Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Fantasma y cura
(en busca de un héroe)
Roberto Consolo

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Freud dejó las investigaciones necesarias para arribar al concepto de Fantasma Fundamental, pero no trabajó con él en su clínica. Lacan, que llegó a su deducción y su lógica, lo hizo por su genialidad en la lectura de Freud, pero creo que entre sus causas se encontraba un fuerte requerimiento de la clínica. ¿De qué problemática surgió la necesidad de este concepto?, ¿Qué es lo que vino a solucionar dentro de la praxis y la teoría?

El concepto de Fantasma Fundamental es tan dimensionador del trabajo analítico, que pienso que llega a reformular en el tiempo la dirección de la cura, hasta plantear que la clínica Psicoanalítica puede considerarse con justicia como una clínica del Fantasma. En algunos tratamientos comprobamos que éste se revela con rapidez, mientras que en otros, hacen falta largos recorridos para deducir su formulación. En todos los casos la condición es el paso por la conflictiva Edípica, ya que el fantasma fundamental es lo que perdura de ella.

Cuando se llega al axioma fantasmático, ese que circunscribe al objeto, el que gobierna la constelación de ensoñaciones y produce la realidad del sujeto, la cura se organiza en todas sus vertientes y se direcciona, algunas veces, hasta la posibilidad de un final de análisis.

Visto está que cuando una cura se interrumpe, si se reinicia, ocurre en el mismo impasse fantasmático en el que se había interrumpido; sea cual fuere el libreto de la neurosis que esté en juego, o el síntoma que motive la reconsulta. La dirección de esa cura continuará orientada por la misma configuración fantasmática.

Si todos los conceptos del Psicoanálisis pueden articularse entre sí, es en el Fantasma donde se ensamblan clínicamente.

El real traumático del encuentro con el lenguaje, real del goce, del sexo y de la muerte es lo que circunscribe la trama simbólica en el fantasma, y como tal, núcleo del inconciente. Sujeto del Sgte legalmente articulado, en relación al real que lo habita. Por ende no es una cualidad del Fantasma Fundamental ser inconciente sino su naturaleza, es decir que el término inconciente le es sustantivo y no calificación.

El axioma que lo representa, esa pequeña trama simbólica en la que se soporta lo real de la estructura, dice el goce al que se fija el sujeto. Enunciado mínimo, irreductible y verdadero, que implica, tal como la fórmula nos lo muestra (sujeto barrado, losange, objeto "a"), al objeto en el que se organiza la función deseante y el goce pulsional. Como causa de deseo, en el tiempo de la falta, y como objeto de goce pulsional, en el tiempo de la fulgurante presencia. En este doble juego es como encontramos al objeto al que se articula el sujeto. Por un lado podemos decir que es en el fantasma donde el deseo se organiza, y por otro que al fantasma también le implica un goce parasitario del que el sujeto no se puede desprender y que se hace muy evidente cuando éste se fija al síntoma.

Con respecto a los numerosos avatares que en la transferencia ocurren, es en estos, en los que se ofrece el común denominador que la estructura da a leer en las realizaciones fantasmáticas. Estas comportan el obrar, las fantasías gobernantes y las escenas de la realidad en las cuales el sujeto supone y siente que está su vida.

Es en virtud de esta transferencia en acto, que se desprende el enunciado fantasmático. Lectura de los argumentos con los que la neurosis vela lo real en el seno de la repetición. Ya que en el fondo de la repetición se encuentra al Fantasma. Su extracción en el análisis ya tiene eficacia por sí misma. Da un sentido tan general al existir, que se impone como evidencia, con el valor de verdad que la transferencia al inconciente otorga.

A medida que un análisis avanza se distribuyen ciertos goces, se disponen mejor los lugares para la realización del deseo y desaparecen algunos síntomas: hay una especie de ganancia de bienestar, para llamarlo de alguna manera. Con esto habitualmente se puede considerar el aspecto curativo del análisis, que es una forma favorable de presentar uno de los aspectos de su eficacia. Pero por otro lado, es donde concluyen una gran parte de los tratamientos, muy lejos de un final de análisis. Quizás este sea el límite de la conjunción de los conceptos de repetición, angustia y síntoma, con los que se pueden guiar perfectamente largos tramos de una cura, aunque se sepa, pero de modo tácito o como un simple supuesto, que latente y no formulado, el fantasma es el soporte inexorable de todas las manifestaciones del sujeto.

