Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
El amor es dar lo que no se tiene...
¿a quien no lo es?

Michel Sauval

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3 - El "don de amor"

La asociación del amor con la fórmula "dar lo que no se tiene", puede remontarse a mucho antes del seminario sobre la transferencia. La encontraremos, explícita y textualmente, por primera vez, en la sesión del 29 de enero de 1958, del seminario "Las formaciones del inconsciente". Pero también, implícitamente, un año antes, en el seminario IV sobre "La relación de objeto", en la medida en que esa fórmula es también la del don, el cual se articula con el amor (como "signo de amor"), en la dialéctica de la falta de objeto que Lacan presenta y desarrolla en ese seminario: "no hay mayor don posible, mayor signo de amor, que el don de lo que no se tiene" (54)

3.1 - La frustración de amor

En ese seminario, Lacan ubicará a la madre, en tanto agente simbólico, como encarnación primera del Otro simbólico, articulando la noción freudiana de desamparo al concepto de demanda. El agente simbólico es aquél que puede responder, o no, al "llamado" . Al responder, la necesidad es transformada en demanda, introduciendo en aquella, la discontinuidad del significante y la pérdida de especificidad del objeto (el Otro desde donde el sujeto recibe su propio mensaje invertido). Es justamente el par presencia-ausencia del Otro simbólico lo que constituye al agente de la frustración en cuanto tal (es importante precisar que lo relevante no es la presencia-ausencia del objeto sino la presencia-ausencia del Otro simbólico). El par presencia ausencia "connota la primera constitución del agente de la frustración, que en el origen es la madre" (55).

Ahora bien, en la medida en que esta presencia ausencia se estructura como diferente del objeto, es decir, en la medida en que el agente (la madre) puede responder, o no, ella deviene una potencia, en tanto aquella de quien depende el acceso a los objetos. Correlativamente, el objeto pasa a ser un signo de su presencia, es decir un don. "El objeto tiene a partir de ese momento dos órdenes de propiedades satisfactorias, es dos veces posible de satisfacción: como precedentemente, satisfacía una necesidad, pero también simboliza una potencia favorable" (56).
El paso de la frustración de goce a la frustración de amor implica un intercambio de registros entre el agente (S --> R) y el objeto (R --> S), en tanto que la frustración sigue siendo imaginaria. El objeto en juego pasa a ser los signos de amor, los signos de la presencia del Otro, sus dones. Y en cambio, el Otro, pasa de simple lugar de la presencia-ausencia a ser una potencia real en tanto aquella de quien depende la respuesta.

La frustración de amor es la que abre el acceso a la realidad simbólica, precisamente en tanto se funda en la anulación del goce del objeto. La frustración de goce, en cambio, deja al sujeto preso de la agresividad imaginaria con el semejante. "Hay una diferencia radical entre, por una parte, el don como signo de amor, que apunta radicalmente a algo distinto, un más allá, el amor de la madre, y por otra el objeto, sea cual sea, que viene a satisfacer la necesidad del niño" (57). Es la frustración de amor la que está "en S misma preñada de todas las relaciones intersubjetivas que a continuación podrán constituirse" (58).
El objeto de amor no es un objeto total sino el objeto primordial que como agente simbólico muta a agente real constituyéndose en un poder en lo real que brinda objetos que son dones de esa potencia. Esto implica, no obstante, un Otro que aún responde según su capricho (la característica propia del don es su posibilidad de ser revocado, anulado). El fondo querellante de la demanda de amor se establece sobre el fondo de esta legalidad

A partir de la frustración de amor, en algún momento, el Otro aparece herido en su potencia, tanto sea por su imposibilidad estructural de responder a la demanda, tanto sea por el vaivén de la presencia-ausencia. La falta del Otro se sitúa mas allá de la demanda, y abre la dimensión del deseo. La relación que hay entonces entre amor y deseo es la que se plantea entre la demanda y el más allá de esta. El amor metaforiza y el deseo es metonimia. El deseo resalta la nada en juego en el don. El amor, en cambio, resalta el signo.

