Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
¡Dejad que los niños vengan a mí!
Iglesia, pedofilia, celibato, homosexualidad y explotación infantil
Luis Oviedo

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La catarata de acusaciones de abuso sexual de menores, niños y niñas, por parte de cientos de sacerdotes que estaban a cargo de su cuidado, protección y educación, ha desatado una crisis explosiva en la Iglesia, no sólo en los Estados Unidos, de donde provienen las denuncias, sino también a escala mundial, como lo prueba la directa intervención del Papa Woijtyla en el asunto.

Se trata de una crisis de fondo, porque pone en evidencia una profunda e insuperable descomposición moral en una institución que se presenta como la "reserva" de nuestra sociedad y hasta como su árbitro absoluto en este campo. Más grave todavía, la crisis involucra las relaciones de los sacerdotes y la jerarquía eclesiástica con los niños y jóvenes; es sabido que la Iglesia se atribuye el derecho de sentar las normas y las reglas de la educación, es decir de la formación moral y política de la juventud.

El objetivo de este trabajo es pasar revista a algunas de las cuestiones planteadas por la crisis que estalló en enero de este año en la Iglesia norteamericana, que se ha extendido como una mancha de aceite por todo el mundo, y que está muy lejos de haber tocado fondo.

La conclusión a la que se arriba es que esta descomposición política y moral que aparece con tanta claridad en la jerarquía de la Iglesia Católica, es una expresión concentrada de una descomposición más amplia y general, que abarca a un conjunto de instituciones (desde la justicia a la ONU), y que está ineludiblemente asociada al agotamiento histórico del régimen social al que sirven, el régimen social capitalista.

La envergadura del problema

Para comprender el alcance y el significado de la crisis que enfrenta la Iglesia, importa establecer, en primer lugar, las dimensiones de las prácticas pedofílicas en su seno. También aquí, la cantidad se transforma en calidad.

Según la prensa norteamericana, más de 2.000 sacerdotes han sido acusados de abuso sexual de los menores puestos a su cuidado; una decena de ellos ha sido condenado a penas de cárcel, en cada uno de los casos, por cientos de estos delitos. Tres obispos han sido obligados a renunciar después de haber reconocido sus prácticas pedófilas. Dos sacerdotes fueron encarcelados por integrar redes de pornografía infantil. Varias decenas de sacerdotes han sido acusados de haber obligado a practicar abortos a jóvenes a las que habían violado.

La Red de sobrevivientes de los abusados por los sacerdotes (SNAP, su sigla en inglés), que agrupa a las víctimas, tiene más de 4.000 miembros inscriptos en 25 ciudades. El número de miembros del grupo, formado hace ya once años, "está creciendo explosivamente".1

La impresionante suma de 1.000 millones de dólares que habría gastado hasta hoy la Iglesia norteamericana para llegar a "acuerdos extrajudiciales" que impidan las denuncias penales de las víctimas, pone en evidencia la extensión de las prácticas pedófilas en el seno de la Iglesia norteamericana. La cifra, sin embargo, podría ser mucho mayor ya que los montos efectivamente pagados se mantienen en secreto.

Refiriéndose a la dimensión alcanzada por estas prácticas criminales, un diario norteamericano no puede dejar de sorprenderse por el "abrumador número de depredadores sexuales que la Iglesia alberga en sus filas".2

Detrás de los muros de las parroquias, las sacristías y los seminarios, e incluso –según testimonios– en los confesionarios y al pie de los altares, estos crímenes se han venido co metiendo durante décadas. El sacerdote Paul Shanley, de la diócesis de Boston, ha sido encarcelado por cometer ¡m ás de 200 abusos contra menores a lo largo de más de treinta años! Algunas de las denuncias han sido formuladas por adultos de 30/40 años, que fueron violados en su infancia o en su adolescencia.

Inesperadamente, un diario financiero británico proporciona la demostración más acabada de la antigüedad y la extensión de las prácticas pedófilas en el seno de la Iglesia norteamericana. Informa que, ya en 1985, las principales aseguradoras de los Estados Unidos y Gran Bretaña anunciaron a la Curia norteamericana que "dejarían de cubrir los riesgos derivados de los juicios en que sacerdotes fueran acusados de abusos sexuales por sus feligreses".3

Los cálculos actuariales, en los que se apoyan las compañías de seguros para evaluar la conveniencia o no de asegurar determinados "riesgos", y el costo que deben cobrar por ellos, se basan en informaciones estadísticas que abarcan períodos no menores a 30 años. Es decir, que hace ya diecisiete a ños, las grandes aseguradoras norteamericanas y británicas, basándose en la información recogida durante los anteriores 30 ó 50 años, habían llegado a la conclusión irrefutable de que el número de abusos sexuales en la Iglesia era tan elevado que cubrir los riegos de las demandas de los feligreses (una parte mínima de las efectivamente ocurridas) era un "mal negocio". Si tomamos en cuenta que ninguna de esas compañías dejó de asegurar a los propietarios de automóviles contra la eventualidad de un choque o de un accidente, se llega a la conclusión de que las prácticas pedofílicas en el seno de la Iglesia Católica norteamericana, en un período que abarca por los menos el último medio siglo, son más comunes que los choques de automóviles...

Cuando en un grupo social determinado, en este caso la Iglesia, una práctica adquiere tal extensión y se desarrolla durante un período tan prolongado, nadie puede pretender que se trate de una "anomalía" o de "casos individuales "; al contrario, es una conducta socialmente aceptada dentro de ese grupo, aun cuando no todos sus miembros la practiquen. De la pedofilia en la Iglesia puede decirse lo mismo que de la corrupción en la Policía: no necesariamente todos los policías la practican, pero todos "conviven" con ella sin el menor cargo de conciencia.

Pero cuando conductas socialmente aceptadas dentro de una organización determinada están en contradicción tan abierta y flagrante con las que acepta la sociedad en su conjunto; cuando una conducta que una organización juzga como "normal", es considerada por la sociedad como un crimen abominable, la conclusión ineludible es que se trata de un grupo social ajeno y hostil a la sociedad; más específicamente, se trata de un grupo definidamente antisocial.4

Para decirlo más claramente: la evidencia recogida demuestra que la violación de niños y niñas por parte de los sacerdotes es una conducta socialmente aceptada en la cúpula de la Iglesia. Que esa aceptación no sea pública y manifiesta no cambia para nada las cosas; sólo pone de manifiesto la conciencia de la Curia del carácter criminal de las reglas, no escritas, con que se maneja.

Encubrimiento

Lo que ha convertido el escándalo de la pedofilia en una verdadera crisis de fondo no es sólo su envergadura y su antigüedad; es por sobre todo la complicidad y la protección –integral, sistemática, y organizada– que le ha brindado la jerarquía eclesiástica a los "depredadores sexuales" que nutren sus filas.

La Curia mantuvo en secreto las acusaciones y violó las leyes federales al no denunciar crí menes contra menores. Cuando las víctimas se dirigieron por su propia cuenta a la justicia, la Curia se negó a entregar a los jueces la documentación y los antecedentes requeridos. Muchos de los archivos y registros fueron destruidos.