Si es dificil pensar el final de un análisis sin una formulación clara del fantasma fundamental ¿no es necesario para la dirección de la cura, un trabajo de lectura que concluya en esa formulación? Pienso que la respuesta es sí, ya que esa tarea de lectura no difiere en absoluto de lo que un analista hace al dirigir una cura. Ya que se lee sobre lo que el paciente dice, como en el síntoma que siempre habla, como también se trabaja sobre lo que no se dice, como es el caso del fantasma que es mudo, y por lo tanto se deduce. Entonces ¿a causa de qué podrá ser que los trabajos clínicos abundan en consideraciones psicoanalíticas justas, a veces novedosas, en su mayor parte correctas y pertinentes, pero muy poco en la formulación del fantasma fundamental que habita al Sujeto, y cómo esto influye en la cura, siendo que el recorte de los casos pasa por otras instancias? Con la ayuda de esta pregunta, que aún no tiene respuesta clara para mí, y que por otra parte se las ofrezco, voy a comentar algunos fragmentos críticos de un caso, que dieron los elementos de deducción y construcción del axioma fantasmático.

Se trata de un hombre que me consultó a causa del gran dolor que sufría por la muerte de su padre. Los primeros tiempos del tratamiento estuvieron dominados esencialmente por el duelo mientras se abría su historia. Trabajaba en una tarea vinculada íntimamente con el mar donde ocupaba importantes cargos de responsabilidad. Era un hombre austero, metódico, eficiente y malhumorado. Estaba casado y tenía hijos entre adolescentes y adultos.

Con el transcurrir de las entrevistas algunos padecimientos se fueron configurando como síntomas que se pusieron en transferencia. Uno era que no creía que ocupaba un lugar legítimo en su trabajo. A pesar de que era valorado y reconocido, no se podía alojar con comodidad en sus cargos, hasta el extremo de pensar que era un incapaz o un farsante. Y otro, era una rencorosa pelea, con denuncias y venganzas, que mantenía con un colega desde hacía mucho tiempo, a causa de un hecho posiblemente menor, que consideraba una grave deslealtad. Lo interesante, era que este síntoma que producía angustia, inhibiciones y cambios en su modo de actuar, ocurría incesantemente en la escena psíquica, en sus fantasías y ensoñaciones. El colega en cuestión, ni enterado.

Esta erotización del pensamiento y el sostén del Otro a cualquier precio para convalidar la legitimidad del deseo, es conocido como uno de los pilares de la neurosis obsesiva. Veremos cómo el síntoma se adhiere al fantasma en su argumento, para encontrar la singularidad de esa configuración, y no para convalidar la formula general de lo que se conoce como fantasma obsesivo. El fantasma fundamental se aprehende en la más exclusiva singularidad del caso.

Había vivido con sus padres hasta los veinte años en distintos países, hasta que vino a la Argentina a realizar el servicio militar y estudiar. Su madre era una mujer buena, silenciosa, y exageradamente intrascendente. Su padre, había sido un fino artista plástico que renunció a su deseo, con la mas o menos justificable excusa de mantener a la familia. Con un oficio de técnico industrial había probado suerte en el exterior muchos años y por diferentes países, en una deriva de repetidos fracasos económico-laborales, casi con la forma de un destino. Este no era un padre débil ni ausente, se lo recuerda mas bien decidido y exigente, aunque mostraba con diversa obscenidad sus pecados: era notoriamente infiel, algo infantil o irresponsable y definitivamente inconstante. Con la revelación del inconciente el análisis encontró los significantes paternos del fracaso, la renuncia al deseo, la falta de lugar o la inubicuidad, y los maternos de la intrascendencia y del eterno segundo plano. Significantes que denotan las fallas de Otro. Los síntomas en los que retornaban estos rasgos, comenzaron a resolverse. En este camino fueron apareciendo las escenas, los rastros y la lógica del caso.