La dialéctica de la frustración se prosigue con la privación y la castración, donde esta simbolización de los objetos y la realidad se ordena en torno a la primacía del falo, es decir, "el elemento imaginario (...) a través del cual el sujeto, en el plano genital, se introduce en la simbólica del don" (59)

3.2 - El falo en la dialéctica del don

Vamos a verlo con algunas referencias de las sesiones de enero y febrero de 1957, donde Lacan analiza los casos de la joven homosexual y Dora.

En el caso de la joven homosexual, el sujeto ya tenía instituido en el plano simbólico la presencia del padre y la promesa de un hijo. El accidente del nacimiento del hermano hace presente el objeto como real y reconduce a la joven al plano de la frustración. Su amor por la "dama" pone en juego lo que a esta le falta, el objeto primordial cuyo equivalente pensaba encontrar en el hijo, como sustituto imaginario. La salida que la joven encuentra en esa forma de amor pone de relieve que "en el punto más extremo del amor, en el amor más idealizado, lo que se busca en la mujer es lo que le falta. Lo que se busca más allá de ella misma, es el objeto central de toda la economía libidinal - el falo" (60)

El análisis del fantasma "pegan a un niño" le permite a Lacan ordenar los problemas del siguiente modo: "la dimensión imaginaria se muestra pues predominante siempre que se trata de una perversión. Esta relación imaginaria está a medio camino de lo que se produce entre el sujeto y el Otro, o más exactamente, algo del sujeto que aún no se ha situado en el Otro, por estar, precisamente, reprimido. Se trata de una palabra que es ciertamente del sujeto, pero al ser, por su naturaleza de palabra, un mensaje que el sujeto deber recibir del Otro en forma invertida, también puede permanecer en el Otro y constituir lo reprimido y el inconsciente, instaurando así una relación posible, pero no realizada" (61)

El predominio del falo, como elemento fantasmático imaginario propio de la fase fálica, supone que para el sujeto "dos tipos de seres en el mundo, los seres que tienen el falo y los que no lo tienen, es decir, que están castrados" (62). En la dialéctica simbólica "lo que no se tiene existe tanto como todo lo demás. Simplemente, está marcado con el signo menos. La niña entra pues con el menos, así como el niño entra con el más" (63), siendo el falo lo que está en juego.

Esta situación es en la que se encuentra la joven homosexual antes del nacimiento de su pequeño hermano, cuando se dedicaba al cuidado de un pequeño niño que realizaba "la sustitución imaginaria fálica por medio de la cual, como sujeto, se constituye, sin saberlo, como madre imaginara. Si se satisface cuidando de este niño, es ciertamente para aquirir así el pene imaginario del que está fundamentalmente frustrada, lo que indico poniendo el pene imaginario bajo el signo menos" (64). Lacan lo esquematiza del siguiente modo:

Esa "equivalencia pene imaginario - niño instaura al sujeto como madre imaginaria con respecto a ese mas allá, el padre, que intervienen como función simbólica, es decir, como quien puede dar el falo. La potencia del padre es pues inconsciente" (65).

El nacimiento de su hermano conlleva para la joven, "en el plano de la relación imaginaria, una introducción de la acción real del padre, este padre simbólico que estaba ahí en el inconsciente" (66), que ahora aparece dándole un hijo, no a la hija, sino a la madre. Entonces, "lo que estaba articulado de forma latente en el Otro con mayúscula, empieza a articularse de forma imaginaria, al modo de la perversión" (67) . La joven se identifica con el padre (que estaba en el lugar del Otro, A, y ahora pasa al nivel imaginario, al lugar del yo) y desempeña su papel. ¿Cómo? "Se queda igualmente con su pene y se aferra a un objeto que no tiene, un objeto al que ella deberá darle necesariamente eso que no tiene" (68)

