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Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Entre la aplicación y la extensión
Puntuaciones exploratorias sobre psicoanálisis <> investigación social
Juan Besse

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I. Introducción

Al intentar la travesía de incorporar el psicoanálisis 1 al terreno de las prácticas de investigación social se transita la cornisa de las controversias acerca de lo que distingue el psicoanálisis aplicado del psicoanálisis en extensión. Las denominaciones entrañan problemas derivados de los usos (pragmáticos) y de las referencias (semánticas) de las palabras. Ambas denominaciones tienen una historia que no es otra que la de los usos del psicoanálisis por fuera de lo que se supone su campo clínico específico. Los problemas parecen exceder entonces la cuestión terminológica. En todo caso, los términos aplicado y en extensión dan cuenta de modos de vinculación del psicoanálisis con otros saberes y otras prácticas. En ese sentido, dichas denominaciones permiten desbrozar el tipo de producto pero también las asunciones epistemológicas que nutrieron los modos en los que el psicoanálisis pensó y llevó a cabo su relación con otros campos, entre ellos, el de las ciencias sociales. Esos modos de relación del psicoanálisis (en un sentido que implica el desde) con otros campos se ha venido desarrollando en sincronía con los modos en que otros saberes se encontraron o buscaron herramientas conceptuales en el psicoanálisis para enfrentar sus propias preguntas y desafíos.

Estas notas se proponen reseñar entonces algunas distinciones respecto de las concepciones acerca del psicoanálisis aplicado y el psicoanálisis en extensión efectuadas en el campo psicoanalítico con el fin de situar un escenario para pensar los usos del psicoanálisis en el campo de las ciencias sociales y, más específicamente, en el terreno de las prácticas de investigación social.

II. Psicoanálisis aplicado / psicoanálisis en extensión

A la luz de la propuesta esbozada, no es cuestión de engrosar las tintas de la controversia entre lo aplicado y lo extensivo mediante una lógica de chantaje que plantee la diferencia como un dilema. Los usos efectivos de un saber son materializaciones del hacer, de modo tal que las distinciones entre una y otra posición sólo nos serán aprehensibles si, a condición de no moralizar la disputa, el problema se plantea como un debate entre dos praxeologías. En algún punto -como diría Lévi-Strauss- sólo si aíslo los extremos la contradicción permanece. En tal sentido, no se trata de tensar la cuerda con el fin de crear la escena manualística de una riña entre 'aplicacionistas' y 'extensionistas' 2 sino que hemos apelado a esos rótulos con el fin de reordenar brevemente algunos ejes de nuestra exposición y mostrar que tras los términos anidan, por lo menos, dos concepciones acerca de cómo pueden establecerse las relaciones entre el psicoanálisis y otros saberes, sobre todo, cuando allí en los usos -que cada una de las posiciones encarna- se condensan sin duda muchos de los sobrentendidos y malentendidos que organizan las relaciones entre el psicoanálisis y las ciencias sociales. A tales fines, la notación lógica ÿ que hemos utilizado en el título quiere enfatizar las dificultades que presenta la copla entre ambos campos.

Assoun destaca que la conjunción de los términos psicoanálisis y ciencias sociales "no logra conformar una sintaxis". Es interesante señalar que el mismo Assoun realiza una recuperación del psicoanálisis aplicado mediante el llamado a asumir la letra de la denominación, rompiendo de este modo la dualidad de origen entre ambas posturas. Así nos dice que "la posición freudiana traduce al mismo tiempo la convicción firme de una especificidad irreductible del psicoanálisis, en su objeto y en su experiencia propia -lo que la expresión fara da sa traduce vigorosamente- y una apertura de la 'ciencia del inconsciente' hacia sus fronteras, especialmente hacia las ciencias de lo social -lo que la expresión psicoanálisis aplicado (angewendte Psychanalyse) significa con firmeza-. De manera que sería conveniente redescubrir y asumir la letra de esta expresión que adquirió mal nombre epistemológico, porque produjo muchos productos eclécticos con esa marca que mancillaron el principio original, ya que existe un movimiento espontáneo desde el psicoanálisis hacia las llamadas ciencias 'del hombre'. Por lo tanto, no se trataría de aplicar el psicoanálisis a los objetos de las ciencias sociales como un 'cataplasma', sino de aprehender el movimiento por el cual el inconsciente, como objeto sui generis, tiende a 'aplicarse' a lo 'social', movimiento que hay que acompañar y pensar" 3.