La Curia norteamericana creó un "fondo financiero" para llegar a "acuerdos extrajudiciales" con las víctimas e impedir de esta manera que las acusaciones llegaran a los tribunales, es decir para evitar que los violadores fuera castigados. No deja de ser ilustrativo que ese "fondo" fuera constituido con dinero proveniente de las donaciones de los feligreses, es decir de las víctimas efectivas o potenciales de las prácticas pedofílicas.5

Durante años, la Curia norteamericana desarrolló una política de encubrimiento e impunidad, uno de cuyos ejes era la transferencia de parroquia a parroquia, y de diócesis a diócesis, de los curas acusados de pedofilia para impedir que fueran castigados. La prensa norteamericana ha publicado "cartas de recomendación" del cardenal Law, cabeza de la Iglesia Católica norteamericana y obispo de Boston, en cuya diócesis se produjeron infinidad de abusos, en las que recomienda a otros obispos a reconocidos pedófilos como el ya mencionado Shanley. La documentación muestra que Law estaba perfectamente al tanto de estos abusos y que mintió conscientemente para ocultarlos.6 Tan extendida era esta práctica de trasladar a los pedófilos para impedir que fueran castigados que incluso se había acuñado un término para definirla: se la llamaba "pasar la basura" 7...

Este encubrimiento de los pedófilos llegó a tal extremo que el padre John Geogan fue "reasignado" varias veces, a pesar de haber sido sometido a tratamientos en 1989 y 1995 y de que se lo diagnosticara como un "homosexual pedófilo de alto riesgo". Geogan reincidió en cada una de sus reasignaciones; actualmente está preso tras habérsele comprobado más de 130 abusos y violaciones.8

La práctica de las transferencias y otras tácticas para impedir, primero la publicidad de los crímenes y luego el castigo de los criminales, fueron aprobadas por una Comisión "ad hoc" establecida por la Curia. Ahora, esta Comisión está bajo fuego porque tres de sus cinco miembros han sido acusados de "pasar la basura" de sus propias jurisdicciones a otras.

La Curia organizó sistemáticamente el encubrimiento y no dudó en utilizar todos los recursos estatales y materiales a su alcance. En 1990, "hablando ante la Sociedad de Ley Canónica del Medio Oeste, el obispo auxiliar de Cleveland James Quinn aconsejó a los líderes de la Iglesia 'purgar esos archivos (por abuso sexual) y destruir todas las cartas anónimas con acusaciones de inconducta'. Los más explosivos de esos archivos, aconsejó Quinn, deben ser entregados a la nunciatura papal, que tiene inmunidad diplomática. 'Los archivos personales comunes, dijo Quinn, 'no deben contener documentación relacionada con un posible comportamiento criminal'...".9

Ahora, que estalló la crisis, "los teólogos intentan explicar el encubrimiento (...) de repetidos casos de abuso sexual y la reasignación de los sacerdotes abusadores a otras parroquias, con otros niños".10 La tarea es cuesta arriba: la idea "central a la concepción católica" de que "ningún pecador es irredimible" jamás podría justificar que ese "pecador" (abusador) fuera ocultado de la justicia ni, mucho menos, que fuera reasignado a otra parroquia para cometer nuevos "pecados" (delitos).

La actividad criminal de la Curia es tan manifiesta que los fiscales de varios Estados norteamericanos están dirigiendo sus investigaciones hacia su política de encubrimiento; concretamente, por la violación de las leyes estatales que obligan a informar a la justicia las sospechas de casos de abuso de menores, lo que incluye por cierto el abuso sexual. La Curia no sólo tenía "sospechas" sino casos efectivamente probados que no denunció; má s grave todavía, se negó a entregar sus registros a la justicia cuando le fueron requeridos. Ante las evidencias de complicidad y encubrimiento, Jeffrey Anderson, abogado que llevó adelante cientos de casos contra funcionarios de la Iglesia en representación de víctimas de abuso sexual, declaró hace poco que "me sorprendería si no vemos acusaciones criminales contra dirigentes o supervisores de la Iglesia en los próximos sesenta días".11

La complicidad de la cúpula de la Iglesia Católica norteamericana confirma y amplía lo que se ha dicho más arriba: la violación de niños y niñas por parte de los sacerdotes no sólo es una práctica socialmente aceptada dentro de la Iglesia; es, además, y por sobre todo, una práctica protegida por una cúpula que cuenta con un inmenso poder "terrenal".

"¡Qué se vayan todos!"

La avalancha de denuncias y la evidencia de que la jerarquía eclesiástica fue cómplice activa y hasta la pieza clave de las actividades pedofílicas en la Iglesia (sin esta complicidad, no podría haber habido jamás tal extensi ón y perdurabilidad de estos crímenes), ha puesto en estado de "shock" a los feligreses norteamericanos. No es para menos, son sus hijos y nietos los que están en riesgo directo de ser atacados por los "depredadores sexuales" de sotana.

Poco a poco, del "shock" fue emergiendo un reclamo que se ha generalizado: "¡Qué se vayan todos los responsables del encubrimiento!". Distintas encuestas entre los feligreses católicos norteamericanos coinciden en señalar que el 70% reclama el alejamiento inmediato de todos los obispos culpables de encubrir o tolerar prácticas pedófilas.12

Los índices de rechazo son todavía mayores en el caso del cardenal Law, obispo de Boston. Allí ha comenzado una "resistencia activa" a la continuidad de este reconocido encubridor: los estudiantes de diferentes colegios católicos de la ciudad han rechazado su presencia en actividades en sus escuelas; cada domingo que Law oficia misa, se organizan manifestaciones en la puerta de la catedral, verdaderos "escraches", para reclamar su renuncia.

"El domingo pasado en la catedral, cuando el cardenal subió al púlpito para su homilía, alrededor de 50 manifestantes católicos se reunían afuera bajo la lluvia. Mostraban carteles que no hace mucho hubieran sido alarmantes en esta comunidad predominantemente irlandesa, donde la fidelidad a la jerarquía católica fue inculcada en la cultura inmigrante. ‘Law debe irse’ dice un cartel. ‘Fuera el cardenal’ dice otro. ‘No tiene la confianza de su grey. Vergüenza’ otro más allá".13 Una foto publicada en el diario británico Financial Times muestra una de estas manifestaciones; en ella se ven carteles hechos a mano (como los de nuestros cacerolazos) en los que se lee: "Conspirador"; "¿Estarán seguros los chicos en la Iglesia?" y, muy notoriamente, "Law: vos sos tan culpable como los sacerdotes que lo hicieron".14

Lo que estas manifestaciones han puesto nuevamente en evidencia es el carácter visceralmente antidemocrático, esencialmente feudal, de la Iglesia, en la cual las aspiraciones y los reclamos del "pueblo católico" no tienen ninguna importancia ni peso. "El cardenal cree que la sabiduría y la autoridad religiosas no provienen de los feligreses en los bancos de la iglesia sino de Dios y del Vaticano (...) Law recibe sus órdenes de Roma, ‘no de esa gente que piensa que todo es una democracia’...".15

Por qué intervino el Vaticano

La convocatoria de los cardenales norteamericanos a una "reunión de urgencia" con el Papa Woijtyla en el Vaticano convirtió el escándalo del abuso sexual de menores de la Iglesia norteamericana en una "cuestión de Estado".