"Esta necesidad de centrar el amor no en el objeto, sino en lo que el objeto no tiene, nos sitúa precisamente en el corazón de la relación amorosa y el don" (69). La función de la Dama es la de ocupar ese lugar del objeto que no tiene, y la relación homosexual aparece como una relación en el plano imaginario, es decir, entre a y a', entre el yo de la joven, haciendo de "padre imaginario", dirigiéndose a su "objeto que no tiene" (igual que el yo), la "dama real". Por medio de esa relación la joven le muestra al padre cómo se puede amar a alguien, no por lo que tiene, sino "literalmente por lo que no tiene, por ese pene simbólico que, como ella sabe muy bien, no va a encontrar en la dama, porque saber perfectamente dónde está, o sea en su padre" (70). Es en ese sentido que Lacan subraya la función metonímica de la perversión, como un modo de mostrarnos algo haciéndolo "resonar a distancia", es decir, "una conducta significante que indica un significante más alejado en la cadena significante" (71).

La crisis se produce cuando la Dama de la relación imaginaria la rechaza, sancionando la irrupción del padre real, y dejándola sin recursos, ya que entonces "el objeto se ha perdido definitivamente, y ni siquiera aquella nada en la que se ha basado para demostrar a su padre cómo se puede amar tiene ya razón de ser" (72). Y la joven se tira del puente: "el falo que se le niega definitivamente, cae, niederkommt. La caída tiene aquí valor de privación definitiva y también de mímica de una especie de parto simbólico. Aquí tienen otra vez el aspecto metonímico del que les hablaba" (73). Si Freud puede interpretar la palabra "niederkommt" como "una forma demostrativa de convertise ella misma en ese niño que no ha tenido, destruyéndose al mismo tiempo en un último acto significativo del objeto", esa palabra indica metonímicamente, en último término, "el amor estable y particularmente reforzado por el padre" (74)

La discusión sobre el tema de la transferencia, por su parte, es muy ilustrativa del problema, ya que en ella vemos cómo Freud, en vez de operar como Sócrates, se da por aludido directamente por los sueños "mentirosos" de la joven homosexual: En lugar de "tomar el texto del sueño al pie de la letra no ve en él mas que una treta de la paciente, destinada expresamente a decepcionarlo, o más exactamente a ilusionarlo y desilusionarlo al mismo tiempo" (75). Freud pierde de vista "la distinción entre lo que el sujeto introduce en su sueño, que corresponde al nivel del inconsciente, y el factor de la relación dual, debido a que cuando cuenta este sueño en análisis se dirige a alguien" (76). En el sueño la paciente articula una situación que satisface la promesa en la que se basa su entrada al complejo de Edipo: que recibirá un hijo del padre. Y la joven, cuál Alcibíades decepcionado, insiste con su demanda, y esto es lo que se juega en la insistencia de la cadena significante en la transferencia.

A semejanza de la joven homosexual, Dora también ha alcanzado la crisis edípica, a la que ha podido y no ha podido franquear. La diferencia con la joven homosexual es que su padre es impotente: "la carencia fálica del padre atraviesa toda la observación como una nota fundamental, constitutiva de la posición" (77), lo cual permite analizar más en detalle cuál es la función del padre como donador, y el estatuto del objeto que podría ser dado, o no.

Dora se encuentra en el momento en que ama a su padre, y "lo ama precisamente por lo que él no le da" (78). ¿Cómo se entiende esto en función de lo señalado sobre el don y el amor?¿Cómo ubica Dora esa falta? Lo hace orientándose por "lo que su padre ama en otra" (79) más allá de ella misma, situación que ilustra cómo el sujeto femenino entra en la dialéctica del orden simbólico por el don del falo: "el deseo apunta al falo como don, que ha de ser recibido a este título. Con este fin es necesario que el falo, ausente, o presente en otra parte, sea elevado al nivel del don. Al ser elevado a la dignidad de objeto de don, hace entrar al sujeto en la dialéctica del intercambio, normalizando así todas sus posiciones, incluidas las prohibiciones esenciales que funda el movimiento general del intercambio" (80) (subrayado mio).

