Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Discípulo y paciente
José Assandri

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En memoria de mi amigo Carlos Kachinovsky

I

Ya casi no recibo cartas en un sobre, con sello y matasello, con mi nombre al dorso y en el reverso, el de mi corresponsal. Tampoco escribo cartas a mano, salvo por añoranzas de aquellos tiempos A. I. 1. Posiblemente en el campo de la ficción, aquel viejo artificio de las cartas como una variante narrativa esté desapareciendo 2. Y quizás ese sector editorial dedicado a la publicación de la correspondencia de personajes y autores vaya perdiendo pie ante los cambios en la comunicación y la expresión, cambios que no sólo asedian la escritura a mano, sino todo aquello que es la vida cotidiana, incluso lo que clásicamente se ha llamado arte. ¿Se volverían entonces más evidentes los extraños intereses que hacen que alguien se ocupe de la correspondencia que Freud tuviera con algún otro? Por ejemplo, ¿esa dilución de la correspondencia escrita haría que las cartas entre Sigmund Freud y Karl Abraham se vuelvan atractivas bajo el título de Correspondencia Completa 3? Hay que reconocerlo, algunos declaran que ese tipo de lectura no les atrae en nada, pero, ¿cómo es que alguien como Abraham devino analista, "segunda generación"? Habiéndose encontrado con Freud en contadas ocasiones, mayormente en congresos, ¿podemos pesquisar algo a partir de su correspondencia?

Bajo los signos de esa interrogante es posible que Correspondencia Completa sea una formulación que genere expectativas. Sobre todo cuando llega luego de una censura, es decir, después de una Correspondencia 4 a secas. Cuarenta años para que se "completara" una correspondencia podría resultar asombroso, pero, ¿qué se escribían Sigmund Freud y Karl Abraham? ¿Qué respondía Freud a Abraham? ¿Y Abraham a Freud? ¿Podría decirse que entre uno y otro había "trasmisión" de psicoanálisis, o eran cartas familiares, a lo sumo noticias de producciones teóricas y de la política del psicoanálisis? ¿Qué papel jugó la censura? Es necesario señalarlo: en el centro del asunto, tratándose de la correspondencia de aquellos tiempos, siempre está Freud. No tendría el mismo público una correspondencia completa entre Abraham y Sandor Ferenczi, tampoco entre Ferenczi y Gustav Jung, ni entre Jung y Ernst Jones, ni entre Jones y Otto Rank, ni entre Rank y Max Eitingon. La correspondencia en la que estuvo implicado Freud ha pasado por diferentes versiones, desde las más o menos censuradas hasta la publicación de las cartas que Freud escribió día a día, con el título de Correspondencia de Sigmund Freud 5. Allí es posible seguir, en secuencia cronológica, a quienes le escribió tal o cual día hasta el día de su muerte. Para esa versión de las cartas de Freud, el editor recurre a algunas líneas de Jean Allouch como un epígrafe para el tercero de los tomos:

¿Por qué se publica en forma dual la correspondencia de Freud? Por no hablar más que de correspondencias francesas, citemos Freud-Pfister (63-66), Freud-Lou Andreas Salomé (68-73), Freud-Ferenczi (92). Parece extraño, incluso insensato. Imagínese a un físico que estudia el movimiento de los planetas tomándolos de dos en dos: Tierra-Luna, Saturno-Sol, Venus-Marte, Júpiter-Luna, etc.; con un método semejante jamás se habría podido encontrar la ley de la gravedad. 6

¿Sería necesario hacer algunas correcciones astrofísicas como definir qué es un planeta, o cuál es el objeto de estudio de un físico? Dejemos para más tarde el cielo, porque importa señalar que el epígrafe que usa el editor resulta de una selección peculiar del texto de Allouch, selección que tiene como objetivo evitar vérselas con algo que verdaderamente sería una piedra en su zapato, y piedra de un tamaño bastante molesto, porque pocas líneas más adelante, aparecía escrito:

Se podría publicar, por ejemplo, en la misma serie de obras, la correspondencia de Freud con todos aquellos a quienes él escribió, insertando en su lugar cronológico las cartas recibidas por él, quienquiera que haya sido el remitente. Sería una gran alegría disponer así de las cartas escritas por Freud en una misma tarde; después las del día siguiente, etc. 7

La Correspondencia de Sigmund Freud que edita Caparrós no nos ofrece las de sus corresponsales. Una excusa como la falta de espacio editorial no nos resultaría de suficiente calidad como para tranquilizar ningún espíritu. ¿A qué se debe ese modo de tratar la correspondencia como si fuera un sistema freudocéntrico del que sólo importaran las radiaciones del astro rey? No es extraño que Caparrós, buscando fundamentar su proyecto en unas líneas escritas por otro, evite citar algo que seguramente lo coloca en otro sitio, más alejado del punto de gravitación señalado por el supuesto auspiciante. Pero también sería necesario reconocer que ninguna edición de cartas podría llegar a establecer a ciencia cierta cuándo Freud o sus corresponsales escribieron tales o cuales cartas, ni si fue en la tarde o en la mañana, si Freud, antes de escribirle a Abraham, había recibido una carta de Jung o de Jones. La aspiración de detalles formulada por Allouch posiblemente resulte de su método de lectura, ya que escogió leer las cartas entre Freud y Ferenczi con la novela epistolar de Choderlos de Laclos, Relaciones peligrosas. Es precisamente la ficción la que alimenta ese anhelo de poder colocar cada carta en su orden exacto, en su tiempo justo. Una trama de ese tipo, entre corresponsales psicoanalíticos, un tal argumento, sería muy difícil de reconstruir, y tal vez sólo sea posible en la ficción literaria. Y aunque se podría llegar a saber a qué hora Freud recibió algunas cartas conociendo la rutina de los carteros en Viena, eso no nos permitiría saber a qué hora la escribieron sus corresponsales, ni tampoco nos permitiría saber si habiendo recibido varias cartas en un día, Freud habrá elegido tal o cual para leer primero, ni sabríamos cómo esa elección pudo haber incidido en las respuestas que les escribió a otros. O cuando alguno de los corresponsales reenviaba cartas de otros, ¿cómo esa carta incidía en la respuesta?, ¿cuál elegía primero? Menos podremos saber si alguno de ellos, luego de haber escrito una carta, decidió que esa no llegara a su corresponsal, destinándola a la papelera. Laclos podría haber recuperado esa carta, con mayor o menor sutileza, incluso con una buena dosis de suspenso. Si estas precisiones son imposibles vale la pena establecer un alerta: las cartas deben leerse como si alguien le hubiera cortado a una película varios fotogramas, y por eso los movimientos de escritura pueden resultar grotescos, o por momentos generar desesperanza.

A unos cuantos leer cartas de otros les provoca aburrimiento. ¿Acaso quienes las leen lo hacen por simple chismografía? Seriamente, algunos leen las cartas de Freud como si eso les franqueara el paso a un coto privado, a un lugar al que no se tiene acceso desde los textos que él publicó. Tal vez supongan que tener sus cartas día a día podría resultar una especie de diario de bitácora, anotaciones de movimientos que auguran revelar detalles hasta entonces desconocidos, generando la inminencia de saber lo que no pudo saberse antes y que entonces puede saberse, de buena fuente. Esas cartas, atesoradas durante largos períodos a la espera del tiempo legal que permita hacerlas públicas, podrían dar lugar a fabulosas pesquisas. Si en el mercado alguien elige editar sólo las cartas de Freud, como Caparrós, o se editan correspondencias duales, Freud y los otros, es preciso considerar que la expectativas comerciales tienen sus razones, aunque fuera algún mito, como aquel que supone al psicoanálisis surgiendo de Freud como Atenea lo hizo de la cabeza de Zeus. Este mito alimentado por el tiempo, ha sido incitado por un viejo título, sabiamente elegido, y que ha terminado forzando una clave de lectura para la correspondencia psicoanalítica. Es que la primera selección de cartas de Freud a Wilhelm Fliess apareció con un título inquietante: El origen del psicoanálisis 8. Desde ese momento, la marca de "origen del psicoanálisis" ha colocado a las cartas bajo el modo de una producción previa, privada, anterior a la publicación de textos, de esbozos de movimientos doctrinarios, cuyo punto cero es Freud.