La directa intervención del Vaticano, sin embargo, fue una sorpresa: a pesar de que las acusaciones sobre curas y obispos pedófilos se extienden mucho más allá de las fronteras norteamericanas, nunca el papa Woijtyla realizó la mínima intervención. Hay cientos de denuncias contra curas y obispos en Italia, Polonia, Irlanda, Francia, Canadá, Austria, Alemania, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelandia. "En Irlanda, uno de los bastiones tradicionales del catolicismo, la amarga historia de abusos, negaciones, colusión y revelaciones han estado en las primeras planas en las ú ltimas semanas (...) Las encuestas de opinión muestran que la grey del cardenal Conell de Dublin quieren que siga el mismo camino de uno de sus más conocidos colegas irlandeses, el obispo Brendan Comiskey, de Ferns, que renunció el 1º de abril".16 "En Africa, un continente crucial para el futuro desarrollo de la Iglesia, católicos preocupados han revelado el extendido abuso sexual de monjas por parte de los sacerdotes".17

Incluso, en toda una primera etapa, cuando las acusaciones se acumulaban, "el Papa guardó silencio ante el escándalo sexual" en los Estados Unidos.18 Pero, llegado un determinado punto, el Vaticano llegó a la conclusión de que el escándalo norteamericano era mucho más serio para el futuro de la Iglesia que, por ejemplo, el colapso de la confianza pública en la Iglesia irlandesa o canadiense.

¿Qué es lo que convierte a la crisis pedófila en los Estados Unidos en algo tan relevante que obliga a una directa intervención del Vaticano?

Fintan O'Toole, columnista del Irish Times, arriesga dos hipótesis.

La primera es que la Iglesia Católica norteamericana, a diferencia de las de Italia, Polonia o Irlanda, tiene una fuerte "competencia" de las iglesias protestantes. Esto "le da al Vaticano una buena razón para temer que las consecuencias de una rebelión contra la jerarquía podría ser mucho más profunda en Estados Unidos que en cualquier otro lugar. En Europa, los católicos desilusionados tienden a alejarse de la Iglesia. Simplemente, dejan de ir a misa. La Iglesia, por supuesto, deplora su ausencia y reza por su retorno. La Iglesia, sin embargo, no está gravemente amenazada. Si el resultado es que la jerarquía gobierne sobre una grey más ortodoxa y más obediente, el golpe es amortiguado por la perspectiva de una vida más tranquila para los dirigentes de la Iglesia".19 En Estados Unidos, en cambio, muchos de esos creyentes desilusionados podrían irse, con sus diezmos y aportes dominicales, a las iglesias protestantes. Esto sí, dice, O’Toole, es una amenaza para la Iglesia.

La otra razón de la intervención vaticana es, para el columnista del Irish Times, puramente financiera. A pesar de que los católicos norteamericanos representan sólo el 6% de la población católica mundial, la Iglesia norteamericana es clave porque, en una gran medida, es la "caja" del Vaticano: "ahora y en las décadas por venir, la salud (financiera) de la Iglesia depende mucho más de Boston o de Chicago que de Dublin o Belfast".20

La amenaza financiera no es algo del futuro hipotético sino, claramente, una amenaza real y actual: "Varios influyentes líderes de la comunidad de los negocios que son grandes recaudadores de fondos para la Iglesia de Boston, incluyendo a Thomas O’Neill III, hijo de un antiguo presidente de la Cámara de Diputados, y David D’Alessandro, presidente de Hancock Financial Services, reclamaron la renuncia del cardenal Law".21 Poco después, "en una resolución sin precedentes", el consejo financiero de la diócesis de Boston (dominado por estos "grandes recaudadores de fondos"), rechazó el pedido de fondos por más de 30 millones que Law había acordado pagar a las 86 víctimas del pedófilo Geoghan, ahora preso. Al mismo tiempo, en el municipio de Lowell, la parroquia local anunció que no participaría en dos campañas de recolección de fondos para la arquidiócesis, una decisión que fue interpretada como el anticipado reconocimiento de que los fieles no aportarían fondos.22

Permítaseme agregar otros dos factores, de extrema importancia, que explican las razones que llevaron al Vaticano a intervenir directamente en la crisis de la Iglesia norteamericana.

El primero es que el escándalo amenaza arruinar uno de los más preciados objetivos estratégicos de la Iglesia: la monopolización de la educación.

En los Estados Unidos, la Iglesia ha progresado notoriamente en este terreno, tanto en el aspecto de la matrícula de los colegios católicos como en los contenidos de los programas educativos. Este "progreso" ha sido paralelo al retroceso general de la educación en los Estados Unidos: el desempeño de los alumnos estadounidenses está entre los peores de los llamados "países industrializados" e incluso por debajo de naciones pobres de los "países periféricos"; los alumnos de la secundaria no logran responder satisfactoriamente las evaluaciones de lengua y matemáticas utilizadas mundialmente para medir el nivel de aprendizaje.

En cuanto a los contenidos educativos, "un estudio publicado en Scientific American revela que la doctrina del ‘creacionismo’ –que sostiene que los orígenes de la Humanidad y de la Tierra son recientes y divinos– se difunde a un ritmo espeluznante en la nación más tecnológica del mundo. Los Estados restringen la enseñanza de la teoría de la evolución en las escuelas".23 Otra manifestación es la introducción del estudio de la Biblia en Ciencias Sociales. Para importantes círculos académicos, científicos e intelectuales, la dominación clerical de los contenidos educativos abre el peligro de un gran retroceso histórico del conocimiento con consecuencias inusitadas; temen que la enseñanza científica y cultural sea sustituida por la enseñanza dogmática y eso constituya una hipoteca imposible de levantar, que incluso podría atentar contra la supremacía tecnológica (es decir, económica y militar) de los Estados Unidos.

La matrícula de las escuelas católicas, a su vez, ha crecido de la mano de los planes de privatización de la educación, como el llamado sistema "voucher". En este sistema, el Estado deja de financiar la educación pública para entregarle a los padres de los alumnos un subsidio para que inscriban a sus hijos en la escuela de su elección. Bajo el "voucher", en el cual todas las escuelas –privadas y estatales– son pagas, el crecimiento de las escuelas religiosas ha sido espectacular: en Cleveland, ciudad que fue elegida para realizar una "prueba piloto" del sistema, el 96% de los chicos incluidos en el programa pasó a escuelas religiosas. Esto ha despertado una importante oposición, encabezada por los sindicatos, que denuncia que el uso del dinero público para financiar escuelas confesionales viola la norma constitucional que establece la separación entre la Iglesia y el Estado.

Pero no se trata sólo de los Estados Unidos. El sistema "voucher" ya está siendo "exportado" a los países "periféricos": en Argentina, Adolfo Rodríguez Saá lo implantó en San Luis con el nombre de "escuelas charter"; los docentes puntanos, que denunciaron su objetivo privatista, lo rebautizaron como "escuelas chatarra"...

Este enorme "paquete" financiero, político y cultural ha sido puesto en cuestión por el escándalo de la pedofilia. ¿Quién va a poner a sus hijos en manos de una organización en la cual el porcentaje de pedófilos es inmensamente superior al promedio de la sociedad?

