Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Caracter y fantasma
Clara Cruglak

Imprimir página

En principio quiero contarles como es que llego a intentar articular carácter y fantasma.

Venia trabajando la relación entre la identificación y la formación de síntomas Fue el tema que presenté en la ultima reunión Lacanoamericana, en Rosario. Donde me referí a esos momentos en los que, en la dirección de la cura, nos interpela la fijeza de un síntoma y suele ser la localización de un rasgo lo que orienta la maniobra para levantar ese punto de fixierum. Fijación donde el sujeto está retenido en un goce, en todo caso representado por un síntoma cuya fijeza delata el exceso que no deja lugar a la circulación del deseo. Allí está el yo respondiendo a través de un rasgo. Esto implica un trabajo de extracción de goce, pegamento del rasgo en la coagulación de un síntoma pleno de sentido. Pero en ocasiones, la rigidez con que se presenta el rasgo, excede la cristalización de la identificación y esto me llevó a revisar la delimitación del concepto psicoanalítico de carácter.

En principio el carácter no se nos presenta como una formación del inconciente. Es atribuible por entero al Yo1 y los elementos que lo conforman son, en su mayoría, del orden de la Identificación. Lo que da forma al Yo conforma el carácter.

Esto pone en primera línea cuestiones que atañen a la estructura y la forma.

A mi entender, y hasta donde llego hoy en el abordaje del tema, pienso que el carácter es un elemento de la estructura que participa en el registro imaginario, con el anclaje en lo real que le otorga, desde lo simbólico, el rasgo de identificación que comparte con el yo en el proceso de identificación.

El modo en que se presente, la manera en que se muestre la forma de lo que llamamos carácter, dará los indicios para su lectura. También la intensidad con la cual esa forma se recorta como figura al mostrarse, según moderación o exceso de la presentación de ciertos rasgos, es lo que podemos encontrar en las clasificaciones y definiciones que van desde las caracteropatías pasando por las neurosis de carácter, sin descontar ciertas cuestiones que tienen que ver con el estilo.

En la dirección de la cura solemos encontramos con esos casos en los que la forma de presentación de la figura muestra la dureza de un perfil solidificado. Esta observación clínica me llevó a conjeturar que se trata de la fijación de un rasgo petrificado en la base del fantasma. Es un rasgo cementado, con escasa o nula maleabilidad desde el terreno significante que frecuentemente expele al sujeto fuera de la escena del mundo. Quiebra la ficción de la escena con reacciones desmesuradas, impregnadas de estereotipia.

Es una particular irrupción en la escena que tiene las características de una efracción imaginaria. Es una rotura de la escena que recibe la desaprobación y el rechazo del entorno. A su vez el sujeto reconoce , si está en condiciones de admitir y tal vez de modo renegatorio, que no lo puede evitar. La repetición es penosa para el sujeto, la vive con una tensión penosa

En lo cotidiano suelen arrancarle al otro un gesto de fastidio o una exclamación de desaprobación. Como por ejemplo, para decirlo de manera caricaturesca:!Este otra vez!! ¡Siempre con lo mismo!!. Popularmente conocidos por gente de mal genio o mal carácter.

Esto suele traerle no pocos problemas, además de impedirle o alejarlo de algún propósito, o bien conseguir un resultado opuesto al anhelado.

Para ilustrarlo podemos recordar la figura de Goliadnik, personaje creado por Dostoievsky en su novela "El doble".

Goliadnik se empecina en asistir a una fiesta a la cual no fue invitado. La torpeza con la que irrumpe en medio del baile muestra la forma grotesca con la cual intenta integrarse a una escena de la cual fue excluido.

Esto no hace mas que confirmarlo como personaje indeseable, reforzando el rechazo. Lo sacan de la fiesta a empujones.

Sucede, en los casos a los que me estoy refiriendo, que un rasgo de identificación sedimentado se altera volviéndose excesivo.

Es dable observar que este rasgo exacerbado toma la escena en situaciones vividas por el sujeto con los mas variados matices de desamparo.

Aún cuando se trate de alguien que ha dado un numero considerable de vueltas en su análisis.