La señora K. es lo que es amado más allá de Dora, y por eso la propia Dora siente interés por esta posición. "Lo que se ama en un ser está más allá de lo que es, está, a fin de cuentas, en lo que le falta" (81) (subrayado mio). El señor K es la forma de triangular su interés por la señora K, que constituye su pregunta. Dora puede admitir que su padre ame, a través de ella, algo que está más allá, la señora K. Para ello, el señor K debe ocupar la función exactamente inversa y equilibradora, es decir, que Dora sea amada por el señor K. más allá de su mujer, para lo cual, su mujer debe ser algo para él.

Se comprende entonces porqué la crisis se desencadena, no por el cortejo del señor K, sino por la exclusión que él hace de su función imaginaria en el circuito, al decirle a Dora que "junto a su mujer, no hay nada" ("Ich habe nichts an meiner Frau"), es decir, que "no hay nada detrás de su mujer" . "Si el señor K sólo está interesado en ella, es que su padre sólo se interesa por la señora K, y entonces ella no puede tolerarlo" (82) ¿Porqué?, Porque en ese caso no habría intercambio. En la medida en que Dora no ha renunciado "al falo paterno concebido como objeto de don, no puede concebir nada, subjetivamente hablando, que haya de recibir de otros, es decir de otro hombre. En la medida de su exclusión de la primera institución del don y de la ley en la relación directa del don de amor, sólo puede vivir esta situación sintiéndose reducida pura y simplemente al estado de objeto" (83). Justamente, en ese momento comienza a acusar al padre de venderla a otro, y reinvindica el amor de su padre, algo que hasta entonces estaba dispuesta a recibir por mediación de otra.

En ese sentido, a diferencia de la metonimia que caracteriza el caso de la joven homosexual, en el caso de Dora tenemos "una especie de metáfora perpetua", ya que Dora, tomada como sujeto, se sitúa a cada paso bajo un cierto número de significantes de la cadena. "Dora no sabe dónde situarse, ni dónde está, ni para qué sirve el amor (...) si Dora se expresa como lo hace, a través de sus síntomas, es porque se pregunta qué es ser mujer. Esos síntomas son elementos significantes, pero lo son porque por debajo corre un significado en perpetuo movimiento, que es como Dora se implica y se interesa. La neurosis de Dora adquiere su sentido como metafórica, y así es como puede resolverse" (84). El error de Freud, en este caso, fue querer "forzar el elemento real que tiende a reintroducirse en toda metáfora"

Lo que los casos de Dora y la joven homosexual ponen de relieve, entonces, es que "lo que se ama en el objeto de amor es algo que está más allá. Este algo no es nada, sin lugar a dudas, sino que tiene la propiedad de estar ahí simbólicamente. Como símbolo, no sólo puede sino que debe ser esa nada" (85) (subrayado mío). A semejanza de lo que ocurre con el fetiche, "no se trata en absoluto de un falo real que, como real, exista o no exista, sino de un falo simbólico que, por su naturaleza se presenta en el intercambio como ausencia, una ausencia que funciona en cuanto tal" (86). El pene simbólico del esquema de la joven homosexual interviene "porque la niña no tiene este falo, es decir también porque lo tiene en el plano simbólico, porque entra en la dialéctica simbólica de tener o de no tener el falo" (87).

A semejanza del fetiche, "el velo, la cortina delante de algo permite igualmente la mejor ilustración de la situación fundalmental del amor" (88). Sobre esa cortina tiende a realizarse, como imagen, lo que se encuentra más allá como falta. Sobre la cortina se proyecta y se imagina la ausencia, "ahí es donde el hombre encarna, hace un ídolo, de su sentimiento de esa nada que hay más allá del objeto del amor" (89)

Sobre la cortina puede dibujarse algo que dice "el objeto está más allá", y entonces el objeto puede ocupar "el lugar de la falta y ser también propiamente el soporte del amor, pero en cuanto que no es precisamente el punto donde se prende el deseo. En cierto modo, el deseo aparece aquí como metáfora del amor, pero lo que lo cautiva, o sea el objeto, se muestra como ilusorio, y valorado como ilusorio" (90)

Lo que no hay que confundir en esto es la relación con el objeto de amor y la relación de frustración con el objeto. "El amor se transfiere mediante una metáfora al deseo que se prende al objeto como ilusorio, mientras que la constitución del objeto no es metafórica, sino metonímica" (91). Es signo de que ahí empieza el más allá constituido por el sujeto.