Por esa razón, dados ciertos usos de las denominaciones aplicado y en extensión y fijados ciertos territorios semánticos a partir de esos usos nos parece que optar por el segundo, a sabiendas de la tentación de transitar las avenidas del primero, es priorizar la experimentalidad por sobre la instrumentalidad. Al respecto, Félix Recio sostiene que el estatuto del psicoanálisis es similar al de la lingüística, ya que constituye una teoría general con la que hay que contar. No se trata de forzar la relación entre una 'disciplina científica' y una 'corriente teórica', o de pensar al psicoanálisis como un saber que puede ser anexado o subordinado al proyecto de una disciplina en un sentido instrumental como lo postula la misma denominación psicoanálisis aplicado, sino más bien de construir la relación como psicoanálisis en extensión, ya que "la relación entre psicoanálisis e investigación social debería situarse en la reflexividad y no en la instrumentalidad" 4. A su vez, la radicalización del planteo del psicoanálisis como teoría general permite romper las estructuras de clausura propias de la lingüística 5 derivando de modo incesante la incorporación del psicoanálisis desde los supuestos del acabado del instrumento que subyacen a la noción de lo aplicado hacia la apertura e indecibilidad de la experimentación propia del devenir de una teoría cuando sus usos rebasan su campo específico y por tanto se proyectan en el trabajo epistemológico en otros campos de conocimiento.

La operación de situar al psicoanálisis como teoría general entraña un conjunto de intervenciones epistemológicas para el campo de las ciencias sociales. Por un lado, reconocer el estatuto del psicoanálisis como el de una teoría general lo coloca en posición de exterioridad -en el sentido más fecundo de una contraciencia 6- respecto de las ciencias sociales o humanas. Esa exterioridad provee una vía para evitar así los distintos modos de relación entre las ciencias sociales y el psicoanálisis que ya han mostrado su esterilidad 7. Supuesto: el psicoanálisis no es una ciencia humana más. Es más, el psicoanálisis no es una ciencia, no se piensa a sí mismo como una ciencia y, sin embargo, no reniega de la cientificidad 8.

Ahora bien, hablar de modos de relación entre el psicoanálisis y la ciencia social es ya presuponer que el psicoanálisis tiene para el pensamiento social una condición de existencia, ha pasado el instante de la mirada o tiempo para ver y estamos transitando diversos modos del pasaje entre el tiempo de comprender y el momento de concluir 9. Con estos momentos del tiempo lógico trabajados por Lacan hemos querido enfatizar que el psicoanálisis ya es parte del mapa epistémico de la modernidad. Son pocos y son expresiones poco confiables, al menos para la 'academia', los que niegan la cientificidad (y la racionalidad 10) del psicoanálisis. Sin embargo, más lo son aquellos que no la niegan pero a condición de que el psicoanálisis se restrinja a su campo específico 11.

Volvamos ahora a los modos de relación. Lo primero que cabe señalar es que dichos modos de relación entre el psicoanálisis y la ciencia social son, como dijimos antes, distintos. Discernibles, en el sentido weberiano del término, en tanto tipos de relación.

En primer lugar podemos perfilar, la modalidad de la anexión.

La anexión recorre varios tópicos; un análisis más pormenorizado de los casos concretos permitiría historizar los modos de anexionismo. Por ejemplo, Félix Recio postula que el psicoanálisis (o la lingüística) nos son abordables a partir de las ciencias sociales 12. Pero ¿en qué sentido no serían abordables?. Claro está que lo son como objeto histórico o sociológico (verbigracia la historia de sus devenires teóricos, del modo en que nutrieron la historia intelectual, o de sus conformaciones institucionales) pero no lo serían como (en tanto) teorías generales.

Y aquí si cabe tomar posición respecto de lo que haría que una teoría se ubique en el rango de lo general y no de lo particular o lo local. Sin duda, los objetivos de este escrito exceden el tratamiento que merece la caracterización de una teoría como general, pero -a modo de una aproximación a los criterios mínimos de demarcación que la figura de lo general nos trae- podemos ensayar en la siguiente nota un corredor espinoso y complejo.

Antes de continuar con la perspectiva de la anexión arriba enunciada, demos entonces un rodeo que nos permita establecer en qué sentido y por qué causas una teoría tiene carácter general.

III. El psicoanálisis en tanto teoría general

Una respuesta a la pregunta anterior es que la lingüística y el psicoanálisis, al instaurar un saber sobre el lenguaje y el inconsciente tocarían de un modo peculiar una cierta experiencia de lo real 13.

Ahora bien, como nos lo sugiere Michel Arrivé en el epílogo de Lingüística y psicoanálisis, en ese libro y con ese título, él ha insistido en trabajar filológicamente los objetos descriptos por los discursos de lingüistas y psicoanalistas, y allí viene la ironía (y el giro retórico radical que funda una verdad), "faltaría ahora describir los objetos mismos del lenguaje y del inconsciente. Ello sería objeto de otro libro (¿pero escrito por quién?), susceptible de llevar legítimamente este otro título: Lenguaje e inconsciente" 14.