La fijación de ese rasgo sedimentado se ofrece como altamente resistente al análisis y en la mayoría de las ocasiones imperturbable por la vía del argumento fantasmatico. Esto me llevó a reflexionar sobre lo que solemos nombrar como límite de la estructura y también cuestiones como el atravesamiento del fantasma que involucran el fin de un análisis y su finalidad.

Revisemos, sin animo exhaustivo, algunos puntos conceptuales:

Los elementos que conforman el carácter y que en su mayoría son del orden de la identificación se presentan como una sedimentación. En palabras de Freud: "El carácter del yo es una sedimentación de las investiduras de objetos resignados, contiene la historia de estas elecciones de objeto" 2

Resulta interesante, desde esta perspectiva, observar cuando es que un objeto debe ser resignado y como esta resignación se realiza. Un objeto es resignado cuando se lo da por perdido. El valor estructural y estructurante de la perdida se pone en juego para que esta resignación se efectue.

El trabajo de resignación compromete la causa del deseo y la función de resto del objeto a poniendo a prueba la posibilidad que tiene, o no tiene, el sujeto de resignificar la relación con el objeto

La atención en este caso, digo en relación al carácter, debiera estar puesta en los atributos del objeto que necesariamente debe darse por perdido, porque en los atributos es donde encontramos las marcas distintivas del objeto, el rasgo que hizo de ese objeto un objeto de amor.

Los atributos del objeto que viabilizan la función de resto están arraigados al narcisismo. Perder ese objeto es dar por perdido esos atributos, mientras que la causa se mantiene en suspenso, como condición necesaria para relanzar la metonimia. El trabajo de resignación implica una redistribución del goce que opera en la juntura del objeto al rasgo . Esta es la razón, me refiero a la necesaria redistribución del goce, por la cual en el primer tiempo de un duelo la identificación fortalece por un momento la endeblez en la que es sumido el narcisismo por efecto de la perdida.

Que el sujeto tenga la posibilidad de resignificar su relación con un objeto perdido, como sucede en el duelo, marca la distancia y la diferencia con la melancolía. Porque en la melancolía, como sabemos, una investidura de objeto es reemplazada por una identificación. Pero esta sustitución no se restringe a la melancolía sino que esas identificaciones regresivas -como lo subraya Freud- son en buena medida la base de lo que llamamos carácter de una persona 3

Notemos que hay elementos estructurales jugados en el terreno del carácter que operan desde el proceso del duelo y también están presentes en la melancolía.

Estas identificaciones regresivas forman, en tanto base, esa sedimentación como lo decíamos mas arriba. Base sedimentada, entonces, que involucra la plasticidad de la pulsión y por lo tanto compromete lo que solemos llamar sus destinos.

En esta sedimentación la pulsion se satura4, y esa saturación se muestra de tal modo en la escena que nos confronta con un real pulsional que emerge en la dimensión especular desprovisto de cobertura simbólica.

Si bien nos encontramos con las mismas fuerzas pulsionales que en las neurosis, la represión no opera, no vamos a contar con la vuelta de lo reprimido. Y Freud advierte que, al no entrar en acción la represión, los procesos de la formación del carácter son menos transparentes y mas inasequibles al análisis que los procesos neuróticos5.

Lacan cuestiona el uso de esta terminología "neurosis de carácter", y sirviéndose de las observaciones clínicas de Margaret Little y aún sin desestimar la ubicación que ella le da entre neurosis y psicosis, considera que todas las definiciones o clasificaciones referidas a la neurosis de carácter no involucran ninguna especie de sujeto, sino que se trata de una zona de relación que define como acting-out 6

Esa zona que Lacan define como acting-aut, indica algo de la relación del objeto a con A -el Otro-, dos operadores del álgebra lacaniana, claves en la estructura

Y es en esa misma zona de relación del objeto a con el Otro donde también se sitúa la función del duelo. Recordemos que la función del duelo se soporta de la identificación con el objeto perdido.

En esa zona de relación, a mi entender, se puede localizar el lugar en el cual las perturbaciones atribuibles al carácter -subrayo perturbaciones- también están indicando algo que, notoriamente tiene que ver con la relación entre el objeto a y el Otro y se manifiesta en acción. Muchas veces puede ser entendido como acting pero, sin embargo, compromete el espacio de esa relación de un modo diferente. Porque, entiendo, se trata de la acción al modo de la efracción.