Pero hay otro motivo adicional. El Vaticano intervino, además, para defender de una manera integral a la cúpula que había tolerado y encubierto la pedofilia, y en primer lugar al obispo de Boston, el cardenal Law, un aliado cercano de Woijtyla. El Vaticano "quiere impedir la renuncia de Law (porque) teme que si la presión popular fuerza su renuncia, los rebeldes no se detendrán con él y reclamarán la destitución de otros obispos leales al Papa".24

La "reunión de emergencia" tuvo como objetivo, entre otros, liquidar el reclamo de "¡que se vayan todos!" que se extiende entre los católicos norteamericanos, es decir para asegurar que ninguna influencia "democrática" se filtre en la pesada estructura feudal de la Iglesia. La Iglesia ha tardado más de quinientos años en reconocer que Galileo tenía razón, pero todavía no se ha dado por enterada que la época de los señores feudales ha concluido hace más de cinco siglos.

Woijtyla: punto final y obediencia debida

La intervención directa del Vaticano fue vista por algunos observadores nada más que como "un ejercicio de relaciones públicas (...) para hacer ver que el Papa se ocupa".25 Pero las intenciones del Papa Woijtyla fueron mucho más allá de una simple operación publicitaria. El Vaticano intervino para ponerle un "punto final" al asunto.

Algunos medios han señalado que "el Papa ha condenado sin reservas a los sacerdotes pedófilos".26 ¿Podía hacer otra cosa en público? Lo que importa, en este caso, no son las "declaraciones de prensa" sino los debates y las resoluciones adoptadas y, sobre todo, la política que adoptó la Iglesia norteamericana inmediatamente después del cónclave con Woijtyla. .

En primer lugar, los obispos norteamericanos fueron reprendidos en la Santa Sede por su "falta de discreción", por haber reconocido la existencia de abusos sexuales y por entregado, contra expresas órdenes del Vaticano, los nombres de los pedófilos a la justicia. "Altos funcionarios vaticanos desaprueban la manera en que los obispos norteamericanos dan a publicidad las acusaciones y aceptan públicamente haberse manejado mal".27

El propio Woijtyla intervino personalmente para impedir que se impusiera la política de "tolerancia cero" que muchos reclamaban.28 Al contrario, el cónclave de los cardenales norteamericanos con el Papa resolvió que los curas pedófilos serán separados sólo cuando el hecho sea "establecido, notorio y reiterado"29 ... lo que significa, ni más ni menos, que autorizar los abusos "discretos". En otras palabras, el Vaticano no castiga la pedofilia sino el escándalo.

"Algunos altos prelados vaticanos están preocupados de que los obispos norteamericanos, llevados por la crisis, sean muy rápidos para suspender o expulsar a los curas acusados o sospechosos".30 Esta norma "tolerante" con los criminales será aplicada solamente a los casos futuros; a los dos mil acusados actuales, el Vaticano les recomienda " penitencia y arrepentimiento"... es decir, que les garantiza la impunidad.

Mano dura

El contenido exacto de las deliberaciones y resoluciones de la "cumbre" de los cardenales norteamericanos con el Papa pudo verse a pocas horas del regreso de los primeros a los Estados Unidos. Desde ese momento, la Iglesia cambió radicalmente su estrategia jurídica: "la litigación agresiva a reemplazado a los acuerdos silenciosos".31

Veamos un ejemplo de las "tácticas agresivas" que han comenzado a usar los abogados de la Curia después del retorno de los cardenales: "Hace dieciocho meses, ella demandó a la Iglesia Católica de Hawai después de que el sacristán de la parroquia que entrenó a su hijo como monaguillo se reconoció culpable de haberlo molestado. Asumiendo que la Iglesia llegaría a un acuerdo extrajudicial antes de que el caso llegara a juicio, esta madre soltera de 41 añ os quedó consternada cuando la diócesis le inició una demanda acusándola de irresponsabilidad por haber permitido que sus hijos, de 7 y 10 años, durmieran en la sacristía. La acusación de la Iglesia también hacía notar que, posteriormente, el mayor de los chicos asaltó sexualmente a su hermano".32

La nueva estrategia legal de la Iglesia, "muscular" y "agresiva", basada en la contratación de prestigiosas firmas de abogados y detectives privados, se apoya en la investigación de la vida de los acusadores, en la búsqueda de "antecedentes" de las víctimas que permitan poner en duda la responsabilidad de los agresores; en la cerrada negativa a entregar la documentación que incrimina a los sacerdotes (la que no hubiera sido destruida o enviada a la nunciatura vaticana, según los ya citados "consejos" del obispo James Quinn); y, desarrollar nuevas tácticas para reducir sustancialmente el monto de las indemnizaciones. Otra "táctica" muy utilizada en los casos, numerosos, en que los acusadores son personas mayores que acusan a sacerdotes por abusos cometidos hace ya muchos años es dilatar los juicios; así la Iglesia espera el vencimiento del plazo por cual alguien puede ser condenado por un crimen cometido en el pasado.

No está demás recordar aquí que una de las críticas que escucharon los cardenales en el Vaticano fue haber reconocido los abusos y haber entregado documentación a la justica. Por orden del Vaticano, se terminó la "condescendencia" con las víctimas.

Para Erwin Chemerinsky, profesor de leyes en la Universidad del Sur de California, al mostrar que está dispuesta a litigar muy agresivamente, exponiendo en público la vida privada de los niños abusados, "está disuadiendo a otros de seguir adelante con sus demandas".33 Es decir, está aterrorizando a las víctimas, lo que constituye una segunda violación, agravada.

Para hacer más fuerte la "disuasión", los funcionarios de la Iglesia "están poniendo a las víctimas ante el ultimátum de aceptar una compensación muy reducida o ir a juicio (donde se ventilará públicamente toda su vida privada) y quizás perder. La Iglesia espera claramente sacar ventaja de una ley de Massachusetts que limita la responsabilidad civil de las organizaciones de caridad a 20.000 dólares".34

Se trata, por cierto, de una estrategia de "alto riesgo". En el cuadro actual, dice Chemerinsky, "si pierden, será un desastre para la Iglesia".35

"Penitencia y arrepentimiento" para los violadores del pasado; tolerancia para los violadores "discretos" del futuro; mano dura con las víctimas. Está claro porque el principal encubridor de la Iglesia norteamericana, el cardenal Law de Boston, declaró a su regreso de Roma que esta "reconfortado por la reunión en el Vaticano".36

Iglesia y Estado

La Iglesia califica la pedofilia como un pecado; el abuso sexual de menores, sin embargo, es mucho más que un "pecado", como mentir en confesión o comulgar sin confesión. Antes que un "pecado", la pedofilia es un crimen penado por el Código Penal.

La negativa de la jerarquía eclesiástica a denunciar los casos de curas pedófilos, a abrir sus archivos a la justicia y a proporcionar los nombres de los sospechosos, es una manifestación de que la Iglesia desconoce las leyes y la autoridad del Estado, a las que antepone sus propias leyes y la preservación de su organización y privilegios.

El escándalo de la pedofilia revela hasta qué punto la Iglesia se considera un "Estado dentro del Estado ", no sujeto a ningún control social y hasta un cuerpo extraño a la sociedad. La Iglesia no se considera sometida a las leyes civiles sino a sus propias leyes, emanadas de una organización jerárquica, secreta, cerrada, antidemocrática y encabezada por una potencia –el Vaticano– que desconoce la soberanía de los otros Estados en las cuestiones atinentes a la Iglesia.