El cierre que Arrivé nos ofrece en Lingüística y psicoanálisis sería una solución de compromiso, y de compromiso empirista, si dijera que él sólo se ha ocupado de describir el estado de discusión en dos disciplinas -la lingüística y el psicoanálisis- y no de los objetos mismos del lenguaje y el inconsciente. Pero la pregunta ¿pero escrito por quién?, trasunta una asunción epistémica más compleja y más profunda.

Michel Arrivé no desconoce en qué medida la lingüística y el psicoanálisis son la condición de emergencia discursiva de los objetos que descubrieron o (en esta frase da igual) construyeron en sus devenires como campos de saber. La estructuración simbólica e imaginaria del lenguaje y del inconsciente, en tanto objetos de conocimiento, no hubiera sido posible sin -como reza el título completo del libro- Freud, Saussure, Lacan, Hjelmslev y los otros, pero al mismo tiempo…

…se trata de objetos imposibles. No porque no sean pasibles de ser dichos, sino porque, apelando a las bellas palabras de Lacan para definir el estatuto de lo real, no cesan de no inscribirse. Todo intento por reducirlos a la dimensión exclusiva de objetos de enseñanza desemboca en la trivialidad. Y por eso en un libro riguroso e inteligente como es el de Arrivé, el autor, luego de recorrer un siglo de encuentros y desencuentros entre el psicoanálisis y la lingüística, imagina un libro titulado Lenguaje e inconsciente que -en un giro borgeano- no encuentra quien lo escriba.

Volvamos ahora a la pregunta por el estatuto general de una teoría. Cuando de aplicación se habla, el estatuto mismo de lo general está puesto en el y por eso mismo cabe destacar brevemente los alcances y las limitaciones de la noción de generalidad a la que estamos apelando. La noción de aplicación desliza la cuestión hacia el terreno de la lógica. Pierre Bourdieu a lo largo de su obra sostuvo, lo que hoy constituye un apotegma de su edificación epistemológica, la precaución de no confundir las cosas de la lógica con la lógica de las cosas. La sentencia de Bourdieu, ubicada en el segundo trayecto de su producción intelectual, parece rescatar esa experiencia de lo real a la que hicimos mención en el inicio de este apartado. Algo así como afirmar la incompletud de las estructuras simbólicas mediante las que opera la investigación social. Dicho de otro modo por el mismo Bourdieu mediante la paráfrasis de Kant de que la teoría sin investigación está vacía y la investigación sin teoría está ciega 15.

En ese sentido, el carácter general que el psicoanálisis reviste -en tanto teoría general respecto de la investigación social- no es adecuado pensarlo como una estructura legiforme o normativa de nivel 'superior' al conocimiento de las ciencias sociales, sino como un saber y una práctica a partir de los cuales se pueden pensar los objetos de estudio de las ciencias sociales.

A modo de redondeo de este apartado, la siguiente indicación de Agamben resulta orientadora. Agamben sostiene que el concepto de aplicación es una de las categorías más problemáticas no sólo en el campo de la teoría jurídica sino en todos aquellos que se ordenan por una noción de lo aplicativo de naturaleza estrictamente lógica. Por esa razón, un adecuado abordaje del problema de la aplicación "exige, por lo tanto, que ella sea transferida del ámbito de la lógica al ámbito de la praxis" 16. Agamben nos recuerda de ese modo el acierto de Schmitt al conceptualizar que la aplicación de una norma no se encuentra contenida en la norma misma ni se trata de una cuestión de mera deducción, "porque de haber sido así, no habría sido necesario crear todo el imponente edificio del derecho procesal. Como entre lenguaje y mundo, tampoco entre norma y aplicación hay ningún nexo interno que permita derivar inmediatamente una de otra" 17.

No es exagerado sostener entonces que la aplicación en cuestión no se trataría de una aplicación de carácter normativo sino más bien de un uso reflexivo que implicado en una actividad práctica de apropiación de la misma norma, en un movimiento simultáneo, la conserva y la niega dando lugar a lo nuevo.

La generalidad radicaría entonces en unos usos del psicoanálisis inseparables de la inexorable dificultad que implica el pasaje de la lógica a la praxis. Esto es, una utilidad que sólo podría ponderarse en la práctica de investigación misma. De modo tal, que al entender la relación de lo general con lo particular menos como una deducción lógica y más como una actividad práctica, se hace evidente otro pasaje: el de la aplicación a la extensión.