La forma estereotipada en que se repite hace reconocible, allí, un rasgo que se exacerba. El dicho popular "genio y figura hasta la sepultura" lo refleja adecuadamente.

Cuando Lacan rastrea la etimología de acting-out7 subraya que en ese "act-out" algo ha sido significado insuficientemente o de costado. Pienso que en las perturbaciones del carácter se trata de una significación excesiva que recae sobre el Yo i(a).

Decíamos -según Freud- el carácter es una sedimentación de objetos resignados, y contiene la historia de esa elección de objeto.

La historia de esta elección se lee a través de los atributos que se conservan de ese objeto en la identificación regresiva.

La nombramos regresiva porque está soportada en ese tiempo del duelo en el cual el objeto -siguiendo la formulación freudiana- decimos que es el tiempo en que la libido, retirada del objeto, regresa al yo.

Es un tiempo en el cual el objeto necesariamente tiene que ser resignado para la eficaz resolución de un duelo.

En la perturbación del carácter, a diferencia de lo que ocurre en el duelo, es el trabajo de resignación el que se ve entorpecido por ese exceso de significación que refuerza un trazo del objeto al cual el sujeto queda adherido.

Veamos un aporte clínico de Maud Manoni8.

Un niño de 8 años acude a la consulta por lo que M. Manoni nombra "dificultades caracteriales" que se traducen en inadaptación escolar, dificultad con sus pares y en el aprendizaje.

Es el segundo de 3 hijos, único varón entre 2 mujeres; de niño fue mimado por su nodriza hasta la edad de 5 años, es decir hasta el nacimiento de su hermanita. Este nacimiento coincidió con el regreso del niño al hogar. En el momento de la llegada a casa de su madre, se produjo una situación corriente de celos. Sin embargo, la imposibilidad de la madre de soportar la agresividad de su hijo, fijó muy pronto a este - nos dice Manoni- en una "maldad denunciada por el adulto."

La imposibilidad de la madre se despliega en la escena portando una significación excesiva sobre las expresiones de celos del niño. Es algo del orden de la desmesura que funciona como una impresión para el niño, no puede tramitarla por las vías del principio del placer y adquiere la potencia del factor traumático. La potencia de este factor se juega en el terreno de la amenaza. Es una amenaza al ser del sujeto y a la integridad yoica.

En la entrevista con la analista la madre dice: " No estoy hecha para ser una mujer de hogar. Me pongo nerviosa, y los que pagan las consecuencias son los chicos"

Esta frase, para el niño, no va a tener entrada desde una articulación simbólica y mostrará un punto irreductible a nivel fantasmático.

Si consideramos que el fantasma es una respuesta que el sujeto se da frente a la angustiante y enigmática pregunta por el deseo del Otro, es necesario también tener en cuenta que el fantasma se deduce en el campo del Otro9.

El espacio comprometido de la zona de relación entre el objeto a y el Otro, involucra la forma que toma el objeto a en el campo del Otro: el enforme de A. En este caso la forma está designada por la imposibilidad -confesada por la madre- bajo el atributo de la maldad. Este niño será un niño malo y como tal se presentará ante los otros en procura de la confirmación de su ser.

Es el costo que este niño debe asumir como consecuencia del rechazo de su madre a los efectos de la castración en lo imaginario. No tiene los recursos para pasar al olvido -recordemos que la represión no opera- pasa a la acción.

El exceso de significación con el que se recubre la escena no permite que (-j), operador imaginario del falo simbólico, alcance el plano virtual de la imagen yoica, i'(a), queda en el plano de la imagen real i(a) arraigado en el narcisismo, presa de un goce autista sin los matices agalmáticos del plano virtual.

Es una falla de la circulación de la función fálica que podríamos situar como una de las disfunciones de (-j) 10. Endurece al yo, lo rigidiza para encubrir la fragilidad narcisistica, y esto es lo que interfiere en la relación con el prójimo.

Cada vez que irrumpa en la escena esta maldad adjudicada al niño le otorga consistencia al ser en la dimensión especular y obstaculiza el entramado simbólico de la imagen en el registro imaginario.