Finalmente, cuando los obispos norteamericanos encubrieron a los pedófilos y se negaron a entregar sus nombres a la justicia, no estaban haciendo más que seguir al pie de la letra las órdenes del propio Papa: "El año pasado, el Vaticano ordenó que las acusaciones de abuso sexual fueran tratadas en secreto ante la Congregación de la Doctrina de la Fe, antiguamente conocida como la Inquisición". 37

Celibato y homosexualidad

En algunos círculos católicos "progresistas", se afirma que la causa de las prácticas pedofílicas de los curas es el celibato. Para impedir la repetición de estos hechos, dicen, debería permitirse que los sacerdotes pudieran contraer matrimonio y llevar adelante una vida "normal".

El celibato fue impuesto en el siglo X, no en defensa de la supuesta "pureza" de los clérigos sino de propiedad territorial y el poder político de la Iglesia. Fue establecido para impedir que los más altos dignatarios de la Iglesia de la época, grandes señores feudales, pudieran transferir las propiedades de la Iglesia en favor de sus hijos, una costumbre común en aquellos tiempos que "debilitaba" el poder "terrenal" del Papado. Bien entendido, en sus ra íces históricas y sociales, el celibato se refiere no a la imposibilidad de que los sacerdotes mantengan relaciones sexuales (algo tan común ahora como en la época de las Cruzadas) sino al hecho de que tengan hijos reconocidos a los que puedan transferir propiedades eclesiásticas.

Los "reformadores" argumentan, no sin razón, que el desarrollo del régimen de propiedad bajo el capitalismo permitiría abandonar el celibato sin poner en peligro la propiedad de la Iglesia. Efectivamente, los cardenales y obispos ya no serían considerados como los dueños directos de esta propiedad sino como sus administradores (gerentes), de la misma forma y con las mismas limitaciones de los gerentes de las grandes corporaciones, administran el capital de los accionistas. Por más poder que tenga sobre los bienes de una corporación, ningún gerente puede transferirlos a sus hijos ya que, en definitiva, no son sus propietarios sino simples asalariados, aunque muy bien pagos por cierto.

¿El celibato es la causa de la pedofilia? La respuesta es rotundamente no. Por cierto que el celibato es una completa aberración de la conducta humana pero no es la causa de la pedofilia: no es una novedad que miles de curas y monjas rompen todos los días las normas del celibato pero lo hacen con personas adultas, no con niños.

De hecho, es posible afirmar que el celibato no existe, como tal, en el seno de la Iglesia: "El concubinato y la homosexualidad de los sacerdotes son fenómenos hoy reconocidos por las jerarquías más o menos resignadas. En los Estados Unidos, sólo un sacerdote de dos cumpliría plenamente las normas del celibato. En un país africano como Zimbawe, teniendo en cuenta el escaso número de sacerdotes célibes, el nuncio apostólico (embajador del Vaticano) se declaraba recientemente incapaz de proponer a Roma los nombres de los futuros obispos. El teólogo alemán Eugen Drewermann escandalizó cuando aseguró que en Alemania dos de cada tres sacerdotes vivían en concubinato".38 En todos estos países se registraron casos de pedofilia y abuso sexual por parte de los sacerdotes; en ningún caso, la "laxitud" del cumplimiento de las normas acerca del celibato impidió que los sacerdotes consumaran decenas de violaciones y abusos sexuales.

Por otro lado, fuera de la Iglesia existen pedófilos que no han sido llevados a esas prá cticas por el celibato. "Los especialistas aseguran que nada permite afirmar que la derogación de esta regla haría disminuir los abusos sexuales de los sacerdotes. Apoyándose en estadísticas que muestran que la mitad de alrededor de cinco mil casos de incestos u otros abusos sexuales de menores registrados por año en Francia provienen del interior de la propia familia (padres o compañeros de la madre), el sacerdote y sicoanalista Tony Anatrella asegura que "el matrimonio jamás tuvo una función terapéutica para curar las tendencias sexuales desviadas de un individuo".39

Adjudicar la pedofilia al celibato significa, por sobre todo, diluir detrás de una nebulosa las personales responsabilidades criminales de los curas abusadores y de los obispos que los encubrieron: los curas no serían criminalmente responsables de sus actos ya que estarían obligados, por las normas de la Iglesia, a seguir prácticas que conducen a la pedofilia. Que la cuestión del celibato constituye un "chivo expiatorio" lo revela un hecho: ¿cómo podría "explicarse" que la prohibición mantener relaciones sexuales lleve a la Curia a proteger y encubrir a los violadores de niños?

Pero incluso los que reconocen que el celibato no es la causa directa de la pedofilia, afirman que, indirectamente, es responsable de la crisis actual. ¿Por qué? Porque como consecuencia del celibato, sostienen, en las últimas décadas, el número de ordenamientos religiosos en los Estados Unidos ha caído un 75%; al mismo tiempo, un promedio de 1.200 sacerdotes abandona anualmente la Iglesia, la mayoría de ellos para contraer matrimonio. La Iglesia, en consecuencia, se est á quedando sin "personal". En los Estados Unidos, el número de sacerdotes ha caído de 60.000 a 33.000 en las últimas cuatro décadas.40

Las normas de admisión y permanencia en la Iglesia, dice el investigador Jason Berry, se han relajado drásticamente y "crece la proporción de sacerdotes homosexuales (...) Como escribió el reverendo Andrew Greeley en 1989, ‘sacerdotes declaradamente homosexuales activos (es decir, no célibes) son ordenados, transferidos y promovidos. Redes nacionales de sacerdotes homosexuales activos (muchos de ellos administradores de las parroquias) son toleradas. Los pedófilos son reasignados’. (...) El sacerdocio se está convirtiendo de una manera creciente en una profesión de homosexuales".41

Más allá de la veracidad de esta descripción, el argumento es falso. Tampoco la homosexualidad es la causa de la pedofilia, como lo prueba el hecho de que muchos sacerdotes están acusados de abusar de niñas, no de niños. Según algunos investigadores, "si todos los casos que involucran niñas fueran denunciados, su número superaría al de los niños".42 Por otro lado, los estudios clínicos muestran que no es posible establecer una relación entre homosexualidad y pedofilia ya que "no existe una mayor proporción de pedó filos entre los homosexuales que entre los heterosexuales".43

Equiparar la homosexualidad con la pedofilia es un planteo acabadamente reaccionario porque significa convertir a la homosexualidad –una manifestación del derecho al libre ejercicio de la sexualidad– en un crimen.

Crisis ideológica

Para bien o para mal, según los intereses de quien lo mire, la crisis que estalló en la Iglesia norteamericana no vino sola. Pocas semanas antes de que comenzara la catarata de denuncias contra los curas abusadores, Estados Unidos se vio conmovida por un gran escándalo financiero: la quiebra del pulpo Enron. Desde entonces, las noticias sobre el "escándalo Enron" competían en las primeras planas de los diarios norteamericanos con las del escándalo eclesiástico.

