Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
LA mujer no existe
(Exploración al trabajo poético y visual de Patricia Muñoz Meza, "Atrapada")
Carlos Seijas

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Me han dado la venia de compartir con ustedes unas breves palabras sobre la poiésis hecha escópia, a través del video de su trabajo literario: "Atrapada". La letra encarnada en grafía de ésta obra nos lleva por escritos como: Estoy condenada, La letra H, En el negro centro, Dime, Atrapada, Leo a Sabines, Vidas, Penetré las profundidades, Soy quien cree, Vi tras el cristal, Busco en la agonía, Dime en qué, Ah! Miserable cuerpo, Silencio, En la Mano y Salamandra. La Producción y Dirección estuvo a cargo de Javier Corleto y sirvieron de escenario la Plaza de la Constitución, El Cerrito del Carmen, el Palacio Nacional, El Portal del Comercio, el Paraninfo, El Edificio de Correos y la Avenida del Ferrocarril.

Me tomaré la libertad para no extenderme en demasía en agrupar el trabajo de Patricia Muñoz Meza alrededor del dictum lacaniano: "LA Mujer no existe", que inscribe la terrible incógnita femenina ante su propia feminidad, encriptada en el ¿qué es ser mujer?, que conduce a la exploración de la cultura, que finalmente termina contestando a esa demanda. Una mujer es lo que en esa cultura el Otro determine. Ergo, una mujer es en una línea: un objeto de otro: el hombre. Su cuerpo es el medio por el cual el lenguaje que la cultura impide a la mujer, hace que hable y grite, que quiere liberarse del ser únicamente objeto-de-placer. Un hombre también puede estar circunscrito a objeto de placer, y es más, en nuestra época en la que el Otro que no existe rige, cada vez más. ¿Cómo puede, entonces, no existir esa mujer que esta en todas partes, que desea, que siente que se implica toda ella en su cuerpo, su mente, su ser-mujer-y-no-hombre?

Atrapada, ¿cuándo se atrapa a una mujer? ¿cómo se le atrapa? ¿en dónde?: "Atrapada en el casco urbano/de una maliciosa ciudad./Soy un murmullo, un suspiro, / el grito atrapado, callado/ que nadie alcanza a esuchar/." La mujer no tiene voz, debe prestarla, pues el Otro no la escucha, sólo le ordena. El matrimonio es la estructura legal que permite normar a las mujeres, pues las mujeres per se, son una amenaza ante la masculinidad, pues si ellas-todas, se dan cuenta que no necesitan ni del hombre ni del Otro para dar respuesta a su ser mujer, devendría el armagedon, de nuestra cultura fálica, basada en el control de la madre, literalmente matrimonio, contrario al patrimonio, que regula los bienes del hombre-padre, léase casas, carros, sueldos, puntos, hijos y por supuesto mujeres. "Estoy condenada a vivir/en una prisión de carne, con barrotes de hueso/y grilletes de sangre/ y al final de esta capilla ardiente/vendrá la muerte/".

Entremos rápidamente a las fórmulas de la sexuación, expuestas por Lacan en el seminario 20 el Aún, con el fin de dilucidar este nudo-mujer-hombre-masculino-femenino, la lógica de la sexuación divide el campo de los seres hablantes en dos. La variable x, rige indistintamente para cualquier ser hablante y no representa un ser específicamente sexuado, tan sólo un ser que habla. En ambos lados hay una falla de los simbólico, por cuanto la lógica del lenguaje es inadecuada para aquello a lo que se refiere, pero en cada lado la falla es diferente. La falla remite al grado en el cual el goce, es alojado para cada sexo dentro de cualquier sistema simbólico. En la parte superior del esquema hay cuatro proposiciones, dos existenciales y dos universales. La existencial masculina puede leerse como "existe un x que dice no a la función fálica"; la universal masculina como "todo x está sujeto a la función fálica", es decir "todos iguales". Del lado femenino también hay dos proposiciones contrastantes: la existencial femenina "no existe ningún x que diga no a la función fálica"; y la universal femenina "no todo x está sujeto a la función fálica". La función fálica es la castración operada por lo simbólico, como producto de esta operación, el falo viene a significar el goce prohibido –la mayor parte de la satisfacción de la pulsión que está prohibida para todos los sujetos–.

Este sacrificio es exigido a los hombres y a las mujeres por igual por su entrada en lo simbólico, pues no podría accederse a la condición de sujetos si no hubiese límite al goce. Todos los seres hablantes se insertan inconcientemente en esa estructura de la manera que quieran de acuerdo con sus identificaciones, independientemente de su sexo biológico.
Del lado masculino hay un intento de identificarse con el falo, esto es, de imaginarse así mismo como el amo que emite las prohibiciones. Pero esto no es más que una impostura pues todos los hombres caen bajo la función fálica, es decir, deben someterse a la castración simbólica.
Del lado femenino la mujer está "no toda" identificada con la función fálica; ella le dice si y no, si o no. La fórmula femenina demuestra la indesidibilidad y la imposibilidad de totalizar a la mujer; esto no significa que no esté "para nada" en lo simbólico, si no que no hay una afirmación universal posible del lado de la mujer, el campo femenino existe, pero no como un conjunto definido como el del hombre y esta es la razón por la que Lacan sostiene que la mujer no existe. LA se tacha, indicando que ella no cae dentro de un conjunto.

