Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Pulsión y razón gráfica
Dominique Inarra
Traducción Gabriela Yankelevich

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Sólo hay recta de escritura, como sólo hay agrimensura procedente del cielo. Cómo olvidarlo, cuando nuestra ciencia no opera sino por un chorreamiento de pequeñas letras y gráficos combinados ?

J. Lacan, "Lituraterre"

El dispositivo del coloquio que nos convoca hace del seminario XI de Jacques Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, la meta cuyas lecturas confrontaremos, evaluaremos y con las cuales tal vez concordemos, en relación a ciertos alcances. Se trata, en todo caso, de lanzar una dialéctica que Lacan califica de "tiro al arco", siendo éste el dispositivo de la pulsión. Giraremos en torno al objeto e intentaremos percibir la fisura que se vuelve a cerrar inmediatamente, según su pulsación temporal y que constituye la dimensión característica del descubrimiento y de la experiencia analítica. Al final de ese seminario, hay un post-facio de Lacan: nos recuerda que el mismo no está escrito y que por ello, no le haría un post-facio; sin embargo acepta ser transcripto. "Ustedes no entienden staescritura. Mejor, será una razón para explicarla". He aquí nuestra tarea: explicar con razón esta escritura, renovar la tajante y decisiva cristalización en la cual Freud encuentra la razón de ir más allá de la experiencia inmediata, aquello que hoy llamamos la razón freudiana.

Explicar una escritura en términos de razón, es acudir a lo que se denomina la razón gráfica. En efecto, hay una razón gráfica en juego en la razón freudiana. Los analistas de niños lo demuestran a diario. Es preciso recordarlo porque es ésta una evidencia que se desvanece en el olvido.

¿Cómo considerar el hecho de que Freud, y más aún Lacan, hayan apelado a operaciones gráficas para trazar el movimiento de su pensamiento? Llamo gráfico aquello que se representa con líneas, figuras, puntos, dibujos sobre una superficie. Nuestra definición se asemeja a la de Kandinsky.

Tomando la obra de Freud en el plano de las construcciones gráficas, no podemos dejar de sorprendernos al caer en la cuenta de que se pueden clasificar en dos géneros. Unos tienen estructura de árbol (por ej: el Esbozo, el esquema percepción-conciencia de la carta 52, los esquemas de la Traumdeutung); estas formaciones gráficas siempre dan cuenta del esfuerzo de Freud por aprehender la estructura; son lineales. Las otras tienen una estructura en boucle como el esquema del manuscrito M que muestra el trabajo a ser cumplido sobre la estructura histérica, trabajo que consiste en una cantidad de boucles (Schleifen) y el esquema llamado sexual del manuscrito G donde muestra el funcionamiento circular de la tensión sexual que le permite distinguir la melancolía de la neurastenia y la neurosis de angustia.

La razón freudiana, en su dimensión gráfica, pone en juego la estructura lineal del significante y la estructura circular de la pulsión. Intentaremos echar luz sobre la relación entre ambas.

Digo "echar luz" adrede, dado que Freud nos indica en la Trauduntung que su esquema percepción - conciencia proviene de algo similar a la luz cuya refracción cambiaría de capa en capa.

Querríamos subvertir la metáfora óptica de Freud, tan cara a la metodología de un Descartes que hizo de ello un tratado y que, en Freud, responde a la imagen que tiene del proceso de acumulación y estratificación de los datos que hacen al fenómeno. Vamos a adelantar otra manera de aclarar la lectura de este esquema percepción - conciencia y anudarlo a la pulsión. ¿Cómo pasar de la metáfora óptica a la lógica del significante? La luz tiene en común con el significante que se trasmite de modo lineal en una temporalidad dada.

Quisiéramos mostrar que este grafo elemental puede ser utilizado de manera tal que identifique la pertinencia de las dos operaciones gráficas que nos lega Lacan "con las llaves en la mano", ya que nada sabemos de los principios que gobernaron el montaje de los esquemas L y R. Debemos buscar allí la lógica que comanda el montaje. También deseamos mostrar que el plegado que aplicaremos sobre el grafo percepción- conciencia de Freud, permite dar una representación gráfica de la pulsación del inconsciente empleando la astucia y el hallazgo de mi amigo Jean-Michel Vappereau1. Porque Lacan se desvive apoyando esta noción de pulsación temporal del inconsciente a lo largo de su seminario; ésta se traduce por el encuentro de aquello que aparece un instante en la apertura de la grieta, la hiancia, y que se desvanece en ese preciso momento en un cierre.

