Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Microchip bajo la piel
Angustia, sexualidad y muerte
Jorge Valladares Vaquero

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Los padres de Danielle quieren introducirle - o ya lo han hecho - un microchip bajo la piel. Emite una señal a través de telefonía móvil hasta llegar a un ordenador, cuyo programa, permite determinar la situación de esta niña de once años en todo momento.

Jacques Lacan, el psicoanalista, afirmaba que la ciencia actual se caracterizaba por crear nuevos objetos que cambian nuestra realidad en aspectos tan esenciales como la reproducción de la especie humana. Ciencia y producción de objetos de consumo avanzan imparablemente según las leyes de mercado. Mano invisible planteada por Adam Smith, que se encarga de todo. Sólo un problema: eso no piensa no valora. De ahí los comités de ética, al menos, para sopesar sus efectos sobre la vida. Ese Dios del mercado, esa creencia oculta e irracional, determinará en que queda el asunto del microchip vigilante. Veremos si se generalizar su uso, y, con qué fines. La vertiente de Foucault de "Vigilar y castigar" no está ausente y más allá de la frontera natural de la piel. El éxito comercial parece asegurado de 30 o 40 euros.

El hombre gris dice, con su sencillez televisiva, que la cosa es mucho más sencilla: un simple antirrobo.

Nada sabemos de los padres, pero podemos imaginarlos en el mejor de los casos; como se dice en el mejor escenario posible. Padres corrientes en la encrucijada normal de educar bien a su hija: quieren su bien.

Con el "bien" hay que andar con cuidado: los amos desde Hitler a Franco se presentan defendiendo su causa, quieren el bien de todos. En nombre del eje del bien, para todos, lo que se sigue haciendo es el mal. El "Soberano bien no existe". A unque aquí de lo que se trata es del bien particular de esta niña, no del bien de todos, sin embargo esta lógica no está excluida en el desarrollo del artilugio.

El bien educar es una apuesta incierta. Sigmund Freud, el psicoanalista, localizaba un Real, un imposible, en la educación: un límite. Tratándose de sujetos con su inconsciente no había dos iguales. Por ejemplo, un profesor dice en clase -para todos- "a estudiar; dentro de dos días examen". Hay algún alumno que no parará de hacerlo, otros no pararán de no estudiar, alguno no dormirá, otro tendrá náuseas por la mañana y vómitos, y otros pasaran de todo. Ciertamente no es indiferente el profesor que diga este "para todos". Cada niño, recibe lo dicho, en función de su estructura subjetiva. En este sentido no hay equiparación posible entre el chip antirrobo del coche y el chip antisecuestro de Danielle. No sabemos los efectos que esta decisión tendrá en la estabilidad subjetiva de Danielle. Sólo a posteriori podemos sabemos lo que ha sido traumático para un sujeto porque esto es del orden de lo particular.

¿Qué hacer para la buena educación de los hijos? Hágalo Vd., lo mejor posible y de una manera natural contestaba Ajuriaguerra, psiquiatra y amigo del psicoanálisis, cuando se le demandaba su saber en este punto. Lo que se juega en la educación de los hijos está entre estos dos polos: el Real como imposible y hacerlo de una manera natural, lo mejor que uno sepa y pueda. Por lo demás el resultado en términos de felicidad permanece indeterminado.

Y ¿el miedo?, y, ¿la angustia?, ante la posibilidad horrible del secuestro y asesinato de su hija como les ocurrió a las dos niñas inglesas: Holly y Jessica.

Dicen los padres: "Al igual que nosotros, Danielle, necesita saber que se encuentra en todo momento segura". Dicen: "Sé que nada es infalible al cien por cien a fin de protegerla". Quieren a su hija y quieren su seguridad.

Danielle de once años dice: "El microchip va a hacer que me sienta más segura…porque así sabré que mi mami va a saber en todo momento donde estoy". A los padres les da seguridad el saber donde está la niña, y a ésta, saber que los padres lo saben. Unidos por las ondas de telefonía móvil. La angustia es por la separación. Como la madre que no quiere perder de vista a su hija: no le quita el ojo de encima, por si le pasa algo.

Nadie puede negar esta angustia de los padres. Es particular y enlazada a su propia historia. Se pueden utilizar estadísticas para convencerlos, razonamientos cognitivos, pero el resultado final es del tipo: sí ya lo sé pero me angustia esta posibilidad. La angustia no se discute. Es un afecto que no engaña, dice Jacques Lacan, y apunta a lo Real.

No se discute, pero: se trata.

También está el miedo a las violaciones a los abusos sexuales, que la niña pueda sufrir, ¿cómo es posible que esto pueda ocurrir? Lo Real de la sexualidad, ese imposible también nos sorprende en su aspecto de perversión y sadismo, muchas veces en personas bien educadas y con convicciones morales profundas. Salta a las pantallas cada dos por tres. Ese Real es ineducable. Pero tratable.

¿Y la muerte, el asesinato? Otro nombre de lo Real que habita en la naturaleza humana, que no sólo incumbe a Eros sino de Tánatos. Pulsiones ante las que la cultura establece sus canalizaciones y sus diques.

Es el tratamiento de este Real – educación, muerte, sexualidad- que habita la naturaleza humana lo que está en cuestión. El chip es la manifestación de su elección: un objeto de consumo, para tratarlo, que pronto resulta inadecuado y así otro y otro…Lo mismo que en el terreno del deseo ni siquiera hay tiempo para la pregunta ¿Qué deseo?, el mercado nos ofrece el objeto y nos lo hace deseable, y así vamos gozando a pedacitos. Unos más que otros. Pero la pregunta primordial insiste ¿Qué lo originó?

Por otra parte nuestra época ¿qué hace con ese Real?: lo imaginariza lo fantasmiza, crea una nueva realidad donde la verdad no cuenta. Discurso uniforme. Muerte y sexo televisado. Guerra aséptica del bien contra el mal a la hora del café. La guerra que viene: ¿a qué hora la ponen? Anorexia de lo simbólico y del análisis, bulimia de la imagen que impide el intercambio en cuanto el televisor se pone en marcha. Dominio de lo virtual. Goce de asomarse a lo Real por intermedio de la televisión hasta que estalla en casa el 11 de Septiembre, punto cero de significación, después: los discursos para poder dar cuenta. ¿Cómo fue posible?

A todo sujeto le incumbe ese Real aunque lo desplace al extraño, a la manera de: eso les pasa a los otros; es extranjero; es de otra raza, es otro país, otra cultura.

Una llamada a una nueva Ilustración no estaría mal; o a la a la política en su sentido más noble y no al servicio de las multinacionales. También a la literatura, la historia y el arte. ¿Y por qué no?, a Porto Alegre. Desde luego, mientras hablamos al menos no nos matamos. Último siglo: dos guerras mundiales; campos de concentración; hace poco Yugoslavia y Afganistán. La guerra que viene que ya está ahí.

Sigmund Freud no era escéptico aunque sí, algo pesimista, lo que no le impidió tratar el sufrimiento humano durante toda su vida. Le decía a Oskar Pfister pastor- analista: tú optimismo es una ilusión, mi pesimismo, una constatación.

La opción del psicoanálisis es el tratamiento de lo Real por lo simbólico, por la palabra en el dispositivo analítico, de uno por uno. Pero también como hicieron Freud y Lacan le incumbe reflexionar sobre la época que le toca vivir.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 16 - Diciembre 2002
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