La búsqueda del origen, viejo y fructífero mito, mito que se conjuga fácilmente con el culto al padre, siempre reclutará adeptos. ¿Por qué situar en las cartas de Freud a Fliess el "origen" del psicoanálisis, y no en algo que se produjo a partir de escuchar a algunas histéricas? Incluso, ¿por qué no aceptar que en la invención del psicoanálisis intervino una cuota de azar como la que permitió el descubrimiento de la penicilina? Por ejemplo, que por factores contingentes, Joseph Breurer hubiera quedado en la posición justa como para contarle a Freud su historia con Anna O; o que varios acontecimientos cotidianos en tierras francesas le permitieron a Freud escuchar algo diferente en algunas frases que Jean-Marie Charcot ya habría dicho a otros. Aún más, como si esto no fuera suficiente, ¿acaso las cartas no son sólo una parte de todo eso que Freud produjo mediante una de las primeras y más importantes tecnología inventadas por el hombre, la escritura? Es que la escritura ha sido la principal técnica para tratar las cosas, el mundo, la existencia, la muerte, el amor, la angustia. Y basta tomarle el peso a todo lo que escribió Freud como para arriesgar la hipótesis de una writting cure, homóloga a la talking cure, expresión llevada a la fama por ya sabemos quién. En la propia correspondencia con Abraham podemos indagar el modo en que Freud estaba atento a su escritura:

Mi carta a Krauss dejaría traslucir las reticencias que tuve que vencer para escribirla. La letra cambia al menos cuatro veces a lo largo de dos páginas 9

La idea del "origen del psicoanálisis" a partir de un "autoanálisis" de Freud (falsa traducción de Selbstanalyse) presente en las cartas a Fliess, sostiene la autocreación de un padre del psicoanálisis. Urvaterpsychanalyse para inventarlo en la lengua que fue la de Freud, lugar ideal, soporte que no deja de ser un personaje que el maquillaje y la censura epistolar y familiar, aunque no exclusivamente, se han dedicado a fabricar. Edward Glover, quien fuera paciente de Abraham, redactó en el "Prólogo" a la Correspondencia Sigmund Freud-Karl Abraham:

El arte animístico de la biografía, como el embalsamamiento, la ejecución de imágenes talladas o pintadas, o el cincelado de inscripciones en lápidas sepulcrales, puede obedecer a distintos propósitos. Pero en la mayor parte de los casos, la intención manifiesta del artista-biógrafo consiste en revivificar y conservar para la posterioridad las imágenes de quienes, mediante su vida y sus obras, lograron buena o mala fama, y de una u otra de estas maneras contribuyeron a la autoestimación –y por ende al bienestar- de sus semejantes. 10

El movimiento de embellecimiento, el embalsamamiento, no deja de estar presente en la Correspondencia Completa, aunque ésta evite los prologuistas. Pero si uno se detiene en la tapa de esta edición, las fotografías elegidas de Freud y de Abraham dan la impresión de ser las más bellas del período 11. Es que esas imágenes idealizadas que se dirigen al lector desde la tapa del libro, imágenes embalsamadas, aptas para todo uso, resultan finalmente ser las indicadas para un uso religioso.

Pero este rasgo cosmético común entre la Correspondencia y la Correspondencia Completa, no debe ocultar lo que parece ser una diferencia de peso: de las quinientas cartas que se conservan, ciento treinta y tres no fueron publicadas en la Correspondencia . De las trescientas sesenta y siete publicadas, sólo cincuenta y nueve fueron publicadas completas. Y en la Correspondencia Completa podemos leer al derecho y al revés sus cartas. ¿Qué fue lo que no se publicó? ¿Qué se "restituye" a esa correspondencia cuando se levanta la censura? ¿Qué puede brindarnos ese esfuerzo? Y, verdaderamente, ¿acaso la Correspondencia Completa es un complemento imprescindible para las Obras Completas de Freud 12? Parece que nada es suficiente, nada es ínfimo, nada descartable si se trata de Freud. Cualquier papelito, hasta ahora perdido, podría dar respuesta a quien sabe qué interrogante sobre el psicoanálisis, o en su defecto, ser objeto de culto. ¿No podrían producirse lecturas productivas partiendo de otro lado, por ejemplo, leer las cartas Freud-Abraham desde Abraham? ¿Se lograría cercar algunas cuestiones con mayor exactitud si se parte desde el discípulo y no del maestro colocado como padre originario?

El suspenso de la censura

La censura de cartas a cargo de los familiares, no es más que una de sus formas. Hay toda una problemática de la pertinencia de esa publicación que llega a producir efectos paradójicos como los que se hacen evidentes en la publicación de la correspondencia entre Freud y Ferenczi:

Es un acto prohibido e inmoral publicar, aunque sea una línea de un autor, lo que no hubiera sido destinado al gran público: esto vale particularmente para las cartas dirigidas a personas privadas. Aquel que las hace imprimir o publicar se vuelve culpable de una felonía que merece el desprecio. 13

Por lo menos debe ser curioso que se utilice como epígrafe al primer tomo de correspondencia Ferenczi-Freud estas palabras de Heinrich Heine. Los epígrafes se vuelven lugares privilegiados para las rarezas. ¿También merecen el desprecio los lectores de eso que "no hubiera sido destinado al gran público"? ¿Acaso un introito de este tipo tiene como objetivo provocar en el lector la sensación de entrar en territorio prohibido, y disfrutar de ello? Por otro lado, afirmar que si los corresponsales no destruyeron aquellas cartas es porque esperaban su publicación, no es mas que una chicana para salvar la moral de aquellos que se sienten infractores. No creo que sea necesario alegar, tratándose del fuego, que mas vale estar del lado de Max Brod y no del de Franz Kafka. Si algunos papeles no se han quemado, el asunto es qué se hace con ellos, cómo se publican, cómo se los lee, y fundamentalmente, qué produce esa lectura.

La publicación censurada de las cartas entre Abraham y Freud, Correspondencia, produjo un suspenso teórico en el trato de ciertos asuntos, o ha llegado a generar hipótesis carentes de fundamento. A modo de ejemplo, respecto a la llamada "ciencia judía", Marthe Robert señala la censura de las cartas como un límite para analizar la posición de Freud. Incluso haciendo hincapié en que:

Abraham puede seguir a Freud sin esfuerzo, o sin sentirse demasiado desorientado, un Jung deberá autovigilarse arduamente para eliminar los vestigios de fe… 14

Incluso más adelante refiere que:

Esta correspondencia censurada previamente presenta pues lagunas que limitan el interés de la aportación; conviene saber, si se utiliza, que contiene vacíos por los que podría precisarse o confirmarse el pensamiento de Freud, o en algunos casos, incluso, corregirse. La crítica no puede más que expresar sus sospechas. 15

A contrapelo de lo que lee Robert, Caparrós hace otra hipótesis, considerando a Abraham "más relegado", tal vez por "más autosuficiente", por lo que llega a afirmar:

Faltan, como sabemos, algunos documentos en la correspondencia de Abraham y la que circula está censurada sin saber a ciencia cierta cuáles son los párrafos omitidos. Quiero suponer que eso la dota, por lo escandido, de un carácter distante que probablemente no lo sea tanto cuando contemos con el material censurado. 16

¿Con qué rasero se mide la distancia a Freud? ¿Cuánto de esto puede expresarse en las cartas? ¿Acaso puede prescribirse una poción predeterminada de Freud para cada uno? ¿Cuánto Freud es suficiente? ¿De qué modo? ¿Cuáles son los elementos que permiten leer la cercanía o el alejamiento? No porque Jung estuviera enfrentado a Freud debería suponerse que, comparado con Abraham, estaba lejos, sino que tal vez todo lo contrario. ¿Acaso no fue a Jung que Freud le escribió la formidable frase:

Ser calumniados y quemarnos en el fuego del amor con el que operamos: he aquí los riesgos de nuestro oficio, pero no por ellos renunciaremos auténticamente al mismo. 17

Desprenderse del freudocentrismo podría permitir acercarse de otro modo a la relación al maestro, desde el discípulo. Es más, posiblemente el viraje de algunos de sus corresponsales al freudocentrismo tuviera sus costos. Pero un costo que, tratándose de psicoanálisis, no importa establecer como "costo personal", sino lo que puede costarle a un analizante que a su analista (discípulo de un maestro) 18 le importe más girar al abrigo de la cercanía de su maestro que exponerse al quemante decir analizante.

"Discreción médica" y "repeticiones innecesarias" fueron los nombres que escogieron Hilda C. Abraham y Ernst L. Freud para editar la Correspondencia. Esos nombres de la censura generaron desconfianza, y esa desconfianza induce a declarar una insuficiencia. Pero no deja de ser interesante que los editores de la Correspondencia tuvieron el cuidado de marcar cada carta censurada o cortada mediante un asterisco, y también se ocuparon de presentar una "Tabla comparativa de cartas conservadas y publicadas". Con un texto al lado de otro es posible ubicar las cartas excluidas, las agujereadas, buscar la lógica de ese trabajo realizado bajo los mismos apellidos por la generación siguiente. ¿Se podrían establecer, con el mismo cuidado que un astrónomo, las desviaciones de las órbitas, el eclipse de los datos? ¿Qué resultado podría dar un trabajo con tal exigencia de precisión? ¿Permitiría identificar algunos agujeros negros?