IV. La política colonialista de la anexión, la 'cataplasmática' de la suplementación

Continuemos con la perspectiva de la anexión enunciada en el segundo apartado. Como rasgo básico de la política que lo caracteriza, el anexionismo asume con comodidad la teoría psicoanalítica pero elude las implicancias de la transferencia 18. Esto es, disyunta la teoría de la clínica, o lo que es lo mismo, la teoría de la práctica. Al separar la teoría de la práctica, el anexionismo desarticula el núcleo dinámico de un saber. Lo diseca. En este caso, la fecundidad del psicoanálisis no es independiente de lo que han hecho los psicoanalistas con su práctica, en concreto, Freud, Lacan, Klein o quien fuere 19. Para bien y para mal la teoría no puede ser sopesada en el más allá de sus aciertos y sus errores. El psicoanálisis, entonces, como teoría no puede ser desacoplado en un todo de su práctica, esto es la de los propios psicoanalistas.

Ahora bien, en cualquier caso, la anexión, es por estructura unilateral. En este, al separar la teoría de la clínica, se produce como riesgo potencial (esto es, no como destino inexorable pero sí como elevada probabilidad contingente que luego deviene necesaria) un uso a piacere de la teoría que termina facilitando que aquello que viene con lo real no se reciba -en la práctica de la producción de conocimiento social- con la experiencia de la vacilación, de la duda y sus deseables efectos subjetivos a la hora de acompasar pensamiento y conocimiento 20.

En síntesis, y aunque a la luz de la noción de praxis parezca un tanto descabellado: anexar la teoría y eludir la transferencia. In extremis anexar la teoría para eludir la transferencia.

La segunda modalidad de anexión podría considerarse un caso particular de la primera, la anexión no por vía militar sino por vía política y además 'correcta': la mal llamada estrategia de la suplementación 21.

La suplementación es en verdad una complementación que parte de un supuesto falaz organizado sobre la postulación de que el psicoanálisis constituye un saber sobre lo individual. Postulado que no se comprende sin una disyunción ontológica -esto es como una división realista (simbólico-imaginaria)- entre individuo y sociedad. Se trata a todas luces de un dogma basado en un pleonsamo que confunde la emergencia del inconsciente -en la dimensión que lo hace posible, la de la singularidad que pone en juego al sujeto- con un patrimonio individual. No hay otro ser que el ser del hablante, pero eso no habilita a hacer del hablante una mónada. Una vez más el sujeto y la individualidad empírica quedan traspuestos en una operación que piensa al cuerpo y a su implicación con el alma como algo del orden del ser y no del tener 22.

Las diversas estrategias de la suplementación terminan -a la corta o a la larga- inscribiéndose como efectos teóricos que se refuerzan los unos a los otros. Los malentendidos parten de las asunciones incorregibles que el pensamiento social ha construido acerca del psicoanálisis como un todo homogéneo. Así, se pretende suplementar 'lo individual' con 'lo social', 'lo biológico' con 'lo cultural', cuando no 'lo patológico' con 'lo normal', retro-trayendo el estado del psicoanálisis a un punto anterior al giro teórico que Freud da a partir de 1920 23. La postulación de la pulsión de muerte -y la radical teoría del lenguaje que por su co-pertenencia estructural con lo simbólico se deriva de ella- inaugura un estatuto de la pulsión que, en los dilemas 24 que oponen instinto a razón, siempre tiende a eludirse.

Una extensión adecuada de la teoría psicoanalítica, en tanto teoría general, no puede soslayar el estatuto de lo pulsional. En ese sentido, el psicoanálisis se constituye para el pensamiento social en invitación a recordar el malestar - que el concepto de pulsión permite inteligir- sobre el que se funda lo social mismo.

V. La vía del artista

No parece que haya en Lacan el propósito de percibir lo que el artista o la obra reprimen sino, más bien, que la obra y el artista interpretados hacen percibir lo que la teoría desconocía. La obra va, incluso al encuentro del psicoanálisis aplicado, de manera siempre espontánea, para hacerle tomar conciencia de sus eventuales prejuicios, y el teórico del análisis recibe de la obra de arte, podríamos decir, su mensaje en forma invertida.

Francois Regnault

Marcar la distinción entre psicoanálisis aplicado y psicoanálisis en extensión presupone algún criterio de diferenciación. En el campo de la teorización afiliada a la enseñanza de Lacan, grosso modo, dicho criterio de demarcación se recorta sobre la indicación de que para la perspectiva de la aplicación los alcances de los usos del psicoanálisis por fuera de su campo clínico específico se juegan en el terreno de la interpretación; mientras que la extensión daría cuenta de usos reflexivos que -más que aplicar de modo unilateral el saber psicoanalítico- estarían destinados a recibir del arte, la literatura, la filosofía o la teoría social acicates para revisar la teoría, lo que equivale a decir, modos de operar sobre los propios conceptos analíticos 25.