Con su esposa mantenía un vínculo muy sólido, aunque la relación era tirante y con muchos altercados. Ella era una mujer de carácter fuerte, justa y recta, y le había sido de gran sostén ya desde los años de universidad en que estudiaban juntos la misma carrera relacionada con el mar. En esta mujer se encontraban rasgos de sostén inhallables en su padre, y, a través de ella también, se vinculaba a la profesión que lo ayudó a estudiar, profesión que tiene una homofonía asombrosa con su apellido. Pero lo que el paciente reconocía en su realidad como lo mas fuerte que lo unía a ella, era la gran atracción sexual que le suscitaba. Con una fidelidad exclusiva, casi al modo de una causa, que posiblemente resarcía la falla paterna en este tema y protegía la indemnidad de la mujer, la secuencia más frecuente con la que llegaba al acto sexual era la siguiente: comenzaba con una discusión o pelea por temas diversos de indistinto grado de importancia, es decir anecdóticos, lo que daba paso a una trabajada reconciliación y acto seguido, sexo sobresaliente. La fantasía dominante era la de conquista, pero al estilo de un caballero medieval tomando una ciudad amurallada, que venciendo todas las resistencias llega hasta el dominio y la victoria. Casi como un héroe. El tema del héroe, ya había sido referido de modo accesorio muchas veces en relatos, reflexiones y comentarios variados, como una fantasía que se articulaba por distintas temáticas al sustrato imperceptible del síntoma de la pelea.

La hazaña heroica corresponde también a una de las generales clásicas de la neurosis obsesiva. Aquí vemos como se muestra bajo la forma de ensoñaciones, que es un modo de presentación conciente del fantasma, como también se muestra en los gustos y en sus investigaciones sobre algunos mártires que daban testimonio de entrega y entereza. Por ejemplo la vida del Che Guevara, sin que el tema ideológico guiara nada de su interés, o la de Cristo, sin que la religión animara ninguna de sus reflexiones, en las lecturas sobre guerras, o en películas que recrearan el tema del héroe.

Lo cierto es que junto al tema del héroe, una contienda, de variadas formas, empezó a registrarse dispersa en casi todas sus relaciones al extremo de darle la forma a su vínculo social. A veces de modo claro y otras solapadas y tácitas, pero sobre todo, sin que el paciente tomara jamás noticia de ello. Había un argumento que tendía a repetirse de modo general, y era el siguiente: Con la aparente idea de solidaridad, ayudaba o se brindaba a distintas personas: amigos, familiares o colegas. Lo hacía de modo notorio y narcisista, o por el contrario disimulado y hasta en secreto. Lo que entonces nunca había sido notorio, es que lo que intentaba poner a prueba en cada persona elegida, era el grado de nobleza que había en juego. Con el tiempo siempre terminaba comprobando la falta de entrega o grandeza que estuviera a la altura de lo que esperaba, y caía en una gran desilusión y amargura con distintas interpretaciones circunstanciales. Las situaciones eran incontables y a veces de apariencia contradictorias, pero siempre se cumplía el fantasma con el que terminaba por organizar su goce, el sentido de su vida, la relación al otro y todo cuanto lo rodeaba. Conciente o inconcientemente lo que buscaba era alguien íntegro, sin fallas, sin fisuras.

Ante la pregunta de si encontraba relación con algún episodio, posiblemente de su niñez, algún cuento, o algo que lo hubiera impactado de manera particular, contó un recuerdo imborrable de un encuentro con su padre a los seis años. Fue de las pocas veces que el padre había ido a pasear con él, pero sobre todo le había hablado y prestado mucha atención, como si fuese un grande. Es interesante plantear una pregunta de este tenor en circunstancias semejantes, porque en estos momentos fecundos de la cura, los análisis tienden a entregar valiosos elementos fantasmáticos con los que el sujeto, por un lado goza y por otro vela lo real de la castración del Otro, como esto que sigue. La escena era la siguiente: Ambos caminaban a orillas del mar y su padre le contó la historia de Luis Viale, que les resumo brevemente como le fue contada: Ocurre en la cubierta de un barco, "El Vapor de la Carrera", que cubría el trayecto Buenos Aires-Montevideo a través del Rio de La Plata. Por algún motivo el barco comienza a hundirse rápidamente y hay pánico y desesperación. Los pasajeros ya están en los botes y no quedan mas lugares ni salvavidas. En la cubierta hay una señora sin esperanzas con su pequeña hija y mas allá un hombre. El hombre al verlas se despoja de su único salvavidas, se los entrega y ellas le preguntan su nombre, el hombre contesta: Luis Viale. Mas tarde la mujer con su hija se salvan a causa de este acto heroico y altruista, y Luis Viale muere ahogado en el trágico naufragio. Por este acto en Buenos Aires hay una calle y un monumento que llevan su nombre. Esta historia fuerte salida de la boca de su padre, en los oídos del niño produjo un impacto imborrable, que dio comienzo a una serie de lecturas y gustos que aún hoy la siguen confirmando.