La primera cosa que aparece en ese trabajo comparativo es que la eliminación de datos no fue realizada con minuciosidad ni con coherencia. Datos familiares son excluidos de algunas cartas y no de otras. Los nombres de algunos, criticados y destratados 19, son borrados en algunas oportunidades mientras que en otras, pueden ser identificables. Algunas tarjetas postales fueron publicadas en la Correspondencia y otras no. Pero, ¿hay algún dato realmente revelador para quien sabe qué cosa psicoanalítica? Posiblemente, el aburrimiento de algunos, no sea otra cosa que el malestar que provoca leer cartas sin poder extraer algo que justifique la expectativa de la lectura. Sin embargo el canto de la censura fascina, como si retornando a los primeros analíticos, se siguiera creyendo que levantar la censura produce mágicos efectos. Esos efectos, efímeros en una cura, ni siquiera se logran con la correspondencia, porque la censura simplemente cubrió algunas partes supuestamente pudendas de la imagen de esos muertos. Desencantarse de la correspondencia, de pronto, podría producir algo novedoso. Y ni siquiera eso está asegurado. Salvo constatar que el suspenso teórico, generado por la censura a la correspondencia, ha tenido como uno de sus efectos más graves el congelamiento, la "museificación" 20 de la historia del psicoanálisis. Fósiles, cartas enterradas durante años, colocaron a aquellos ávidos de investigar en un suspenso momificante. ¿Qué es posible revivificar de ese tiempo en el que Freud y algunos otros escribieron tantas cartas? ¿Cómo revivir los museos abandonados? En la casa-museo Freud en Londres, en 1999, Sophie Calle, tendió un vestido de novia en el diván de Freud 21. Seguramente no es posible instalar un fantasma de este tipo en el lecho de la correspondencia. Sin embargo, podría intentarse generar algo que no sea simplemente letra muerta. De hecho, la lectura que hizo Jean Allouch de las cartas Ferenczi-Freud con la novela de Choderlos de Laclos, podría considerarse un modo de provocar la revivificación de aquel lazo.

Usted es mi maestro

Karl Abraham estaba en Zurich cuando comienza su correspondencia con Freud. Fue precisamente en el Burghölzli, hospital dirigido por Eugen Bleuler y en el que se desempeñaba Karl Gustav Jung, donde supo de Freud. La primera carta que nos ofrece la Correspondencia en ambas versiones es de Freud a Abraham, acusando recibo de un artículo, su ponencia en el congreso anual de la Asociación Alemana de Psiquiatría, 27 de abril de 1907: "Sobre la significación de los traumas sexuales infantiles en la sintomatología de la demencia precoz" 22. Freud recibe por correo el texto, del que dice ya haber tenido noticias. Lamentablemente no se conocen las primeras cartas de Abraham a Freud, y por ello desconocemos el modo en que se le dirigió por primera vez. (¿Las habrá tirado por intrascendentes? ¿Las habrá perdido por conmovedoras?) Las tres primeras de la Correspondencia Completa están firmadas por Freud. Luego se conservan dos de Abraham. En la 5 A, anuncia su deseo de volver a Berlín:

Ahora quiero intentar ejercer en Berlín de especialista de enfermedades nerviosas y psíquicas. Es verdad que neurólogos no faltan en Berlín. Pero pongo mi esperanza en dos hechos: primero, en la aplicación del psicoanálisis, y segundo, en mi formación psiquiátrica, que no tiene ningún médico de Berlín. 23

Freud responde a esos proyectos en una carta fechada dos días más tarde, en 6 F:

Un aumento de mi prestigio en Alemania seguramente sería de su provecho, y si me permitiera calificarle directamente como discípulo y seguidor mío –usted no me parece que se avergüence de ello-, podría interceder enérgicamente por usted. 24

La carta siguiente de Abraham, fechada cinco días después, tiene su interés:

Si usted quiere llamarme su discípulo, no tengo ningún motivo para rechazarlo. Antes bien, veo en ello un reconocimiento por su parte, y le aseguro que hace ya tres años –el tiempo que llevo estudiando sus escritos- que lo considero mi maestro. 25

Tres años, el tiempo que estuvo Abraham en el Burghölzli. Declararse discípulo por haber leído escritos de Freud, ¿sería esa vía suficiente como para "la aplicación del psicoanálisis"? Cuando Freud le ofrece nombrarse discípulo, algo que no era ajeno a su política de difusión y captación de adeptos, Abraham le responde "lo considero mi maestro". Es necesario tomar nota de que no es lo mismo que alguien sea nombrado discípulo a que alguien sea nombrado maestro. El movimiento de Freud, calificar a alguien de discípulo, no tiene sentido si el mentado discípulo no lo nombra maestro. Nombrar discípulo a alguien profiriendo: "¡Sígame! ¡Usted es un ‘seguidor mío’!" puede dejar frío o provocar la burla. Pero el caso es que en 5 A Abraham le escribió a Freud sobre su aspiración a practicar el psicoanálisis en Berlín. Es sobre esa línea que puede producir algún efecto el que Freud proponga a Abraham nombrarlo su discípulo. ¿Qué estatuto pudo haber tenido ese discipulazgo en Abraham? Podría establecerse que la lectura de ciertos textos canónigos del psicoanálisis como La interpretación de los sueños, Psicopatología de la vida cotidiana, El chiste y su relación con el inconsciente, Tres ensayos de teoría sexual… fueron los que le abrieron la vía a un maestro, ya que hasta entonces no hubo ningún encuentro entre maestro y discípulo. Y en todo caso, habrán sido Jung o Bleuler quienes le acercaron textos de Freud. Pero ¿acaso esa vía, transitada en ese tiempo por los caminos de la medicina, permitiría calificar al magisterio freudiano como "científico"? La medicina, la psiquiatría, no son los únicos elementos en juego, más allá que para Freud la esperanza de una sanción "científica" para el psicoanálisis nunca fue abandonada. En la misma carta en la que Abraham se propone retornar a Berlín para aplicar el psicoanálisis, se puede leer otro elemento clave:

En siete años no he conseguido ascender del puesto de asistente ni en Alemania, por ser judío, ni en Suiza, por no ser suizo.

A lo que Freud había respondido, pocas líneas antes de proponerle el discipulazgo:

No he tardado en reprimir mi primer arranque de compasión al leer su carta. No es ninguna desgracia para un joven como usted que se le empuje a la vida libre, au grand air, y el hecho de que lo tenga más difícil por ser judío producirá en todos nosotros el efecto de resaltar todas sus capacidades. 26

La política del psicoanálisis ha sido marcada por los avatares de la cuestión judía. Persecución, asimilación, exclusión, heroísmo, podrían considerarse algunos de los rasgos, sin pretender ser exhaustivo. El judaísmo y Freud ha dado fruto a una serie de estudios como el ya citado Freud y la conciencia judía, de Marthe Robert; Mal de archivo , de Jacques Derrida 27; la lista podría ser larga, y más aún, porque cada uno de estos estudios ha suscitado, y suscitará, otra serie de estudios. Pero conviene agregar aquí el libro de Georges Steiner, Lecciones de los maestros 28. Para Steiner "No hay comunidad, credo, disciplina o artesanía que no tenga sus Maestros y discípulos, sus profesores y aprendices. El conocimiento es trasmisión." 29 Y señala que hay discípulos que destruyen a sus maestros, maestros que destruyen a sus discípulos, como también, en algunos casos, el lazo maestro-discípulo se alimenta de eros. No pretendemos entrar de lleno en la exploración sobre maestros y discípulos que es posible leer en este libro, pero es necesario consignar ciertos trazos, comenzando por uno de Steiner:

La patria judía es el texto, en cualquier lugar de la tierra donde se confíe a la memoria, se someta a examen detenido y se constituya en objeto de interminable comentario (compárese con el "análisis interminable" de Freud). La mitología judía par excellence es la ingente crónica de los relatos de los Maestros y de los ilustrativos episodios que acompañan sus enseñanzas. 30

Que la patria sea el texto, en cierta forma es:

Dejarse dominar por la idea de que el destino de su alma depende de saber si la conjetura que ha hecho en cierto punto de cierto manuscrito, es exacta. 31

Pero esa importancia del texto, en Freud, no va sin otro rasgo esencial, recortado de ciertos personajes judíos cotidianos:

Freud tiene debilidad por ese personaje trivial y que irradia inteligencia quien, bajo los rasgos del schnorrer, del casamentero o del mal casado, del prosacio mentiroso o del genial fabulador, sabe con una sola palabra poner al mundo al desnudo y en ridículo. 32

Seguramente siempre resultará fallido el intento definir los rasgos que demarcaron la importancia del judaísmo en Freud 33, aún sabiendo cómo eran esos tiempos en Viena, en la lengua alemana. Pero no por reciente, sino por una forma de tratar el asunto sumamente pertinente, recomendamos el texto de Milner El judío de saber. La figura del "judío de saber", en el terreno de "el hombre de la Wissenchaft", del hombre del "saber moderno", fue central a todo un circuito de sapiencia en la época de Freud y Abraham:

esa figura aislable que yo llamo el judío de saber. Algunos nombres indicarán a qué me refiero: Hermann Cohen, Husserl, Aby Warburg, Panofsky. Añadiremos a Freud, ciertamente, pero de un modo singular; no hay ninguna duda de que se pretendió judío de saber, y luego, por obra de las circunstancias, pero también por un movimiento propio, dejó de lado esta pretensión. 34

Entre los cientos de cartas que transcurrieron entre Freud y Abraham, es posible pesquisar el lazo discípulo-maestro, como también trazos de judaísmo. No es esto más que una obviedad, que podría complejizarse estableciendo niveles o registros de esa relación. No haremos una clasificación de ese tipo, porque preferimos consignar otros pliegues. Desde el envío sueños que hace Abraham, suyos y de su esposa, hasta la necesidad de encontrarse personalmente con Freud. El envío de sueños por escrito justamente parece apoyarse en la cuestión textual, con la idea de un inconsciente, que un minero adecuadamente instruido, podría explotar como si se tratara de una mina a cielo abierto. Sin embargo, Abraham vuelve a escribirle a Freud señalando que sería necesario ocultar ciertos elementos personales, con lo que los sueños le son devueltos. Ese movimiento también hace aparecer la necesidad de encontrarse personalmente. Aunque los encuentros personales 35 no ocurrieron más que contadas veces, cuestión que puede contrastarse con la frecuencia de viajes y encuentros que Freud tuvo con Ferenczi. Pero además se despliegan otros rasgos en la relación Abraham-Freud, como por ejemplo trabajar casi al mismo tiempo temas similares. Un ejemplo claro de esto es que mientras Freud trabaja con Leonardo da Vinci, Abraham lo hace con otro pintor, Giovanni Segantini 36. O que ambos abordaron la cuestión religiosa de las lejanas épocas egipcias 37. Aunque podría decirse que Abraham se pliega a ciertos indicios dados por su maestro, también podría conjeturarse que, cada uno, desde su lado, parece explorar aquello que importa al psicoanálisis. También el magisterio de Freud tiene otras vertientes, como la exigencia de que Abraham aumente sus honorarios, cuestión en la que se hace presente una política de valoración del psicoanálisis. O aún cuestiones más complejas como el papel que jugó Freud en aquello que ha pasado por ser el aporte fundamental de Abraham al psicoanálisis, la formulación del parcial, materia que podemos recortar en dos elementos cercanos en el tiempo:

Primero: Con la llave del erotismo anal, que, como usted bien sabe, está constitucionalmente reforzado en todos los homosexuales, le será fácil abrir las puertas cerradas. 38

Segundo: Así se forma el fetiche: nace de un tipo específico de represión que podríamos llamar parcial y que se da cuando una parte del complejo es reprimida, mientras que la otra es idealizada en compensación. 39

¿Cuánto de estas indicaciones de Freud incidieron en las elaboraciones de Abraham? Por otra parte, del lado del discípulo, no sólo es posible constatar un trabajo de lectura, de difusión, sino que también, nombrado por Freud como uno de los "paladines" 40 del Comité secreto, Abraham termina definiéndose como "guardián" 41 del psicoanálisis. Lo fue cuando la defección de Jung, como cuando Rank y Ferenczi produjeron teorías "desviadas", llegando incluso a discrepar con Freud, más conciliador y esperanzado. Casi en paralelo con estos asuntos de batallas, Abraham también funciona como lector, en particular es posible constatar esto respecto al manuscrito "Duelo y melancolía". Freud le escribe a Abraham:

Sus reflexiones sobre la melancolía me han servido de mucho. No tuve reparos en insertar en mi ensayo todo lo que me parecía útil. Lo que más aprecié fue su referencia a la fase oral de la libido; también mencioné su asociación con el duelo. 42

El discípulo aporta al trabajo del maestro, pero el propio Abraham no comprendió cabalmente lo que allí Freud exponía. Al menos si seguimos algunas afirmaciones que aparecen años después en un texto suyo de 1924:

Cuando Freud publicó su "Duelo y melancolía", … noté que yo sentía una dificultad desacostumbrada para seguir el hilo de sus pensamientos. … Combatí este sentimiento, pensando que el hecho de que el genio de Freud hubiera hecho un descubrimiento en un campo que tanto me interesaba, me había provocado un "no" afectivo. Sólo después me di cuenta de que este motivo obvio era de importancia secundaria con otro. Los hechos eran estos:

Mi padre había muerto a fines del año anterior. Durante el período de pesar por el que pasé, ocurrieron ciertas cosas de las que no me cercioré en ese momento, como consecuencia del proceso de introyección. El hecho más notable fue que mi cabello encaneció rápidamente, y luego volvió a ponerse negro en el curso de unos pocos meses. … Se revela así que el principal motivo para que al principio me opusiera a la teoría de Freud sobre el proceso patológico de la melancolía, fue mi propia tendencia a emplear el mismo mecanismo durante el duelo. 43

El mismo año que Freud le había enviado el manuscrito de "Duelo y melancolía" moría el padre de Karl Abraham. No hay ni una línea sobre el asunto en toda la correspondencia que se conserva. Fue la identificación con color blanco del cabello (rasgo que le impresionó cuando vio a su padre por última vez con vida) lo que aparece señalando una especie de congelamiento introyectivo del que sólo podrá dar noticias casi diez años después, precisamente en los tiempos en que Freud era sometido a su primera operación de cáncer de mandíbula.

Restos de Cronos

No cabe la menor duda de que hay rasgos de tensión, avatares, cuestiones que nunca podrán ser rescatadas de la garganta de Cronos. Pero en su falda, han quedado algunos restos. Porque tratándose de psicoanálisis, incluso tratándose de Abraham, no parece ser adecuado quedarse en la relación discípulo-maestro exclusivamente. Cierta carta, una carta que podría considerarse minúscula para la extensión de la correspondencia, muestra un punto particular, una basculación que podría permitirnos leer de otro modo estos asuntos del lazo entre Abraham y Freud:

147 A

Dr. K. Abraham Berlín W. Rankestrasse 24

27.12.12

Querido profesor:

Hasta hoy no he tenido ocasión de darle señales de vida. La enfermedad que había contraído en Viena empeoró durante los días posteriores. Ya estoy mejor y no quiero demorar más la expresión de mi gratitud. Los motivos de esta gratitud no son, ni mucho menos, fáciles de numerar. Y la calurosa acogida en su casa y toda la atención personal que usted me dispensó son difíciles de agradecer con palabras. Si es cierto un reproche que se le hizo recientemente – el que trate a sus discípulos como pacientes-, he de reprocharle varios graves errores de técnica. El primero es que usted mime a sus pacientes, lo que notoriamente no se debe hacer, y el segundo, que haya obsequiado a su paciente, lo que puede inspirar en él fácilmente una idea falsa de la terapia. Y finalmente, como colofón, acudió en secreto al hotel a pagar mi cuenta. "Si fuera psicoanalista", no lo habría hecho, pues al término de la cura el paciente debe saber tanto como el médico sobre su caso. Sin embargo, usted me ha ocultado algo. ¡Y eso que conoce la probabilidad de que un sentimiento de culpa provoque una actitud hostil! Pero como el "tratamiento", en general, me ha gustado, no sólo no me quejo, sino que incluso vuelvo a darle gracias por todo, de todo corazón. ¡El escrito adjunto entréguelo, por favor, a su esposa!

No hay mucho más que contar hoy. A ser posible, en los próximos días enviaré un trabajo sobre los abuelos. A éste le seguirá pronto un pequeño artículo sobre un recuerdo encubridor. 44

Hasta aquí seguimos la traducción de la Correspondencia Completa , que no tiene mayores diferencias con la traducción 45 de la Correspondencia, salvo, que para ésta carta, el asterisco señala un acto de censura. Lo que apareció censurado, querido lector, es ni más ni menos que lo siguiente:

Falta por añadir una petición de mi mujer. Le gustaría traducir los escritos en inglés o francés que se remitan a cualquiera de las dos revistas. Que yo sepa, hasta ahora los propios redactores han hecho este trabajo; quizás les guste que alguien los alivie. 46

Luego la carta continúa en ambas versiones:

Con cordiales saludos, también de parte de mi mujer.