En ese sentido, la aplicación y la extensión pueden ser entendidas como un punto de encuentro y desencuentro entre Freud y Lacan 26. Encuentro, en tanto ambas posiciones habilitan un pensamiento del borde entre el psicoanálisis y su exterioridad. Desencuentro en tanto la aplicación presupone -al menos en algunas de las corrientes posfreudianas- un espíritu interventor desde una posición de saber, mientras que la extensión se piensa a sí misma como la lógica de un testigo o de un díscipulo que piensa su propia práctica a la luz de lo que ofrecen otros saberes 27. Por otra parte, la perspectiva de la extensión considera que esa vinculación del psicoanálisis con otros saberes no hace referencia al encuentro de dos externalidades, como por ejemplo podrían ser el arte y el psicoanálisis. Muy por el contrario se trata de una extensión que se ubica topológicamente respecto de la intensión propiamente clínica enriqueciendo la práctica mediante nuevas aperturas de la teoría.

Desde los supuestos anteriores, Pujó enfatiza que "la llamada 'aplicación' del psicoanálisis no debería ser linealmente entendida como la extensión de un saber constituido, objetivo y objetivable, a un campo distinto del de su producción, porque su implementación por parte pone en juego, cada vez, un doble movimiento: allí donde el psicoanálisis funda su discurso en los saberes de la cultura para dar cuenta de su clínica provee herramientas que van a permitir, a la inversa, despejar los resortes esenciales en los que la propia cultura reposa. Lo que nos conduce a una segunda afirmación: la teoría freudiana de la transferencia es solidaria y contemporánea de la teoría freudiana de la formaciones culturales; y la intelección de su dinámica, la reconoce homólogamente implicada en el fundamento de todo lazo social" 28.

La intelección del lazo social sólo es posible a condición de la solidaridad entre la teoría de la transferencia y la de las formaciones culturales, recordándonos una vez más a los investigadores sociales que el sujeto del psicoanálisis, el del inconsciente, no es ni individual ni social. En el reverso de esa asunción básica del psicoanálisis la insistencia de los sectores que todavía sostienen la teoría de la suplementación pone de manifiesto la dificultad para aceptar que la vía de encuentro entre el psicoanálisis y las ciencias sociales no pasa por lo que a este último le faltaría ni por lo que tiene, sino por lo que ofrece en tanto discurso y práctica que se organiza a partir de la lógica del no-todo.

En palabras de Lacan,

"pienso, aunque la propia Marguerite Duras me entera de que no sabe de toda su obra de dónde le viene Lol, y aunque pueda yo entreverlo por lo que me dice en la frase siguiente, pienso que un psicoanalista sólo tiene derecho a sacar ventaja de su posición, aunque ésta por tanto le sea reconocida como tal: la de recordar con Freud, que en su materia, el artista siempre le lleva la delantera, y que no tiene por qué hacer de psicólogo donde el artista le desbroza el camino. Reconozco esto en el rapto de Lol V. Stein, en el que Marguerite Duras evidencia saber sin mí lo que yo enseño. Con lo cual no perjudico su genio al apoyar mi crítica en la virtud de sus recursos. Que la práctica de la letra converja con el uso del inconsciente, es lo único de lo que quiero dar fe al rendirle homenaje" 29.

Sin embargo, al establecer su posición, Lacan invoca a Freud, invitándonos así a pensar que la perspectiva 'aplicacionista' está más cerca de una incomprensión de la extensión freudiana en algunos de sus epígonos que en el hacer del propio Freud al respecto. O, al menos, que por la vía del retorno a Freud que el mismo Lacan ha tomado como bandera, la práctica del angewendte Psychanalyse -psicoanálisis aplicado- sólo sería fecunda en el sentido esbozado como extensivo. No obstante, es claro que Lacan opera respecto de Freud una variación en el vector que une al psicoanálisis con el arte o la literatura 30.

El caso de las relaciones entre el arte y el psicoanálisis reverbera de modo ejemplar en la discusión sobre los límites y los alcances de la aplicación. Le Poulichet recuerda que ya en 1907, Freud prevenía contra la escritura de patografías de artistas "dado que las teorías no pueden más que resentirse por ello" 31, insistiendo en lo que las obras podían mostrar al psicoanalista a la hora de entrenar la escucha.

De resultas, lo más razonable es aceptar que las denominaciones psicoanálisis aplicado y psicoanálisis en extensión no son unívocas ni trazan los contornos de dos estrategias nítidamente expuestas. Por lo tanto, en tanto nombres de usos distintos, a veces epistémicamente opuestos pero en más de un detalle coalescentes, ambos términos admiten un trabajo de reconstrucción a través del cual se expongan con rigor tanto los puntos en los que se solapan como aquellos en los quedan a la vista las incompatibilidades 32.

Ahora bien, ¿qué podemos recuperar los investigadores sociales de estos debates en el campo psicoanalítico?. Por analogía, que el investigador social no se haga el cientista social allí dónde el psicoanálisis (o la lingüística) le abre el camino.