Con ello queda establecido que la feminidad es un disfraz que las mujeres utilizan para ajustarse a las construcciones sociales de lo que se entiende por "ser mujer"; no hay una feminidad absoluta detrás del velo, sólo una serie de códigos ontológicamente endebles que inducen normativamente al sujeto femenino a desplegar una práctica social de "ser" mujer a través de la inmutación y el remedo. "Soy quien cree/ tocar las estrellas,/ más con ellas/ las que me tocan/ en noches así/ soy quien sueña/ con flotar en el viento/ anhelando l fuerza/ de la gravedad./ soy quien se quiebra/ cual rama,/ cuando el dolor le atormenta/ y le hace padecer./ soy esa, / que cuando la noche llega,/ le teme a la oscuridad./ soy bien, / soy mal,/ soy agónica esperanza/que baja como avalancha/ por la escarpada colina,/ que me separa de / ti./ " ¿Existe alguna diferencia entre la feminidad y el disfraz? No. Hay una capacidad para la feminidad pero sólo puede manifestarse en esta forma defensiva, no hay una esencia de la feminidad, un eterno femenino.

La mascarada revela una estructura: es una respuesta no al deseo del hombre si no a un fantasma masculino, una identificación con el deseo del hombre en su propio fantasma; en palabras de Slavoj Zizek: es precisamente en la medida en que la mujer se caracteriza por una mascarada original, en la medida en que todos sus rasgos son algo que "lleva puesto" artificialmente que es más sujeto que el hombre. La mascarada puede ser pensada como un velamiento de la falta un ocultar su nada, Jacques–Allain Miller dice: "no dudamos en cubrir a las mujeres porque no podemos descubrir a La Mujer, sólo podemos inventarla por ello lo femenino siempre estará en función del Otro"; y el Otro no es tanto aquello que determina la realidad y dictamina nuestras elecciones, sino una estructura que opera sobre la base de una falta constitutiva a través de una promesa que no puede cumplir. La trampa en la que cae el feminismo es interpretar este engaño como una dominación meramente patriarcal, cuando el desafío es entrar y tomar parte de la actuación. Hablemos pues de la pulsión escópica, del Otro que nos-ve y nos-arma. La mirada y la voz son incorporadas desde la infancia, como una respuesta concreta al hecho de ser-reconocida y el resultado es una localización del sujeto en el campo del Otro: lo social; por lo cual, la pulsión trata de hacerse ver mientras que la actividad de la pulsión se concentra en hacerse.

Así en el fantasma escópico el sujeto sólo existe en relación con una mirada imaginaria la de la madre/Otro. El término francés "le regard" sirve tanto para "visión" como para "mirada", Lacan lo tomará por mirada que está del lado del objeto en el campo del Otro por lo que la identificación primaria es con la propia actividad de ver del espectador, no con las personas que aparecen en pantalla. Para Lacan el ojo no es solamente un órgano de percepción, sino también un órgano de placer, hay una dialéctica del ojo y la mirada, el ojo como atrapado en el orden simbólico y la mirada como buscando la satisfacción de una fantasía narcisista, por lo que con ello se contradice el argumento en el que la cinematografía patriarcal el placer está dominado por la visión del hombre; pues también está gobernado por la fantasía inconciente de la mujer que participa de lo prohibido, que pone de manifiesto el problema de la mascarada por cuanto la mujer como objeto del fantasma recurre a sus atributos fálicos para hacerse deseable; identificación que constituye un lugar activo ofrecido a la espectadora mujer, quien puede disfrutarlo deconstructivamente.

¿Qué es, entonces, una mujer? La mujer no es una realidad fija sino que su cuerpo es para ella un lugar abierto a diversas posibilidades. Para Simone de Beauvoir el cuerpo es una situación, parte de la concatenación de circunstancias históricas a partir de las cuales debe adquirirse la libertad, convertirse en una mujer no implica una posición entre sexo y género, sino que es el modo en que una mujer usa su libertad. "¡Ah! miserable cuerpo./¡ah! miserable envoltorio./ Te tragaste a mi alma, /pero ahora/¡Escúpela!/Déjame vivir/". La sentencia de Lacan "LA mujer no existe" indica que en el inconciente no hay un significante para la mujer. La mujer carece de un significante que deba usar el subterfugio de la mascarada, la mascarada revela una estructura que no responde al deseo de un hombre sino un fantasma masculino. La pregunta permanente de Freud acerca de lo que quiere una mujer, y la mal comprendida teoría de la sexuación de Lacan evidencia que la mujer no está enteramente determinada por lo fálico y por lo tanto, es más sujeto que el hombre; la experiencia vivida tiene que ver con la lucha de hacer algo con el cuerpo, el cuerpo como situación. Hagamos un cierre, atrapada es un adjetivo que en el título de esta obra encierra a LA Mujer, esa que no existe, esa que no puede inscribirse y que por lo mismo, no deja de inscribirse, esa que en el silencio, en el transcurrir, en el ser-sujeto arranca al discurso del Otro, un grito para volverse Toda.

A una mujer se le puede atrapar y condenar a vivir en un cuerpo y una cultura, pero a LA Mujer, la hecha letra través de la creación poética, nunca: "Un minuto de silencio./ por las palabras,/ que no alcanzaron, / a escapar de nuestros labios./ por la sangre derramada./ por los cuerpos que hoy, / aguardan la muerte,/ por nosotros./ en la mano,/ la noche pasada./ en el alma,/ cenizas y espinas,/ en la lengua, / sabor de silencios./"

Carlos Seijas

Nueva Guatemala de la Asunción 8 de Diciembre de 2005

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 23 - Octubre 2006
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