Suyo, afectísimo

Abraham 47

Debemos detenernos un momento en el tema de la censura. Lo que aquí fue escamoteado no revela nada que pudiera ser señalado como de gran novedad. Salvo que revela nuevamente la secuela más importante de la censura: su efecto de suspenso, feroz contribución a la "museificación" de la historia del psicoanálisis. Pero volvamos a la carta, a lo que surge al comienzo de la carta. ¿Qué valor darle a esa "enfermedad contraída en Viena" a la que hace referencia Abraham? El hecho que sobre el sustrato de la "enfermedad" se plantee la tensión entre discípulo y paciente puede señalar una vía de lectura transferencial. El reproche al que hace referencia Abraham fue realizado por Jung. ¿Hasta dónde llevar ese lugar común que hacía a Abraham más cercano a Freud por ser judío mientras que Jung estaba más lejos por ser cristiano? El reclamo de Jung podría tomarse de otro modo si la enfermedad física de Abraham fuera considerada una forma de enunciación de transferencia hacia Freud. Seis meses después que Abraham enferme en Viena para ser atendido, Freud le escribe:

Jung está loco, pero yo no persigo la separación, prefiero que él se desgaste. 48

La locura de Jung podría quedar colocada de otro modo, teniendo en cuenta ese reclamo de ser tomado como paciente cuando era un "discípulo" que, además, había sido ubicado como representante y autoridad política del psicoanálisis. Tratándose de transferencia, no sirve de argumento que Jung se volviera "loco" luego de la separación de Freud y del psicoanálisis, ¿acaso esa locura no podría ser resultado de una trama transferencial que Freud no podía leer ni Jung soportar? Incluso los desarrollos teóricos de Jung en ese tiempo de separación, ¿no podrían considerarse como un "brote" transferencial? Al contrario de Abraham que encontraba una sintonía familiar con su maestro, y que apenas dejaba escapar un condicional "Si fuera psicoanalista", Jung se chocaba con su maestro desde una tensión discípulo/paciente donde ambos recusaban la condición de paciente. Freud sólo esperaba el "desgaste" de su discípulo, mientras que el discípulo, desarrollando un nuevo corpus teórico, aspiraba a construir otro lugar, otra relación al saber, colectivo y despersonalizado, desexualizado. Es necesario considerar que la oposición Jung-Abraham ha sido un tópico que ha opacado más de lo que dice, y que puede ser leído con ese par discípulo/paciente, porque importa no sólo que Jung lo hubiera enunciado, sino que también le resonara al propio Abraham.

En la carta de Abraham hay una familiarización marcada por la convocatoria a las esposas de ambos. Abraham le indica a Freud que le pase su carta a Martha, pero también incluye el interés de su propia esposa en contribuir a la difusión del psicoanálisis. Sobre ese fondo de familiarización se desliza el "Si fuera psicoanalista", que Freud no toma. La respuesta de Freud, escrita el primero de enero del año siguiente, cumple con la cortesía respecto a las posibles molestias causadas por la "enfermedad" de Abraham. Y en este caso la censura, que también toca a esta carta de Freud, muestra más claramente la posición de Freud. Porque lo censurado concierne a la política, a la forma de tratar la relación a Stekel y Adler. Freud plantea la lucha contra el "anacronismo" de la fama de Stekel, y le recomienda a Abraham que hable para hacer caer la supuesta "divinidad" de Adler 49. Es la censura la que muestra que el punto álgido para Freud en este tiempo era la cuestión política. Estaba inquieto por quiénes aún usufructuaban su nombre de maestro, por la recepción pública de quienes lo abandonaron, y no por recoger ese signo transferencial de Abraham, introducido bajo el par discípulo/paciente.

La llamada Primera Guerra Mundial introdujo un largo impasse en la correspondencia. Durante la guerra, Abraham sirvió como médico y psiquiatra, alejado de la práctica analítica y la producción teórica. Ese impasse junto con la constitución del Comité coaguló los lugares y ya la cuestión discípulo/paciente se planteará de otro modo. Un famoso anillo distinguía a los psicoanalistas que habían sido elegidos como miembros del Comité. Su función era vigilar la doctrina, pero ese trazo también operó como elemento iniciático 50, definiendo a la vez quiénes eran la "segunda generación". Aunque esta comunidad del anillo tuvo dificultades. A la muerte de uno de sus miembros, Anton von Freund, su esposa no quiso desprender de anillo, y Freud entregó el suyo a Eitingon cuando éste pasó a formar parte del Comité.

Retornados de la guerra se produjeron otros cambios. Tal vez no haya sido casualidad que fuera precisamente en Berlín donde se estableció el primer Instituto Psicoanalítico. Aunque este instituto haya quedado asociado al nombre de Eitingon, y Freud contribuyó a ello 51, Abraham estuvo en primera línea, cuestión que puede leerse en una carta donde formula los requisitos para la actividad psicoanalítica en la Policlínica de Berlín:

1º, competencia suficiente en Neurología/Psiquiatría;
2º, conocimiento suficiente de la bibliografía psicoanalítica;
3º, haberse analizado.
52

Algunos años después, el "análisis didáctico" aparece en la correspondencia 53, deviniendo con el tiempo una segunda regla fundamental. Se produce entonces un viraje en esta cuestión discípulo/paciente, dándole mayor peso al lado paciente. La última carta de Abraham publicada pone negro sobre blanco, aspectos dolorosos de la posición de Abraham con relación a Freud:

En casi veinte años nunca ha habido disparidad de criterios entre usted y yo, salvo que se tratara de personas que tuviera que criticar a mi pesar. En estos casos se repetía siempre el mismo proceso: usted perdonaba todo lo censurable del comportamiento de las personas y descargaba sobre mí toda su crítica, para admitir más tarde que había sido injustificada. En el caso de Jung esta crítica me tachaba de "celoso", en el de Rank me reprochaba "falta de amigabilidad" y ahora "rigidez". No será que nos vemos ante el mismo proceso: que yo manifiesto una opinión que en lo más profundo de su corazón es la suya pero que usted no deja pasar a la conciencia. Todo malestar que provoca un hecho litigioso se dirige en forma de enfado contra aquel que denuncia ese hecho. 54

Es perfectamente legible su fidelidad y sus reclamos a Freud. Apenas unos meses antes le había escrito "Puedo demostrarle fácilmente, querido profesor, que soy víctima de un recuerdo engañoso por su parte y todo lo que usted esgrime contra mí es producto de un desplazamiento de los hechos en mi perjuicio" 55. El guardián del psicoanálisis reclama su fidelidad al maestro y su fe en las teorías; y esa queja será el último trazo de Abraham. La correspondencia concluirá con dos cartas de Freud, una a Abraham donde da por saldado el último malentendido, la otra, trasmitiendo su pésame a la viuda. A los cuarenta y ocho años falleció Karl Abraham. Había conocido a Freud en 1907, con treinta años. Una espina de pescado, que le produjo una lesión en su faringe, desembocó en una septicemia generalizada que le provocó la muerte en pocos meses. Aún no se conocían los antibióticos.

 

II

Un reportaje realizado por Acheronta a Juan David Nasio plantea una serie de problemas de actualidad, sobre los que ese par discípulo/paciente puede dar cierta luz. Nasio, Director de los Séminaires Psychanalytiques de Paris, explica cómo opera para sus seminarios restringidos, diferentes de aquellos aptos para todo público:

Porque el primer día que inauguré el seminario, yo tuve que justificar de dónde me viene el derecho, de designar, de decir, quiénes son aquellos que entran en el seminario, y decirles que son analistas. ¿Quién me autoriza a mí a decir que esta persona puede entrar al seminario porque es analista? ¿Quién me autoriza a mí, además, a anunciar que, todos aquellos que están en el seminario, son analistas, en formación, pero son analistas, como todo analista en formación? ¿Quién me autoriza?