El carácter general de dichos saberes no es entonces un postulado de hueca autoridad, sólo nos indica que la cuestión es saber escuchar y pensar en consecuencia.

VI. Exoducción

Los intercambios entre el psicoanálisis y las ciencias sociales tienen, casi, la edad de ambos saberes. El trabajo epistemológico de poner en relación psicoanálisis ÿ? investigación social, en más de un sentido, apenas se está iniciando. Los frutos del encuentro entre esa problemática entidad llamada teoría social y la teoría psicoanalítica maduran por doquier al ritmo de la aceptación por parte de los pensadores sociales de lo que, a título provisorio, podríamos llamar los supuestos de la antropología freudiana.

Se trata ahora de pensar -y de hacer- más allá de los principios teóricos, pero en las coordenadas que el encuentro entre la teoría psicoanalítica y la teoría social han abierto al pensamiento, el puente entre psicoanálisis e investigación social en tanto modos de poner a trabajar teoría, método y técnica. A nuestro entender los usos del psicoanálisis en el campo de la investigación social han comenzado a rebasar el horizonte de una teoría-escenario referida a la relación de lo viviente con el lenguaje -es decir a lo humano- para proyectarse en prácticas más específicas propias de la construcción teórico-metodológica de los objetos de investigación social.

Entonces, el trabajo a emprender puede entenderse en términos afines a los que Assoun sugiere como clave para abordar la relación entre Freud y Wittgenstein; las relaciones entre psicoanálisis y ciencia social "nos imponen, mediante su tan problemático diálogo, la obligación de ubicarnos, no como una resultante o un compromiso entre dos modos de pensar, sino en alguna parte del centro mismo de su parentesco apórico. Esto, tan contradictorio de pensar, es según nos parece, lo que más da que pensar" 33

Estas notas, con las limitaciones a la vista, van en esa dirección.

Notas

1 Bien podríamos hablar de los psicoanálisis pero, como señala Derrida, "pluralizar es siempre darse una salida de emergencia hasta el momento en que es el plural el que nos mata" Jacques Derrida (1997) [1996], p. 44.

2 De hecho, los colores de esas camisetas no se destacan en el campo psicoanalítico y les son indiferentes a la mayor parte de los investigadores y teóricos sociales.

3 Paul-Laurent Assoun (2001) [1999], pp. 149-150.

4 Que, como bien puntúa Recio, "no es lo mismo teoría psicoanalítica e investigación social que "interpretación psicoanalítica" en la investigación social. (...) El "psicoanálisis aplicado" a la investigación social es una forma de contribuir no sólo a la retórica sociológica, sino también a la vulgarización psicoanalítica. Más pertinente es pensar la investigación social a través de la teoría psicoanalítica. Esto nos permite entender mucho mejor, no sólo la propia investigación, sino lo social mismo", Félix Recio (1994), p. 488.

5 La "relación del psicoanálisis con la lingüística habría que pensarla en dos modalidades: el lenguaje es la condición del inconsciente y el inconsciente es la condición de la lingüística. La anticipación freudiana a las ciencias del lenguaje se produce en la escena censurada de la lingüística", Félix Recio (1994), p. 482.

6 La perspectiva de Recio, que señaláramos en antes, en pos de un psicoanálisis en extensión encuentra uno de sus sustentos más sólidos en los argumentos que ofrece aquel Foucault de los años 60, en el capítulo décimo de Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Hacia el final del libro Foucault define el estatuto del psicoanálisis y la etnología (y no cabe duda que está pensando en los virajes de esos campos del saber mediante su encuentro con la lingüística derivada de otro encuentro, el de Ginebra y Praga, en las versiones más estructurales de Lacan y estructuralista de Lévi-Strauss). "Así, pues, era necesario que ambas fueran ciencias del inconsciente: no porque alcancen en el hombre lo que está por debajo de su conciencia, sino porque se dirigen hacia aquello que, fuera del hombre, permite que se sepa, con un saber positivo, lo que se da o se escapa a su conciencia (…) el psicoanálisis y la etnología no son tales ciencias humanas al lado de otras, sino que recorren el dominio entero, que animan sobre toda sus superficie, que expanden sus conceptos por todas partes, que pueden proponer por doquier sus métodos de desciframiento y sus interpretaciones. Ninguna ciencia humana puede asegurar haber terminado con ellas, ni ser del todo independiente de lo que hayan podido descubrir, ni tampoco remitirse a ellas de una manera." Michel Foucault (1992) [1966], p. 367 (los destacados son nuestros). En estas tres últimas afirmaciones podemos encontrar las aporías más notables que vienen signando las relaciones entre el psicoanálisis y las ciencias sociales.