Retomemos esto en su relación con la frustración de amor.
A partir de la demanda, los objetos pueden ser dones, en tanto signos de amor del Otro, o bien objetos de la necesidad, y entre ambos se plantea un equilibrio o compensación: "cada vez que hay frustración de amor, se compensa mediante la satisfacción de la necesidad" (
92). En suma, "un objeto real adquiere su función como parte del objeto de amor, adquiere su significación como simbólico, y la pulsión se dirige al objeto real como parte del objeto simbólico, el objeto se convierte como objeto real en una parte del objeto simbólico (...) Si un objeto real que satisface una necesidad real ha podido convertirse en elemento del objeto simbólico, cualquier otro objeto capaz de satisfacer una necesidad real puede ocupar su lugar, y de forma destacada, ese objeto ya simbolizado, pero también perfectamente materalizado que es la palabra" (93). Sobre esta base, el pene puede ser un sucesor del pecho, resultando formas orales de incorporación del pene de carácter imaginario. Pero el pene también puede intervenir, "no como objeto compensatorio de la frustación de amor, sino precisamente por estar más allá del objeto de amor y por el hecho de faltarle a este último" (94), es decir, la función simbólica del pene.

3.3 - Don e intersubjetividad

Como estos desarrollos de Lacan se ubican en una época en que la noción de intersubjetividad no ha caído aún, algunos párrafos pueden dar lugar a malentendido. Por ejemplo, a pesar de la contundencia de las referencias que acabamos de recorrer, en el sentido de que "lo que se ama en el objeto de amor es algo que está más allá", que "lo que se ama en un ser está más allá de lo que es, está, a fin de cuentas, en lo que le falta", también podemos leer, en la página 142 de la edición de Paidos, frases como las siguientes (subrayados mios) (95):

El peso del "dar" en estas frases no deja de inducir el malentendido o ilusión de un intercambio intersubjetivo que supere la función de la nada, es decir, de la falta, ahí en juego. De hecho, en el "don de amor", el amor es un signo, y en tanto tal, es ese "algo" que queda atrapado en ese intercambio intersubjetivo, es el "algo" que "se da". Y la aclaración inmediata de que se da "por nada", no viene más que a alimentar la idea del amor oblativo: "dar algo a cambio de nada". Es decir, la idea de que ese "algo por nada" puede ser la base de alguna forma de amor donde el partenaire tenga estatuto de sujeto y no de objeto.

Esta es la ambiguedad que quedará prácticamente resuelta a partir del seminario VIII sobre la transferencia, pero que aún perdurará, generando más de una confusión, en el seminario V de "Las formaciones del inconsciente", que es donde encontraremos el origen probable de la tergivesación oblativa de la fórmula de Lacan sobre el amor.

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Notas

(54) Jacques Lacan, El seminario, Libro IV "La relación de objeto", Editorial Paidos, página 142

(55) Idem, página 69

(56) Idem, página 71

(57) Idem, página 127

(58) Idem

(59) Idem, página 125

(60) Idem, página 112

(61) Idem, página 122

(62) Idem, página 124

(63) Idem, página 125

(64) Idem, página 126

(65) Idem, página 134

(66) Idem, página 130

(67) Idem, página 131

(68) Idem

(69) Idem

(70) Idem, página 147

(71) Idem, página 148

(72) Idem, página 149

(73) Idem

(74) Idem

(75) Idem, página 136

(76) Idem, página 137

(77) Idem, página 142

(78) Idem, página 143

(79) Idem

(80) Idem, página 144

(81) Idem

(82) Idem, página 146

(83) Idem

(84) Idem, página 148

(85) Idem, página 157

(86) Idem, página 154

(87) Idem, página 155

(88) Idem, página 157

(89) Idem

(90) Idem, página 158

(91) Idem, página 160

(92) Idem, página 177

(93) Idem

(94) Idem, página 178

(95) Idem, página 142

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 25 - Diciembre 2008
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