El grafo de Freud difiere de los dos de Lacan porque se trata de un grafo abierto: sus dos extremidades están libres, mientras que los dos esquemas de Lacan son grafos cerrados.

En diciembre de 1896, fecha de la concepción de su esquema, Freud no tiene, evidentemente, manera alguna de producir otra cosa que no sea un grafo abierto. Unos años más tarde, en la Traumdeutung, retoma, en relación al trabajo del sueño, la idea de la carta 52. Si observamos atentamente el resultado de los esquemas modificados, se ven dos flechas en las extremidades. Flechas que son una verdadera invitación -desde el momento en que el analista se ve animado por el deseo del topólogo- a colocar ambas extremidades del grafo abierto en continuidad. Pero ¿cómo pasar de la linealidad a la circularidad?

Cuando Freud se impone literalmente inventar el concepto de pulsión, se ve confrontado a ese pasaje. Se lo impone por necesidad. Decide, desde un principio, arriesgándose, construirlo como un concepto fundamental del psicoanálisis. Reconoce fundarse en una idea abstracta de vagos contornos que no sólo proviene de la experiencia de la cura. Primero es preciso adivinar la idea -escribe Freud- antes de poder conocerla y dar cuenta de ella. Con notable seguridad, acepta el empirismo de su postura y reconoce el lugar que ocupa la intuición en la génesis de este concepto. La necesidad de inventar dicho concepto se debe al hecho de que lo inconsciente, en tanto fenómeno, se manifiesta primero en su práctica, esencialmente bajo la forma de una discontinuidad que Freud interrogará como nadie lo hiciera antes. Partiendo de la intuición del concepto de pulsión, plantea Freud su ficción como una convención y se propone darle un contenido sometiéndolo al material de la experiencia analítica.

La experiencia no hace el concepto, éste se verifica por la experiencia analítica.

He aquí la metodología que nos propone Freud. Este método consiste en superar la dificultad en la cual se encuentra, para forjar el concepto del cual debe extraer el saber. Lo llamativo del método freudiano radica en que va a realizarse a partir de aquello que aún no es. Siempre debe realizar el concepto faltante: es el precio de mantener abierto el inconsciente, es la prueba de la teoría que se presenta ante el pensamiento de Freud con una audacia y una certeza que aún impresionan. Freud busca un punto de apoyo y un límite. El punto es aquel que permitiría separar con eficacia un adentro y un afuera. ¿Y donde lo encuentra? En la descarga motriz que motiva el escape de la fuente de excitación. El límite, es lo somático- psíquico que halla en las zonas erógenas. Entonces enuncia la esencia de la pulsión: se origina en el interior del organismo, es un concepto límite entre el psiquismo y lo somático, se manifiesta con un empuje constante, la descarga nunca acaba con él. El término pulsión recubre una ficción de lo vivo que no puede concebirse en su naturaleza sino en tanto biológica; se une a un modo de energía psíquica específica, la energía sexual, la libido. Se distingue de todos los modos de excitación extrínsecos, por actuar bajo la forma de un impacto único que no puede ser suprimido, sino sustrayéndose apropiadamente por la descarga motriz.

El texto de Freud est decidido, ingenioso. Devela y echa una luz inédita sobre la sombra que la hiancia deja vislumbrar; de allí extirpa el objeto que expone con claridad y esto mismo por otra parte, es lo que plantea ciertas dificultades al lector de hoy. Algo se ha abierto y se ha vuelto a cerrar: hay que abrir nuevamente el texto que, lejos de agotar las preguntas, plantea otras. Tomemos, por ejemplo, el término "libido": ¿acaso hay una o dos? Podríamos contestar apresuradamente que Freud la hace dos: la que se fija sobre los objetos y aquella que lo hace en el yo. Esta respuesta no es falsa, pero tampoco es totalmente justa. Con el concepto de libido que despliega la razón freudiana, asistimos a la emergencia de una dimensión paradójica si respondemos que la libido es una y dos a la vez. Pero, ¿cómo es posible? La libido tiene una estructura moebiana. En efecto, la banda bilatérea a la cual se le aplica una torsión y cuyas extremidades se empalman, muestra que con dos se puede hacer uno. Y bien, la libido es ésto y más aún, cuando Lacan, tras las huellas de la caverna de Platón, forjará, divirtiéndose con el "uno mítico", el mito de la laminilla2 , donde mostrará que su campo est mucho más amplio que el del propio cuerpo aunque su fuente sea intrínseca al organismo.