7 Al respecto véase el trabajo de Omar Acha acerca de las relaciones entre psicoanálisis e historiografía. Allí nos señala que "la historicidad del lacanismo condice con la imposibilidad de historiografía en el marco de una sola teoría. Así como una 'historiografía marxista' haría escasa justicia al marxismo al comprimir sus contratiempos en una filosofía de la historia, una 'historiografía lacaniana' haría un flaco favor a los proyectos de extender sus efectos críticos en las ciencias sociales. Es preciso delimitar la transferencia a Lacan. Su teoría no podría coincidir con lo real de la historia", Omar Acha (2004).

8 En palabras de Alemán "no se trata, en efecto, de fundar la cientificidad del psicoanálisis según las epistemologías; por el contrario, si el psicoanálisis no puede ser una ciencia no es por un déficit, sino porque se ocupa de aquello que la ciencia excluye para constituirse como tal", Jorge Alemán (2001), p. 33.

9 Para situar uno de sus libros, Zizek refiere a que "en su Pragmatismo, William James desarrolló la idea, retomada por Freud, de que en la aceptación de una nueva teoría hay tres etapas necesarias: primero es descartada como absurda; después hay quienes sostienen que la nueva teoría, aunque no carece de méritos, en última instancia se limita a presentar con nuevas palabras algo que ya saben todos; finalmente se reconoce la novedad". Luego sigue diciendo que "a un lacaniano le resulta fácil discernir en esta sucesión los tres momentos del 'tiempo lógico'- el instante de la mirada, el tiempo de comprender y el momento de concluir- articulados por Lacan" Slavoj Zizek (1998) [1996], p. 12. En ese punto, nos reconocemos como lacanianos toda vez que el advenimiento de lo nuevo recorre una lógica retroversiva que articula instante-tiempo y momento.

10 Véase Jacques Lacan (1998) [1981].

11 Véase Sigmund Freud (1986) [1925].

12 Para Recio "producir otra modalidad de relación, consiste en pensar que el estatuto del psicoanálisis es semejante al de la lingüística. Es decir, lingüística y psicoanálisis son teoría generales de las ciencias sociales porque a partir de ellas, se puede dar cuenta de lo social. Diferentes saberes, como la semiología o la antropología, la historia de las mentalidades o la investigación sociológica de textos y discursos, pueden remitirse a la lingüística o el psicoanálisis, mientras que la lingüística o el psicoanálisis no son abordables a partir de estos saberes" (los destacados son míos)", Félix Recio (1994), pp. 487- 488.

13 Véase Jean-Claude Milner (2003) [2000].

14 Michel Arrivé (2001) [1987], p. 192.

15 Pierre Bourdieu (2000).

16 Giorgio Agamben (2004) [2003], p. 82.

17 Giorgio Agamben (2004) [2003] , pp. 82-83.

18 Jorge Alemán (2003), pp. 71-86. Allí Alemán desarrolla los dos cuestionamientos que actualmente recibe el psicoanálisis, sintéticamente, el de la derecha del establishment universitario (verbigracia "la demagogia epistemológica de un Sokal exponente del oportunismo oficial" y el de la nueva izquierda crítica que bajo el rótulo de " 'construccionismo', concierne a los estudios feministas, gays, queer y lesbianos, y encuentra en Foucault el nombre que vertebra la argumentación 'crítica' con respecto al psicoanálisis. Este cuestionamiento alcanza el grado del asedio en sus seguidores más apasionados, los cuales, aunque intentan configurar una 'política radical', conservan el soporte universitario en su producción intelectual. Por ello, no es de extrañar que su cometido político, de un modo más o menos implícito, pretenda, en nombre de una 'política contraria a las normas dominantes, desalojar al psicoanálisis de su práctica clínica y conservarlo como una 'teoría' que juegue el papel de referente crítico en sus construcciones". Operación política que no es exclusiva de los estudios mencionados sino que puede hacerse extensiva al campo de los llamados estudios culturales.

19 En ese sentido, resulta interesante pensar la respuesta de Jean Clavreul a la pregunta de Alain Didier-Weil "A. D-W.: ¿Qué opinas del retrato de Lacan que se desprende de su biografía escrita por Élisabeth Roudinesco, recién publicada?. J. C.: Creo, como muchos otros analistas, que en ese libro no se advierte de ninguna manera por qué Lacan fue psicoanalista y no se dedicó a otra profesión…", Jean Clavreul en Alain Didier-Weil, Emil Weiss y Florence Gravas (2003) [2001] p. 24. Cfr. Elisabeth Roudinesco (2000) [1993].

20 Respondiendo a la pregunta cerca de "¿cuáles son en la actualidad las formas del síntoma?", Alemán señala que al "borrar la diferencia entre la política y la gestión y tratar de impedir que aquello que viene con lo real se reciba con la experiencia de la angustia", Jorge Alemán (2003), p. 48.