Enron, una empresa dedicada a la compra-venta de energía, que había extendido sus tentáculos a virtualmente todas las ramas de la economía, era la sétima empresa norteamericana por el volumen de sus negocios. A diferencia de las restantes empresas con las que compartía este privilegio, como Ford, IBM o la Boeing, Enron no era una empresa "tradicional" sino que era la personificación de la llamada "nueva economía": se había convertido en un monopolio del alcance mundial en un plazo de apenas quince años, bajo la protección de los gobiernos conservadores, en particular los de los Bush, padre e hijo. Enron

Esta empresa gigantesca colapsó en apenas tres meses, cuando se puso al descubierto un amplio esquema de cuentas negras, empresas paralelas y "artificios contables" que le permitieron ocultar durante varios años una deuda monumental y crecientes pérdidas. En lo que fue la mayor quiebra de la historia de los Estados Unidos, el valor de mercado de la Enron cayó de 70.000 millones de dólares a cero entre octubre y diciembre. Mientras los funcionarios de la Enron disfrutaban de las suculentas ganancias obtenidas en diversos tratos "oscuros", varias decenas de miles de acreedores vieron reducir el valor de sus deudas a cero, miles de pequeños ahorristas –que habían comprado las acciones de Enron– perdieron los ahorros de toda su vida, varios miles de trabajadores quedaron sin empleo y varios miles de jubilados de la Enron quedaron con una mano atrás y otra adelante. Más grave todavía, empezó a salir a la luz que los "artificios contables" utilizados por la Enron para engañar a los inversores estaban generalizados en las grandes compañías norteamericanas, como la General Electric, la IBM y la Xerox, sólo por citar algunos de los casos más comprometidos.

¿Qué tiene que ver el escándalo de la Enron con el de la Iglesia? No son pocos los que han trazado los paralelos: "‘La Iglesia norteamericana no es inmune a la cultura norteamericana’, dice Cathleen Kaveny, abogada y teóloga en Notre Dame. ‘Lo ve en Enron y a través de los directorios de las empresas. ¿Cuál es la responsabilidad moral de una institución?’...".44

Los lazos entre el escándalo de la Iglesia y el de la Enron, sin embargo, van mucho más allá de la mentira, encubrimiento, falsedad ideológica y criminalidad con que se manejaron los gerentes de la primera y los cardenales de la segunda. Lo que las une es que han provocado un enorme shock síquico a los norteamericanos: , de buenas a primeras, los estadounidenses descubrieron que la institución a la que le entregaban sus niños para que los protegiera y los educara, los violaba, y que las empresas a las que les entregaban sus ahorros para que los protegieran y los engordaran, los robaban.45

La Enron era el símbolo de la vitalidad del capitalismo, del enriquecimiento fácil, de las ilimitadas posibilidades de la "libre empresa" y de la "desregulación" económica. La Iglesia Católica era el símbolo de la "superioridad moral" de los Estados Unidos. De un solo golpe, dos de los grandes pilares ideológicos de la sociedad norteamericana –la fe en el capitalismo y en la religión– han sido puestos en cuestión de una manera no ideológica sino material, es decir, incontrovertible. Es difícil imaginar que semejante shock no deje profundas secuelas en la ideología de la generación que las ha vivido.

Siendo dos de los pilares ideológicos fundamentales de los Estados Unidos, uno y otro jugaban papeles complementarios. En una sociedad donde la ideología capitalista domina de una forma indisputada, la religión –y en especial la religión católica– operaba como una "válvula de seguridad" frente a los inevitables desencantados: con su política de defensa de la integración étnica, de igualdad de derechos para las minorías, sus campañas de ayuda a los pobres y su dominación política de la vida sindical, la Iglesia abría un camino a las "inquietudes sociales" de muchos norteamericanos, manteniéndolos lejos de la izquierda, los partidos revolucionarios y los movimientos radicales. La religión era como el antídoto capaz de encauzar la marea de "insatisfacción", "violencia", "prácticas anárquicas y disolventes" y el "escepticismo", que son algunos de los tantos eufemismos para calificar la tendencia a la rebelión de los explotados norteamericanos y, en particular, de su juventud.

Cuando la creencia en el ilimitado progreso y vitalidad del capitalismo muestra s íntomas de hacer agua como consecuencia del hundimiento de corporaciones gigantescas, del crecimiento del "empleo basura", de la flexibilidad y la precariedad laboral, de la caída de la participación de los asalariados en el ingreso nacional a pesar del crecimiento económico, del saqueo de los ahorros y del peso de las deudas que agobian a las familias, es decir, cuando más necesaria es esa "válvula de seguridad" que representa la Iglesia, precisamente en ese momento, la válvula falla.

Las inevitables repercusiones de la crisis de la Iglesia, en el plano de las ideas, no tardarán en comenzar a hacerse sentir.

Guerra mafiosa

¿Por qué estalló justamente ahora el escándalo de los abusos sexuales de niños en la Iglesia norteamericana? La pregunta es pertinente ya que las denuncias son de larga data. ¿Por qué justo ahora?

En su edición del 21 de marzo, el semanario británico The Economist deja entrever una hipótesis escalofriante: una guerra de mafias.

La Iglesia Católica de los Estados Unidos, explica, fue construida por los inmigrantes irlandeses que llegaron a partir de 1840. Después de una dura lucha, desplazaron del control de la Iglesia a la otra gran comunidad inmigrante católica, los italianos. Gracias al dominio de la Iglesia, los irlandeses "manejaron las mayores ciudades estadounidenses, dominaron el movimiento sindical y colonizaron el partido demócrata (…) Los señores de la Iglesia (irlandeses) fueron algunos de los hombres más poderosos de los Estados Unidos, magnates en bienes raíces y jefes políticos (…) Quizás su mayor éxito fue crear un Estado católico dentro del Estado, con sus propias escuelas, hospitales y servicios sociales".

Las corrientes demográficas, sin embargo, cambiaron la composición de su base: hoy, la mayoría de los católicos norteamericanos son de origen latino. Una jerarquía irlandesa y norteña, que defiende a muerte sus privilegios, enfrenta una base latina y sureña sin representación en las estructuras: la Curia irlandesa excluye sistemáticamente a los curas latinos de los puestos de responsabilidad y del manejo de la inmensa potencia financiera de la Iglesia.

El "destape" del escándalo, en consecuencia, no sería otra cosa que un "golpe de Estado" de los latinos para tomar el control de la Iglesia norteamericana. No por casualidad, el 99% de los acusados son de origen irlandés.

Pero si este fuera el caso, los "renovadores" latinos no serían menos responsables q ue la jerarquía irlandesa: durante años han acumulado pruebas y cargos contra sus enemigos, dejando pasar el abuso de menores para usarlo, llegado el momento, para desplazar a sus rivales del poder. De aquí surgen dos conclusiones: la primera es que si no fuera por esta guerra, jamás hubiera salido a la luz la sistemática violación de niños por los curas; la segunda es que apenas se dirima la lucha por el poder en el seno de la jerarquía, las violaciones de niños volverán al secreto y la impunidad que conocieron durante años.

No se olviden de Jimena Hernández

El abuso y la violación de menores por parte de sacerdotes no es por cierto, una "anomalía" norteamericana; al contrario, se extiende, como ya se ha señalado, por numerosos países del mundo... incluida también la Argentina. También aquí se han registrado casos aunque el número de las denuncias está muy lejos del norteamericano. Esto se debería, según la especialista Irene Intebi, al hecho de que en Argentina la Iglesia está constitucionalmente integrada al Estado, con los que las posibilidades de encubrimiento se hacen todavía mayores. Basta mencionar el hecho de que en todos los tribunales y en todas las comisarías hay un crucifijo en el despacho del juez y en el del comisario para entender la razón del bajo número de denuncias.