Freud hace un abrochamiento al enunciar las cuatro características de la pulsión: empuje, meta, objeto, fuente. Traza ciertamente su vía en lo real con la fuerza de su deseo. El concepto ya vive y ahora puede tranquilizarse: ha encontrado aquello que buscaba desde hace años, un concepto cuya fuente es interna y se acopla a un objeto que casi siempre le es externo. Se instaura una dialéctica nueva según una dinámica de ida y vuelta, de circularidad entre el adentro y el afuera, lo somático y lo psíquico, da cuenta de la razón freudiana, y por mucho tiempo.

¿Cómo pasar de la línea al circuito? ¿Cómo cerrar el esquema percepción -conciencia de la carta 52?

Hay que tener espíritu de topólogo para liberarse de la ortodoxia que la línea recta impone a nuestros ojos, tan elemental como la "forma más concisa de la infinidad de posibilidades de movimiento". Ésta nos captura, tal como lo expresa Kandinsky en esta definición. La línea recta y la raya que la significa ejerce un poder separador al punto de hacernos olvidar que podemos deformarla. Esto es lo que haremos.

Tomemos el esquema de Freud :

Lo consideramos un grafo elemental abierto pero cuyas extremidades se han vuelto indisponibles dado que la instancia de la percepción lo inaugura y el de la conciencia lo termina.

Por lo tanto, el grafo ha de ser transformado. Ello es posible merced a una operación llamada " line-graph ", que consiste simplemente en reemplazar los puntos de intersección por un segmento y los segmentos del esquema de Freud por puntos de intersección.

Aunque identificables una por una, la distribución de las letras aparece diferente de aquello que opera la razón gráfica de Freud.

Como puede constatarse, las extremidades del grafo están liberadas, aceptan un doblado. No hay mas que subvertir la línea del grafo quebrandona de cierto modo para obtener lo que buscamos

Plegado del grafo de Freud Esquema F de Vappereau

El esquema F al cual arribamos tiene la misma estructura que el esquema R de Lacan. Se aplica allí directamente, se deja orientar y distribuye asimismo todas las instancias que éste representa, recibiendo las del esquema de Lacan.

Aplicación del esquema F en el esquema R

Este grafo que llamaremos aplicación de F en R merece meditarse porque está animado de una manera nueva: puede desplegarse solo, volver a la línea con los nuevos datos que importa y permite entrenarse para comprender aquello que se denomina identificación literal. Da cuenta del esquema de 1896, verifica y asegura su pertinencia.

Pero va mucho mas allá de esto ya que nos permite dar una representación de la pulsación del inconsciente. Y para no caer en la metáfora de la ostra con perla, de algo que se abre y se cierra, adelantaremos con firmeza que la pulsación del inconsciente es la estructura misma del lenguaje.

Constatamos que el grafo F en R está abierto. Percepción y conciencia están disyuntos, no pasa nada; "el circuito está abierto", como se dice cuando la luz está apagada. Si plegamos el segmento conciencia sobre el de la percepción, nos encontramos con el empalme de las extremidades del esquema de Freud al igual que con el esquema L de Lacan. Establecemos la boucle, hallamos la circularidad y eso pasa: Lux est, " el círculo está cerrado ", como decimos cuando la luz está encendida.

He aquí una representación gráfica de la pulsación del inconsciente. Es la pulsación del propio lenguaje, latidos incesantes en estado de vigilia: Este modo de representación está, por motivos relativos a su lectura, desplegado de manera lineal. Su eficacia es mostrar la pulsación. Podríamos dejarnos encerrar allí, pero vamos a librarnos una vez más de la captura de lo lineal introduciendo en el aparato, una dimensión nueva.

Esta última es vertical y basta leer Lituraterre para percibirlo. Esta verticalidad es actuada en la escritura japonesa tal como se escribe y se lee en los kakemono que tanto fascinan a Lacan, donde se adivina, mirándolos de cerca, el chorreo de la tinta que va a mojar el papel; la lluvia, casi el aguacero de ideogramas, que vienen a enturbiar la blancura del papel. "Desde las nubes", es desde el avión que lo transporta al regresar de Japón con aquello que le deja "ese demasiadito" de la lengua japonesa que aún lo sigue

afectando, que le aparece irrefutablemente -y no es poca cosa, insiste- el chorreamiento.