21 Con relación a la defensa de la suplementación como modo de soslayar el estatuto colectivo de lo pulsional, hemos trabajado un caso como es el discurso de Anthony Giddens en La constitución de la sociedad. Juan Besse (2002).

22 Guy Le Gaufey (1998) [s/r], pp. 51 y ss.

23 Véase Juan Carlos Cosentino y Carlos Escars (comp.) (2003).

24 Construcciones muy propias de quienes sostienen la estrategia de la suplementación.

25 Mario Pujó (2001), pp. 37-41.

26 En el marco de las respectivas reflexiones acerca de la introducción del psicoanálisis en la universidad, es decir su institucionalización como saber que -además de trabajarse en las propias instituciones analíticas- se impartiría en la universidad, tanto Freud como Lacan identificaron algunos saberes y disciplinas como los más adecuados a la formación de psicoanalistas. Véase Mario Pujó (2001), nota 32. Al respecto véase Sigmund Freud (1986) [1926], pp. 230-232. Allí Freud sostiene enfáticamente que "en modo alguno consideramos deseable que el psicoanálisis sea fagocitado por la medicina y termine por hallar su depósito definitivo en el manual de la psiquiatría, dentro del capítulo 'Terapia' (…) Merece un mejor destino, y confiamos que lo tendrá. Como 'psicología de lo profundo', doctrina de los inconsciente anímico, puede pasar a ser indispensable para todas las ciencias que se ocupan de la historia genética de la cultura humana y de sus grandes instituciones, como el arte, la religión, y el régimen social. Yo creo que ya ha prestado valiosos auxilios a estas ciencias para la solución de sus problemas, pero esas no son sino contribuciones pequeñas comparadas con las que obtendrán cuando los historiadores de la cultura, los psicólogos de la religión, los lingüistas etc. aprendan a manejar por sí mismos el método de investigación que se les ofrece. El uso del análisis para la terapia de las neurosis es sólo una de sus aplicaciones; quizás el futuro muestre que no es la más importante", Sigmund Freud (1986) [1926] p. 232.

27 Véase al respecto el contrapunto que Lévi-Strauss establece entre deuda y responsabilidad en el ejercicio de la profesión antropológica. Por una parte, afirmar que la ética del etnólogo consiste en evitar quedar tomado -y por tanto dejarse engañar- por una teoría nativa, Claude Lévi-Strauss (1979) [1950], p. 33, y sin embargo… a esos nativos deberles reconocimiento "mostrándome tal como fui entre ellos y tal como quisiera no dejar de ser entre vosotros: su discípulo y su testigo", Claude Lévi-Strauss (1984) [1960], p. XLVIII.

28 Mario Pujó (2001), p. 209.

29 Jacques Lacan (1988), pp. 65-66 (los destacados son míos).

30 Francois Regnault (1996) [1993].

31 Pueden verse al respecto las palabras preliminares y el capítulo I de Sylvie Le Poulichet [1996], p. 8. Le Poulichet señala que "una nueva relación entre el arte y el psicoanálisis podría privilegiar en lo sucesivo una reflexión sobre la capacidad de las obras para elaborar teorías: ciertas obras y ciertas trayectorias de artistas, en efecto son susceptibles de transmitirnos preciosos elementos concernientes a la puesta en juego de procesos psíquicos que la confrontación con la psicopatología nos impide abordar. ¿La puesta en acción de esos procesos psíquicos no entraña unas teorías implícitas que terminan por enriquecer nuestras capacidades de escucha en el campo de la clínica? (…) Sin querer 'aplicarles' un saber ya constituido, ¿no se invita al psicoanálisis a abrir más aún sus propias cuestiones al contacto con los elementos teóricos que transmiten las obras?, pp. 9-10.

32 Según Pujó, "Lacan no 'aplica' el psicoanálisis (…) como un instrumento de interpretación, sino que excursiona en él como un recorrido necesario a la elaboración de su experiencia como analista. Deja ver así una diferencia de perspectivas que no es menor y que tiene incluso su incidencia en la preferencia de aquellas disciplinas que tanto Freud como Lacan proponen, cada uno en su momento, como apropiadas a la formación de los analistas. En la coyuntura de la posible introducción del psicoanálisis en la Universidad, ambos imaginan una relación con otros saberes que no se interesa tanto en lo que el psicoanalista podría aprender de ellos, como en la singular transformación que la experiencia de su práctica les impondría; pero difieren, no obstante, y fuertemente, en cuanto al estatuto de los saberes a los cuales referir esa práctica y esa formación. (…) Esta diferencia de orientación prolonga y acentúa la mencionada divergencia respecto al sentido a dar a la noción de 'psicoanálisis aplicado'" Mario Pujó (2001), p. 39 (los destacados son míos).

33 Paul-Laurent Assoun (1992) [1988], p. 7.

 

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 21 - Julio 2005
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