Cuando al axioma fantasmático, el analista lo pronuncia, con mucho tacto y en todas las circunstancias en que demuestre su justeza, se hace una impronta sobre el goce que denuncia la posición subjetiva, como lo muestra la vergüenza, la negación o un cierto rechazo que en ocasiones despierta el principio de esta comunicación. Aquí es el "Héroe Trágico que salva al padre" Luego será "El héroe trágico al que siempre lo defraudan, lo joden, o mas sencillamente, lo cagan". Fijación preponderante al objeto anal, con sus derivados metonímicos por los que se produce la realidad del sujeto, por ejemplo, en la oblatividad, los rasgos de mal humor, la visión desesperanzada de que todo es una mierda, o la gente, o el país, o la amistad, etc, etc, y numerosos sucedáneos. Por último quedará resumido el axioma al "Héroe trágico", formulación mínima con innumerables implicaciones en la economía subjetiva.

Lograda la construcción del "héroe trágico" vemos con mayor precisión el velamiento de lo real, por ejemplo de la castración del Otro, como un objetivo del fantasma. El sujeto como objeto, ofrecido al Otro para remediar ilusoriamente lo intolerable de su falta. De un lado la realización se centra en una oblatividad, un sacrificio, dar al otro, fijeza inconciente a la escena de Luis Viale. El fantasma hasta que el analista no lo formula, el Sujeto jamás lo reconoce, lo puede ver como una realidad invasora, o un goce que lo parasita y hasta una evasión. Entonces en esta búsqueda, supuestamente orientada por altos ideales, lo que esperaba encontrar era alguien sin la miseria de la castración, un verdadero héroe que diga que el padre no miente, un salvavidas para el padre que lo rescate de su eterno fracaso, de su renuncia, que lo haga el héroe que jamás fue. En esta secuencia del Fantasma restituye con esperanza, alucinatoriamente al Otro a un lugar de excepción. Restitución del padre amado y excepcional que contribuía a eternizar asintóticamente el duelo, que por otro lado fue el motivo de consulta.

Del revés del mismo fantasma, ante la inexistencia de este ser íntegro, quedaba amarrado a una soledad de héroe trágico y decepcionado, de haber luchado y dado todo por nada. Sin depresión, pero fijado a un goce amargo, interpretando analmente la realidad y con una pelea sintomática por la que obtenía una afirmación yoica.

Respecto del lugar de su esposa en la subjetividad, ocupaba como suplencia fallida un espacio paterno, sostén que permitía anudar, familia y apellido a una profesión con la que no se ahogaba en el mar como Luis Viale. La fantasía heroica que se jugaba en la escena sexual, correspondía eufórica al fantasma de asesinato del padre. Tal es así, que cuando comenzó el recorrido por el fantasma, y se analizaron los lugares donde el sujeto hallaba su precaria seguridad de hijo, entraron en cuestión los cimientos de la relación con su esposa, ya que casi todo cambio de posición subjetiva implica un cambio en el goce sexual y en la relación al otro. Hasta aquí el relato.

Quedará para otra vez ampliar lo transformador y conmovedor que resultó en la cura avanzar en el deseo en el recorrido por el fantasma, ya que el paciente estaba dispuesto a ello, y aquí sí hay una responsabilidad ética que no le corresponde al analista. Ya Freud nos advertía que no era correcta la pretensión de pedirle al Psicoanálisis o a los analistas mas de lo que la singularidad de un paciente pueda dar en la cura su neurosis Pero aún así, nos queda la tarea de investigar y formalizar, si es necesaria la deducción, construcción y formulación de un axioma comunicable del fantasma, y si es cierto que esta formulación en la dirección de la cura produce un viraje en su eficacia. Nada más.

(Trabajo presentado en el Lacanoamericano de Recife, septiembre 2001)

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 14 - Diciembre 2001
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