Un informe publicado por un diario porteño46 muestra la punta del ovillo al señalar varios casos: el de un colegio religioso que pagó casi 100.000 dólares de indemnización a dos alumnos para abusados por un cura durante su viaje de egresados de la primaria, el de un cura abusador de niñas en Cañuelas, que fue transferido por el Obispado de Laferrere a una parroquia de la zona; el de un cura que está cumpliendo condena de cárcel por violar a los niños internados en un hogar de la zona de Bosques, del cual era director, ...

Los casos mencionados en el informe son una indicación de un fenómeno mucho más extendido, como da a entender una de las víctimas: "De tanto contarlo, Eduardo encontró a otras víctimas del mismo docente entre alumnos del colegio. ‘Tengo contadas a seis víctimas más de distintas promociones y relatos de otros alumnos más grandes y más chicos a los que manoseó cuando estaban en cuarto o quinto grado’. Una de las víctimas es el otro joven que junto a Eduardo hizo la denuncia ante la Justicia. ‘De él abusó durante las siete noches que duró el viaje de egresados, igual que hizo con otros chicos que dormían en la misma habitación, que no era la mía’...".47

Lo más llamativo, o no tanto, es la política de encubrimiento y complicidad seguida por la Curia argentina, exactamente un calco de la seguida por la Curia norteamericana.

Las autoridades del colegio al que concurría Eduardo, no hicieron nada por evitarlo cuando estuvo al alcance de sus manos: "’Se lo conté a seis o siete sacerdotes pero nunca le dieron importancia y minimizaron el hecho. Me decían que seguramente había ocurrido en un momento de ‘debilidad’ del religioso o que yo me lo habí a buscado’...".48 ¡La culpa, para estos curas, era de la víctima y no del abusador! Una vez que Eduardo y su compañero también abusado recurrieron a la justicia, las autoridades del colegio aceptaron pagar una cuantiosa indemnización pero pusieron como condición que las víctimas no difundieran ningún dato que pueda identificar al colegio o al sacerdote abusador. El criminal está libre.

El caso del cura Virginio Isotón, acusado de abusar de niñas menores de 13 años en la ciudad de Cañuelas, repite el "modus operandi" de la Curia norteamericana: se lo transfirió a Laferrere, donde se encuentra al frente de una parroquia, y "a pesar de la gravedad del caso, sigue confesando niñas y dando misa".49 El cura Héctor Pared, actualmente detenido por violación de los chicos que estaban a su cuidado en el hogar de niños huérfanos de Bosques, que fue suspendido de sus funciones por el obispado de Quilmes sólo "cuando su situación judicial se tornó más comprometida".50 En resumen, la misma política de ocultamiento, la misma política de impunidad...

Aunque el número de denuncias por abuso de menores en Argentina es menor que el norteamericano, la Curia argentina carga sobre sus espaldas un caso que ha llegado a un extremo que en Estados Unidos, al menos según las noticias y denuncias, no se ha llegado: la violación seguida de muerte de la niña Jimena Hernandez, ocurrida en el natatorio de una escuela católica en las cercanías de Plaza Irlanda, en pleno centro geográfico de Buenos Aires. Los nomrbres de los responsables y encubridores de la violación y asesinato de Jimena Hernandez nunca han salido a la luz: la Curia argentina realizó una enorme presión sobre la justicia, la policía y el poder político para que ese crimen quedara impune.

Pedofilia y descomposición social

La pedofilia no es, por cierto, un fenómeno restringido exclusivamente al ámbito de la Iglesia Católica.

Aunque las prácticas pedófilas no conocen fronteras de clase, la práctica de la pedofilia como una práctica social extendida sólo se ubica en los círculos y clases sociales privilegiados. Es posible, naturalmente, encontrar pedófilos entre los obreros, desocupados o entre la clase media laboriosa; lo que no es posible encontrar en esos círculos sociales son "redes" de pedófilos por la sencilla razón de que su entorno social rechaza, no sólo de palabra sino también en los hechos, la pedofilia. No sucede lo mismo en la "alta sociedad".

Hace aproximadamente cuatro años, Bélgica se vio conmovida por multitudinarias "marchas blancas" en repudio a una red de pedófilos y encubridores que actuaban en los más altos puestos del gobierno, cuyo descubrimiento provocó una rebelión popular y manifestaciones masivas que voltearon al gobierno pedófilo.

Mucho más cerca en el tiempo, hace apenas pocos meses, saltaron a la luz masivas violaciones de niños y niñas cometidas por los "cascos azules" de la ONU y trabajadores "humanitarios" en vastas regiones del Africa. A principios de marzo, "un informe del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados, reconoció la existencia de "muy numerosos casos de explotación sexual de niños refugiados en Liberia, Guinea y Sierra Leona, cometidos por personal de las ONGs y de la ONU". 51 Según una de las víctimas, "en el campo de refugiados se sabía que la única forma de obtener medicamentos o alimentos era accediendo a los ‘reclamos’ de los funcionarios y los "cascos azules": una foto de una niña desnuda se cambiaba por mercancías por valor de 300 dólares; otros "favores" recibían una mayor " remuneración".52

Las redes de pedofilia, pornografía infantil y "turismo sexual" en los países del Tercer Mundo, han tenido un desarrollo explosivo en los últimos años, bajo la atenta protección de los Estados, los gobiernos y sus policías y bendecidas por la especulación financiera que canaliza sus gruesos beneficios. Su alto costo sólo las hace accesibles a turistas adinerados.

El crecimiento de la pedofilia ha ido de la mano de la extensión de todas las formas de explotación y de opresión de la niñez, como el trabajo infantil y la utilización de niños como soldados. En todo el mundo, decenas de millones de niños son obligados a trabajar en las tareas más penosas, en condiciones de virtual esclavitud. Empresas como Nike o Adidas han sido objeto de campañas internacionales de denuncia por su masiva utilización del trabajo infantil. La explotación del trabajo infantil no sólo ha crecido en el llamado Tercer Mundo sino también en las potencias industriales más poderosas: en Estados Unidos, algunas de las tareas agrícolas más riesgosas (porque implican la manipulación de vegetales rociados con poderosos pesticidas) son realizadas por niños mexicanos y centroamericanos; en Italia, unos cuantos miles de niños trabajan en fábricas de ladrillos.

La razón del espectacular incremento de la explotación laboral de los niños es sencilla: su costo es infinitamente menor que el de un trabajador adulto y sus posibilidades de resistencia a la explotación infinitamente menores. El motor del sistema de producción capitalista es el beneficio; cuando este sistema ha llegado al punto en que debe obligar a trabajar en condiciones de semiesclavitud a decenas de millones de niños –es decir, al punto en que hipoteca el desarrollo futuro de la Humanidad– para sostener una tasa de beneficio, significa que ese régimen social ha llegado a su límite histórico.

Para el capital, la niñez ha dejado de representar una franja de la sociedad que, por su debilidad relativa, debe ser protegida para asegurar su pleno desarrollo, para convertirse en un reservorio de mano de obra barata y de beneficios.

