por los hombres, hoy en día sería también adjudicado a las mujeres en diversos ámbitos.

Todo este proceso, nos ofrece pautas para pensar que no existe aún emancipación de la mujer; debido a que no existe todavía un proyecto colectivo de liberación, que podría suponer la posibilidad de conseguir la liberación individual y la liberación social como una sola y misma cosa. (LANGER, M. 1972).

Proyecto de transformación social y autonomía

Para Castoriadis, (CASTORIADIS, C. 1988) la transformación de la sociedad representa el cuestionamiento de sus instituciones, su heteronomía, su representación del mundo y sus significaciones imaginarias y sociales, lo que lo llevó a plantear su proyecto social de autonomía.

La autonomía como proyecto social-histórico de emancipación sería efectuado por la acción autónoma de las personas, tales como son producidos por la sociedad actual, para poder recrear instituciones capaces de cuestionar sus propias leyes. Para Castoriadis, (CASTORIADIS, 1988) 1 una sociedad autónoma, es la que sabe que no puede vivir sin leyes pero con la autonomía necesaria para interrogarlas. Los interrogantes deben permanecer como preguntas siempre abiertas, siempre respondidas y siempre cuestionadas para evitar realizaciones heteronómicas extremas como las conducentes a los totalitarismos.

En el caso de la autonomía de género; tal como lo plantea Ana María Fernández (FERNÁNDEZ, A.M. 1999), es la libertad que una mujer tiene para actuar de acuerdo a sus elecc iones y no a las de los otros:

"En tal sentido, hay una estrecha relación entre la adquisición de autonomías de las mujeres y los espacios de poder que puedan, tanto individual como colectivamente, instituir.

En realidad, el grado de autonomía de un sujeto singular es inseparable del grado de autonomía del grupo social al que pertenece. Es decir que el grado de autonomía personal que una mujer pueda desplegar dependerá también de la autonomía posible de su grupo social y de aquella que las mujeres de la sociedad a la que pertenece hayan alcanzado. En síntesis, la autonomía de un grupo social no depende exclusivamente de la voluntad personal de quienes a él pertenecen. Para que alguien pueda saber qué quiere en su vida y cómo lograrlo, que se sienta con derecho a decir no, a incidir en su realidad para lograr sus proyectos, necesita un tipo de subjetividad cuya construcción no depende exclusivamente de su psiquismo. Entran en juego aquí condiciones de posibilidad histórico-sociales de gran complejidad, y bueno es reconocerlo, de lenta y difícil modificación." (FERNÁNDEZ, A.M., 1999).2

Nuevas experiencias sociales: nuevas experiencias subjetivas

Una mirada estética y racional de nuestras ciudades puede mostrar variados matices de una tendencia posmoderna instalada en nuestra cultura. Se puede observar cómo los fenómenos posmodernos sobrevenidos en las últimas generaciones, han cuestionado; por medio, de múltiples experiencias, los hábitos dominantes que han guiado muchos estilos de vida propios de los sectores medios de la población. En la subcultura femenina, el ser para y no para los demás, ha marcado nuevas formas de construcción de la subjetividad.

Los procesos simbólicos de constitución psíquica elaborados a través de los vínculos primarios, llegan a un tiempo, en el cual, el desarrollo de la deconstrucción de propuestas originarias relacionadas con la sexualidad y la reformulación de ideales, transitarían por un proceso de recomposición de nuevas identificaciones más conocido como adolescencia.

Las adolescentes actuales, predispuestas a mecanismos de maduración conducidos no sólo por modelos identificatorios familiares de la sexu alidad, sino por el flujo masivo de información de los medios, a través de personajes virtuales (BLEICHMAR, S. 2005) 3, construyen y activan representaciones generadoras de identidad no sólo en virtud de aquellos aspectos tomados del otro, –como lo había planteado Freud en La Identificación: "la identificación aspira a conformar el propio yo análogamente al otro tomado como modelo" para luego alejarse de él - (FREUD, S. 1981), sino en virtud de una experiencia dinámica de identificación intersubjetiva en donde la tensión existente entre la búsqueda de autonomía y la necesidad de subsistencia de otro que sea capaz de brindar reconocimiento, no se rompa quedando un sujeto en posición de Amo. (BENJAMIN, J. 1997). En consecuencia, aquel proceso identificatorio, la conformación de una unidad complementaria activo-pasivo, encarnada como la lucha por la diferenciación con respecto al otro (la lucha de la individuación con respecto de la madre), desembocaría en una relación de tensión, que yace como la estructura básica de la dominación.