Abajo brilla la tierra con miles de reflejos en la superficie del agua, irradiándose en inmensos ramos. Agua (al igual que libido) que colma aquello que del desbarrancamiento hizo su lecho y cuyo recorrido persigue dentro del territorio.

Visto desde el cielo cargado de nubes, el espectáculo toma un cariz meteorológico. La noción de Umwelt (entorno, medio, ambiente) es quien comanda su movimiento. Nubes desde las cuales se percibe el chorreamiento, que resultan ser la fuente en suspensión de la superficie desde donde lo alcanzan los reflejos del significante. Es reventando las nubes como Lacan precipita el cierre del ciclo del agua, logra establecer la raya que viene del cielo tal como lo muestran las láminas de Hiroshigé, donde los trazos figuran la lluvia como rayas uniendo cielo y tierra. Establece una circularidad que se presta perfectamente para finalizar el aparato de Vappereau tal como lo entiende nuestra lectura.

La pulsación del inconsciente es la del propio lenguaje, latidos incesantes en estado de vigilia. ¿Cómo dar cuenta de ello en el plano clínico? Para ser detectada como tal, para volverse clínicamente significativa hace falta una ruptura de equilibrio del Umwelt. Ésta señala la pulsación, es decir la ruptura del orden establecido del semblant. Esta ruptura es corte, escansión, originada por el surgimiento de un acontecimiento en la vida psíquica del analizante. El acontecimiento convoca al sujeto en un procedimiento de verdad que invade la conciencia, y se impone, desde el lenguaje que ocasiona, al parl'être como obligación de pensar. Ocurrió algo reductible a una inscripción y es el analizante quien debe trazarlo nuevamente. Este trabajo no es fácil, dado que, totalmente tomado en su conciencia por el acontecimiento que lo habita, se expone al flujo decuplicado de las percepciones, tal como lo señala el afecto. A partir de allí se descompone el registro imaginario, tomando ínfulas, en un discurso que presenta pues, gran permeabilidad a las formaciones del fantasma.

El acontecimiento produce sus efectos en el significante. Hay elevación de la permeabilidad de la barra de resistencia que separa significante y significado. He aquí lo que desencadena el chorreamiento, "conjunción del primer rasgo y de aquello que lo borra".

Vacilación de las amarras del ser, régimen del goce modificado, con sus efectos de disminución y pérdida de inercia del discurso, chorreamiento de palabras y de lágrimas a veces, desde donde se percibe que lo orgánico también chorrea.

Este chorreamiento de significantes no capta al objeto en su consistencia, ni se deja atrapar por éste; sin embargo es en su caída que modifica el significado: es éste el desbarrancamiento al cual nos referimos y es paradójicamente aquello que asegura que la lengua esté viva.

Ruptura de semblant, chorreamiento del significante, desbarrancamiento del significado, sólo falta el último tiempo en que acaba el proceso involutivo.

Es el arrobamiento, el tiempo de la identificación donde se restaura el semblant en la pantalla del fantasma. Aquí resurge la dimensión de lo simbólico en su poder separador, sus funciones de mediación y regulación tales como operan en la palabra, la escritura y la lectura.

Notas

1 Debemos a Jean-Michel Vappereau el hallazgo del plegado del esquema de la carta 52 (1988 Etoffe édition TEE) que le sirve para desarrollar el concepto de involución significante de Lacan. Sorprende que los psicoanalistas no hayan percibido la importancia de esta concepción del aparato psíquico que da cuenta de la teoría de los grafos, de las superficies y de los nudos, tal como los maneja Lacan.

2 Lacan saca de la galera el mito de la laminilla en respuesta a Loewenstein quien lo interpeló en el décimo encuentro de psicoanalistas de lengua francesa: "El Señor Lacan ataca al biologismo; no podemos prescindir de éste, es algo inevitable, no debemos prescindir de él." -Ignacio Garate Martinez, "Re-scuciter le théorique en psychanalyse", "Boletín de la Institución Libre de Enseñanza", Nº3, Madrid, 1987.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 13 - Julio 2001
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