Esto fue dicho explícitamente al conjunto de los colegas diciendo que yo me autorizaba de la filiación que era la mía. Yo no me autorizo de mi personalidad, yo no me autorizo de mi experiencia, que me podría bien autorizar. Pero me autorizo de mi historia analítica, que es la mía. Diciendo que yo he estado analizado por Emiliano del Campo, el cual fue analizado por José Bleger, el cual fue analizado por Pichon-Riviere, el cual fue analizado por Ángel Garma, el cual fue analizado por Theodor Reik, el cual fue analizado por Abraham en un primer momento, y en un segundo momento, de manera corta, por Freud. 56

Seguramente habrá otros elementos en esa dinámica por la cual alguien se acerca a los seminarios restringidos de Nasio, elementos que no están presentes en el reportaje, y en todo caso, dependerá de cada uno que se acerque o sea convocado. Pero esta afirmación de que participar de un seminario restringido como discípulo sea una forma de ser designado analista tiene sesgos problemáticos. El primer punto clave es la "autorización" de Nasio para designar a algunos analistas. Nasio afirma "Yo he estado analizado", y como al menos por extensión en el reportaje refiere a Lacan, no hay forma de evitar que aparezca el término "analizante" como opuesto a "analizado". "Analizado", en este caso, no va sin el otro término, "estado". "Estado" no señala una posición sino un tiempo, pasado. Es ese estado, pasivo, en pasado, "estado analizado", el que le permite a Nasio incluirse en un linaje que luego lo autoriza a establecer una filiación. Sólo podría haber filiación en una posición de pasividad y de algo sucedido.

Pero esta filiación recurre a un estilo de relato que se encuentra fácilmente en los textos religiosos: Freud y Abraham analizaron a Reik, que analizó a Garma, que analizó a Pichon-Riviere, que analizó a Bleger, que analizó a Emiliano del Campo, que analizó a Juan David Nasio que entonces se autoriza a designar a tales y cuales, analistas. Esa equivalencia de "analizado por" con "hijo de" da lugar a un linaje que parte de un padre originario, Freud. Esta proposición de Nasio tiene como correlato el señalado fracaso de la propuesta del pase de Jacques Lacan 57. Hay allí todo un terreno a explorar, del que simplemente señalaremos que ese fracaso, depende de la expectativa con que sean medidos los efectos. Si se espera que un dispositivo pueda zanjar el asunto de nombrar a todos aquellos que sí pueden ser autorizados a nombrase analistas, como si analista fuera una profesión, bienvenido el fracaso. Ahora si se trata de un dispositivo en el que alguien puede o no entrar, y que sus efectos más importantes serán para ese que pasa por allí, se trata de otra cosa 58. Pero la curiosidad en este punto es que justamente ese fracaso, o esa dificultad es tal en la medida en que prima la cuestión de instituir un criterio que defina quienes pueden ser nombrados o designados analistas. ¿Puede ser la filiación una solución? Con Abraham podría mostrarse que cierta espina le quedó atragantada justamente en ese punto donde la familiaridad, la filiación, la fidelidad, son modos de lazo, pero no necesariamente el lazo que conviene de un analista a otro. Abraham comenzó la aplicación del psicoanálisis sin conocer a Freud, es decir, él mismo no fue analizado. Problema. Para Nasio podría decirse que su filiación por lo menos queda perturbada, a no ser que esa "manera corta" con que Reik fue analizado por Freud sea suficiente, casi podría decirse, en el nombre de Freud, para que su linaje no quede interrumpido. Si Abraham llegó a decirle a Freud "Si usted fuera psicoanalista" (Carta 147 A), hubo un asunto que quedó en suspenso, o más bien, lo coaguló en la posición de guardián del psicoanálisis, posición por cierto incómoda para el mismo Abraham.

Pero evidentemente no estamos en la época de Freud, sino en la nuestra, para la cual, tal vez Steiner pueda dar algunas pinceladas:

Nunca ha habido más curanderos, abastecedores de lo oculto, consiglieri espirituales –la designación mafiosa es oportuna- o astutos charlatanes. He aludido a la oleada, artificiosa pero innegable de "orientalismo" y misticismo. Aún más influyentes son las reticulaciones de lo psicoanalítico, las rivalidades entre sus Maestros, los concilíabulos de dependencia y discipulazgo, que dan color a tantas facetas de nuestro lenguaje y costumbres. Aquí, aunque con un disfraz que viene a ser casi una parodia, florecen los temas clásicos del Magisterio y el discipulazgo. En cierto modo, la New Age, el clima postfreudiano, son presocráticos. Pitágoras y Empédocles se sentirían a sus anchas. 59

Se podría deducir que no estamos en el tiempo del "hombre de la Wissenchaft" sino en del "hombre del gurú". En ese clima, alguien puede ir al consultorio de un analista, y paralelamente ver a una bruja o danzar en un terreiro. En esa dispersión de verdades y saberes, para el psicoanálisis se vuelve importante la búsqueda y afirmación de su particularidad. Y allí aparecen diferentes recursos, como los que se apoyan en la filiación, o el que aspira a las neurociencias, o aquel que recurre al Estado en busca de garantías. El Estado desemboca en el protocolo y las definiciones legales, replanteando el viejo asunto del psicoanálisis lego, donde precisamente el discurso universitario sería el garante de un psicoanálisis que simplemente se transformaría en psicología. La filiación no deja de ser un lazo religioso, que pasa de la filiación a fidelidad para llegar a la fe, donde tampoco florecería el psicoanálisis. Si Lacan llegó a afirmar que el psicoanálisis es un delirio del que se espera que porte una ciencia, es necesario considerar que esta formulación sostenida en la espera, no deja de ser un callejón sin salida: el sujeto del que se ocupa el psicoanálisis está precluido para la ciencia.

Otro camino, otra exploración se abre con el planteo de Jean Allouch con El psicoanálisis, ¿es un ejercicio espiritual? Respuesta a Michel Foucault 60. Allouch considera al seminario de Foucualt "La hermenéutica del sujeto" 61 una genealogía del psicoanálisis 62. En la interrogante de qué es el psicoanálisis, tratando de apartarlo de la función psi, Allouch redobla la apuesta proponiendo otro nombre: spycanálisis. Seguramente un nombre como éste encontrará pocos adeptos en este mundo. No sólo porque en este tiempo importan las definiciones profesionales de índole corporativas, sino por la deflagración que puede generar en el seno de algunos agrupamientos de psicoanalistas. Un nombre tal haría barrera a cualquier tipo de filiación o declaración. Pero si este nombre va a la alcantarilla, tal vez también vaya ese intento de situar al psicoanálisis de otro modo, fuera de la función psi, alejado del rendimiento, es decir, un psicoanálisis con características más cercanas a las de aquellas antiguas escuelas filosóficas, donde el eje era puesto en la relación del sujeto a la verdad 63. El psicoanálisis podría ser, como lo afirmó Foucault, una discursividad, pero no es una ciencia, no es una religión, no es magia, no es arte, y menos, en el Río de la Plata debemos agregarlo, menos una Revolución 64. Esa dificultad de localizarlo en función de grillas preestablecidas lo vuelve refractario al mundo, pero también pasible de ser atacado o asimilado desde muy distintos lados. No sería un mal ejercicio leer el seminario de Foucault con la sesión del seminario de Lacan del 4 de junio de 1969, titulado en la versión Miller "Las paradojas del acto psicoanalítico" 65, donde dice "Digamos que el psicoanalista hace de amo y hace al amo."

Como señalé hace poco, a propósito del acto analítico se plantea la cuestión de ese acto decisivo que, del analizante, hacer surgir, inaugurarse, instaurarse el analista. Si el psicoanalista se confunde con la producción del hacer, del trabajo del psicoanalizante, bien puede decirse que el psicoanalizante hace al psicoanalista en el sentido fuerte del término. Pero también puede decirse que en el preciso momento en que surgió dicho psicoanalista, si cuesta tanto entender lo que puede empujarlo allí, es porque el acto se reduce a hacer de psicoanalista, en el sentido de la simulación, a hacer de aquel que garantiza el sujeto supuesto saber. 66

Las fronteras de las lenguas emergen claramente cuando hay algo que se pierde en la traducción. Tanto la palabra maître como faire dan sentidos que carecen los términos que los traducen habitualmente al español, por lo que "Disons que le psychanalyste fait le maître, dans les deux sens du mot faire."