Las jóvenes de hoy en día, gracias a las nuevas formas de experiencias subjetivas posibles en la posmodernidad, se atreven a transgredir los confines de los estereotipos genéricos, adoptando social y subjetivamente modalidades identificatorias en donde los mandatos familiares ya no representan influencias determinantes, pero si la influencia de mensajes saturados de contenido sexual explícito a través de cualquier medio de comunicación. Según Sergio Balardini (BALARDINI, 2007) 4, psicólogo y miembro del Programa de Estudios de Juventud de Flacso, explica en una nota para La Nación que, hoy en día se diluyó la frontera entre lo que consumen los padres y los hijos, haciendo referencia a revistas y programas televisivos donde aparecen con frecuencia mujeres desnudas. En la misma nota del diario, se hace referencia a anécdotas sobre fiestas y discos en donde las jovencitas le practican sexo oral a los concurrentes del lugar para ganar algún premio o simplemente para competir con sus amigas (LA NACION, 02/12/07) 5. Por supuesto que el objeto de deseo sexual prevaleciente es la imagen femenina, a pesar de encontrarnos en una época de nuevos cuestionamientos y replanteos sobre el orden patriarcal dominante.

El ser para sí, pero con el cuerpo como las demás

Los sistemas representacionales sobre el cuerpo femenino están modelados a partir del imaginario social y del poder simbólico de las instituciones patriarcales, que; a través de los mitos e imperativos sociales, construyen las representaciones inconscientes del cuerpo, al mismo tiempo que imprimen su destino. En el cuerpo femenino las diferencias sexuales anatómicas marcan un destino diferencial profundamente determinado por la significación que el patriarcado le impone. Este destino no es inmodificable, ni categórico en el tiempo, y sus significaciones cambian de acuerdo al momento histórico y al imaginario social, y no solo a los procesos fisiológicos propios del sexo femenino.

Los avances de fin de siglo y principio de milenio en materia de medicina estética y de la ciencia médica en general, han sido inherentes a diversos procesos individuales de prolongación de la esperanza de vida humana. Las nuevas tecnologías y su relación con la salud, han sido objeto también de variados mecanismos de transmisión de la información conducentes a lograr posicionamientos subjetivos tendientes a construir fantasías sobre un cuerpo juvenil y bello, sinónimos de sano y femenino, capaz de superar las barreras del tiempo.

Con la ayuda de seductoras estrategias de marketing que suscitan al consumo de innumerables formas de rejuvenecimiento y embellecimiento, el contingente femenino ahora puede acceder libremente a procedimientos quirúrgicos de transformación estética. La pseudo-libertad experimentada al poder modificar el cuerpo por medio de procedimientos artificiales, sin que se vea afectada la propia subjetividad, hace parte del imaginario tecno-cultural que se pretende crear a través de ilusiones de feminidad y felicidad.

Estas representaciones corporales que habitan un cuerpo posthumano; es decir, artificialmente construido (BRAIDOTTI, 2004) actúan funcionalmente en virtud de un discurso capitalista-patriarcal que moldea lo significados inconscientes acerca del ser mujer, dando como resultado la intensificación de la diferencia sexual y no su desdibujamiento como se pretendería en el ideal posmoderno.

El uso de estrategias perversas del marketing de las transformaciones estéticas como difundir en revistas de divulgación femenina publicaciones como: "La liberación femenina avanza en los quirófanos", "se viene el titanio", " esa papada que pesa y avejenta", "un bisturí inteligente", "que nadie adivine tu edad", "cómo transformar una cara gorda" (Guía de Transformaciones Estéticas), 6 podrían ser el ejemplo más moderno del homeovestismo oculto, concepto que según Louis Kaplan (KAPLAN, L. 1994) implicaría la imitación del género exhibiéndose como mercancía sexual, que en el caso de la industria de la estética se muestra en función de ilusiones de feminidad y libertad.

Familias unipersonales o reproducción de la maternidad: disyuntivas del patriarcado

Cuando a fines de los ’70 Nancy Chodorow (CHODOROW, 1984) planteaba que el ejercicio de la maternidad; como práctica social que se reproduce de generación en generación, constituía la base trans-histórica de la subordinación social femenina, muchos movimientos feministas empezaban a esbozar la necesidad de organizar nuevos modos de organización parental que pusieran fin a esta división sexual del trabajo.

En las últimas décadas del s. XX, muchos varones adoptaron nuevas modalidades laborales que les permitían dedicar más tiempo a su hijos pequeños. Estas modalidades de trabajo, por las cuales empezaron a optar tanto varones como mujeres, formaban parte muchas veces de un emprendimiento laboral independiente, que se generaba por la renuncia a posiciones empresarias muy exitosas que requerían dedicación total, y no permitían disponer de horarios para el ejercicio de la crianza. (MELER, 2000).