Pero como la existencia social determina la conciencia social, el papel que han pasado a desempeñar los niños en la acumulación capitalista en la etapa de su decadencia histórica, ha transformado también la " visión" que los círculos sociales capitalistas tienen sobre los niños: si es lícito que provean a la clase capitalista de mano de obra barata, ¿por qué no sería lícito, se preguntan, que además provean de "placer" a sus miembros?

El hábito del manejo del poder político y económico, del secreto y de la conspiración, la costumbre de pisotear derechos, y la tranquilidad de una impunidad asegurada han convertido a la pedofilia en una expresión particular de esta descomposición so cial que se manifiesta de manera muy aguda entre las clases privilegiadas y la alta burocracia estatal. Todo esto se ve potenciado en la Iglesia por su organización cerrada, jerárquica, secreta y no sujeta a ninguna forma de control social.

El crecimiento del abuso sexual de los menores, que va de la mano del crecimiento de todas las formas de explotación y opresión de la niñez, es una expresión concentrada y repugnante de la agudeza que ha alcanzado la descomposición del régimen social capitalista y los aparatos políticos y estatales que lo defienden.

En esto, la Iglesia norteamericana no se diferencia de los "cascos azules" de la ONU o de los pedófilos del gobierno belga. Es todo un régimen social el que muestra, descarnadamente, su descomposición política, moral y social.

Notas

1. The Washington Post, 10 de mayo de 2002

2. The Washington Post, 4 de abril de 2002 (diferenciado de Luis Oviedo).

3. Financial Times, 20 de abril de 2002.

4. Esta conclusión puede parecer chocante o incluso extrema a quienes reivindican o apoyan la llamada "tarea social" de la Iglesia, como la actividad de Cáritas o las que desarrollan muchos curas en las villas. Otros pueden pensar que existe una contradicción entre esta "tarea social" y las prácticas pedófilas.
La conclusión acerca del carácter antisocial de la Iglesia como institución, basada en la extensión del fenómeno pedófilo en sus filas, no se encuentra para nada en contradicción con su llamada "tarea social"; son dos aspectos del mismo problema. En numerosas ocasiones, en nuestro país, las organizaciones de desocupados han rechazado con vehemencia que la administración de "planes de empleo" o de bolsones de alimentos quedara en manos de Cáritas; alegaban, en base a su propia experiencia, que la "organización humanitaria" de la Iglesia utilizaba esos " planes" y alimentos para enfrentar a unos desocupados con otros y fomentar su desunión.
A quien rechace esta caracterización de la Iglesia como una "organización antisocial", le recordamos el incondicional apoyo de la jerarquía eclesiástica a la dictadura de Videla.

5. La negativa de las compañías de seguros a cubrir los riesgos derivados de las demandas de los feligreses ha puesto a muchas parroquias, en las que actuaban activos pedófilos, "al borde de la bancarrota" (Financial Times, 1º de abril de 2002). Tiene razón el diario británico cuando afirma que "los católicos pagan los pecados de los curas".

6. Ver Richard Cohen, "Corrupt Institution", en The Washington Post, 11 de abril de 2002.

7. The Economist, 12 de abril de 2002.

8. The Washington Post, 10 de mayo de 2002.

9. The Washington Post, 10 de mayo de 2002.

10. The New York Times, 29 de marzo de 2002.

11. The Washington Post, 5 de mayo de 2002.

12. Corriere della Sera, 23 de abril de 2002.

13. The Washington Post, 5 de mayo de 2002.

14. Financial Times, 1º de abril de 2002.

15. Raymond Flynn, ex alcalde de Boston, en The Washington Post, 5 de mayo de 2002 (diferenciado del autor).

16. The Washington Post, 1º de mayo de 2002.

17. Idem anterior.

18. The New York Times, 19 de marzo de 2002.

19. Fintan O’Tolle, libro "The Cardinals Who Weren't Called to Rome"; en The Washington Post, 1º de mayo de 2002.

20. Idem anterior.

21. The Washington Post, 5 de mayo de 2002.

22. Idem anterior.

23. Clarín, 3 de marzo de 2002.

24. The Washington Post, 19 de abril de 2002.

25. The New York Times, 19 de abril de 2002.

26. Le Monde, 24 de abril de 2002.

27. The New York Times, 20 de abril de 2002

28. Por cierto, muchos de estos reclamos de "tolerancia cero" que ahora reclaman algunos de los más altos dignatarios de la Iglesia no son más que recursos de ocasión para congraciarse, ante el desastre, con la opinión pública que reclama el castigo de los culpables. Uno de los promotores públicos de esta "tolerancia cero", Edward Egan, obispo de Nueva York, "testificó hace cinco años que había respaldado la continuidad en el puesto de un sacerdote y le ofreció escribirle una carta de recomendación a pesar de que sabía que el sacerdote había admintido ser un abusador sexual. (Egan dijo entonces) que no suspendería sumariamente a un sacerdote, incluso frente a acusaciones reconocidas de abuso sexual" (The Washington Post, 11 de mayo de 2002).

29. Clarín, 25 de abril de 2002.

30. Idem anterior.

31. The Washington Post, 13 de mayo de 2002.

32. Idem anterior.

33. Idem anterior.

34. Idem anterior.

35. Idem anterior.

36. The Washington Post, 29 de abril de 2002.

37. Financial Times, 9 de abril de 2002.

38. Le Monde, 23 de marzo de 2002.

39. Idem Anterior.

40. La tesis que adjudica la caída del número de sacerdotes al celibato es completamente antojadiza. Más bien, habría que buscar la causa en el completo divorcio que existe entre las posiciones que defiende la Iglesia y la vida social tal como se desarrolla cotidianamente: los jóvenes tienen relaciones sexuales antes del matrimonio; muchos mayores las tienen fuera de él; los jòvenes (y otros no tanto) se masturban; las parejas se divorcian y sus miembros vuelven a casarse; otras parejas no contraen matrimonio; los anticonceptivos son de uso generalizado tanto entre los solteros como en los matrimonios; como último recurso, muchas mujeres y parejas recurren al aborto para evitar embarazos no deseados; muchos hombres y mujeres eligen desarrollar su sexualidad con personas del mismo sexo. Todo esto, nada más y nada menos que la vida tal como la conocemos, es "pecado" para la Iglesia. Una organización que pregona que lo todo el mundo hace todo el tiempo es "pecado", necesariamente no puede despertar muchas "vocaciones".

41. The New York Times, 3 de abril de 2002. Jason Berry es autor del libro "No nos dejes caer en la tentación: los sacerdotes católicos y el abuso sexual de menores".

42. The New York Times, 19 de abril de 2002.

43. Idem anterior.

44. The New York Times, 29 de marzo de 2002.

45. El shock producido por la combinación de los escándalos de la Iglesia y de la Enron en la población norteamericana es comparable al que sufrió la población israelí cuando descubrió que buena parte de los arsenales de las milicias palestinas son pagados con sus impuestos : según un informe del Estado Mayor del Ejército israelí, cada cuatro horas se reporta la pérdida de un arma, que son vendidas por los soldados en el mercado negro (Corriere della Sera, 19 de abril de 2002).

46. Página/12, 28 de abril de 2002.

47. Idem anterior.

48. Idem anterior.

49. Idem anterior.

50. Idem anterior.

51. Le Monde, 7 de marzo de 2002.

52. El País, 9 de marzo de 2002.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 15 - Julio 2002
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