Comme je vous l’ai dit tout à l’heure, la question qui se pose à propos de l’acte psychanalytique es celle de cet acte décisif qui, du psychanalysant, fait surgir, s’inaugurer, s’instaurer le psychanalyste. Si le psychanalyste se confond avec la production du faire, du travail, du psychanalysant, on peut dire que le psychanalysant fait le psychanalyste au sens fort du terme. Mais on peut dire aussi bien qu’au moment présent où surgit ledit psychanalyste, s’il est si dur de saisir ce qui peut l’y pousser, c’est que l’acte se réduit à faire le psychanalyste, au sens de la simagrée, à faire celui qui garantit le sujet supposé savoir. 67

Maître en francés designa no sólo al amo sino también al maestro, al punto que el texto de Steiner, escrito en inglés, titula uno de sus capítulos Maîtres à penser, porque en francés esa expresión tiene un peso particular que no pasa al inglés, ni tampoco al español. En la versión Paidós, una nota de traducción señala que fait le maître significa tanto "interpreta, representa al amo" como "lo instituye" 68. Complejidades que no son sólo de lengua, ya que el asunto sería preguntarse si hay psicoanalista sin psicoanalizante, del mismo modo que no hay maestros sin discípulos, donde en cierta forma acecha la locura de Nietzsche, aquejado de la falta de discípulos. Pero también donde ese pasaje de maître a amo, sin señalar lo que se pierde en la frontera, olvida que ese maître simula un sujeto supuesto saber, y no un patrón, un amo. ¿Acaso un psicoanalista sería el amo o patrón de un psicoanalizante? Claro está que en los avatares de su trayecto, un psicoanalizante podría "instituir" a su psicoanalista como amo o patrón, pero eso merece los matices del caso. E incluso, ¿cómo leer esa afirmación con los famosos cuatro discursos que Lacan se vio llevado a formular al año siguiente? Tercera versión entonces, "Digamos que el psicoanalista hace al maestro y hace de maestro.":

Como se los dije hace poco, a propósito del acto analítico se plantea la cuestión de ese acto decisivo que, del psicoanalizante, hacer surgir, inaugurarse, instaurarse el psicoanalista. Si el psicoanalista se confunde con la producción del hacer, del trabajo, del psicoanalizante, bien puede decirse que el psicoanalizante instituye al psicoanalista en el sentido fuerte del término. Pero también puede decirse que en el preciso momento en que surgió dicho psicoanalista, si cuesta tanto captar lo que puede empujarlo a eso, es porque el acto se reduce a tomarse por el psicoanalista, en el sentido de la simulación, a tomarse por aquel que garantiza el sujeto supuesto saber. 69

Como discursividad el psicoanálisis puede tener sus consistencias y sus dificultades teóricas, pero su práctica, lo que implica como transformación del sujeto en relación con la verdad, la subjetivación que produce un psicoanálisis, eso constantemente se escapa en cada caso. ¿No sería del caso considerar que un psicoanálisis permite que alguien "desarrolle su legítima anormalidad" 70 y que por eso no podrá ser normalizado por dispositivos ni filiaciones predeterminadas?

*

Si los tiempos de Freud han sufrido una "museificación" que los alejan de nuestro presente, tampoco nuestro presente está tan cerca. No es tan fácil saber qué se escriben los "psicoanalistas". Nuestra correspondencia ya no es en papel, está amenazada por virus y no por el fuego o la humedad. Y quizás en el futuro, esa correspondencia no será tratada con celo o con odio, ni será quemada ni atesorada del mismo modo, porque son de otra materia. Hubo un tiempo que nuestra correspondencia cibernética padeció de la limpieza necesaria para mantener el funcionamiento de los aparatos: habrá allí un gran hueco histórico. Y ahora, que puede llegar a almacenarse en espacios virtuales, o en poderosos discos duros, nuestros email, ¿qué tipo de relación generan?; ¿qué tipo de relación permiten? Y lanzándonos de nuevo al futuro, ¿cuánto vale el correo del presidente de la IPA en el período 2001-2005? ¿Tendrá el mismo precio que la correspondencia de Freud a Fliess? ¿Habrá alguna princesa que compre discos duros a coleccionistas? ¿Cuánto puede valer el correo del presidente de la AMP? ¿Cuánto puede valer mi clave de gmail cuarenta años después de mi muerte? ¿Cuánto vale una libreta de direcciones electrónicas? Posiblemente en épocas donde la información es mucho más fácil, rápida (algunos antikantianos llaman a esto tiempo real), accesible, segura, etc, etc, sin embargo, ¿cuánto pesa esa "información"?; ¿acaso las cartas/letras siguen llegando a destino?; ¿serán detenidas por el antispam?; ¿cómo escribir con la amenaza de virus o de un colapso energético mundial? ¿Habrá algún hacker impaciente al que le interese entrar en las casillas de correo de los analistas? ¿Valdrá la pena?

josé assandri
octubre 2008

Notas

1 Antes de Internet, es decir, a posteriori de 1989.

2 Y dando lugar a novelas como El canto del pato, de Carlos Reherman.

3 Sigmund Freud-Karl Abraham, Correspondencia Completa, Editorial Síntesis, Madrid, 2005, edición original de 2002.

4 Sigmund Freud-Karl Abraham, Correspondencia, Gedisa, Barcelona, 1979, edición original de 1965.

5 Correspondencia de Sigmund Freud, seis tomos editados por Nicolás Caparrós, Editorial Biblioteca Nueva, Quipú Grupo de Psicoterapia, España, 1997. La edición de estas cartas no deja de estar sometida a la censura, ya que la versión de las cartas a Abraham es la de Correspondencia, no completa.

6 Correspondencia de Sigmund Freud, Tomo III, p. XVII, extraído de J. Allouch, "Sincérités libertines", En Études Freudiennes, 34, sept. 1993. pp. 204-220.

7 Jean Allouch, "Sinceridades libertinas", en Artefacto 4, México, 1994, p. 157.

8 Con la variación de nacimiento en vez de origen, de ese modo fueron tituladas en español, en inglés, en francés, …

9 Correspondencia Completa, op. cit., p. 390. Pocas cartas más adelante, p. 395, Freud escribe: "Pero se habrá dado cuenta de que apenas puedo escribir de forma legible." La política del psicoanálisis y la Primera Guerra Mundial son el telón de fondo de estas observaciones sobre su escritura. Evidentemente no es lo mismo tener a la vista un texto publicado que las propias cartas de Freud, aún con el esfuerzo de los editores de hacer pasar al impreso los tachones así como algunos lapsus calami. Pero más que nada importa que el propio Freud tomara como tales sus lapsus y alteraciones de escritura.

10 Correspondencia, op. cit., p. 9.

11 La cuestión de las imágenes de cada uno de los corresponsales estaba presente en sus cartas mediante el envío de retratos. El 26 de diciembre de 1922, Freud le escribe a Abraham: "He recibido el grabado que pretende representar su cabeza. Es espantoso." (C. C., p. 483). Abraham decide calmar a Freud diciéndole que el retrato del pintor húngaro sordomudo, Lajos Tihanyi, será sustituido por otro en un viaje a Hamburgo: "quiero ponerme en manos de un retratista con el que usted también estará satisfecho." (C. C., p. 484) El retratista era el yerno de Freud, el fotógrafo Max Halberstadt.

12 De hecho la edición de las Obras Completas de Biblioteca Nueva en nueve tomos, 1975, incluyó la primera versión de la correspondencia dre Freud a Fliess, ¿por qué no incluir a los otros corresponsales?

13 Heinrich Heine, Mémoires, publicado en Correspondance Freud-Ferenczi, 1908-1914, Calmann-Lévy, Paris, 1992. La traducción es nuestra.

14 Marthe Robert, Freud y la conciencia judía, Ediciones Península, Barcelona, 1976, p. 9.

15 Ibid., p. 10.

16 Nicolás Caparrós, en "Introducción" a Correspondencia de Sigmund Freud, op. cit. Tomo III, p. XXVII. No deja de ser curioso que aparezcan comentarios sobre las cartas de Abraham cuando en esta edición no se publican.

17 Freud a Jung, 9 de marzo de 1909, Correspondencia, Taurus, Madrid, 1979, p 258.

18 El lector notará, y con razón, que maestro, discípulo, analista, analizante, etc. necesitarían su localización particular. Por descuidar ese asunto en este momento, le rogamos una mínima tolerancia.

19 El 4 de mayo de 1924 Freud le escribe a Abraham: "En cualquier caso, lamentaría que usted dejara huérfana la Asociación para hacer el viaje a América. Las perspectivas allí son malas, y el material humano inservible." Correspondencia Completa, p. 524. La Correspondencia por cierto que censura frases de esta calaña. El énfasis es nuestro.

20 Tomamos este término del trabajo de Isabelle Mangou "Real Archives" publicado en Pascal Quignard, figures d’un lettré, Galilée, París, 2005, p. 298: "Mais que faire quand le gel a tout envahi et que tout est ‘muséifié’? Que faire quand aucune saga ne peut même plus que se mettre en route?"