Pero el atractivo de un ideal de ser una buena madre o un buen padre, no neutralizó la fascinación por la obtención de ascenso social en muchos sectores urbanos de la población. Las mujeres que pocos años atrás veían frustrado su éxito laboral y profesional por medio de una especie de "techo de cristal"(BURIN, 1996) que se formaba en el interior de las empresas, hoy en día con los cambios propuestos en materia de ofrecer una mejor calidad de vida para las mujeres del nuevo milenio, 7 se ven impulsadas a desafiar los obstáculos genéricos que a nivel personal, social y profesional les impedían obtener los mismos beneficios que el colectivo masculino.

Muchas mujeres adultas jóvenes que prefieren no optar por la maternidad y que adoptan la soltería a modo de preservar sus aspiraciones educativas y su alto nivel cultural, se cuestionan acerca de la posibilidad de elegir la pareja "adecuada", argumentando que es preferible estar sola ante el riesgo de elegir un compañero incorrecto. Según la psicóloga Deisy García Rodríguez8 (RODRÍGUEZ, 2008), profesora de la Universidad de Holguín, "estas mujeres instruidas con mayor desarrollo educacional (…), poseen un nivel de expectativas y exigencias altos." Comenta: "no nos viene bien cualquier hombre; tiene que ser alguien que reúna diversos requisitos en lo profesional y cultural, amén de que muchas no aceptamos que arrastre vicios de ningún tipo."

Estas modalidades actuales de la búsqueda del hombre idealizado a manera de un padre protector, acompañadas por los imperativos de los "ideales liberales que sustentan los principios que si una persona es perseverante, capaz y hace méritos suficientes, podrá ascender rápidamente hacia posiciones de éxito laboral; según el modelo androcéntrico del "self made man"," es lo que se pone en vigencia en estos nuevos anclajes del patriarcado (BURIN, M. 2004). Este argumento hace parte de un modelo de equidad que sugiere un ideal que intentaría suprimir la discriminación con el fin de que las mujeres puedan incorporarse a todas las profesiones, "homologándose de hecho al modelo masculino y negándose las diferencias de género y a las especificidades femeninas." (BURIN, M. 2004) 9

Las experiencias sociales y subjetivas en un mundo globalizado, incitan al exceso de la deshumanización en el sentido de privilegiar la acumulación y la rivalidad propios de la cultura masculina dominante (MELER, 2004), por lo cual las mujeres se ven inducidas a la competencia profesional; al extremo, de relegar toda experiencia subjetiva de maternidad y de relaciones íntimas. Por lo tanto, toda experiencia subjetiva devenida de una cultura patriarcal agravada por las consecuencias devastadoras de las políticas neoliberales no puede tener otro carácter que el de la subordinación.

Conclusión

Actualmente los gestos masivos de generalización de las ideas feministas, han conformado para muchas mujeres la posibilidad de transformación en las formas de construcción de la autonomía, pero el surgimiento de un imaginario emancipatorio más o menos visible, no significa que se haya concebido plenamente su realización.

La complejidad de nuestra contemporaneidad capaz de fusionar las viejas estructuras de dominación con los nuevos ideales posmodernos, requiere de un análisis específico en donde se develen algunos de los mecanismos de invisibilización de dichas estructuras. La dominación masculina se reanuda bajo la apariencia de formas de igualdad de género, dificultando su reconocimiento y contribuyendo al retorno y permanencia de las apropiaciones patriarcales modernas.

El carácter globalizador de los últimos tiempos ha permitido la influencia de los valores del mercado de consumo sobre varios aspectos socio-culturales, consintiendo la aparición de determinados problemas de naturalización de algunas formas contemporáneas de subordinación de género, que brotan en un escenario de liberación femenina en donde la autonomía se ha introyectado como la capacidad de ser individuos productivos.

En virtud de los alcances de los ideales feministas y a pesar de los avances de dicho movimiento; surgen aún hoy en día, ciertas formas de dominación patriarcal y económica que paradójicamente se muestran enmascaradas a través de imágenes de igualdad social de género y clase, por lo que se hace necesario continuar develando este tipo de fenómenos.

Reconocer algunos cambios sociales y subjetivos como problemáticas de género sin que necesariamente estas aparenten serlo, contribuiría a acercarnos a uno de los grandes ideales modernos aportado por los movimientos feministas contemporáneos: la transformación de las concepciones, las relaciones y las prácticas entre hombres y mujeres, y de todos los seres humanos.

Notas

1 Op. Cit.

2 Op. Cit.. La cursiva es mía.

3 Op. Cit

4 Ver: http://www.lanacion.com.ar/Archivo/nota.asp?nota_id=967117

5 Ídem.

6 BYS Centro de Excelencia en Cirugía Plástica. Guía de Transformaciones Estéticas, Año 1, número 4, agosto 2007.

7 O.N.U. Declaración del Milenio. http://www.undp.org/spanish/mdg/basics.shtml

8 En: www.cronicadigital.cl/modules.php?name=News&file=article&sid=10592 Santiago de Chile, 2008

9 Op. Cit.

 

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