Lo que intento situar como efracción imaginaria se produce en el tiempo de la resignificación, es decir cuando el objeto de amor debe ser resignado, no en el tiempo de la acuñación del rasgo. En ese momento es cuando un rasgo, que ya fue acuñado con los trazos del ideal, es reforzado por una significación excesiva que llega desde el Otro.

La efracción rompe, raja la pantalla. Es como el tajo en las telas de Lucio Fontana, notable artista plástico argentino, el lo realiza con el gesto del creador, como el mismo lo manifiesta: con intención de hacer surgir la nada. Pero en el tema que nos ocupa, en cambio, esa rajadura operada en la pantalla hace presente el desamparo del tiempo del duelo, amenazante para el sujeto. Denuncia una posición subjetiva a la espera de un don pacificante que le restituya el valor agalmatico. Esta espera es la que emparenta esta posición a la espera infructuosa de la melancolía.

La significación excesiva da el matiz para que un rasgo de identificación se exacerbe en una perturbación del carácter. Esto que llamo significación excesiva la pienso en oposición a la significación vacía. Mas precisamente en oposición al amor como esa significación vacía que el neurótico intenta llenar con el deseo vivo. Y pienso que tal vez lo que estoy nombrando como significación excesiva se conjuga con el registro de la significancia, en el orden de lo que no se puede decir pero que entra en la lengua con el primer gesto que esboza la marca.

En las perturbaciones del carácter se trataría de una marca que se acuña de tal modo que dificulta su entrada en cadena porque se fija con las características de la impresión traumática. La acuñación de ese rasgo, en el tiempo en el cual el objeto debe ser resignado, guarda la impresión con valor traumático. Con ese exceso que impedirá que se articule con (-j) para relanzar la relación de objeto.

Conjeturo, por el momento, que algo de lo que forma el carácter y da forma al Yo se transforma, se altera, se vuelve excesivo y molesta, es un rasgo de identificación sedimentado cuya rigidez se presenta como altamente resistente al análisis. Es una decantación como en las soluciones, el elemento mas denso se decanta y queda como sedimento en la base. Permanece inconmovible en una vía estanca que impide el deslizamiento significante porque algo del orden de la significancia se atasca en el mismo punto donde la pulsión se satura comprometiendo la dimensión del ser. Esa sedimentación, hasta donde alcanzo a reflexionar hoy, la sitúo en la base, en el suelo del fantasma

Cuando el piso del fantasma está cementado con esa sedimentación se obtura el atravesamiento del fantasma. El sujeto queda retenido en un punto de goce que impide franquear el plano de la identificación y presentifica la imposibilidad de soltarse de ese rasgo de identificación .

(Trabajo presentado en el Lacanoamericano de Recife, septiembre 2001)

Notas

1 S.Freud. Conferencia 32, pag 84. Vol. 22. Amorrortu editores. BsAs.1979

2 S. Freud "El yo y el ello"cap 3. Amorrortu editores. BsAs.1979

3 S.Freud "Duelo y Melancolía". Vol. 14. Amorrortu editores. BsAs.1979

4 La saturacion de la pulsion la estoy considerando en relación a la demostración del teorema de Stokes, del que se sirve Lacan (seminario 11) para dar cuenta de la fuerza constante de la pulsión. En el caso en el que la pulsion se satura, conjeturo, que el circuito rotacional constante se reduce a un punto debido al modo en que incide la superficie(el Otro) no se desliza sobre el borde cerrado (soporte real del circuito pulsional ), sino que se apoya en un punto anulando el circuito rotacional.

5 S. Freud "La disposición a la neurosis obsesiva" pags 343-44, Vol.12. Amorrortu editores. Bs.As. 1979

6 J.Lacan Seminario"La angustia" 30-1-63. Inédito.

7 J.Lacan Seminario "La lógica del fantasma" clase 13. Inédito.

8 Maud Manoni "La primera entrevista con el psicoanalista" pag 59

9 Silvia Amigo "Clinica de los fracasos del fantasma" Homo Sapiens Ediciones

10 El desarrollo que hice de este tema puede leerse en el capitulo "Una disfunción de (-j)" en "Bordes... un limite en la formalización". Homo Sapiens Ediciones.

Volver al sumario del Número 14
Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 14 - Diciembre 2001
www.acheronta.org