21 Ibid., p. 302.

22 Karl Abraham, Psiquiatría y psicoanálisis , Lumen-Hormé,

23 Correspondencia Completa, op. cit. p. 13.

24 Ibid., p. 14.

25 Ibid., p. 15.

26 Ibid., p. 14.

27 Jacques Derrida, Mal de archivo, Editorial Trotta, Madrid, 1997. Allí Derrida afirma refiriéndose al archivo psicoanalítico de la correspondencia manuscrita: "Todavía no se ha terminado, estamos lejos de ello, de descubrir y de tratar su inmenso corpus, por una parte inédito, por otra parte secreto, y quizás por otra parte aún radical e irreversiblemente destruido –por ejemplo, por el propio Freud. ¿Quién sabe?" p. 25. Este texto de Derrida es una "respuesta" otro de Yosef Hayim Jerushalmi, Freud’s Moses, Judaism Terminable and Interminable, Yale University Presss, 1991. Y esos textos generaron un artículo de Jean Allouch, "Necrológica para una ciencia judía. Para saludar Mal d’Archive de Jacques Derrida ", Litoral 20, Edelp, Córdoba, 1995. Como se ve, ciertos elementos generan campos de discusión y análisis.

28 Georges Steiner, Lecciones de los maestros, Tezontle, México, 2005.

29 Ibid., p. 143.

30 Ibid., p. 145.

31 Jean-Claude Milner, El judío de saber, Manantial, Buenos Aires, 2008, p. 66. Esta cita en realidad corresponde a una cita de Max Weber, de una serie de artículos escritos entre 1917 y 1919, publicados en francés bajo el título Le judaïsme antique, París, Plon, 1970.

32 M. Robert, op. cit., p. 62.

33 Por situar un caso en la relación con Abraham, la carta de Freud del 23 de julio de 1908 dice: "¿Será verdad que lo que me atrae de usted sean los rasgos familiares, los rasgos judíos? Siempre acabaremos entendiéndonos…"; y más adelante: "Sólo quiero decir que nosotros, como judíos, para participar en algo, hemos de desarrollar una parte de masoquismo, hemos de estar dispuestos a aguantar un poco de injusticia."; Correspondencia Completa, p. 61.

34 Jean-Claude Milner, El judío de saber, Manantial, Buenos Aires, 2008, p. 13.

35 "De su visita a Viena quiero tener el mayor provecho posible, por lo que le ruego que prevea compartir conmigo un domingo entero como mi invitado." Freud, 26 de noviembre de 1907. Correspondencia Completa, p. 19. El énfasis parece ser de Freud. Poco después del envío de los sueños, el 15 de enero de 1908, Abraham le escribe a Freud: "A usted personalmente quiere contarle los sueños y la interpretación sin ninguna alteración." Correspondencia Completa p. 29. El énfasis sería de Abraham.

36 Karl Abraham, "Giovanni Segantini: Un estudio psicoanalítico", en Estudios sobre psicoanálisis y psiquiatría, Lumen-Hormé, Buenos Aires, 1993, pp. 199-248.

37 Carta de Abraham del 11 de enero de 1912, donde señala además recordar la clase de egiptología que había recibido en Viena en 1907. Correspondencia Completa p. 154. Y Freud contesta a Abraham sobre su estudio egiptológico el 3 de junio de 1912, Correspondencia Completa, p. 164-64.

38 Carta de Freud del 2 de febrero de 1909, Correspondencia Completa, p. 86.

39 Carta de Freud del 18 de febrero de 1909, Correspondencia Completa, p. 90. Esta formulación fue dejada de lado con la formulación del fetiche como sustituto del falo materno, para decirlo abruptamente.

40 8 de marzo de 1923, Correspondencia Completa , p. 489.

41 21 de febrero de 1924, Correspondencia Completa, p. 505.

42 Carta de Freud del 4 de mayo de 1915, Correspondencia Completa, p. 328. En "Duelo y melancolía", lo que Freud le atribuye a Abraham refiere estrictamente a la "repulsa de los alimentos que se presenta en forma grave en el melancólico". En Sigmund Freud, Obras Completas, Tomo XIV, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1996, p. 247.

43 Karl Abraham, "Breve estudio de la evolución de la libido, considerada a la luz de los trastornos mentales", 1924, en Psicoanálisis clínico, Ediciones Horme, Buenos Aires, 1980, p. 333-334. En esta traducción el artículo de Freud aparece citado como "Pesar y melancolía", y la última palabra citada es "pesar", que también he sustituido por "duelo". Es interesante cómo en este texto se muestra la necesidad de hacer público, por escrito, algo que le acontecía a Abraham, con Freud y con su padre.

44 Correspondencia Completa, p. 181.

45 Por cierto, las diferencias de traducción resultan difícil de tasar. A modo de ejemplo, en la Correspondencia Completa, los dichos de un paciente de Abraham son traducidos como "estoy estupendamente" (p. 421), mientras que en la Correspondencia aparecen como "me siento cochinamente bien" (p. 322).

46 Ibid., p. 182.

47 Ibid., p. 182.

48 Carta de Freud del primero de junio de 1913, Correspondencia Completa, p. 196.

49 Carta de Freud del primero de enero de 1913, Correspondencia Completa, p. 182. La cuestión política no aparece en Correspondencia, p. 158.

50 Respecto a la iniciación y el psicoanálisis es posible leer cuestiones muy pertinentes en el artículo de Guy Le Gaufey "El psicoanálisis debatiéndose con la iniciación", en ñácate revista de psicoanálisis, nº 0, Montevideo, 2007, pp. 134-144.

51 El propio Freud en una nota por el décimo aniversario del Instituto borra el nombre de Abraham para atribuir la creación a Eitingon. Veáse Sigmund Freud, "Prólogo a Zehn Jahre Berliner Psychoanalytisches Institut", Obras Completas Tomo XXI, Amorrortu, Buenos Aires, 1996, p. 255.

52 Carta del 27 de junio de 1920, Correspondencia Completa, p. 450.

53 Carta de Abraham del 7 de enero de 1923, Correspondencia Completa, p. 485.

54 Carta de Abraham del 27 de octubre de 1925, Correspondencia Completa, p. 590; Correspondencia, pp. 433-434.

55 Carta de Abraham del 4 de abril de 1924, Correspondencia Completa, p. 514; Correspondencia, p. 391.

56 Reportaje realizado a Juan David Nasio por Emiliano del Campo para la revista Acheronta 13, 2001. Manuel Hernández aborda este asunto en el artículo "Geste d’analyste/Geste d’école. Son nom discret de Fontaine", en xiaoshuo, boletín interior de la école lacanienne de psychanalyse, ocubre 2007.

57 Hay varias referencias a la cuestión del pase en el reportaje, pero elegimos una: "Yo desafío a todas aquellas escuelas que aplican el pase, de decirme que el sistema del pase funciona finalmente sin fallas. Yo no conozco ninguna escuela en la cual el sistema del pase no haya planteado problemas políticos, técnicos y de organización, muy difíciles de resolver." Referirse al pase por cierto que también incluye al modo IPA, ya que Lacan propone el pase teniendo presente sus atolladeros y dificultades.

58 Claro que dejamos sin tratar la cuestión del grado AE que implica otros asuntos, complejos por cierto.

59 G. Steiner, Lecciones de los maestros, op. cit., p. 170.

60 Jean Allouch, El psicoanálisis, ¿es un ejercicio espiritual? Respuesta a Michel Foucault, Ediciones literales, el cuenco de plata, Buenos Aires, 2007.

61 Michel Foucault, La hermenéutica del sujeto , Fondo de Cultura Económica, México, 2002.

62 J. Allouch, El psicoanálisis, ¿es un ejercicio espiritual? Respuesta a Michel Foucault, op. cit., p. 18.

63 Allouch aquí sigue la pista de Foucault que señala "me parece que todo el interés y la fuerza de los análisis de Lacan radican precisamente en esto: que él fue, creo, el único desde Freud que quiso volver a centrar la cuestión del psicoanálisis en el problema, justamente, de las relaciones entre sujeto y verdad." Op. cit., p. 43 y 44.

64 Por lo menos en América conviene tener en cuenta la relación entre la Revolución y la verdad. Eugenio Barba, dramaturgo, da pistas de este asunto en su obra Mythos, pieza teatral que transcurre en el velorio de un revolucionario.

65 Jacques Lacan, en De un Otro al otro, Paidós, Buenos Aires 2008.

66 Ibid., pp. 319-320.

67 Jacques Lacan, D’un Autre à l’autre, Seuil, Paris, 2006, pp.352-353.

68 J. Lacan, De un Otro al otro, op. cit., p. 319

69 He contado con la ayuda de Françoise Ben Kemoun para esta versión.

70 De René Char, el poeta.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 25 - Diciembre 2008
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